La Reversión de las desgracias: El crimen en EE.UU. versus Europa

Contrario a la percepción común, el crimen (con la excepción de los homicidios) es más frecuente en Europa (Austria, Francia, Alemania, Italia, Holanda, España y Reino Unido) que en los Estados Unidos hoy en día, cuando lo opuesto fue cierto hace aproximadamente 30 años. En efecto, los datos oficiales de la policía muestran que mientras en EE.UU. la criminalidad ha disminuido significativamente, en Europa no ha dejado de aumentar (ver gráficos 1 a 3). Este sorprendente hecho contrasta con el estereotipo de una Europa segura en relación con una América del Norte insegura ¿Cómo se puede explicar este fenómeno? Siguiendo la serie de entradas previas en las que abordamos temas relacionados al crimen (ver una introducción a la economía del crimen, la relación entre educación y crimen, y sobre la política racional para combatir el crimen), en esta entrada intentaremos responder este interrogante a partir de la teoría económica del crimen.

Gráfico 1: Delitos totales en Europa y en EE.UU. (por cada 1,000 habitantes)

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Fuente: Bounanno, Drago, Galbiati, and Zanella (2011)

El gráfico 1 muestra la dinámica de la tasa total de delitos (delitos de cualquier tipo denunciado a la policía por cada 1.000 habitantes) en los EE.UU.  y en Europa. En 1970 la tasa de criminalidad total en los siete países europeos considerados representó un 63% de la cifra correspondiente a EE.UU., mientras que en 2007 fue un 85% más alta que la de EE.UU. Esta sorprendente reversión surge de un aumento constante en la tasa de criminalidad en Europa durante los últimos 40 años, y una disminución de esa tasa en EE.UU. a partir de 1990. Este cambio también se observa claramente en los delitos contra la propiedad y los delitos violentos (gráfico 2 y 3). Bounanno et al. (2011) llaman a este hecho la “reversión de las desgracias”.

Gráfico 2: Delitos contra la propiedad en Europa y Estados Unidos (por cada 1,000 habitantes)

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Fuente: Bounanno, Drago, Galbiati, and Zanella (2011)

Gráfico 3: Delitos violentos en Europa y Estados Unidos  (por cada 1,000 habitantes)

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Fuente: Bounanno, Drago, Galbiati, and Zanella (2011)

Estos datos revelan una divergencia sustancial entre las tendencias delictivas en Europa y EE.UU. Al parecer, la experiencia americana es una historia de éxito en la lucha contra la delincuencia en comparación con lo que ocurrió del otro lado del Atlántico.

Como hemos visto en esta entrada previa, en el contexto de la economía del crimen, podemos agrupar las estrategias de control del crimen en aquellas que disuaden las actividades ilegales al aumentar el costo esperado de delinquir (por ejemplo, mejorar el despliegue del patrullaje, aumentar la eficacia de la justicia) y en las estrategias de prevención que desincentivan la comisión de delitos al aumentar el retorno esperado de las actividades legales (por ejemplo, mejorar la educación e inserción laboral de los potenciales victimarios,  o el tratamiento farmacológico o terapéuticos).

Muy pocos estudios ofrecen una explicación de los movimientos generales en las tasas de delincuencia nacionales y sus determinantes a lo largo  del tiempo. En ellos, la distribución de la edad de la población y la severidad de las sanciones generalmente se mencionan como factores muy importantes. Tres de los estudios más destacados en la literatura sobre los factores determinantes del crimen en EE.UU. son el de Levitt (2004), Zimring (2006) y Baumer (2009).

Levitt (2004) atribuye la disminución de los índices de criminalidad en EE.UU. a partir de la década de los ‘90 a cuatro factores: el incremento en la tasa de encarcelamiento y la cantidad de policías, la disminución del consumo de crack y  la legalización del aborto en la década de 1970. La teoría subyacente a la legalización del aborto es que los niños no deseados tienen mayor riesgo de cometer crímenes. Por lo tanto, la legalización del aborto reduciría en última instancia el nacimiento de niños que, de haber nacido, habrían sido más propensos a cometer delitos cuando llegaran a sus años de adolescencia. Levitt (2004) concluye que el incremento observado en las tasas de encarcelamiento habría reducido  las tasas de homicidios y de crímenes violentos en un 12% entre 1991 y 2001 en EE.UU. El impacto de la población penitenciaria en los índices de criminalidad debe interpretarse como la suma de dos efectos: la disuasión (una población carcelaria grande implica una alta probabilidad de encarcelamiento para los delincuentes potenciales) y la incapacitación (dado que las personas que están encerradas no pueden cometer delitos).

Zimring (2006) también destaca como factor central de la disminución del crimen en EE.UU. el aumento sustancial de las tasas de encarcelamiento, que se han más que triplicado  desde la década de 1970. Además señala otros dos factores relevantes. El primero de ellos es la mejora en las condiciones económicas que determinaron un extraordinario y sostenido crecimiento en la economía Norteamericana desde comienzos de los años 90′. De acuerdo con el modelo económico del crimen (Becker, 1968) las mejoras en las oportunidades laborales aumenta el retorno de las actividades legales, desincentivando la participación en actividades ilegales, y por tanto reduciendo el delito (ver esta entrada previa). El segundo factor es el cambio en la estructura de edad de la población caracterizado por una disminución sustancial en el porcentaje de individuos en la edad más propensa a delinquir. Si bien estos factores son los más importantes según su contribución relativa a la disminución del crimen en los 90’, el impacto acumulado de los tres factores explicaría menos de la mitad de la caída del mismo.

Finalmente, Baumer (2009) adopta un enfoque más amplio sobre los posibles factores que afectan el crimen incorporando aquellos raramente incluidos en la literatura, tales como el nivel de domesticidad (aproximado por el porcentaje de parejas casadas), la tasa de inmigración y las condiciones en que la población juvenil contemporánea nació. Los resultados coinciden con las conclusiones de Levitt (2004) y Zimring (2006) sobre la importancia que habría tenido la tasa de encarcelamiento en el descenso del crimen, la cual habría contribuido entre un 10 y 35 por ciento en la reducción del mismo. Otros factores importantes habrían sido el mejoramiento en las condiciones económicas (el cual habría contribuido entre un 10 y 30 por ciento), la disminución en la prevalencia de madres adolescentes con un rezago de 10 a 15 años (habría contribuido entre un 10 y 35 por ciento) y el incremento en el número de policías per-cápita (3 a 7 por ciento). Por último, en cuanto a las estructuras de edades, este estudio encuentra, en consonancia con Levitt (2004) y contrario a Zimring (2006), que los cambios en el tamaño relativo de las cohortes de jóvenes no parecen haber tenido un gran impacto en la disminución de la delincuencia.

¿Cómo se puede explicar la diferente dinámica del crimen en EE.UU y Europa?

De todas las variables explicativas que analizamos en esta entrada, la diferencia más llamativa entre Europa y EE.UU. se encuentra en las tasas de encarcelamiento. Este hecho se ilustra claramente en el gráfico 4. Entre 1970 y 2008 la población carcelaria aumentó en un factor de más de 4.5 en EE.UU. y en un factor de 3 en Europa exacerbando la diferencia en niveles ya existente entre EE.UU. y Europa. En 1970 la relación de EE.UU.  respecto a Europa en este indicador fue de 4, mientras que en 2008 fue de 7. Aunque existen diferentes patrones a través de los siete países europeos que se consideraron, en ninguna parte de Europa las tasas de encarcelamiento son tan altas como en EE.UU. Esto sugiere que el encarcelamiento podría tener un rol importante en el movimiento de las tasas de criminalidad, como veremos a continuación.

 

Gráfico 4: Encarcelación en Estados Unidos y Europa  (por cada 1,000 habitantes)

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Fuente: Bounanno, Drago, Galbiati, and Zanella (2011)

Bounanno, Drago, Galbiati, y Zanella (2011) realizaron por primera vez un análisis del impacto de los cambios demográficos, el encarcelamiento, el aborto, el desempleo y la inmigración en la llamada “reversión de las desgracias” del crimen entre Europa y EE.UU. desde 1970. En este análisis comparativo las conclusiones anteriores sobre el efecto del encarcelamiento y los cambios demográficos en las tasas de crimen se confirman, mientras que no se encuentra evidencia a favor del canal de aborto.

Es necesario tener un mejor conocimiento sobre los canales a través de los cuales actua la encarcelación. En primer lugar, sin saber por qué el encarcelamiento funciona, es difícil decidir en qué sentido la política de encarcelamiento debería ser más severa. Si funciona debido a la incapacitación, entonces se debería analizar quién debe permanecer incapacitado. Si en cambio la disuasión es la fuerza principal detrás de la reducción del crimen, la política debería dirigirse hacia penas de prisión más largas (ver esta entrada, y Bell, Jaitman y Machin (2014) sobre el posible efecto disuasivo de la severidad de las sentencias). En segundo lugar, se debe analizar si el encarcelamiento es una política costo-efectiva para la sociedad, o si hay otros políticas más costo- efectivas (como por ejemplo, probation, monitoreo electrónico, terapia multisistémica, que trataremos en una entrada futura). Aun si despejamos estas dudas, una sociedad puede no desear tener políticas punitivas demasiado severas. En este sentido, es interesante resaltar  la evidencia que presentan Di Tella y Dubra (2008), quienes encuentran que en EE.UU. para el período considerado, las creencias sobre políticas más punitivas están positivamente correlacionadas con las creencias que posee la población sobre si las personas que se esfuerzan tienen o no mejores oportunidades económicas (el “Sueño Americano”). Finalmente, creemos que probablemente pueda ser más efectivo, y en muchas sociedades distintas a la de EE.UU. políticamente más viable, utilizar en forma complementaria acciones punitivas y de prevención del crimen, tal cual expresamos en esta entrada previa.

 

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