Nuevos datos de población en Colombia y sus implicancias para el PIB tendencial

Por Andrés Fernández[1]

Una de las principales implicaciones macroeconómicas de las nuevas cifras de crecimiento poblacional entregadas por el reciente censo poblacional tienen que ver con la senda de crecimiento de largo plazo de la actividad económica en Colombia. Si la tendencia de largo plazo del crecimiento per capita continúa su senda histórica, la desaceleración poblacional reflejada en las nuevas cifras –cercana a medio punto porcentual anual- puede implicar una caida igual en el crecimiento tendencial del PIB colombiano. Y no parece haber evidencia de que esto se puede revertir con ganancias en productividad agregada.

Recientemente los colombianos aprendimos que somos muchos menos de lo que pensabamos, en terminos de numero de habitantes. Las cifras reveladas derivadas del nuevo censo poblacional dan cuenta que el descache es enorme, alrededor de 5 millones de personas, o lo que es equivalente al 10% de la población total a hoy. Mientras que las nuevas cifras muestran una población total cercana a los 45.5 millones de habitantes para el cierre del 2018, las antiguas predicciones señalaban un numero cercano a los 50 millones para esa fecha. Esto se explica porque el crecimiento de la población se ha desacelerado mucho más de lo anticipado, como se observa en la Figura 1. La tasa de crecimiento anual que se observó en 2018 con las nuevas cifras es de 0.4%, casi un tercio de lo que se esperaba que fuera en ese año (1.1%).

Esta “sorpresa poblacional” tiene importantes efectos para la discusión de varios aspectos de la política pública. En esta nota me gustaría referirme a una dimensión particular: el efecto que esta desaceleración poblacional tiene en el PIB tendencial de la economía colombiana. El concepto del PIB tendencial es uno que generalmente sirve para recoger la senda de crecimiento de largo plazo que sigue una economía y que, entre otros, sirve para caracterizar el ciclo económico, entendido como desviaciones del PIB observado de esta tendencia. A su vez, la definición de ciclo sirve, entre otras cosas, para determinar la capacidad de gasto del gobierno permitido por la regla fiscal.

La figura 2 muestra una forma (de varias) de acercarse a este concepto del PIB tendencial en Colombia. Ésta muestra la evolución (en logaritmos) del PIB real por habitante en más de un siglo de historia desde 1905 hasta el 2018. La principal característica de esta variable es que exhibe una clara tendencia creciente estable. Esta ultima propiedad, estabilidad, es crucial para identificar el concepto de PIB tendencial pues, como se dijo, una característica deseable del PIB tendencial es que sea aquella dirección a la que la economía converge en el largo plazo. Noten que, de hecho, una tendencia lineal (dibujada con la recta punteada en esa Figura y que se obtiene por minimos cuadrados ordinarios) recupera sorprendentemente bien la dinámica de largo plazo de esta variable, por lo que puede decirse que sirve como una buena aproximación del PIB tendencial colombiano.

Si se trabaja con la hipótesis de que dicha tendencia lineal captura bien el PIB tendencial colombiano, hay aspectos interesantes que saltan a la vista sobre la evolución del ciclo económico en los ultimos años –recordando que este se define como la diferencia entre el PIB real observado y la tendencia. En primer lugar, el acelerado crecimiento observado en la década entre 2003 y 2013, fue en buena medida una reversión a la tendencia de largo plazo experimentada como consecuencia de la gran recesión que experimentó la economía colombiana en 1999. Así mismo, otro hecho interesante que se desprende de dicho análisis es que la desaceleración de la economía de los últimos tres a cuatro años es, en buena medida, la reversión a su tendencia histórica.

¿Qué implicaciones tienen sobre este análisis los nuevos datos del censo poblacional? Y, en particular, ¿qué implicaciones tienen estos sobre la senda de crecimiento de la economía colombiana para el futuro? La respuesta exacta es, sin duda, imposible de saber. Sin embargo, es posible postular la siguiente hipótesis apoyándose en el análisis mencionado arriba. Si la trayectoria del PIB por habitante va a mantenerse en la misma senda histórica que ha exhibido desde hace más de un siglo -y no creo que haya evidencia de peso que permita suponer lo contrario-, la desaceleración poblacional deberá estar acompañada por una desaceleración de la misma magnitud del crecimiento del PIB agregado. Esto es un simple resultado aritmético: para que el ratio PIB a población mantenga su mismo ritmo de crecimiento histórico, ante una desaceleración del denominador –la población en Colombia–, debe ocurrir una desaceleración igual del numerador –producción agregada–.

Hay, por supuesto, escenarios alternativos en los cuales esta hipótesis de desaceleración de la producción agregada podría no llegar a darse. Uno de estos sería si, por ejemplo, la economía colombiana se vuelve más productiva y, con menos habitantes, puede producir al mismo ritmo que antes o, incluso, a uno mayor.

Sin embargo, no soy muy optimista al respecto tras dar otra mirada a las cifras históricas. La medición de cuan productiva es una economía siempre ha sido fuente de debate entre economistas pues no hay medidas precisas. Una variable que, no obstante, sirve de referente es la productividad total de factores (PTF), la cual intenta medir en qué medida una economía emplea su capital humano y fisico a la hora de producir bienes y servicios. La Figura 3 muestra la senda de crecimiento (suavizada) de la PTF en Colombia en el ultimo cuarto de siglo. Sobresale que desde mitad de los años 2000, la tendencia de este crecimiento se haya ralentizado bastante. No parece pues haber evidencia de que ganancias en productividad agregada puedan compensar con creces la desaceleración poblacional en Colombia. Es pues razonable esperar que las fuerzas demográficas mencionadas en esta nota ralenticen el crecimiento del PIB agregado colombiano en la próxima década. Esperemos que me equivoque y que sí haya otras que las puedan compensar.

[1] El autor está afiliado con el Banco Central de Chile. Las opiniones acá expresadas son, sin embargo, personales y no involucran a esta institución.