Brechas de género en los mercados laborales de Colombia: a poner el problema del “techo de cristal” en su justa proporción

Desde 2016, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) trabaja en alianza con el World Economic Forum (WEF) para implementar en América Latina y el Caribe las Iniciativas de Paridad de Género (IPG), un modelo de colaboración público-privada de alto nivel, que tiene por objeto reducir las barreras que impiden que las mujeres puedan acceder a oportunidades laborales, empresariales y de liderazgo en igualdad de condiciones que los hombres.

Los números que se presentan a continuación hacen parte del material de diagnóstico y de discusión que produjimos con base en la Gran Encuesta Integrada de Hogares de 2017 del DANE, para facilitar la tarea del Grupo de Liderazgo conformado en Colombia en 2018 en el marco de esta iniciativa.

La evidencia empírica es contundente acerca del largo trecho por recorrer para cerrar las brechas de género en los mercados laborales colombianos. Las mujeres colombianas participan un 27% menos en la fuerza laboral, tienen una tasa de desempleo promedio 71% más alta, y trabajan semanalmente en promedio 17% más horas. Además, en promedio el 38% de sus horas de trabajo corresponden a trabajo no remunerado -oficios del hogar y tareas de cuidado de menores, enfermos y discapacitados, con lo cual, aunque su ingreso promedio por hora es sólo 2% más bajo que el de los hombres, su ingreso promedio mensual es 17% más bajo. Esto contrasta con los hombres que tienen jornadas de trabajo en promedio más cortas (de 55 frente a 64 horas por semana) y dedican solo 13% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. El único fenómeno que afecta por igual a hombres y mujeres en promedio y frente al que no puede decirse con contundencia que hay una brecha de género ante a la cual es imperante actuar, es la informalidad (la diferencia entre las tasas de informalidad de mujeres y hombres es de 1%).

El análisis de las brechas para distintos grupos de la población identificados por su rango de edad, su nivel educativo máximo alcanzado, la zona urbana o rural donde habitan, el lugar en el que se encuentran sobre la distribución de ingreso, el número de menores que tienen a su cargo, la rama de actividad en la que trabajan y la ocupación en la que se desempeñan, muestra que en los promedios se esconde un país muy heterogéneo, donde algunos grupos se encuentran en franca desventaja.

  • Hay 5.6 millones de mujeres en edad de trabajar que solo han completado primaria. Solo 42% de ellas participan en los mercados de trabajo (2.4 millones) -44% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo- y 7% se encuentran desempleadas -85% mas que los hombres que se encuentran en el mismo grupo-. Las que tienen un trabajo remunerado reciben mensualmente en ingresos más bajos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo, porque su ingreso por hora es 19% más bajo que el de los hombres y, aunque en total trabajan más horas por semana que ellos, el 43% de sus horas de trabajo corresponden a trabajo no remunerado. Los hombres con el mismo nivel educativo tienen jornadas totales de trabajo en promedio más cortas (de 54 frente a 63 horas por semana) pero dedican solo 13% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. Para este grupo, además la tasa de informalidad femenina es 9% más alta que la masculina.

 

  • Hay 4.0 millones de mujeres en edad de trabajar que habitan en la zona rural. Solo 42% de ellas participan en los mercados de trabajo (1.7 millones) -45% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo- y 10% se encuentran desempleadas -250% mas que los hombres que se encuentran en el mismo grupo-. Las que tienen un trabajo remunerado reciben mensualmente ingresos más bajos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo, porque su ingreso por hora es 9% más bajo que el de los hombres y, aunque en total trabajan 19% más horas por semana que ellos, el 50% de sus horas de trabajo corresponden a trabajo no remunerado. Los hombres que habitan en la misma zona tienen jornadas de trabajo en promedio más cortas (de 52 frente a 62 horas por semana) y dedican solo 13% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. Para este grupo, la tasa de informalidad femenina es 4% más alta que la masculina.

 

  • Hay 4.3 millones de mujeres que tienen 55 años o más. Solo 34% de ellas participan en los mercados de trabajo (1.5 millones) -48% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo- y 5% se encuentran desempleadas -10% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo-. Las que tienen un trabajo remunerado reciben mensualmente ingresos más bajos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo, porque su ingreso por hora es 9% más bajo que el de ellos y aunque trabajan semanalmente en promedio 13% más horas que ellos, el 39% de sus horas de trabajo corresponden a trabajo no remunerado. Los hombres que se encuentran en el mismo rango de edad tienen jornadas de trabajo en promedio más cortas (de 52 frente a 58 horas por semana) y dedican solo 12% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. Para este grupo, la tasa de informalidad femenina es 7% más alta que la masculina.

 

  • Hay 285 mil mujeres en edad de trabajar que tienen 5 o más menores a cargo. Solo 41% de ellas participan en los mercados de trabajo (116 mil) -33% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo- y 17% se encuentran desempleadas -152% más que los hombres que se encuentran en el mismo grupo-. Las que tienen un trabajo remunerado reciben mensualmente ingresos más bajos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo, porque su ingreso por hora es 14% más bajo que el de ellos y aunque trabajan semanalmente en promedio 28% más horas que ellos, en promedio el 48% de sus horas de trabajo corresponden a trabajo no remunerado. Los hombres que tienen el mismo número de menores a cargo tienen jornadas de trabajo en promedio más cortas (de 53 frente a 68 horas por semana) y dedican solo 12% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. Para este grupo, la tasa de informalidad femenina es 6% más alta que la masculina.

 

  • Finalmente, hay 1.6 millones de mujeres en edad de trabajar que se encuentran entre el 10% más pobre de la población. Solo 41% de ellas participan en los mercados de trabajo (665 mil) -32% menos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo- y 23% se encuentran desempleadas -54% más que los hombres que se encuentran en el mismo grupo-. Las que tienen un trabajo remunerado, reciben ingresos por hora 20% más altos que los hombres que se encuentran en el mismo grupo, y trabajan semanalmente en promedio 23% más horas que ellos. El 48% de sus horas de trabajo corresponde, sin embargo, a trabajos no remunerados. Los hombres que se encuentran en el mismo lugar en la distribución de ingresos tienen jornadas de trabajo en promedio más cortas (de 51 frente a 62 horas por semana) y dedican solo 12% de su tiempo de trabajo a oficios no remunerados. Para este grupo, la tasa de informalidad femenina es igual que la masculina.

Los números muestran que el vinculo de las mujeres con los mercados laborales mejora con el nivel educativo y la riqueza del hogar, y es mejor para las mujeres que no tienen o tienen pocos menores a cargo y para las mujeres que habitan en la zona urbana.

La baja participación femenina en los mercados de trabajo es un factor enorme de desigualdad, porque las personas que no participan en ellos no tienen un ingreso propio y dependen para su manutención y supervivencia de los ingresos de otros. Por lo mismo, las brechas de género en participación laboral son las más graves de todas las brechas en los mercados laborales, y las primeras que habría que combatir desde la política pública. Se ha visto que las mujeres que participan menos en los mercados laborales son las mujeres rurales, las mujeres menos educadas, las mujeres mayores, las mujeres más pobres y las mujeres que tienen más menores a cargo. La combinación de todas estas características o de algunas de ellas que seguramente guardan entre sí una correlación muy alta, arroja un primer grupo objetivo para dirigir hacia él la acción del Estado.

Las mujeres que participan en los mercados de trabajo son desde el punto de partida, distintas. El principal problema que enfrentan es el desempleo. Un segundo grupo que sería un buen objetivo de la política pública es, entonces, el de las mujeres que enfrentan las tasas de desempleo más altas y una probabilidad de desempleo más alta que la de los hombres con los cuales comparten características (rango de edad, nivel educativo, zona en la que habitan, etcétera). Los atributos básicos que definen a estas mujeres, además de estar desocupadas, son tener 2 o más menores a cargo y estar entre el 10% y el 40% más pobre de la población. Cuando se exploran los datos, se encuentra que en la intersección de estos atributos se encuentran predominantemente las mujeres que han completado máximo secundaria.

Un tercer grupo objetivo es el de las mujeres ocupadas que se encuentran en desventaja relativa frente a los hombres con los que comparten características porque, aunque ponen semanalmente muchas más horas más de trabajo que ellos, una parte sustancial de ellas es en oficios no remunerados y como consecuencia sus ingresos mensuales son mucho menores. A este grupo pertenecen cerca de una tercera parte de las mujeres ocupadas. Pero las brechas son mayores para aquellas que no tienen educación superior completa, que tienen 3 o más hijos, que habitan en la zona rural, y que se ocupan como jornaleras, como trabajadoras por cuenta propia o como empleadas domésticas.

Un cuarto grupo objetivo es el de las mujeres urbanas que han completado educación universitaria. Estas son mujeres que se encuentran en una menor situación de desventaja frente a los hombres en comparación con las mujeres menos educadas, en términos de las brechas que enfrentan en el mercado laboral. Comparten con las demás mujeres el hecho de trabajar semanalmente en total muchas más horas que los hombres porque se ha asumido que los oficios no remunerados del hogar son su responsabilidad.

La ubicación de los distintos grupos de mujeres sobre el territorio resulta en gran heterogeneidad entre departamentos y regiones en términos de las brechas económicas que afectan a las mujeres. No existe un solo mercado de trabajo, sino múltiples mercados que operan con un alto grado de segmentación y cuyos problemas requieren enfoques que reconozcan esa heterogeneidad. Identificar sus atributos es útil como una alternativa para la focalización de políticas y programas.

Con frecuencia la discusión sobre brechas de género en los mercados laborales se concentra en las brechas que enfrentan las mujeres para acceder a cargos de liderazgo, ya sea en el sector privado o en el gobierno. Las primeras, afectan exclusivamente a las mujeres más educadas. Es importante visibilizarlas, pero también es importante recordar que no es ahí donde están los problemas que más urge solucionar. Las segundas, en cambio, aquejan a las mujeres colombianas de todos los niveles de educación. Este último, es un tema para una próxima vez.