En los años 80, las pegas se peleaban entre los jóvenes de Maipú. Las colas para trabajar de empaquetador en el Toqui y Egas eran diarias. Ayudar en los veranos en la piscina municipal, un lujo. Una posición en la incipiente (y pasajera) industria de los video clubs, una lotería. ¿Indisciplina? Para la casa. ¿Llegaste tarde? Nunca más te consideraron. La plata no era mucha, pero la experiencia valía oro. Ese empuje y deseo de progreso juvenil tiene que haber ayudado al despegue y posterior transformación de la economía nacional en los 90.
¿En qué están los jóvenes hoy? Hay de todo, pero el aumento de aquellos que no estudian ni trabajan, los «Ninis», enciende las alarmas. Se estima que uno de cada cinco jóvenes en Chile está en esa categoría. No se sabe mucho de sus motivaciones, pero una inesperada fuente estaría ofreciendo algunas luces: el programa «La Vega», de TVN.
El docureality es notable. Funciona más o menos así: familias cansadas de sus Ninis los postulan para que, sin consentimiento previo, trabajen en la Vega Central por algunos días. Allí se les asignan jefes, cumplen horarios y se someten al rigor que implica limpiar baños, cargar cajas o atender público. Al final son evaluados por los capataces. Solo la labor bien hecha conlleva un sueldo. La falta de esfuerzo y el trauma emocional que les genera el principio de autoridad lleva a muchos participantes a perder dinero.
¿Entretención? Interesa más el contenido económico y social del show. El análisis de sus dos primeras temporadas permite construir una radiografía de un perturbador subconjunto de jóvenes locales. ¿De dónde vienen? De familias mayoritariamente de clase media, comúnmente monoparentales, con madre jefa de hogar de inmenso esfuerzo, en donde se confundió el apoyo incondicional al retoño con el sostén irracional del parásito. ¿Cómo ven el trabajo? Como una obstrucción a deseos incontenibles de pasarlo bien. ¿Saben dónde están parados? La distorsión de la realidad de los autoproclamados príncipes y princesas es total. Magnetiza ver su estupor cuando esforzados y menos acomodados trabajadores de la Vega los critican descarnadamente por su comodidad, dándoles lecciones de vida. Así se van develando características desconocidas del grupo. ¿Tolerancia? Mínima. ¿Resiliencia? Ausente. ¿Responsabilidad? Nula.
El show debe generar carcajadas entre quienes fueron jóvenes de clase media en los 80. En el fondo permite presenciar el surgimiento del Homero Simpson chilensis, un espécimen menos visible en generaciones anteriores. ¿Habrá sido su creciente número lo que llamó la atención de TVN? ¿Será un fenómeno extendido a otros segmentos? Faltan datos para saberlo, pero Leo Caprile, el conductor del programa, dice en la promoción de su nueva temporada que «hoy en día, en todas las familias hay un flojo». De estar en lo cierto el animador, más que reír lo que queda es llorar. Así, de la mano de Homero, Chile difícilmente alcanzará el desarrollo.