La crisis del sistema financiero iniciada en el hemisferio norte en el 2008 se ha transformado en una crisis de las finanzas públicas, es decir una crisis de deuda soberana, como aquella que llevo a la década pérdida de América Latina en los años 80. No debemos hacer analogías apresuradas. Sin embargo, el sobreendeudamiento público y el prolongado estancamiento de muchas economías europeas, el elevado nivel de desempleo y los fenómenos de exclusión social impulsan fuertes tensiones políticas. La emergencia de corrientes nacionalistas contrarias a la construcción europea que ha sido el motor de un proyecto político común durante las últimas décadas, es liderada por partidos tanto de izquierda como de derecha. Observamos también el desarrollo de movimientos regionales independentistas o autonomistas, que sostienen sus demandas en el marco del proyecto institucional europeo, como el nacionalismo vasco, catalán, o escocés. En este contexto crecen fuertemente impulsos nacionalistas, que alimentados por la crisis económica y la frustración social de amplias capas de la población europea, apuntan al euro como chivo expiatorio.
Pueden ser movimientos de derecha o de izquierda, como el Frente Nacional, partido xenófobo anti-inmigración y el Frente de izquierda, respectivamente en Francia. Ambos partidos fuertemente proteccionistas y anti-globalización. El primero, en encuestas recientes, llega a una intención de voto cercana al 25%. En igual sentido el reciente y explosivo crecimiento del movimiento español Podemos, el UKIP en el Reino Unido, y el creciente anti-europeísmo del Partido Conservador. En este último país, que no forma parte del euro, se cuestiona la pertenencia a la Unión Europea, un paso más que el ataque al euro. El referéndum sobre el Brexit se acerca.
En el Mediterráneo,observamos en 2015 la llegada al poder de Syriza en Grecia y las tensiones entre fracciones internas de este partido hasta su implosión. Por un lado, los partidarios del Primer Ministro Tsipras defendiendo una restructuración cooperativa de la insostenible deuda pública del país permaneciendo en el euro. Por otro lado, las fracciones favorables al default unilateral y la salida del euro para recrear una nueva dracma, constituyen expresiones recientes de este fenómeno. Finalmente Syriza se ha dividido, el ala anti-acuerdo formo otro partido y se realizaron nuevas elecciones con el triunfo de Tsipras. Es así que la extrema derecha del Frente Nacional francés ha saludado con simpatía y solidaridad el triunfo en enero 2015 de la nueva izquierda encarnada en Syriza. El partido de extrema derecha francés ha apoyado las iniciativas contestatarias del statu quo de aquel primer gobierno Tsipras. En este sentido, el Frente Nacional consideraba que tanto el referéndum propuesto en 2015 por el primer Ministro y el masivo voto negativo del pueblo griego a las propuestas del establishment europeo de Bruselas, constituían una ruptura histórica para una nueva era de reconquista de las soberanías nacionales. Sorprendentes encuentros que atraviesan las fronteras clásicas de la política, mientras los partidos socialistas europeos han criticado dicho referéndum y las políticas propuestas por el primer gobierno Tsipras. La moderación ulterior del Primer Ministro griego y su segundo gobierno han desilusionado a los dirigentes del Frente Nacional de Francia. Más allá de estos curiosos encuentros y desencuentros políticos, el sobreendeudamiento de Grecia persiste y requiere solución. Por otra parte, en Alemania, por razones opuestas, también impera un creciente cansancio social frente al rol del país, percibido por la población, de agencia de salvataje financiero de la Unión. Las encuestas de opinión muestran un número elevado de votantes favorables a la salida del país del euro.
Para entender el proceso en curso, debemos analizar las fortalezas y las debilidades de esta fenomenal ingeniería institucional, política y económica que es el euro, la moneda común de 17 países y más de 300 millones de habitantes.
¿Por qué el euro?
¿Qué argumentos económicos sustentan la decisión de abandonar la soberanía monetaria y adherir a una moneda común? El abandono de una moneda nacional como el franco, la lira italiana, el dracma griego o la peseta española, presenta costos y beneficios, que deben ser evaluados cuidadosamente antes de avanzar hacia una moneda común. El análisis económico de la unión monetaria se basa generalmente en dos corrientes de la literatura sobre la integración monetaria. La primera es la de las Áreas Monetarias Óptimas (AMO), que enfatiza las condiciones bajo las cuales es beneficioso para un país abandonar su política cambiaria (y monetaria) como instrumento de ajuste de la economía ante shocks externos. La segunda es la Teoría de las Ganancias de Credibilidad, la cual sostiene que podría ser beneficioso para un país atar su moneda (o asociarse) a la de un país de baja inflación, de manera de “absorber” su credibilidad. Ganar credibilidad y reducir la inflación (y las tasas de interés) fue un factor decisivo para entrar a la Unión Monetaria Europea (UME) para países como Italia, España, Grecia y Portugal, beneficiándose de la reputación del marco alemán transferida al euro.
Además de las cuestiones macroeconómicas, las consideraciones de economía política son relevantes para el proceso de integración. Durante siglos, el continente fue escenario de frecuentes guerras. Entre 1870 y 1945, Francia y Alemania se vieron envueltos en tres importantes conflictos militares, con cada vez más víctimas humanas y mayor destrucción material. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los líderes del mundo occidental reconocieron que la única manera de asegurar la paz y el progreso económico era incrementar la interdependencia entre los países rivales. Esto explica que, incluso ante tensiones políticas y económicas durante los últimos cincuenta años, el proceso integrador europeo haya sido relativamente exitoso. En un lenguaje clintoniano, se podría decir, its politics stupid ¡! Nuevamente, Europa enfrenta hoy una encrucijada de gran magnitud.
Costos y beneficios
Promover la integración a través de la cooperación no implica desconocer que las disparidades entre las economías de la región son significativas, en términos de tamaño, ingreso per cápita (tanto entre países como dentro de cada uno), apertura del comercio, estructuras económicas, desarrollo institucional e indicadores sociales. Otra dimensión crucial de disparidades europeas concierne las diferencias de preferencias entre países, por ejemplo de las tasas de inflación deseadas (la política monetaria o fiscal) o los niveles de desempleo tolerados. En tiempos de crisis, tanto en el pasado como en la actualidad, estas disparidades de preferencias han dado lugar a significativas tensiones en Europa.
Según la teoría de las Áreas Monetarias Optimas, el beneficio primordial de una moneda común provendría de la caída en los costos de transacción asociados a la existencia de múltiples monedas y su impacto sobre el comercio exterior de los países candidatos a la integración. Si el comercio intraregional es elevado, la reducción de los costos de transacción puede ser significativa, así como también los incentivos para formar una unión monetaria.
Esta teoría también señala que los costos derivados de una moneda común están asociados al grado de simetría de los shocks sufridos por los países miembros: si los shocks afectan simultáneamente y con equivalente impacto a los países miembros de la unión monetaria, estos tenderán a mostrar reacciones similares – en el caso de disparidades poco significativas en las preferencias de política pública, por ejemplo en la tasa de inflación (desempleo) deseada. En tal caso, los incentivos para recurrir al tipo de cambio como mecanismo de ajuste serán más débiles, como así también los costos asociados a la coordinación.
Por supuesto, la asincronía de los shocks no sería un problema grave (dejando de lado las disparidades en las preferencias de política) si los salarios y los precios fueran flexibles, si existiera movilidad factorial (migración de factores hacia el país en que son mejor remunerados) o si las autoridades pudieran operar transferencias fiscales redistributivas entre naciones (haciendo viables políticas contra cíclicas en forma de fondos compensatorios). Estos son los sustitutos económicos para responder a desequilibrios macroeconómicos, en ausencia del instrumento tipo de cambio.
¿Europa satisface estas condiciones? La respuesta es rápida: no. No dispone de un presupuesto federal (europeo) significativo, y una parte importante del presupuesto disponible ha estado durante años focalizado en la cuestionable Política Agrícola Común. Razones objetivas (diferencias de lengua, reglamentaciones y hábitos) hacen que las migraciones entre países europeos sean limitadas. Por otra parte, los mercados de trabajo son poco flexibles, de tal forma que las condiciones arriba señaladas, que permiten sustituir la ausencia del tipo de cambio como instrumento de política económica, no están presentes en la Unión Europea. El motor de la integración europea es la voluntad política, pero las inconsistencias económicas revelan las fragilidades inherentes a este impresionante proyecto institucional.
La cuestión del presupuesto federal y el abandono de soberanía fiscal de los miembros de la Eurozona es uno de los puntos de negociación esenciales en la actualidad. Alemania es el principal abogado de un mayor presupuesto federal (europeo), una mayor injerencia del centro (Bruselas) y un fuerte control entre países de las políticas fiscales nacionales. Otros países son resistentes a la injerencia externa. La disparidad de preferencias queda claramente en evidencia.
Otra dimensión, de primer orden, de la disparidad de preferencias concierne los objetivos del Banco Central Europeo (BCE). El BCE no solo está situado, casualmente, en Frankfurt, Alemania, sino que además su mandato refleja claramente las preferencias de este país: a diferencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, el único objetivo establecido del BCE es la estabilidad de precios. Es así que el euro hereda parte de la reputación del marco alemán (enfoque de la credibilidad) Si bien el talento florentino de Mario Draghi ha permitido flexibilizar las practicas e la BCE dentro de su rígido mandato y evitar el peor escenario, el Banco Central Europeo aparece aun hoy fuertemente condicionado para responder, en tiempo y forma, a los desafíos monetarios y financieros que amenazan a la Europa del euro. En particular, en el sentido de incluir un rol de jure de prestamista de última instancia. En años recientes, el BCE lo ha hecho de facto, bajo la conducción artística de Don Mario. El trauma alemán de la hiperinflación de 1923, en la Republica de Weimar, y de la segunda posguerra, contagia a la institución monetaria europea.
En definitiva, Europa se encuentra hoy frente a una situación de sobreendeudamiento publico que llevara muchos años resolver. Restructuraciones de deuda hoy difíciles de imaginar, deberán tal vez ser evaluadas en algunos años. Sin entrar en detalles en este articulo, un escenario japonés de prolongado estancamiento parece instalarse en gran parte de las economías europeas. América Latina debe evaluar el impacto de esta situación.
Grecia, después de 3 restructuraciones de su deuda publica y un profundo ajuste de varios años que ha conducido este país a convivir con tasas de desempleo cercanas a 30%, se encuentra hoy con un sobreendeudamiento de cerca de 180% del PBI, aun mayor que en 2009 cuando Grecia enfrento la primera restructuración. Una nueva restructuración de la deuda pública, o un default consensuado, es hoy inevitable. España enfrenta una tasa de desempleo en disminución, pero que también supera el 20%, y la incertidumbre política no contribuye a mejorar el escenario económico del país. Portugal, forma parte de la tribu de los países que se han asomado al precipicio económico. Francia, con tasas de desempleo inferiores – cercanas al 10% – vive un proceso de estancamiento y de expectativas negativas firmemente instalados en el imaginario colectivo, más allá de transitorios y muy moderados rebotes de recuperación del PBI. Gobiernos de derechas y de izquierdas son devorados por el cansancio social y una creciente impaciencia de la opinión publica.
Mientras tanto, Alemania, después de haber reestructurado su economía bajo el impulso del gobierno socialdemócrata de Gerhard Schroeder en los años 1998-2005, presenta tasas de desempleo cercanas al 5%, Para muchos europeos de las economías más afectadas por la crisis, la situación de Alemania es de una insolente robustez y exigen una política más expansionista del liderazgo de Angela Merkel. A diferencia de los líderes en el poder en los otros países de Europa, tanto de derecha como de izquierda que se desgastan y pierden popularidad rápidamente, como Zapatero y Rajoy en España, Sarkozy y Hollande, entre tantos otros, la canciller de Alemania ha sido reelecta en las recientes elecciones de ese país.
El sobreendeudamiento europeo y la ausencia de dinamismo de un gran número de economías conllevan un potencial escenario de estancamiento prolongado para muchos países de Europa. Las tasas de interés pueden permanecer en niveles extremadamente bajos, pero si la política monetaria (con retraso) ha evitado el escenario de catástrofe y depresión, no conseguirá por si sola instalar a Europa en un sendero de crecimiento robusto y sostenido. Si bien Alemania, encarando políticas más expansionistas desde el punto de vista fiscal puede contribuir a impulsar a la economía de sus vecinos, no podrá por si sola garantizar una salida duradera de la seria amenaza de estancamiento (bajo y errático crecimiento) de Europa continental. Menos aun podrán resultar exitosas expansiones fiscales solitarias de los demás países de la eurozona, en el marco del actual exceso de endeudamiento. Una estrategia dominante, aunque su resultado positivo tampoco está garantizado, es el de una política fiscal coordinada. Sin embargo, después de haber permitido evitar lo peor, parece hoy que las municiones fiscales han perdido poder de fuego.
Y aun si Alemania aceptara las necesarias reformas del mandato de la BCE, escenario de difícil realización, persistirá el riesgo de un prolongado periodo de difíciles restructuraciones económicas con la consecuente insatisfacción social. Emergen por derecha y por izquierda fuerzas anti-integración europea, como es el caso en Francia, el socio fundacional, junto con Alemania de la Unión Europea y del Euro. La integración europea y un mayor desarrollo institucional que conlleve profundizar el federalismo y el Euro pueden ser tanto el sendero de la salida de esta crisis, como tornarse en el chivo expiatorio del cansancio social de los europeos. El euro está en la primera línea. En este último caso, surgirán las consecuentes demandas nacionalistas, un creciente proteccionismo y proyectos de recuperación de la autonomía monetaria por parte de los países miembros. No analizaremos aquí los escenarios de disrupción del euro, y las posibles respuestas de los diferentes países de la región.
Pregunto: ¿La convertibilidad que conocimos en Argentina respondía a la denominada «Teoría de las Ganancias de Credibilidad»? Si la respuesta fuera sí, ¿tendríamos que considerar válidos los resultados a la aplicación de la misma teoría en otros países? Sería interesante conocer la respuesta y sostenerla con algún ejemplo concreto en la época contemporánea.
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