Para dónde va la desigualdad

Habrá cambio, pero no en la dirección que quería la mayoría

Yo fui uno de esos optimistas que creyeron que el gobierno de Petro sería capaz de reducir la desigualdad. Nunca antes un candidato había sido tan enfático en la necesidad de corregir los desequilibrios sociales. Qué desilusión: Petro ha hecho mucho más por mantener los privilegios de los grupos que lo respaldaron que por atacar las raíces de la desigualdad.

Las posibilidades de que Petro saliera elegido se dispararon con el “estallido social” que convocó el Comité Nacional del Paro, conformado por las confederaciones sindicales y de pensionados, Fecode, Dignidad Agropecuaria y la Cruzada Camionera.  Los intereses económicos de todos estos grupos han estado protegidos; dos de las grandes reformas en que está empeñado el gobierno apuntan directamente a favorecer a sindicatos y pensionados actuales y futuros.

El mayor logro de la estrategia de equidad del gobierno ha sido la creación del Ministerio de la Igualdad, cuyo foco son los grupos sociales que han sido injustamente marginados, como las mujeres, los pueblos étnicos, la comunidad LGBITQ+, las personas con discapacidad, los habitantes de la calle, niños y campesinos. Aunque todos estos grupos deben ser objeto de atención, por esta vía es muy poco lo que puede corregirse la desigualdad. La razón es muy sencilla: las diferencias de ingresos entre grupos son muy reducidas en comparación con las diferencias dentro de los grupos. El ejemplo más obvio son las mujeres: es cierto que ganan en promedio 14% menos que los hombres, pero las mujeres de clase alta (percentil 90) ganan 3,5 veces lo que ganan las de clase media (percentil 50) y 11,7 veces lo que ganan las pobres (percentil 10). Lo mismo ocurre con los demás grupos sociales a los que atenderá el Ministerio de la Igualdad.

Peor todavía: Petro le está apostando a ampliar los grupos sociales que más contribuyen a la desigualdad. Uno de ellos son los trabajadores con educación universitaria. Petro quiere que todos los jóvenes tengan acceso a la universidad, de forma que tener títulos profesionales deje de ser el privilegio de unos pocos y sea más bien un canal de ascenso social. Son buenas intenciones pero no resisten un análisis serio. Una cuarta parte de todas las desigualdades laborales se debe a las diferencias de ingreso entre los trabajadores con educación universitaria. Las universidades son fábricas de desigualdad, más que de promoción social porque potencian, en vez de borrar, las diferencias de formación básica que traen los bachilleres y porque sólo unos pocos programas universitarios responden a las necesidades de las empresas. Hacen un mal negocio la mayoría de quienes se endeudan para sacar un título universitario. Volver gratuita la universidad sencillamente socializa las pérdidas, sin resolver el problema.

Otro grupo social que Petro quiere ampliar es el de los trabajadores que conforman la “economía popular”, es decir los cuentapropias y los trabajadores de pequeñas unidades productivas, sobre todo familiares y comunitarias. Resulta que en estos grupos de trabajadores es donde se encuentran las mayores concentraciones del ingreso laboral, puesto que entre ellos hay casos de enorme éxito junto con muchos casos de penuria económica por baja productividad. Si se estimula la economía popular aumentarán mucho más los casos de penuria que los de éxito, puesto que estos dependen de factores que el gobierno difícilmente puede masificar, como el talento empresarial y las conexiones.

Si el gobierno quisiera reducir la desigualdad tendría que conseguir que crezcan los grupos de baja concentración que generan ingresos decentes para bastantes trabajadores. ¿Cuáles son esos? Son los trabajadores de empresas de más de 50 personas. En la actualidad son unos cuatro millones de trabajadores, que en promedio ganan unos 2,5 millones de pesos mensuales, aproximadamente el doble que el promedio de todos los trabajadores. Pero en la ideología de Petro las empresas son indeseables porque alimentan la codicia del capital y son causa de todos los males sociales, desde la pobreza hasta la contaminación ambiental. Si hay algo que Petro quiere conseguir en las empresas grandes es que los trabajadores tengan más poder, aunque se genere menos empleo.

Así que no será Petro quien ayude a reducir las desigualdades. Con las mejores intenciones y la convicción que lo caracteriza, este gobierno desperdiciará el mandato social que recibió. Habrá cambio, pero no en la dirección que quería la mayoría.

            No deja de ser paradójico que, a pesar de todo el énfasis del gobierno en la desigualdad, nada ha dicho el DANE sobre qué ha pasado con la pobreza y la desigualdad desde el 2021. Ni siquiera está programado cuándo se presentarán nuevos resultados. Las estadísticas de pobreza y desigualdad deberían ser tan frecuentes como las de desempleo o informalidad, que vienen de la misma fuente. Esperar a tener cálculos anuales es un error porque la información de todas formas es mensual. ¿Qué tal que estuviéramos esperando a estas alturas de 2023 que el DANE nos informara sobre cuál fue la tasa promedio de desempleo o de informalidad de 2022?

            En este artículo se demuestra que es incorrecto interpretar como anuales los datos de desigualdad y pobreza que produce el DANE. Siendo así, deberían publicarse oportunamente los resultados mensuales.