@MelendezMarcela
La reforma tributaria que presentó el gobierno ante el Congreso y que se debate por estos días en Colombia está pasando con lo básico, gracias a lo que parece una dosis de pragmatismo del Congreso, que ha entendido que en la coyuntura actual el gasto público, con todas sus inflexibilidades, quedaría desfinanciado si no se habilitan nuevas fuentes de ingresos fiscales. Y sin embargo es una reforma que pasa sin pena ni gloria, y que dista de ser la reforma “estructural” que uno quisiera.
En Colombia los impuestos directos a las personas representan cerca de 1% del recaudo tributario, mientras que los impuestos directos al sector empresarial son cerca del 30% del recaudo. La mayor parte de lo que se recauda viene del IVA y demás impuestos indirectos. La participación relativa de las personas y las empresas sobre el recaudo con origen en impuestos directos es típica de los países del tercer mundo y muy distinta a la de los países desarrollados, en donde el peso de la tributación directa recae sobre los particulares y no sobre el sector productivo.
Para ser “estructural” una reforma tributaria requiere al menos dos cosas: (1) dar origen a una estructura de recaudo que minimice las distorsiones al buen funcionamiento de la economía, y (2) garantizar el ingreso necesario para que el país opere sin tropiezos durante varios años. También puede pensarse como parte de lo “estructural”, transitar a una tributación directa mucho más progresiva de los hogares. Nada de esto realmente se ha logrado con lo que va aprobado: la mayor parte de la tributación directa seguirá a cargo de las empresas; las personas que están en la cola superior por sus ingresos pagarán un poco más que antes, pero sigue habiendo excepciones y exenciones que limitan la efectividad de la tributación directa como instrumento para combatir la desigualdad; y, lo peor, lo aprobado hasta ahora no garantiza que el país pueda vivir sin pasar otra reforma tributaria por el Congreso en un plazo corto de tiempo. Así estamos y esto sin contar que los honorables Congresistas han sumado al texto presentado por el gobierno 500 proposiciones nuevas (!). Como sociedad civil tendremos que estar muy alertas en los próximos días para que lo que quede después de la discusión de esas 500 proposiciones nuevas no sea un esperpento mucho peor de lo que ya tenemos. Mi sospecha es que por esta vía se intentarán colar todo tipo de excepciones y beneficios para grupos particulares de individuos y empresas, distorsivos para la competencia y plagados de malos incentivos, no siempre mal intencionados, pero siempre desconocedores de las rutas por las que se transita hacia el desarrollo económico.
¿Qué quisiera haber visto?
- Una discusión sobre la ampliación de la base del IVA, que tal vez habría posibilitado un aumento menor de la tasa. Los bienes excluidos limitan el recaudo y concentran la carga del tributo en un menor número de manos.
- Una discusión, que no hemos dado nunca en Colombia, sobre la manera en la que deben declarar su ingreso las personas. En Colombia la declaración de renta es individual de modo que al decidir sobre la tributación no se consideran los ingresos del hogar. Pero todos sabemos que un ingreso mensual de 3 millones de pesos es muy distinto cuando de él viven 4 personas que cuando de él vive una sola. Pensar en las personas como individuos y no como miembros de un hogar nos limita en el diseño de una tributación directa realmente progresiva.
- Se tasan por primera vez los dividendos que reciben las personas como parte de su ingreso. Bien. Pero la tasa de tributación es fundamentalmente un 10% plano, que trata igual a quien recibe 30 millones de pesos de dividendos al año y a quien recibe 500 mil millones de pesos. Quisiera haber visto una discusión que culminará en la introducción de mucha más progresividad al sistema de tributación directa.
- Quisiera haber visto una forma totalmente nueva de pensar en la tributación del sector empresarial. Se unifican los múltiples impuestos a las empresas en una única tasa, pero la base gravable es fundamentalmente la misma de antes, plagada de exenciones. Quisiera haber visto una discusión que culminará en una tasa efectiva plana de tributación idéntica para todo el sector empresarial. Pero seguimos propiciando los terrenos desiguales de juego desde la política pública. La carga tributaria de nuestra empresas depende de “quien es” cada una de ellas y para las empresas que no tienen ningún tratamiento especial, sigue siendo alta.
Un paréntesis: Alguien me preguntaba en estos días cómo se llega a la carga tributaria promedio de 70% que mide la OECD para Colombia. Se llega así: se suma lo que las empresas pagan por Impuesto de Renta, CREE, Impuesto a la riqueza, 4×1000, Impuesto predial, Impuesto de Timbre, y todos los demás impuestos que pagan a los gobiernos sub-nacionales y la suma de todos ellos se divide por la suma de las utilidades de su operación antes de impuestos. No todas las empresas tienen una carga tributaria del 70%. Algunas tienen una mucho menor y otras, evidentemente, una mucho más alta. Esta manera de medir la carga tributaria es estándar. Nada de creatividad en el cálculo.
- Un debate, que no se dio, sobre las ventajas y desventajas de imponer un impuesto a las bebidas gaseosas, en los términos que propuso el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria. Es vergonzoso que haya ganado el lobby empresarial hasta el punto de impedir que se diera la discusión. Quisiera haber visto un sector privado cambiando de chip, entendiendo que no son estás peleas las que están detrás de su propio desarrollo productivo. Colombia será un país del tercer mundo mientras que tenga un sector empresarial rentista, mirándose al ombligo y sin comprender el potencial de desarrollo que está en él mismo.
- Una discusión de fondo sobre las necesidades de modernización de la DIAN, que culminara en la identificación de las fuentes de ingreso fiscal que podrían financiarla. Mucho de lo que requiere una reforma “estructural” no es posible en Colombia porque la DIAN tiene una capacidad limitada de monitoreo y control, con origen, en gran parte, en limitaciones de sus sistemas de información.
Para cerrar, sabíamos que el gobierno la iba a tener dura porque se demoró injustificadamente en presentar esta reforma y porque en estos días con el clima tan caldeado nada es fácil en Colombia: los errores de forma se cobran tanto o más que los errores de fondo. Pero el gobierno presentó una buena propuesta, mucho más ambiciosa en términos de lograr cambios importantes de lo que hasta ahora le permite el Congreso. Es una pena y, repito, en los días que siguen hay que rodear al gobierno para que lo que queda de la reforma no se vaya al trasto por cuenta de la irresponsabilidad y las agendas personales de nuestros congresistas.
Sobre sistemas impositivos, la pregunta importante sigue siendo por qué los políticos no prestan ninguna atención a las «excelentes» propuestas de los economistas. En todos los países ocurre eso. Por ejemplo, en EEUU, como lo muestra este post de John Cochrane de días atrás
http://johnhcochrane.blogspot.cl/2016/12/trump-taxes-two.html
La respuesta a esa pregunta es obvia para los pocos economistas que tomamos en serio la política y el gobierno, es decir, que intentamos entender cómo funcionan, y no nos preocupamos por cómo deberían funcionar. Sí, los sistemas impositivos vigentes responden a las mismas fuerzas que han convertido a la política y el gobierno de las democracias constitucionales en competencia sucia por el poder. Mientras la gran mayoría de economistas siga haciendo propuestas para gobiernos que nunca han existido y jamás existirán no debe sorprender que esas propuestas sólo sirvan para asesorías bien pagadas.
En Colombia hay un grave problema es que los congresistas no tienen formación técnica y están manipulados 100% por los lobistas. Unos salen victoriosos a decir que los a los asalariados no se les van a subir impuestos, pero no dicen que es en detrimento de las empresas que son quienes generan empleo.
Algo que me dolió bastante es el tema del impuesto a las bebidas azucaradas, ese impuesto que busca contribuir a un serio problema de salud como es el sobrepeso que puede terminar en obesidad. Los costos sociales son muy altos.
Me pareció buena buena la publicación. Totalmente de acuerdo con las tasas del impuesto sobre los dividendos y le agregaría que a la reforma le hace falta castigar en serio la evasión, 5.000 millones de pesos de umbral es extremadamente alto. Por ejemplo, evasiones de 100 millones de pesos no son errores de contabilidad.