Traduciendo condiciones demográficas favorables en mayor crecimiento

En mi contribución anterior a Foco Económico argumenté que las condiciones demográficas de México no pueden considerarse como particularmente favorables si se les compara con las de otros países, y que la etapa más favorable del llamado bono demográfico de hecho ya pasó. En este artículo intentaré mostrar que inclusive si las condiciones demográficas son favorables no existe garantía de que éstas lleven, por sí solas, a un mayor crecimiento económico.  En efecto, un elemento fundamental para que las condiciones demográficas favorables se traduzcan en mayor crecimiento del ingreso real per cápita es el funcionamiento del mercado laboral y, en particular, su capacidad para acomodar a la población en edad de trabajar en empleos productivos. De lo contrario, el crecimiento en la población en edad de trabajar puede resultar en mayores tasas de desempleo juvenil o de inactividad.

Adicionalmente, es necesario que los nuevos grupos que se incorporen a fuerza de trabajo encuentren empleos en sectores que tienen al menos la misma productividad promedio de la mano de obra. De otro modo, el aumento en el empleo podría verse contrarrestado por una caída en la productividad promedio de la mano de obra, de forma que el ingreso real per cápita permanezca estancado. Es decir, no sólo importa el número de empleos creados sino la composición sectorial de los mismos (primario, secundario o terciario, formal vs. informal).

¿Cuál ha sido la experiencia de México al respecto a lo largo de las últimas seis décadas? Las Gráficas 1 y 2 muestran los resultados de un ejercicio estándar de descomposición del crecimiento.[2] De acuerdo a dicho ejercicio, la tasa de crecimiento del PIB real per cápita puede descomponerse en tres componentes: (i) la tasa de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra; (ii) la tasa de crecimiento de la razón del empleo a la población en edad de trabajar (personas entre 15 y 64 años de edad); y (iii) la tasa de crecimiento de la razón de la población en edad de trabajar a la población total.

La última de estas tasas captura la contribución (positiva o negativa) de las condiciones demográficas, mientras que las dos primeras capturan conjuntamente el funcionamiento del mercado laboral y el impacto de las políticas económicas en la capacidad de la economía para generar empleos productivos.

A efectos de dividir el periodo de estudio, se utilizan cinco etapas distintivas en la historia económica reciente de México de acuerdo a los diferentes regímenes de política económica:

  • Durante el periodo del llamado desarrollo estabilizador (1954-1970), el acelerado crecimiento en la productividad promedio de la mano de obra contrarrestó los efectos de la tasa de crecimiento negativa de la razón del empleo a la población en edad de trabajar y de las condiciones demográficas desfavorables, las cuales se reflejaron en la tasa de crecimiento negativa de la razón de la población en edad de trabajar a la población total;
  • Durante el periodo del llamado desarrollo compartido (1971-1982), el crecimiento en la productividad promedio de la mano de obra se desaceleró significativamente, pero fue contrarrestado por las contribuciones positivas de la razón del empleo a la población en edad de trabajar y de las condiciones demográficas favorables, las cuales se reflejaron en la tasa de crecimiento positiva de la razón de la población en edad de trabajar a la población total;
  • Durante el periodo de la crisis de la deuda y la parte inicial de la llamada década perdida (1983-1988), la productividad promedio de la mano de obra se desplomó y su crecimiento se tornó negativo; a pesar de las contribuciones positivas de la razón del empleo total a la población en edad de trabajar y de las condiciones demográficas favorables, éstas no fueron suficientes para contrarrestar el colapso de la productividad promedio de la mano de obra, por lo que el PIB real per cápita disminuyó;
  • Durante el periodo del ajuste y reforma estructurales (1989-1994), incluyendo la apertura comercial y las privatizaciones, la productividad promedio de la mano de obra se recuperó y su crecimiento se tornó positivo de nuevo; a pesar de ello y de las condiciones demográficas favorables, éstas se vieron contrarrestadas por un descenso en la razón del empleo a la población en edad de trabajar;
  • Durante el periodo más reciente (1995-2012), que coincidió con el advenimiento de mayor pluralidad política en el Congreso y la consiguiente mayor dificultad en la aprobación de reformas legislativas, la productividad promedio de la mano de obra siguió creciendo al mismo ritmo modesto de alrededor de uno por ciento anual que se registró durante el periodo anterior, mientras que la contribución de las condiciones demográficas favorables disminuyó, incluso mientras la contribución de la razón del empleo a la población en edad de trabajar se volvió a tornar positiva.

Gráfica 1. Descomposición del crecimiento del PIB real per cápita en México, 1954-2012

(Tasas de crecimiento anuales promedio)

Graf1

Fuentes: Cálculos propios con datos de Censos de Población del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y de la base de datos The Conference Board Total Economy Database™, enero de 2013, http://www.conference-board.org/data/economydatabase/

Gráfica 2. Contribución porcentual al crecimiento del PIB real per cápita en México, 1954-2012

Graf2

Fuentes: Cálculos propios con datos de Censos de Población del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y de la base de datos The Conference Board Total Economy Database™, enero de 2013, http://www.conference-board.org/data/economydatabase/

En resumen, esta descomposición muestra que las condiciones demográficas favorables en México no han sido ni necesarias ni suficientes para lograr una tasa de crecimiento del PIB real per cápita elevada:

  • No han sido necesarias ya que la elevada tasa de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra puede contrarrestar la contribución negativa de la tasa de crecimiento de la razón de la población en edad de trabajar a la población total, tal y como sucedió durante el periodo 1954-1969;
  • No han sido suficientes porque durante los periodos en los que la razón de la población en edad de trabajar a la población total ha contribuido positivamente al crecimiento del PIB real per cápita, ésta ha sido contrarrestada parcial o totalmente por la tasa de crecimiento negativa de la productividad promedio de la mano de obra, tal y como sucedió en el periodo 1983-1987, o por la tasa de crecimiento negativa de la razón del empleo a la población en edad de trabajar, tal y como sucedió entre 1988 y 1994.

Como se muestra en la Gráfica 2, que presenta las contribuciones porcentuales al crecimiento del PIB per cápita real, a pesar de que la tasa de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra a lo largo de los últimos veinte años ha sido baja, promediando apenas cerca de uno por ciento al año, ésta ha sido la principal fuente del crecimiento en México.

Al enfocarse en el último periodo (1995-2012), que corresponde a los tres últimos periodos presidenciales o sexenios, se observa un descenso continuo en las tasas de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra y de la razón del empleo a la población en edad de trabajar (Gráficas 3 y 4).

Las elevadas tasas de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra y de la razón del empleo a la población en edad de trabajar registradas tras la crisis financiera y de balanza de pagos de 1994-1995 reflejan en parte una recuperación cíclica. De aquí que era de esperarse parte de la desaceleración en la tasa de crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra registrada entre 2001 y 2012. No obstante, es menos probable que la disminución en la tasa de crecimiento de la registrada en los últimos dos gobiernos haya sido afectada por elementos cíclicos, pues los dos sexenios incluyeron periodos de crecimiento sólido luego de recesiones a principios de cada periodo.

Por último, resulta interesante notar que a lo largo de los últimos seis años el crecimiento de la productividad promedio de la mano de obra y de la razón de la población en edad de trabajar a la población total se vieron contrarrestadas parcialmente por el crecimiento negativo de la razón del empleo a la población en edad de trabajar. Este último periodo ilustra, una vez más, que las condiciones demográficas favorables no necesariamente se traducen en mayor crecimiento si no vienen acompañadas de un alto crecimiento del empleo productivo.

Gráfica 3. Descomposición del crecimiento del PIB real per cápita en México, 1995-2012

(Tasas de crecimiento anuales promedio)

 Graf3

Fuentes: Cálculos propios con datos de Censos de Población del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y de la base de datos The Conference Board Total Economy Database™, enero de 2013, http://www.conference-board.org/data/economydatabase/

 Gráfica 4. Contribución porcentual al crecimiento del PIB real per cápita en México, 1995-2012

Graf 4

Fuentes: Cálculos propios con datos de Censos de Población del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y de la base de datos The Conference Board Total Economy Database™, enero de 2013, http://www.conference-board.org/data/economydatabase/

Una de las razones por las cuales se registraron las contribuciones negativa (1988-1994) y positiva aunque baja (1995-2012) de la razón del empleo a la población en edad de trabajar ha sido el incremento en los niveles de escolaridad, pues los jóvenes que en el pasado habrían abandonado la educación primaria o secundaria básica o media para unirse a la fuerza laboral continuaron sus estudios a nivel medio y terciario. De ser así, los aumentos en la razón de la población en edad de trabajar a la población total no se verían acompañados de aumentos en la razón del empleo a la población en edad de trabajar.

No obstante, este fenómeno también se explica en parte por una proporción considerable de la población joven que no está inscrita en la escuela ni tampoco forma parte de la fuerza laboral. Esta es la llamada población joven inactiva, a la que informalmente se le llama los «ninis» (ni estudia, ni trabaja). Se ha estimado que este grupo en México alcanza los dos millones de jóvenes, ó 22 por ciento de la población total entre 15 y 18 años de edad.[3]

En México no existe, como en muchas economías desarrolladas, una red de protección social universal que pudiera explicar el que una parte importante de la población de jóvenes se encuentre desempleada, o fuera de la fuerza de trabajo pero sin estudiar. Por tanto, la explicación más probable de la baja tasa de crecimiento de la razón del empleo a la población en edad de trabajar reside en la deficiente calidad de la educación que muchos de estos jóvenes reciben, en la debilidad del crecimiento en los empleos formales y en las consecuentes limitadas oportunidades de empleo en el mercado laboral.

La deficiente calidad del sistema educativo en México puede constatarse al analizar los resultados promedio en las pruebas de lectura y matemáticas aplicadas por el Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Los puntajes promedio en muestran que los estudiantes mexicanos se ubican a niveles inferiores al del resto de los países miembros de la OCDE, inclusive después de controlar por el menor nivel de gasto en educación en México OCDE (Gráfica 5).[4]

Gráfica 5. Resultados de la prueba PISA de lectura y matemáticas y gasto en educación como porcentaje del PIB

Graf 5.2 Graf5.1

Fuente: Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Además de la baja calidad promedio de la educación, el trabajo de Arias et al., (2010) ha mostrado que los cambios en la estructura de las familias en México han sido tales que la proporción de niños creciendo en hogares encabezados por madres o padres solteros ha aumentado. [5] Dado que estos hogares tienden a invertir menos en sus hijos en comparación con las familias en las que ambos padres están presentes, ello implica una formación de habilidades más baja. Si bien una parte de las deficiencias de habilidades cognoscitivas y no cognoscitivas entre niños de entornos en desventaja pueden cerrarse a través de intervenciones como los programas de primera infancia o estimulación temprana, los autores muestran que el sistema educativo en México invierte menos de lo necesario para ello en el nivel preescolar relativo a los demás niveles educativos.

Por el lado de la demanda, el débil crecimiento de los empleos formales y las limitadas oportunidades de empleo en el mercado laboral pueden observarse al contrastar la evolución de dos definiciones alternativas de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 y de 25 a 64 años) y el número neto de empleos formales creados por el sector privado cada año (medidos con la serie de trabajadores permanentes y eventuales asegurados en el Instituto Mexicano del Seguro Social). La segunda definición de la población en edad de trabajar resulta útil al no estar afectada por los mayores logros escolares, ya que sólo considerar la población en la plenitud de la edad de trabajar (de 25 a 64 años).

Como se desprende de la Gráfica 6, la economía mexicana no ha sido capaz de crear suficientes empleos formales para absorber a los nuevos entrantes a la fuerza laboral, inclusive durante los periodos en los cuales el crecimiento del PIB ha sido alto, como fue el caso entre 1996 y 2000, 2004 y 2007 ó entre 2010 y 2012. Como resultado, muchos de los nuevos entrantes a la población en edad de trabajar han sido relegados al empleo informal, al empleo por cuenta propia, al desempleo o han retrasado su entrada a la fuerza laboral.

Gráfica 6. Cambios anuales en las poblaciones en edad de trabajar (15-64 y 25-64), promedio 1995-2012 y creación neta de empleos formales en el sector privado

 Graf6

Fuentes: Cálculos propios con base en datos del Conteo de Población 1995 y los Censos de Población y Vivienda 2000 y 2010, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

De implementase adecuadamente, la reforma educativa recientemente aprobada podría servir como base para lograr mejoras en la calidad de la educación pública tan necesarias. En contraste, la reforma laboral aprobada en septiembre de 2012, la cual entró en vigor a fines de noviembre de 2012, no ha estado acompañada hasta la fecha por una mayor creación de empleos formales. Como se muestra en la Gráfica 7, la evolución del nivel de empleo formal en el sector privado en México a partir de la reforma (línea discontinua) se ha comportado en línea con lo que podría esperarse a partir de su tendencia previa a la reforma.[6]

Gráfica 7. Trabajadores permanentes y eventuales asegurados en el Instituto Mexicano del Seguro Social, mayo 2009-octubre 2013

  Graf 7

Fuentes: Cálculos propios con base en datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)

Este último ejercicio no pretender ser un sustituto de una evaluación de impacto rigurosa de la reforma. Para ello se necesitaría de un modelo que permita construir un contrafactual del nivel de empleo que hubiera sido observado en ausencia de la reforma. De hecho, es posible que la reforma sí haya tenido un impacto positivo en la creación de empleos, pero que éste se haya visto contrarrestado por la contracción de la actividad económica en la primera mitad del 2013. En cualquier caso, podría ser prematuro tratar de evaluar el impacto de la reforma, pues tan sólo han transcurrido once meses desde que entró en vigor la nueva ley.

Sin embargo, es importante destacar que los resultados de este ejercicio son congruentes con las predicciones de algunos expertos que, en el momento de su aprobación, advertían que no debía esperarse gran impacto de la reforma, toda vez que esta no cambió muchos aspectos fundamentales del marco legal para la resolución de disputas laborales. Si la reciente reforma laboral no cumple su promesa de acelerar la creación de empleos formales, podría requerirse una reforma más profunda para poder traducir las condiciones demográficas favorables en mayor empleo y crecimiento.[7]

 

[1]Agradezco a varios colegas sus útiles comentarios. Los hallazgos, conclusiones e interpretaciones contenidas en este artículo son exclusivas del autor y no deben atribuirse a ninguna otra persona u organización. Correo electrónico: rgarciav@alumni.uchicago.edu

[2] A diferencia de la descomposición del crecimiento propuesta por Solow, la cual descompone el crecimiento del PIB real entre una parte atribuible a la acumulación de los factores de la producción (trabajo y capital) y otra parte atribuible al crecimiento de la productividad factorial total, la descomposición presentada aquí es más sencilla ya que se basa en una identidad y no requiere realizar ningún supuesto (por ejemplo, la forma de la función de producción agregada, el nivel de capital inicial, la tasa de depreciación física del capital, las participaciones factoriales en el ingreso, etc.).

[3] Véase Mauricio Cárdenas, Rafael de Hoyos y Miguel Székely (2011) “Idle Youth in Latin America: A Persistent Problem in a Decade of Prosperity,” Latin America Initiative at Brookings, agosto de 2011, Washington DC: Brookings Institute, http://www.brookings.edu/research/papers/2011/09/07-idle-youth-cardenas

[4] El gasto acumulado en educación (tanto público como privado) se obtiene multiplicando el gasto anual promedio por estudiante por el número de años promedio que los estudiantes en los niveles primaria y secundaria básico y media (entre los 6 y los 15 años de edad) típicamente destinan a estudiar, y luego sumándolo para los tres niveles educativos. Los datos se convierten a dólares utilizando el tipo de cambio implícito por la paridad del poder de compra (PPC). Véase el document: OECD (2010), PISA 2009 Results: What Students Know and Can Do – Student Performance in Reading, Mathematics and Science, (Volume I), http://dx.doi.org/10.1787/9789264091450-en

 

[5] Javier Arias, Oliver Azuara, Pedro Bernal, James J. Heckman, y Cajeme Villarreal (2010), “Policies To Promote Growth and Economic Efficiency in Mexico México,” NBER Working Paper No. 16554, noviembre de 2010.

[6] Esta tendencia lineal se estimó utilizando un periodo de muestra de entre mayo de 2009 y septiembre de 2012, que coincide con la expansión continua más reciente del empleo y hasta el mes en el que se aprobó la reforma.

[7] Véase David S. Kaplan (2012), “Paraíso para abogados, un infierno para empresas y trabajadores,” Blog de la Redacción, Nexos, Octubre 8, 2012, http://redaccion.nexos.com.mx/?p=4303, y Mauricio González (2012), “Emociones y decepciones,” Reforma, Octubre 10, 2012, http://www.reforma.com/editoriales/negocios/675/1348759/