El economista americano Richard Thaler es el ganador de la edición 2017 del Premio Nobel de Economía. El premio le fue otorgado por sus contribuciones a la economía del comportamiento, una rama de la economía de la cual Thaler es considerado uno de los fundadores. Este premio Nobel es un motivo de celebración para aquellos que trabajamos en economía del comportamiento. Thaler se suma a otros galardonados en esta rama de la economía: Robert Shiller (ganador del premio Nobel en 2013), Daniel Kahneman y Vernon Smith (ganadores en 2002).
Personalmente, no me gusta el título de economía del comportamiento (en inglés, behavioral economics). Este título tiene tanto sentido como el título del futbol de la pelota. Todo el futbol se juega con la pelota, y toda la economía se trata de estudiar el comportamiento. Un mejor título para esta rama que Thaler y compañía fundaron hace unas décadas sería ciencia de la irracionalidad.
La base de la economía neoclásica es que los hogares y el gobierno toman decisiones de forma omnisciente e hiper-racional, como si se trataran de super-computadoras. Obviamente ningún economista se toma este modelo de forma literal (bueno, casi ninguno). Estos modelos están diseñados para navegar la economía de la misma forma en que los mapas impresos están diseñados para navegar las rutas. Si yo te diera un mapa con escala 1:1, sería totalmente inútil: si tuvieras que extender el mapa, ocuparía la misma superficie que el mundo real, y por lo tanto encontrar el destino en el mapa sería tan difícil como encontrar el destino en el mundo real. Los mapas ignoran detalles a propósito, para ser útiles. Los modelos económicos hacen lo mismo: ignoran aspectos realistas de las personas, como su irracionalidad, para poder ayudar a navegar la realidad económica.
La contribución de Thaler consiste en dos partes. Su primera contribución fue demostrar que las personas no son irracionales de forma errática, sino de una forma sistemática y predecible. Esto quiere decir que, tal como un mapa del homo economicus racional es útil, el mapa del homo economicus irracional también puede ser útil. Thaler fue un pionero tanto en sus contribuciones teóricas como empíricas. Con una larga lista de coautores, Thaler descubrió un numero de regularidades en la irracionalidad de los seres humanos, como el “efecto dotación,” la “furia del consumidor,” las “preferencias sociales,” la “contabilidad mental,” el “efecto umbral de rentabilidad” y los modelos “hacedor-planeador”, entre otros.
La segunda contribución de Thaler fue demostrar que, al poder anticipar la irracionalidad humana, uno puede diseñar políticas que contrarresten esa irracionalidad. Esta contribución se popularizo en el libro que escribió junto a Cass Sunstein, titulado Nudge. Un “nudge” se puede traducir del inglés como un pequeño empujón. Este libro describe cómo pequeños empujones en el diseño de políticas pueden ayudar a gobiernos, empresas, empleados, consumidores y políticos a tomar mejores decisiones, casi sin darse cuenta. Nudge propone una suerte de “paternalismo libertario.” Bajo este tipo de políticas, uno siempre es libre de tomar las decisiones que quiera, incluso si esas decisiones lo perjudican a uno mismo. Estos “pequeños empujones” simplemente ayudan a aquellos que están tomando decisiones equivocadas, sin saberlo, a equivocarse en la dirección correcta.
El impacto de este nuevo paradigma ha sido gigantesco. Muchos gobiernos alrededor del mundo tienen “unidades de Nudge” trabajando activamente en aplicar estos pequeños empujones a la forma en la que recaudan impuestos, distribuyen servicios sociales, luchan contra el tabaquismo y la obesidad, entre otros. Y el impacto también ha alcanzado al sector privado, donde las empresas usan pequeños empujones tanto en el trato de sus clientes como en la relación con sus empleados.
Además de leer Nudge, les recomiendo que lean “Misbehaving: The Making of Behavioral Economics,” donde Thaler describe su larga carrera como académico. Entre otras cosas, se van a enterar que Thaler fue una suerte de Martin Palermo de la economía. Los técnicos le decían a Palermo que en la cancha sólo servía para cortar el pasto. Los economistas académicos probablemente pensaban lo mismo de Thaler como economista. Hasta su mentor de tesis de doctorado, Sherwin Rosen, confesó públicamente que “no esperaba mucho de él.” Este premio Nobel es un premio no sólo al valor de sus ideas, sino también a la perseverancia de Thaler, que tuvo que nadar contra la corriente. Este premio Nobel es para Thaler lo que aquel gol contra Perú fue para Martin Palermo.
Lástima que ni Thaler ni Palermo pueden jugar hoy contra Ecuador…