Hace un par de semanas, el Consejo Asesor para la Cohesión Social entregó su informe final al Presidente Sebastián Piñera, el que se puede descargar desde www.desarrollosocialyfamilia.gob.cl/informacion-social/cohesion-social. El consejo, en el cual tuve la oportunidad de participar, fue convocado a fines del año pasado, en respuesta a las movilizaciones sociales de octubre, por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia (MDSF), y estuvo integrado por doce personas que trabajan en la academia, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil. También contó con el valioso apoyo técnico de un equipo del MDSF.
Para formular su diagnóstico y propuestas, el consejo revisó la evidencia disponible para Chile y otros países, e interactuó con autoridades y equipos del MDSF, académicos e investigadores de áreas diversas, y dirigentes sociales de distintas regiones del país.
Definir la cohesión social y sus aristas no es fácil, pues se refiere a un fenómeno multidimensional y dinámico. Se trata de la ausencia de grietas al interior de una sociedad y de la capacidad de manejarlas cuando aparecen. Se trata, también, de una sociedad en que las personas confían entre sí y en las instituciones, una que trabaja en pos de la inclusión y el bien común. Al mismo tiempo, se trata de una sociedad que ofrece oportunidades a todos y que mantiene una visión compartida.
Para hacer operativas estas ideas, el consejo se basó en los indicadores propuestos el 2013 por la Fundación Bertelsmann, de Alemania, resumidos en su “radar de cohesión social.” Tres dimensiones, que comprenden a su vez un conjunto de subdimensiones, componen este radar: la calidad de los vínculos sociales, el sentido de pertenencia y el foco en el bien común.
El diagnóstico se realizó sobre la base de indicadores levantados por diversas encuestas nacionales, antes de las movilizaciones de octubre de 2019, todos relacionados con las tres dimensiones ya descritas. En lo grueso, la información recopilada muestra que los diversos indicadores de cohesión social se vienen deteriorando en Chile desde hace años y que es urgente realizar acciones para revertir esta tendencia.
En cuanto a la calidad de los vínculos sociales, se observa una debilidad en las redes sociales —medidas según el número de amigos cercanos, la interacción con vecinos, y el acceso a redes de apoyo para conversar y obtener ayuda—. Asimismo, la confianza interpersonal es baja y la experiencia de malos tratos en la calle, en el trabajo, y en el transporte y servicios públicos, extendida. En lo positivo, se observa un creciente respeto por los pueblos originarios, los migrantes y la diversidad sexual.
En relación con el sentido de pertenencia, existe una alta identificación con la nación, pero una bajísima confianza en las instituciones, además de una importante percepción de injusticia en la provisión de servicios sociales. Asimismo, la ciudadanía percibe que el esfuerzo no remunera de manera apropiada.
Finalmente, respecto del bien común, se observa un bajo respeto por las normas sociales expresado en un relevante temor a caminar solo de noche o de ser acosado sexualmente en el lugar de estudios o trabajo, y una escasa participación cívica e interés en la política.
El informe también propone un conjunto de medidas para que la política pública favorezca la cohesión social. Se propone, entre otros, que la política social tenga como uno de sus objetivos centrales las dimensiones de la cohesión social, y que toda evaluación ex ante y ex post de programas incorpore los efectos que tienen en la cohesión social. Se sugiere, asimismo, revisar la oferta actual de prestaciones y modificar e incluso cerrar programas que tienen efectos nocivos sobre la cohesión social. También se sugiere revisar los modos de la focalización, las condicionantes exigidas por los programas y los mecanismos de entrega de las prestaciones.
El plebiscito del domingo pasado y el proceso constituyente que viene, han permitido abrir un espacio para encauzar esta problemática. Por lo pronto, la participación en el plebiscito de jóvenes y de personas que residen en comunas vulnerables y que suelen votar en menor proporción, se elevó de manera importante. Eso sugiere que existe un reencantamiento con la política, con la posibilidad de discutir nuevas reglas de convivencia que ayuden a reparar nuestras grietas sociales.
Asimismo, abre la posibilidad de revisar nuestro sistema político, que en ocasiones pareciera estar en la base de por qué no se avanza en ámbitos tan relevantes para la ciudadanía, como en un sistema de seguridad social que permita proteger ante riesgos y remunerar el esfuerzo como corresponde. Es cierto que, por ejemplo, no se requiere de un cambio constitucional para reparar el sistema de pensiones. Pero sí se necesita de un régimen que facilite formar gobiernos de mayoría y con incentivos a llegar acuerdos eficaces.
Lo que viene será central para la cohesión social. Los diálogos, por incómodos que sean, nos harán bien si permiten encauzar apropiadamente la problemática que debilita nuestra cohesión social.