Reseña del libro “Who We Are and How We Got Here. Ancient DNA and the New Science of the Human Past”, de David Reich, Random House, 2018.
La economía es una disciplina bastante aislacionista, que hasta hace poco miraba con desprecio a las demás ciencias sociales e ignoraba olímpicamente a las demás ciencias, en particular la biología. Pero esto está cambiando. Ya se reconoce que el ser humano es “predeciblemente irracional” porque sus mecanismos de percepción, reacción y toma de decisiones no evolucionaron para el ambiente urbano, la planeación financiera y la interacción con desconocidos, sino para la vida silvestre de la recolección y la caza y para la convivencia en pequeñas bandas. Gracias a Daniel Kahneman y los psicólogos modernos que han seguido sus pasos, la economía se ha visto obligada a entender mejor cómo funciona en realidad la mente humana.
Una revolución semejante a la que inició Kahneman en psicología está ocurriendo con David Reich en materia de estudios genéticos. Ya es posible obtener la secuencia del genoma de nuestros antepasados remotos y explorar con métodos estadísticos rigurosos las relaciones ancestrales de las poblaciones actuales. Ello abrirá una ventana para observar cómo unas poblaciones han dominado y desplazado a otras y cómo ello ha dejado sus marcas en las estructuras sociales que observamos en la actualidad. Muy pronto los economistas podremos empezar a explorar las raíces ancestrales de la desigualdad y las instituciones.
Puesto que todo esto puede sonar muy remoto para la mente de casi cualquier economista, he organizado esta reseña en torno a las preguntas que el párrafo anterior puede suscitar.
¿Quién es ese señor Reich?
David Reich es un profesor del Departamento de Genética de la Escuela de Medicina de Harvard y un pionero en el análisis del ADN de restos fósiles de seres humanos –desde el Neandertal hasta los primeros habitantes de las Américas—y en encontrar a partir de ahí las relaciones entre distintas poblaciones, tanto pasadas como actuales. En 2015, la revista Nature lo destacó como una de “las 10 personas que importan” en el mundo de la ciencia. Sus artículos académicos tienen unas 124.000 citas, según Google Scholar. (Los de Daniel Kahneman tienen unas 18.500, según la misma fuente).
¿Qué es el genoma?
El genoma humano es el código de instrucciones de funcionamiento de todas y cada una de las células del cuerpo humano. Está escrito en las dos cadenas entrelazadas que conforman la doble hélice del ADN que tenemos en cada célula. En cada cadena hay unos 3.000 millones de caracteres de un alfabeto que solo tiene cuatro letras: A (adenina), C (citosina), G (guanina) y T (tiamina). “Lo que llamamos un gene es un pedazo minúsculo de esas cadenas, típicamente de unas mil letras de largo, que el organismo usa como un molde para ensamblar las proteínas que hacen la mayor parte del trabajo de las células”. Entre un gene y otro hay un montón de código “basura” que no hace ninguna función conocida, pero que es muy útil para establecer la similitud entre los genomas de dos individuos (o de las dos cadenas del mismo individuo).
¿Cómo se puede establecer la secuencia del genoma?
Establecer la secuencia del genoma consiste en leer en orden y poner en un archivo de computador las 6.000 millones de letras del ADN de un individuo. Eso se hace ahora con máquinas que generan reacciones químicas que liberan flashes de luz de colores distintos según la letra, lo cual permite escanear y archivar los resultados a gran velocidad.
¿Cómo difieren los genomas de dos personas?
Típicamente los genomas de dos personas no relacionadas difieren en unos tres millones de letras. Dos gemelos idénticos tienen los mismos genomas. Dos hermanos que no son gemelos tienen largos segmentos de sus genomas iguales, porque son mezclas distintas de pedazos de los genomas de sus padres. Además, pueden diferir en unas pocas letras por errores de copia del original de su padre o su madre (esos errores son las mutaciones). Entre más cortos sean los segmentos comunes de los genomas de dos personas, más lejos en el tiempo estarán sus antepasados comunes. Como las mutaciones ocurren a un ritmo totalmente regular, puede deducirse cuántas generaciones aparte están dos individuos de sus ancestros comunes en cada segmento de sus genomas.
¿En qué consiste la revolución de Reich?
La lectura del genoma de los antepasados es algo muy reciente. Antes del 2010, como no se podía leer el genoma de los restos antiguos, se utilizaban las similitudes morfológicas o los objetos encontrados cerca de los restos para establecer la posible relación genealógica entre unas poblaciones ancestrales y otras. A su vez, la relación entre esas poblaciones ancestrales y las poblaciones actuales se infería básicamente a partir del lugar donde se habían encontrado los restos. Se presumía que las corrientes migratorias ancestrales habían sido siempre divergentes y que las poblaciones actuales eran siempre descendientes de las poblaciones ancestrales que habían llegado a esos mismos lugares. Eran métodos muy crudos, que dejaban mucho espacio para la imaginación y los supuestos (como la economía hasta hace poco).
En el 2010 se publicaron los tres primeros genomas arcaicos, uno de ellos de un Neandertal. En 2015 empezó una verdadera explosión. Tres artículos académicos publicaron los genomas de 249 individuos ancestrales. En agosto de 2017 el laboratorio de David Reich había generado ya más de 3.000 observaciones. La velocidad a la que se acumularán más observaciones será tal que rápidamente dejará de ser una limitación para explorar las relaciones entre todos los grupos poblacionales actuales y ancestrales (aunque algunas comunidades indígenas y algunos países prohíben la secuenciación del genoma de restos arcaicos encontrados en sus territorios).
¿Qué cosas nuevas se han aprendido sobre nuestro pasado?
En los pocos años que lleva esta revolución ha habido descubrimientos extraordinarios. Está demostrado que los humanos modernos se cruzaron no sólo con los Neandertales, sino también con otras especies humanas, como los Denisovans. Las poblaciones actuales del Este de Asia tienen el mayor porcentaje de origen Neandertal (2,1%), y no los europeos, como se creía por el hecho de que los Neandertales vivieron en Europa. La razón es que el grueso de las poblaciones actuales de europeos no son descendientes de los primeras oleadas de humanos modernos que llegaron a Europa, sino de poblaciones de Yamnayas de las estepas asiáticas que invadieron Europa hace 4.500 años y desplazaron a las poblaciones anteriores gracias a su dominio del caballo y a la tecnología de carretas con ruedas. Los Yamnayas también llegaron a la India, lo cual explica que los idiomas actuales de Europa y la India pertenezcan a la familia común de lenguas “indoeuropeas”, cosa que nadie antes podía explicar. Pasando a las Américas, los primeros pobladores no llegaron por Alaska sino mucho más al sur por las costas del Pacífico. Sus descendientes, que se encuentran actualmente en zonas apartadas del Amazonas, tienen a sus parientes ancestrales más cercanos en Australia (a su vez, descendientes comunes de una “población fantasma” cuya existencia está comprobada genéticamente pero de la que no se han encontrado restos). Y hay muchos, muchos más descubrimientos que cambiarán nuestra visión del pasado.
¿Qué tiene que ver esto con la desigualdad?
Los invasores dejan numerosas huellas en el genoma de sus descendientes. Puede establecerse, por ejemplo, si esas huellas están más marcadas en los genes que provienen del lado paterno o en los que provienen del lado materno. Una evidencia muy dramática se encuentra en Antioquia, Colombia: 94% de los cromosomas Y, que representan el lado paterno, son de origen europeo, mientras que 90% del ADN mitocondrial que representa el lado materno, son de origen indígena.[1] Los colonizadores europeos, en su mayoría hombres, desplazaron o mataron a los hombres indígenas y subyugaron sexualmente a las mujeres indígenas. ¿Es posible encontrar mayor desigualdad de género (“sex bias” es el término que usa Reich)?
El rígido sistema de castas de la India, mediante el cual se perpetúan la desigualdad y la segregación, es evidencia viviente de las estrategias de dominación que uilizaron las poblaciones que llegaron a la India del Noreste para imponerse sobre las que llegaron del Suroeste (desplazando entre ambas a las poblaciones originales que quedan solo en una pequeña isla). Entre más alta sea la casta a la que pertenece un individuo hoy en día, mayor es su porcentaje genético de las poblaciones ancestrales del Noreste (y menor el proveniente del Suroeste). India sigue siendo una colcha de retazos de grupos que se han mantenido genéticamente separados durante milenios como resultado de estrategias de dominación ancestrales. En contraste, China es básicamente una sola población donde todos comparten la misma mezcla de orígenes.
Patrones genéticos tan diferentes pueden haber influido en la capacidad de conformar sistemas de gobierno más centralizados en unos países que en otros, y en la disposición de las poblaciones más homogéneas a compartir resultados económicos y a protegerse colectivamente de ciertos riesgos.
La revolución genética nos ayudará a entender los orígenes culturales de las inequidades de género, las bases institucionales de las desigualdades económicas, las prácticas de segregación espacial y productiva, y quizás tambien las raíces de diversas formas de organización política. Tomó unas dos décadas para que las ideas revolucionarias de Kahneman y sus seguidores tuvieran cierta aceptación en los círculos académicos de la economía. Ojalá el proceso sea más rápido con la revolución genética.
[1] L. G. Carvajal -Carmona et al., “Strong Amerind/White Sex Bias and a Possible Sephardic Contribution Among the Founders of a Population in Northwest Colombia,” American Journal of Human Genetics 67 (2000): 1287–95.