Por Germán Feierherd (UdeSA) y Adrián Lucardi (ITAM)
En el imaginario popular argentino, los intendentes del Conurbano (donde reside el 26% del electorado nacional) son vistos como verdaderos “Barones” feudales.[1] Esta denominación refleja su supuesta capacidad para retener el poder político y administrar la gobernabilidad en los municipios donde se concentra la mitad de todas las personas pobres del país. Sin embargo, no existen estudios cuantitativos que examinen la fortaleza electoral de los intendentes — y en muy pocos casos, intendentas[2] — bonaerenses.
¿De dónde emana el poder de intendentes como Manuel Quindimil (Lanús, 1983-2007), Hugo Curto (Tres de Febrero, 1991-2015) o Alejandro Granados (Ezeiza, 1995-)? La existencia de Barones territoriales supone, en primer lugar, que la persistencia en el poder de tantos intendentes se debe a una ventaja electoral estructural sobre sus oponentes. En segundo lugar, los Barones suelen estar asociados (con algunas excepciones, como los radicales Melchor y Gustavo Posse) al peronismo y su extensa red de punteros políticos. En tercer lugar, se supone que la capacidad de reelección de los Barones no depende demasiado del “arrastre” de votos de las candidaturas nacionales. Por el contrario, son los intendentes los que traccionan votos para otros candidatos.
En este artículo, respondemos las siguientes preguntas. ¿La persistencia en el poder de tantos intendentes bonaerenses se debe a que los oficialismos tienen una ventaja electoral estructural sobre sus oponentes? ¿O a que los partidos ganan de manera repetida allí donde tienen más simpatizantes? ¿Se trata de un fenómeno predominantemente peronista? ¿Cuánto depende el resultado local de la performance de las candidaturas nacionales?
Es común pensar que los oficialismos tienen una ventaja electoral por tener mayor reconocimiento social y por contar con los recursos del estado a su disposición. Por ejemplo, Schiumerini y Page (2012) muestran que las tasas de reelección de los gobernadores argentinos son altas y han aumentado en los últimos años. En la misma línea, Micozzi y Lucardi (de próxima publicación) muestran que los legisladores nacionales corren con ventaja a la hora de reelegirse. Sin embargo, en otros países en desarrollo como Brasil o México, los partidos locales compiten en desventaja cuando intentan reelegirse (Lucardi y Rosas 2016; Schiumerini N.d; Klašnja y Titiunik 2017). Feierherd (de próxima publicación) muestra que los intendentes brasileños no benefician — y a veces perjudican — a sus partidos en las elecciones presidenciales.
Los intendentes bonaerenses, ¿se parecen más a sus pares brasileños o a los gobernadores argentinos? Para responder esta pregunta, analizamos todas las elecciones locales bonaerenses entre 1983 y 2017 con un diseño de regresión discontinua. Nos enfocamos en la ventaja del oficialismo — esto es, la ventaja (incondicional) de ganar una elección sobre el desempeño electoral en las elecciones posteriores. Este diseño asume que, a medida que el margen de victoria de los partidos se acerca a cero, los resultados contrafactuales de los ganadores y perdedores son continuos. Analizamos cinco resultados para los dos grandes partidos, el peronismo y el radicalismo: el porcentaje de votos del oficialismo en la siguiente elección a intendente; la probabilidad de retener la intendencia; la cantidad de victorias consecutivas obtenidas en el futuro; el promedio de votos obtenidos en todas las elecciones a intendente posteriores; y el porcentaje de votos que el candidato presidencial del partido obtiene a nivel local en la siguiente elección.
Bajo el rótulo PJ, agrupamos a los siguientes partidos: Partido Justicialista, Frente Justicialista para la Liberación Nacional o FREJULI, distintas denominaciones del Peronismo Renovador (el de los 80s y su versión post-2011), Frente para la Victoria y Unidad Ciudadana. Cuando hay más de una lista, contamos como candidato del peronismo a aquel alineado con el principal líder nacional del partido.[3] Bajo el rótulo UCR, incluímos a la Unión Cívica Radical, la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, y Cambiemos.
Persistencia en el ejecutivo municipal
Entre 1983 y 2015, en la Provincia de Buenos Aires hubo 1184 elecciones ejecutivas municipales. El PJ ganó 602 (50.8%) y la UCR triunfó en 431 ocasiones (36.4%). Para ambos partidos, la probabilidad de ganar el municipio fue mucho mayor cuando ya estaban en el poder. Como muestra la Figura 1, el PJ fue reelecto el 73.3% de las veces que compitió controlando el gobierno local y la UCR un 62.8% de las veces. Cuando el PJ y la UCR no controlaban el gobierno, fueron victoriosos solo el 32.5% y el 17.9% de las elecciones, respectivamente. El último panel de la figura muestra que controlar el ejecutivo municipal también está asociado con un mejor desempeño electoral del candidato presidencial correspondiente; y lejos de ser un fenómeno peronista, la diferencia es ligeramente mayor para la UCR.
Figura 1. Desempeño electoral futuro según estatus oficialista y por partido (1983-2017)
Nota: Pr(victoria) (t+4) es el porcentaje de victorias para la categoría intendente para cada partido en la elección siguiente. % votos (t+4) es el porcentaje de votos para la categoría intendente para cada partido en la elección siguiente. % presidente (t+4) es el porcentaje de votos para la categoría presidente para cada partido en la elección siguiente
Empezamos analizando la relación gráfica entre el margen de victoria en t y el voto y la probabilidad de victoria en t+4 para cada partido (Figuras 2).[4] Cuando el margen de victoria es positivo, el partido controla el gobierno local. Cuando es negativo, otro partido controla la intendencia. Para ambos partidos, los gráficos muestran un “salto” de unos 6-7 puntos porcentuales en el porcentaje de votos obtenido en t+4 cuando el margen de victoria se acerca a cero, lo que se traduce en un incremento en la probabilidad de victoria de alrededor de 30 puntos porcentuales. El cambio discontinuo en el porcentaje de votos y la probabilidad de victoria de estos partidos sugiere que esta buena performance electoral es un efecto directo de controlar el gobierno local. Las figuras no muestran, en cambio, una diferencia positiva significativa de ganar la elección municipal sobre el desempeño electoral del partido del intendente en la próxima elección presidencial.
Figura 2. Margen de victoria y performance electoral en t+4
Nota: cada punto refleja el promedio de observaciones para ese intervalo. Los puntos están igualmente espaciados e imitan la varianza de los datos originales. Las líneas fueron calculadas con una regresión kernel a cada lado del punto de corte. Ver Cattaneo, Idrobo y Titiunik (de próxima publicación) para más detalles.
Los análisis de regresión confirman esta conclusión. La Tabla 1 presenta una serie de regresiones discontinuas que muestran que, tanto para el PJ como para la UCR, ganar una elección municipal en t aumenta en 5.7-6.7 puntos porcentuales el número de votos en t+4 y la probabilidad de capturar la intendencia en 18 puntos porcentuales para el PJ y en ¡28! puntos porcentuales para la UCR. Por lo tanto, si bien existe una ventaja estructural para los oficialismos en la PBA, esta favorece tanto al pan-peronismo como al pan-radicalismo. Más aún, la ventaja de los oficialismos para ambos partidos es similar en municipios del conurbano como en distritos del interior de la provincia.[5]
Tabla 1. Efecto de los oficialismos sobre su performance electoral futura.
Efecto | 95% IC | p-val | h | nt | nc | |
PJ | ||||||
% votos (t+4) | 6.68 | [2.15, 12.32] | 0.005 | 11.40 | 222 | 206 |
Pr(victoria) (t+4) | 0.18 | [-0.01, 0.39] | 0.069 | 16.35 | 294 | 280 |
% presidente (t+4) | 3.87 | [0.06, 9.29] | 0.047 | 8.85 | 157 | 152 |
victorias consecutivas | 0.39 | [-0.40, 1.31] | 0.299 | 13.20 | 209 | 188 |
% votos futuros | 1.69 | [-2.61, 6.62] | 0.395 | 12.94 | 204 | 187 |
UCR | ||||||
% votos (t+4) | 5.68 | [0.19, 12.09 | 0.043 | 14.78 | 210 | 237 |
Pr(victoria) (t+4) | 0.28 | [0.09, 0.55] | 0.007 | 9.98 | 144 | 170 |
% presidente (t+4) | 1.58 | [-4.58, 9.76] | 0.478 | 10.58 | 113 | 117 |
victorias consecutivas | 0.29 | [-0.32, 0.98] | 0.323 | 13.20 | 159 | 196 |
% votos futuros | 5.58 | [0.61, 12.45] | 0.031 | 10.31 | 124 | 151 |
Nota: Efecto de ganar la elección municipal sobre la performance electoral futura. Los coeficientes pertenecen a modelos de regresión discontinua estimados con una regresión lineal con pesos triangulares y un margen que reduce los errores mínimos cuadrados. La variable de puntaje es el margen de victoria para cada partido en t. Los errores estándar están agrupados por municipio. Todos los modelos incluyen efectos fijos por año. Las columnas 3–7 reportan, respectivamente, intervalos de confianza robustos al 95% , p-values robustos, el margen óptimo y el número de observaciones en cada grupo. Ver Cattaneo, Idrobo y Titiunik (de próxima publicación) para más detalles.
La metáfora de los “Barones” hace referencia a candidatos que ganan repetidas veces; en otras palabras, que se “eternizan” en el poder. La pregunta que surge entonces es, ¿qué tanto perduran dichos efectos en el tiempo? Sin contar casos de elecciones extraordinarias debidas a la muerte, renuncia o destitución de un intendente, entre 1983 y 2015 hubo alrededor de 9 elecciones por municipio.[6] La Tabla 1 también muestra el efecto de ganar una elección municipal entre 1983 y 2003[7] sobre el número total de victorias consecutivas en las elecciones siguientes, así como el promedio de votos obtenidos por cada partido en todas las elecciones a intendente posteriores.
Los resultados muestran que el número de victorias consecutivas no se incrementa apreciablemente; si bien los coeficientes son positivos, el efecto estimado dista de ser significativo. El efecto sobre el porcentaje de votos que un partido puede esperar obtener a futuro es mayor para la UCR, y de hecho el único efecto significativo corresponde a este partido: luego de una victoria cerrada, un intendente radical puede esperar obtener 5.6 puntos porcentuales extra en las elecciones ejecutivas futuras, un efecto enorme si consideramos que el 21% de las elecciones para intendente entre 1983 y 2015 se decidieron por un margen de 5 puntos porcentuales o menos.
Estos resultados cuestionan el imaginario del Barón peronista que se eterniza en el poder. Si bien la capacidad de reelegirse continuamente de algunos intendentes peronistas es notable, ganar por primera vez una intendencia por un margen pequeño no asegura victorias para el partido más allá de la reelección inmediata.
La Tabla 1 también muestra el efecto de controlar la intendencia sobre la performance presidencial. ¿Les va mejor a los candidatos presidenciales en los municipios donde gobiernan sus partidos? Para el PJ, estimamos un efecto positivo, estadísticamente significativo, de 3.87 puntos porcentuales de controlar la intendencia. Para la UCR, el efecto es sustancialmente menor (1.58%) y está lejos de ser estadísticamente significativo.[8]
Por último, evaluamos cómo fue cambiando la ventaja electoral de los oficialismos a través del tiempo. La Figura 3 muestra los coeficientes de las regresiones discontinuas para el voto en t+4 para el PJ y la UCR y para sus candidatos presidenciales para cada elección entre 1987 y 2015. La performance de los oficialismos varía sugestivamente con el ciclo nacional. Para el PJ, el coeficiente estimado de controlar la intendencia sobre la elección local futura es cercano a cero o negativo en tres de las siete elecciones: 1991, 1995 y 2003. En 1991 no hubo elección presidencial. En el 2003, el PJ compitió extremadamente dividido. Para la UCR, el signo de todos los coeficientes es positivo. Estos resultados son consistentes con la tesis que sugiere una mayor desnacionalización electoral de la UCR.
En cuanto a la elección presidencial, Carlos Saúl Menem obtuvo menos votos en 1989 en los municipios gobernados por el PJ (p < 0.04). El efecto de los intendentes del PJ fue positivo (y estadísticamente significativo a valores convencionales) cuando Cristina Fernández de Kirchner estuvo en la boleta (2007 y 2011). Con excepción del 2007, los intendentes radicales no parecen haberle sumado votos a los candidatos presidenciales de su partido.
Figura 3. Ventajas de los oficialismos locales por año para las elecciones a intendente y presidente (1987-2015)
Nota: Los coeficientes pertenecen a modelos de regresión discontinua para cada año. Los puntos indican los límites inferiores y superiores de los intervalos de confianza robustos del 95% para cada coeficiente.
En conclusión, la evidencia presentada matiza la imagen del Barón territorial, con anclaje en el conurbano, peronista, que perdura en el poder, está protegido de los vaivenes electorales de su partido a nivel nacional y puede contribuir un caudal de votos importante a sus candidatos presidenciales. Por el contrario, nuestro análisis sugiere que, a diferencia de sus pares brasileños y mexicanos, los intendentes bonaerenses — en el conurbano y el interior, del PJ y la UCR — tienen una ventaja electoral importante pero no absoluta sobre sus oponentes. También sugiere que, en promedio, los intendentes “traccionan” pocos votos para las listas presidenciales de sus partidos (y, como sus pares brasileños, a veces restan).
Referencias
Cattaneo, Matias D., Nicolás Idrobo, y Rocío Titiunik. A Practical Introduction to Regression Discontinuity Designs: Foundations. Cambridge: Cambridge University Press, de próxima publicación.
Feierherd, Germán. “How Mayors Hurt Their Presidential Ticket: Party Brands and Incumbency Spillovers in Brazil.” The Journal of Politics, de próxima publicación.
Klašnja, Marko, y Rocío Titiunik. “The Incumbency Curse: Weak Parties, Term Limits, and Unfulfilled Accountability.” American Political Science Review 111, no. 1 (2017): 129–48.
Lucardi, Adrián, y Guillermo Rosas. “Is the Incumbent Curse the Incumbent’s Fault? Strategic Behavior and Negative Incumbency Effects in Young Democracies.” Electoral Studies 44 (2016): 66–75.
Micozzi, Juan Pablo, y Adrián Lucardi. “How Valuable Is a Legislative Seat? Long-Term Incumbency Effects in the Argentine Chamber of Deputies.” Political Science Research and Methods, de próxima publicación.
Schiumerini, Luis. “Imperfect Evaluations and Incumbency Effects.” Working Paper. Hellen Kellogg Institute, University of Notre Dame, N.d.
Schiumerini, Luis, y María Page. “El Efecto ‘Cancha Inclinada’: Ventajas Del Oficialismo En La Política de Las Provincias Argentinas.” Documento de Políticas Públicas / Análisis #115. CIPPEC, 2012.
[1] Por Conurbano nos referimos a los 24 municipios de la Provincia de Buenos Aires que rodean la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
[2] Entre 1973 y 2015 inclusive, hubo sólo 20 intendentas electas, frente a 1300 intendentes varones.
[3] En 1985 contamos al Partido Renovador como la lista peronista; en 2005, 2007, 2011 y 2013, al Frente para la Victoria; en 2009 al Partido Justicialista; y en 2017 a Unidad Ciudadana.
[4] El mandato de los intendentes dura cuatro años. En 2016 la legislatura bonaerense limitó la cantidad de reelecciones a una. Antes de la reforma no existían límites a la reelección de los intendentes.
[5] Resultados no reportados.
[6] Algunos municipios fueron creados con posterioridad a 1983 y por ende tuvieron menos elecciones; las elecciones extraordinarias eligen un intendente para terminar el período, por lo que el fallecimiento, destitución o renuncia del intendente no altera el calendario electoral del municipio. Un municipio, General Sarmiento, fue dividido en tres (San Miguel, José C. Paz y Malvinas Argentinas) a partir de 1995.
[7] Solo incluimos observaciones hasta 2003 para que haya al menos tres elecciones posteriores (2007, 2011 y 2015) en que evaluar el efecto.
[8] En el caso de la UCR, excluimos la elección de 2003 porque su candidato, Leopoldo Moureau, obtuvo menos del 1.5% de los votos en la provincia. Para el PJ, solo contamos los votos obtenidos por la fórmula de Néstor Kirchner, que era la que contaba con el apoyo del oficialismo a nivel nacional.