Los dilemas hoy, pero sin pelos en la lengua

Escuchar debatir sobre los dilemas y las opciones que va enfrentar la política económica a -para mí- dos de los tres mejores macroeconomistas y conocedores de la práctica de la política macro de la Argentina tiene un gran valor. Pero verlos desarrollar y contraponer sus ideas escuchándose atentamente entre sí y sabiendo que le hablan a una audiencia calificada de casi 200 economistas profesionales, es un privilegio que para mí no tiene precio. Esto es lo que ocurrió el pasado jueves 12 en el marco de la 50° Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Política (AAEP), el encuentro emblema de los economistas académicos de todo el país, organizado esta vez por los colegas de la Universidad Nacional de Salta. La reunión 50 de la AAEP se estructuró a través de más de 130 trabajos, tres conferencias plenarias y cuatro mesas redondas sobre macro, indicadores económicos regionales, economía del derecho y energía. Se vieron papers de excepcional calidad sobre temas diversos, una increíble mezcla inter generacional de economistas jóvenes y veteranos intercambiando ideas, conferencias plenarias muy originales y provocadoras (como la de Sebastián Galiani, sobre los dilemas de la política contra el crimen) y debates muy enriquecedores en las mesas redondas, en especial en cuanto a los dilemas macro y al desarmado de los subsidios a la energía y la tarifa social.

La atención por el debate central de la mesa macro giró alrededor de lo que los economistas esperábamos escuchar de parte de Daniel Heymann y Ricardo López Murphy. La esencia del contrapunto entre ambos partió de un diagnóstico común sobre los desequilibrios, en particular externo, que enfrenta la economía y se separó en la diferente ponderación de cada uno de los errores de política económica que pueden cometerse por diferentes cursos de acción elegidos.

Heymann desarrolló, con la simpleza y elegancia que le conocemos, las opciones que el arte de la política económica enfrenta, llamando a los economistas a reflexionar sobre cuál es la jerarquía y la secuencia apropiada de los cambios en los precios relativos requeridos que permita protegerse contra el «mal escenario». Para él esto lleva indefectiblemente a la articulación en la transición de alguna política de ingresos que busque una posible ancla, con especial énfasis inicial en la fijación de precios y en una segunda etapa de los salarios. Tenemos enfrente un escenario en donde hay incertidumbre sobre cuál va a ser el traslado de una devaluación a los precios y por lo tanto tenemos que perseguir un objetivo de mínimo arrepentimiento. Si el traslado resulta mayor que el que se pensaba, los riesgos son mucho mayores al caso en que ocurriera lo opuesto

Por su parte López Murphy hizo un desarrollo conceptual riguroso del caso en que sin suficiente financiamiento (y siendo además este dependiente del esquema de política anunciado) la economía no tiene otra opción que encarar algún camino de corrección de precios relativos y de consolidación fiscal tal que sesgaba los riesgos a que se hiciera demasiado poco y demasiado tarde para evitar la aparición de un síndrome de segunda vuelta de ajustes que podían ser muy problemáticos. La consolidación fiscal resulta fundamental al momento de definir las anclas, aún con políticas de ingreso en la transición, porque un escenario en donde la política monetaria se hace muy pasiva va a dar indicaciones de entrada, a los agentes económicos, de que la magnitud de la emisión y del impuesto inflacionario requerido pone a la economía en un equilibrio de muy alta inflación e inestabilidad para las reglas inicialmente anunciadas.

Hubo dos puntos de coincidencia entre las exposiciones de ambos, si bien también visiones algo diferentes respecto de cómo encarar el desafío del desarrollo y el empleo. Una de las coincidencias fue que no se puede ir a negociar con los holdouts sin haber primero establecido un esquema creíble de política económica y haber pasado un primer test de estabilidad, porque las consecuencias de ir a negociar en un contexto de debilidad de la política macroeconómica van a ser muy desfavorables. La segunda coincidencia surgió cuando López Murphy dijo que no había espacio para un solo tipo de cambio en el esquema que debía implementarse y Heymann asintió sin cuestionar ese punto. Los dos coincidieron aquí que existen riesgos de empezar mal o empezar bien y durar poco y de este modo debilitar mucho la credibilidad de la política económica.

Para terminar con una fotografía del espíritu de la reunión de la AAEP vale contar que entre estos debates tan horizontales como rigurosos, profesores y alumnos nos íbamos juntos a almorzar el menú fijo de uno de los comedores del campus de la UNSA, lleno de docentes y no docentes. En un momento en que estábamos sentados nos dimos cuenta de que Ricardo López Murphy había desaparecido, hasta que lo vimos a través de la ventana de la cocina hablando con los cocineros, que lo habían llamado para sacarse una foto. Los chistes que siguieron a esa imagen fueron muy graciosos, mostrando que el sentido del humor siempre fue un atributo saliente de las reuniones de la AAEP.