La preocupación por los jóvenes «ninis» a nivel global ha ido en aumento. Este grupo de la población, que se caracteriza por no pertenecer «ni» al sistema educacional «ni» al laboral, conforma un quinto de la juventud entre 14 y 25 años en el mundo y en América Latina. En otras palabras, alrededor de un 20% de los jóvenes de nuestra región no está integrado de manera formal a nuestras sociedades.
Ante esta situación, muchos se preguntarán qué hacen con su tiempo estos jóvenes que no estudian ni trabajan, dando lugar a imágenes de personas vagando por las calles, divirtiéndose en las plazas, acostados viendo televisión o jugando videojuegos. Dichas imágenes fácilmente desencadenan un proceso de estigmatización que tilda a los jóvenes «ninis» de ociosos o flojos, y los relaciona rápidamente con adolescentes delincuentes, que consumen alcohol en altas cantidades así como también drogas. Sin embargo, la evidencia sugiere que no se trata de una condición anhelada por ellos ni tampoco relacionada necesariamente con conductas de riesgo. Los datos sugieren más bien que se trata de un fenómeno heterogéneo que tiene que ver con las diversas dificultades que enfrentan los jóvenes para insertarse de manera efectiva en la sociedad. No todos los «ninis» son iguales. La heterogeneidad en este grupo se observa en el hecho que, por ejemplo, del 17,2% de los jóvenes que no se encuentra estudiando ni trabajando en Chile, más de un cuarto pertenece al grupo de hogares de menores ingresos, y un 62,4% son mujeres. Dichos datos reemplazan la imagen del joven ocioso por la figura de una mujer adolescente que no ha terminado su enseñanza media y que vive en un hogar pobre o vulnerable. Estos patrones sugieren que condiciones sociales -relacionadas al nivel socioeconómico y de género en el ejemplo- representan barreras estructurales que enfrentan algunos grupos sociales más que otros para concluir sus estudios e insertarse en el mercado laboral.
En efecto, la diversidad de realidades que caracteriza a los jóvenes «ninis» hace suponer la presencia de diversas condicionantes sociales que dificultan una inserción laboral y educacional exitosa, que incluyen, entre otros, el hacerse cargo de los deberes del hogar, del cuidado de niños y de otros familiares y de factores de riesgo asociados a la deserción escolar, embarazo adolescente y consumo de drogas. Los datos muestran que en América Latina y en Chile la mayoría de estas causas se concentran en los hogares y familias de menores recursos, dificultando así la salida de estos jóvenes de su situación de pobreza.
La inactividad juvenil es una forma de exclusión que refleja la baja capacidad de los programas educacionales y laborales de revertir este fenómeno de marginación. Dada la importancia de integrar a estos jóvenes a nuestra sociedad, Espacio Público está liderando una investigación a nivel latinoamericano, con el fin de levantar un diagnóstico más profundo y acabado de su realidad. Preguntas sobre expectativas respecto de su futuro y la relación de estas con sus condiciones socioeconómicas, los aspectos de género que afectan su actividad y otras dimensiones que dificultan su participación en el sistema educacional y en el mercado laboral, son centrales en esta investigación que se lleva a cabo simultáneamente en Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Paraguay y Uruguay.
Las respuestas obtenidas por este estudio permitirán proponer políticas públicas para enfrentar este problema y perfeccionar las estrategias de inclusión juvenil que existen actualmente. Ciertamente, para diseñar e implementar políticas de intervención efectivas es fundamental identificar primero las razones por las cuales los jóvenes se encuentran inactivos.
Como sociedad, debiéramos ocuparnos de integrar a los jóvenes no solamente por sus efectos en la actividad económica futura del país, sino también por el derecho que ellos tienen a desarrollarse cognitiva, física y emocionalmente en un ambiente propicio y con herramientas adecuadas. Relevar las condicionantes sociales que influyen en la inactividad juvenil no solo permitirá la elaboración de medidas de política adecuadas, sino que también harán posible derribar el mito de los «jóvenes ociosos».