El pasado 28 de marzo, el INDEC publicó las estimaciones de indigencia y pobreza del segundo semestre de 2017. Los resultados mostraron una significativa mejora respecto al año anterior: el porcentaje de personas indigentes descendió de 6.1% a 4.8%, mientras que la proporción de personas en situación de pobreza cayó de 30.1% a 25.7%.
Estas estimaciones no son directamente comparables con las que realizó el INDEC hasta 2013[1], no sólo porque las mediciones oficiales perdieron toda confiabilidad a partir de 2007 al utilizarse líneas de indigencia y pobreza con valores sistemáticamente subestimados, sino también porque la metodología empleada en las estimaciones oficiales desde 2016 es un tanto diferente a la utilizada hasta 2013.
Para tener una perspectiva de más largo plazo sobre la evolución de la indigencia y la pobreza es necesario contar con series comparables, donde todos los puntos de las mismas se estimen siguiendo una metodología común. Desafortunadamente, el INDEC decidió no recalcular los valores de indigencia y pobreza para años anteriores a 2016 con la metodología actualizada. En este trabajo propongo una serie de ajustes que permiten construir series comparables para el período 2003-2017, en base a la metodología que se utiliza desde 2016.
En nuestro país, las estimaciones oficiales de indigencia y pobreza siempre se obtuvieron con el conocido como “método de la línea”, donde la situación de indigencia o pobreza de un hogar se define a partir de comparar la línea de indigencia o pobreza que corresponde a ese hogar y su ingreso, medido en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). La actualización metodológica de 2016 implicó dos cambios principales[2] respecto al pasado: 1) un aumento en los valores monetarios de las líneas de indigencia y pobreza, al construirse las mismas con patrones de consumo más actualizados que los usados hasta 2013; y 2) una modificación en la técnica empleada para corregir la no respuesta de ingresos en la EPH, al pasarse del método de imputación individual de valores faltantes con hot-deck aleatorio al método de reponderación de respuestas válidas.
De este modo, se requieren al menos dos ajustes para producir series comparables: 1) calcular los valores que tendrían las líneas de indigencia y pobreza de la nueva metodología en cada semestre del período 2003-2015; y 2) utilizar la misma metodología de corrección de la no respuesta de ingresos en todas las EPH del período 2003-2017. Adicionalmente, es necesario otro ajuste: 3) corregir potenciales “ruidos” en las estimaciones del período 2013-2015 debido a cambios en la estructura de ponderadores poblacionales de las EPH de esos años.
Una vez realizados los ajustes descritos más arriba, se obtiene la serie comparable de pobreza que se presenta en la Figura 1. Los resultados para los primeros años de la serie son bastante conocidos: luego de la crisis de 2001/2002, la pobreza se encontraba en niveles históricamente muy altos en la segunda mitad de 2003, alcanzando al 58.2% de la población. La recuperación posterior permitió una rápida mejora, hasta un nivel de 37.6% en la primera mitad de 2007. En los años siguientes, y hasta la segunda mitad de 2011 donde se ubicó en 28.0%, el nivel de pobreza continuó disminuyendo, aunque a una velocidad menor. Entre 2011 y 2013 se observó un amesetamiento en la tasa de pobreza, con un valor mínimo de 27.4% hacia finales de 2013.
La evolución a partir de 2014 es menos conocida: en dicho año se observó un aumento significativo en la incidencia del fenómeno, alcanzado al 32.4%. En el primer semestre de 2015 hubo una recuperación parcial, cayendo a 30.1%. Si bien no se cuenta con la EPH del segundo semestre de 2015, por la evolución de otros indicadores es probable que en ese semestre el nivel de pobreza haya sido un par de puntos menores al del primer semestre, compensando en gran parte el aumento de 2014. Los primeros datos para 2016 indican que hubo un incremento respecto a 2015, bastante similar al observado en 2014. Desde entonces, el porcentaje de personas pobres exhibió un tendencia a la baja en todos los semestres, situación que se reafirmó con el dato del segundo semestre de 2017, donde se alcanzó el mínimo para la serie 2003-2017: 25.7%. Por su parte, la tasa de indigencia, cuya serie comparable se presenta en la Figura 2, siguió patrones similares a los comentados para el caso de la tasa de pobreza.
Para quienes siguen de cerca la evolución de estos fenómenos, las mejoras recientes no fueron sorpresivas. Varios indicadores publicados previamente hacían presagiar esas mejoras: la actividad económica creció en 2017 respecto a 2016, el empleo aumentó en el mismo período (y lo hizo con más fuerza en el sector no registrado, donde se genera una porción importante de los ingresos de los sectores de menores recursos), en 2017 la (aún alta) tasa de inflación fue significativamente menor que en 2016 y, luego de empeorar durante 2016, la distribución del ingreso comenzó a mejorar hacia finales de 2017. Tal vez el hecho que más llamó la atención es la magnitud de mejora, dado que para encontrar una reducción similar en un período tan corto de tiempo (la incidencia de la pobreza cayó en casi 15% en el lapso de un año) uno debería remontarse al 2006.
Pero tal vez el resultado más interesante que proveen las series comparables, y que junto con la mejora reciente explica que se hayan alcanzado valores mínimos de las series, es que si bien las medidas de “normalización” de la economía que se implementaron entre finales de 2015 y comienzos de 2016 tuvieron un esperado efecto negativo de corto plazo en las tasas de indigencia y pobreza, la magnitud de dicho efecto no fue demasiado grande, lo que permitió que una vez que se retomó la senda de recuperación de la actividad económica el punto de partida no se encontrara tan lejano al punto anterior a la aplicación de esas medidas.
A futuro, la evolución de las tasas de indigencia y pobreza va a estar atada a la evolución de la actividad económica y a la capacidad del gobierno de reducir la inflación. Dado que en ambos frentes se esperan mejoras graduales, debería esperarse lo mismo en relación a las tasas de indigencia y pobreza en los semestres venideros. Incluso, y dado que las expectativas de inflación para 2018 no mejoran demasiado los resultados de 2017, no sería de extrañar que en la próxima medición, que se publicará a finales de septiembre de este año, no se observen mejoras muy significativas respecto a las estimaciones presentadas hace unas semanas.
Figura 1: Serie Comparable de la Tasa de Pobreza – Período 2003-2017
Figura 2: Serie Comparable de la Tasa de Indigencia – Período 2003-2017
[1] En 2014 y 2015 el INDEC no publicó estimaciones de indigencia y pobreza.
[2] La actualización metodológica no se agota en estos dos cambios, hay otros como ser la construcción de canastas básicas y totales propias de cada región y la modificación en la escala de adulto equivalente que se usa para convertir el ingreso familiar en el ingreso por adulto equivalente con el que se comparan las líneas de indigencia y pobreza. El impacto de estos cambios en las estimaciones es significativamente menor que el que tienen el aumento del valor monetario de las líneas y el cambio en la metodología de tratamiento de no respuesta de ingresos.
[…] Sin embargo, estudios recientes de investigadores de diversas universidades (ver por ejemplo este: https://dev.focoeconomico.org/2018/04/18/la-evolucion-de-la-indigencia-y-la-pobreza-en-argentina-en-los-u…) demuestran que, aun aislando los efectos de estos cambios metodológicos, los resultados […]