En julio de este año se desarrolló la primera subasta petrolera en la historia mexicana. En esa subasta el estado mexicano puso a la venta 14 bloques en aguas someras en el sur del país para la exploración y comercialización de hidrocarburos. A raíz del precio muy bajo del petróleo, la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) declaró que la subasta sería un éxito si se vendería entre 4 y 7 bloques. La realidad, sin embargo, fue aún más negra: Se vendieron únicamente dos bloques. Ciertos miembros de la oposición mexicana siquiera calificaron esa subasta como un “fracaso”. En este blog argumento que la CNH hubiera conseguido su meta si no fuera por un pequeño error en el diseño de esa primera subasta.
La primera subasta se desarrolló así: Cada empresa somete su puja en un sobre cerrado al subastador. Las empresas tienen que pujar sobre dos variables: una “tasa de impuesto” t, y un incremento de la inversión mínima i. Si, por ejemplo, una empresa ofrece un t = 70 por el Bloque A, esto quiere decir que ella se compromete a pagar un impuesto de 70% sobre sus ganancias del Bloque A. Observen, sin embargo, que este impuesto no libera a la empresa de sus demás obligaciones fiscales. Es decir, primero la empresa paga su impuesto de 70% y después de esto el fisco recalcula las ganancias de la empresa y la obliga a pagar otro impuesto de 30% sobre el remanente de sus ganancias. Cada bloque viene con su “programa mínimo de trabajo”. Si una empresa ofrece un i = 0.1, ella se compromete a invertir por lo menos 10% más de lo que se estableció en este “programa mínimo de trabajo”. Las dos pujas se resumen en un índice V mediante la fórmula siguiente:
V = 0.9 ´ t + 0.1 ´ (2,500 ´ i)½.
(Obligar a las empresas a pujar sobre dos variables es ineficiente y reduce los ingresos del estado mexicano pero no quiero elaborar sobre esto en este blog.) La empresa con el índice V más alta gana el bloque y paga su puja.
Cada bloque tenía su propio precio de reserva o sus “valores mínimos de adjudicación”. El valor mínimo de i era igual a 0. El valor mínimo de t por muchos bloques era igual a 40. ¡Este valor mínimo, sin embargo, no se reveló antes de la subasta! Es decir, los postores tenían que adivinar los precios de reserva antes de determinar sus pujas. Esto fue el error de diseño al que me refería en el primer párrafo. En dos bloques hubo “mucha” competencia y las empresas ofrecieron pujas muy por arriba de los valores mínimos de adjudicación. (Por el bloque 2 se presentaron dos pujas y la puja ganadora tenía un t » 56. Por el Bloque 7 se ofertaron 5 pujas y la puja ganadora tenía un t » 69.) La siguiente tabla, sin embargo, muestra que la puja más alta fue desechada por 4 bloques distintos:
Sospecho que Murphy sabía que el bloque 2 era más prometedor que los bloques 3 y 4. Sospecho que ella sabía que la competencia iba a ser más dura por este bloque. Ella prefirió pujar por dos bloques un poco menos prometedores pero donde ella anticipó que no hubiera ninguna competencia. Sospecho también que Videsh siguió la misma estrategia. Anticipando que no habría competencia para los bloques 3 y 4, Murphy tenía que adivinar su puja mínima para poder ganar sus bloques. Obviamente, ella pensó que el estado Mexicano se iba a contentar con un t menor. Observen, sin embargo, que para los bloques 3, 4, y 10 la diferencia entre lo que se ofreció y el valor mínimo era de tan solo 5%. Sospecho que si Murphy y Videsh hubieran sabido los valores mínimos de t, ellas hubieran ofrecidos 5% más para estos tres bloques. Y entonces el estado Mexicano hubiera vendido 5 bloques en lugar de 2 y la CNH pudiera haber calificada esa subasta cómo un éxito.
Hay gente que argumentan que si se revelara el valor mínimo, habrá postores que van a pujar exactamente ese valor y nada más. Este argumento, sin embargo, no se fundamenta en la teoría económica. En un artículo famoso, Myerson (1981) demostró que si el gobierno quiere vender algún bien, primero hay que calcular el valor mínimo que maximice sus ingresos. Si este valor es muy bajo, es muy probable que se venderá el bien pero a un precio muy bajo. Si este valor mínimo es demasiado elevado, es poco probable que se venderá el bien. El gobierno debe cuantificar ese trade-off y elegir el valor mínimo que le conviene mejor. Después de esto, el gobierno debe revelar el valor mínimo a todos los postores antes de la subasta. En otras palabras, Myerson demostró que el problema del gobierno es idéntico al problema de cualquier otra empresa. Supón que quiero comprarme una camisa y que, después de alguna búsqueda, encuentro una buena de la marca “A” por 1,000 pesos. Entonces voy a pagar 1,000 pesos por esa camisa y nada más. La empresa A tampoco se va quejar que no pago más de 1,000 pesos. Pues el gobierno tiene que hacer lo mismo. Si la gente tiene miedo que algún bloque se va a vender a un precio demasiado cercano al valor mínimo, hay que subir ese valor mínimo y no esconderlo.
Referencias:
Roger Myerson (1981): “Optimal Auction Design,” Mathematics of Operations Research, 6, 58-73.
Coincido con el impacto que tuvo en el proceso de subasta no haber revelado el precio de reserva. Si bien las subastas pueden ayudar al vendedor a determinar el precio de un objeto que a priori no tiene mucha certeza sobre su valor de mercado, en contratos de esta magnitud es necesario invertir tiempo y recursos para generar un valor mínimo que genere comodidad de revelarlo y de ir adelante con la venta en ese preciso valor si así resulta la subasta. No revelar no sólo puede generar casos como el de la Primera Ronda aquí comentado, sino también propiciar el otro extremo conocido como la «maldición del ganador» que generalmente deriva en incumplimiento de las obligaciones posteriores a la subasta.
En México está por incrementarse la necesidad de talento, creatividad y experiencia en el diseño de subastas con las recientes reformas.