Productividad de la mano de obra agrícola y generación de ingresos en el campo  

Margarita Gáfaro y Franz Hamann (Banco de la República)

El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de sus autores y no compromete ni representa las posiciones y opiniones de la Junta Directiva o el Gerente General del Banco de la República. Los resultados que se presentan hacen parte del documento “Productividad total de los factores y eficiencia en el uso de los recursos productivos en Colombia” que se publicará próximamente en la nueva serie de Ensayos sobre Política Económica del Banco de la República.

 

El posconflicto ha generado expectativas sobre el sector agropecuario como fuente de ingresos en las zonas rurales de Colombia. Al mismo tiempo los productores agrícolas del país enfrentan, con cada vez más frecuencia, la escasez de mano de obra en temporadas de alta demanda. La evidencia disponible sugiere que mecanismos de oferta, relacionados con la migración hacia zonas urbanas, explican una parte importante de este fenómeno (Botello y Leibovich, 2008). Esto no es sorprendente, si se tienen en cuenta las amplias brechas de ingresos que persisten entre zonas urbanas y zonas rurales del país (el diagnóstico de la Misión para la Transformación del Campo de 2015 presenta evidencia reciente al respecto).

En este contexto, vale la pena cuestionarnos sobre el verdadero potencial del sector agrícola en Colombia para generar ingresos y empleo de calidad, y sobre los determinantes de este potencial. La literatura macroeconómica que estudia la relación entre el nivel de ingresos de los países y la productividad de la mano de obra en agricultura puede ser un buen punto de partida para la discusión. Gran parte de esta literatura se ha desarrollado a partir de dos patrones que han sido ampliamente documentados y que se muestran en el gráfico 1: i) existe una correlación negativa entre el nivel de ingreso per cápita de los países y la proporción de mano de obra en agricultura, y ii) existe una correlación positiva entre la productividad de la mano de obra en agricultura el nivel de ingreso per cápita de los países. Cálculos para 2015 indican que los países en el quintil más bajo de ingresos emplean en promedio un 52 por ciento de su mano de obra en agricultura, mientras que en los países del quintil más alto, en promedio, solo el 2 por ciento de la mano de obra está empleada en este sector. Al mismo tiempo, el promedio del valor agregado por trabajador en agricultura en los países en el quintil más alto de ingresos es cerca de 50 veces mayor que el de los países más pobres.

Para explicar este fenómeno diversos autores han incorporado en modelos estándar de dos sectores la idea, propuesta por Schultz en 1953, de que los países con menores niveles de productividad deben dedicar una mayor proporción de su mano de obra a la producción de alimentos para satisfacer las necesidades de subsistencia de su población. En estos modelos la interacción entre restricciones de subsistencia en el consumo de alimentos de los hogares y factores que limitan la productividad agregada de la economía explican los altos porcentajes de mano de obra en agricultura y los bajos niveles de productividad de esta mano de obra. El análisis cuantitativo a partir de estos modelos ha permitido concluir que factores como la productividad agregada de la economía (Lagakos y Waugh, 2013), los altos costos de transporte (Gollin y Rogerson, 2010), las políticas que generan distorsiones a la asignación de tierra entre agentes con habilidades heterogéneas (Adamopoulos y Restuccia, 2014), entre otros, explican las brechas en productividad de la mano de obra agrícola entre países desarrollados y países en desarrollo. 

 

 Gráfico 1. Mano de obra, productividad agrícola y PIB per cápita entre países

Nota: los valores corresponden a información reportada para 2015. El punto más claro representa los valores para Colombia. Fuente: cálculos propios con información del Banco Mundial, OECD y FAO.

 

Los datos para Colombia muestran que la proporción de mano de obra en agricultura y su productividad (que se presentan con los puntos rojos en la gráfica 1) tienen valores cercanos al promedio de estas variables para los países con similar nivel de ingresos. Al comparar la evolución del valor agregado por trabajador agrícola en los últimos treinta años para un grupo de países de América Latina, con respecto al de Estados Unidos, se observa que la región se encuentra significativamente rezagada con respecto a este país, con niveles que no alcanzan el 20 por ciento del valor agregado por trabajador en Estados Unidos (ver gráfica 2). Además, hacia finales de los 90, Colombia tenía una brecha con Estados Unidos similar a la de Brasil e inferior a la de Chile. Sin embargo, entre 1998 y 2016 el desempeño relativo del sector en el país se deterioró, y en 2016 el trabajador agrícola promedio en Brasil o Chile produjo el doble de lo que produjo el trabajador promedio del sector en Colombia.

Gráfico 2.

Fuente: Cálculos propios a partir de Indicadores de Desarrollo Mundial. Nota: Este gráfico muestra el valor agregado por trabajador en agricultura, silvicultura y pesca de cada país relativo a Estado Unidos.

 

En una próxima edición de la nueva serie de Ensayos sobre Política Económica del Banco de la República exploramos los determinantes de la brecha en la productividad de la mano de obra agrícola entre Colombia y Estados Unidos.  Ejercicios contrafactuales, a partir de una calibración del modelo propuesto por Adamopoulos y Restuccia (2014), nos permiten cuantificar la contribución a esta brecha de distintos factores que caracterizan las economías de los dos países. A continuación presentamos algunos resultados de estos ejercicios.   

Las dos primeras columnas del cuadro 1 presentan los valores del empleo agrícola y la brecha en la productividad de la mano en agricultura para Estados Unidos y Colombia, respectivamente. De acuerdo con los datos que se utilizan para calibrar el modelo, en Estados Unidos un 2,5 por ciento de la mano de obra está empleada en agricultura. En Colombia el 16,7 por ciento de la mano de obra se emplea en este sector. Además, la productividad promedio de estos trabajadores en Estados Unidos equivale a 12,5 veces la productividad promedio de los trabajadores agrícolas en Colombia. 

La columna 3 muestra la contribución de factores geográficos y climáticos a las brechas en productividad y en la proporción de mano de obra en el sector. Para este ejercicio se calculan las diferencias en la disponibilidad de tierra con vocación agrícola, relativa al tamaño de la fuerza de trabajo en cada país, y las diferencias en los rendimientos potenciales de la tierra en los dos países. En el primer caso, se utilizó información del censo agropecuario para Estados Unidos y del IGAC para Colombia. De acuerdo con nuestros cálculos, la dotación de tierra per cápita en Estados Unidos es 56 por ciento mayor que la de Colombia.[1] En el segundo, se utilizó la información del proyecto GAEZ de la FAO sobre la capacidad productiva en diferentes cultivos[2]. El resultado de este cálculo sugiere que Estados Unidos tiene un potencial productivo que es 24 por ciento mayor que el de Colombia. La columna 3 del cuadro 1 muestra que estas diferencias en factores geográficos explican solo un 18 por ciento de la brecha en empleo agrícola y un 11 por ciento de la brecha en la productividad de la mano de obra agrícola entre los dos países. 

La columna 4 muestra la contribución de la PTF agregada de la economía y el acervo total de capital disponible, que en el modelo se asumen exógenos. El modelo predice que, si bien estos factores afectan la producción en todos los sectores, el impacto sobre la productividad de la mano de obra en agricultura es mayor que en el resto de sectores. Esto ocurre por la existencia de una condición de subsistencia, que lleva a aumentos en la mano de obra agrícola que son más que proporcionales a la reducción en la PTF y el acervo total de capital en la economía. Para el ejercicio contrafactual tomamos una diferencia en la PTF entre los dos países de 0,46 y una diferencia en el acervo de capital del 10 por ciento. La primera se calcula a partir de los datos construidos por Feenstra et al. (2015). La segunda se mide como la razón capital a producto, calculada por Lanau et al. (2017) y Walsh (2010).

Los resultados muestran que estos factores agregados permiten explicar una parte importante de las brechas en el sector agrícola entre Estados Unidos y Colombia. El porcentaje estimado de empleo en agricultura aumenta 6,75 puntos porcentuales con respecto al ejercicio en el que solo se incluyen diferencias geográficas. Además, el modelo ahora logra explicar cerca del 50 por ciento de la brecha que se observa entre los dos países en la productividad del trabajo agrícola.

En el siguiente ejercicio exploramos si distorsiones en el precio relativo de la producción, que varían sistemáticamente con la capacidad productiva de los agentes, permiten explicar parte de la brecha restante entre lo que se observa en los datos para Colombia y el escenario hipotético de Estados Unidos. Políticas públicas e instituciones que alteran los precios relativos de la economía (los precios de los bienes y servicios, el trabajo, el capital y la tierra) pueden ocasionar diferencias grandes de productividad. Dado que los precios relativos actúan como señales y estímulos para los agentes económicos, estas políticas e instituciones pueden causar distorsiones significativas en la asignación de los recursos al interior de una economía, sobre todo si afectan de manera sistemática a los agentes más productivos. En el sector agrícola, estas distorsiones pueden resultar de la violencia, la inseguridad en los derechos de propiedad, las políticas de subsidios que favorecen a productores con ciertas características, las fallas en los mercados de tierra y trabajo, entre otros.

Para cuantificar el efecto de distorsiones de este tipo, incluimos en el modelo un factor que reduce el precio relativo de la producción de forma creciente con el nivel de habilidad de cada agente. Este factor representa una distorsión hipotética y no hace referencia a una política o institución particular en Colombia.[3] Los resultados de este ejercicio se presentan en la columna 5. Esta distorsión hipotética, junto con los demás factores que se incluyen en los ejercicios anteriores, explican aproximadamente el 93 por ciento de la brecha en empleo agrícola y el 85 por ciento de las diferencias en productividad de la mano de obra en agricultura.  

Cuadro 1. Contribución de factores agregados e idiosincráticos en brechas con respecto a Estados Unidos

 

Datos

Predicciones del Modelo

 

Estados Unidos

Colombia

+Diferencias en tierra y potencial productivo agrícola

+ Diferencias en productividad y capital  agregados  

+ Distorsiones idiosincráticas

 

(1)

(2)

(3)

(4)

(5)

Empleo en la agricultura (porcentaje)

2,50

16,80

2,97

9,72

15.65

Productividad laboral en agricultura

(brecha con E.E.U.U)

1,00

12,50

1,35

6,26

10.61

Nota: el modelo se calibró con información para Estados Unidos proveniente del World Census of Agriculture de 1990 y las fuentes descritas en el texto. Para Colombia la información proviene del CNA y GEIH.  

 

Los resultados de nuestro análisis sugieren que la disponibilidad de capital productivo en la economía colombiana, además de factores que afectan la PTF en todos los sectores y de distorsiones que pueden afectar la asignación de recursos dentro del sector, tienen efectos sobre la productividad de la mano de obra agrícola. Los primeros están relacionados con el desarrollo tecnológico del sector, los segundos permiten un uso más eficiente de los recursos con las tecnologías disponibles. Futuras investigaciones deben ahondar en estos factores y proporcionar recomendaciones de política específicas para promover la productividad del sector. Los resultados también sugieren que las condiciones geográficas del país le otorgan un potencial importante para el desarrollo de la agricultura. Sin embargo, vale la pena preguntarnos cuánta gente podremos emplear en el sector con un nivel de ingresos adecuado y qué alternativas hay para el resto. 

 

Bibliografía

Adamopoulos, T. y Restuccia, D. (2014). The size distribution of farms and international productivity differences. American Economic Review, 104(6): 1667-1697.

Feenstra, R. C., Inklaar, R., y Timmer, M. P. (2015). The Next Generation of the Penn World Table. American Economic Review, 105(10): 3150-3182.

Gollin, D. y Rogerson R. (2010). Agriculture, roads, and economic development in Uganda. Working Paper 15863, National Bureau of Economic Research.

Lagakos, D. y Waugh, M. E. (2013). Selection, agriculture, and cross-country productivity differences. American Economic Review 2013, 103(2): 948–980.

Lanau, S., Roldos, J., y Rodriguez-Delgado, J. D. (2017). Potential Growth in Colombia. IMF Working Papers 17/238, International Monetary Fund.

Leibovich, J. y Botello, S. (2008). Análisis de los cambios demográficos en los municipios cafeteros y su relación con los cambios en la caficultura colombiana (1993-2005). Ensayos sobre economía cafetera, 21, 67-87.

Restuccia, D. y Rogerson, R. (2008). Policy distortions and aggregate productivity with heterogeneous establishments. Review of Economic Dynamics, 11(4): 707- 720.

Restuccia, D., Yang, D. T., y Zhu, X. (2008). Agriculture and aggregate productivity: A quantitative cross-country analysis. Journal of Monetary Economics, 55(2): 234-250.

Schultz, T. W. (1953). The economic organization of agriculture (No. HD1411 S43).

Walsh, C. (2010). Monetary Theory and Policy. The MIT Press, Cambridge, MA, USA.

 


[1] Los datos para Estados Unidos corresponden a tierra cultivable de acuerdo con el censo agropecuario de 2012 (USDA NASS, 2012), para Colombia corresponden a la tierra con vocación agrícola y ganadera calculada por el IGAC. Las dos medidas se dividen por el tamaño de la fuerza laboral en cada país, tomado del Banco Mundial.

[2] Estos datos combinan información de la composición de los suelos, la temperatura, el nivel de lluvias, la elevación y la pendiente del terreno para estimar el potencial productivo mundial en pixeles con una resolución de 5 arcmin.

[3] Esta distorsión en el modelo se incluye de manera análoga a lo propuesto en Restuccia y Rogerson (2008) y se calibra de tal manera que logre predecir la brecha que se observa entre los dos países en el tamaño promedio de las fincas