Entre prejuicios y calificativos – El debate público en Colombia se diluye

@MelendezMarcela

El tono del debate público en Colombia está más enrarecido que nunca. Si no ha sido antes un debate de ideas con el ánimo de construcción de futuro, ahora lo es aún menos. Los extremos toman posturas, cargadas de bagaje ideológico, frustraciones personales y odios atávicos y conversan en monólogo, sin oir a los otros y sin buscar interlocución. Estamos conversando mal, para reafirmar nuestros propios prejuicios y asignar culpas. Estoy preocupada por la polarización trivial, por la discusión que no se detiene en desarrollar argumentos ni en entender lo que dice el contradictor. Estoy preocupada de estar cayendo yo también en esta forma de discusión cuando hablo de política pública o de política en Colombia.

Hace unas semanas entré en un debate (en twitter!) con alguien que no cree en las negociaciones de un acuerdo de paz en Colombia – algo que en estos días es una fuente de esperanza para muchos de nosotros. En un punto detuve la conversación y el interlocutor me reclamó. Yo le pregunté para qué hablábamos, si su posición estaba ya tomada. Me contestó: “la tuya también”. Y pensé en cuántas conversaciones entramos realmente abiertos a considerar en serio las voces distintas a la nuestra.

Hay dos ejemplos que quiero traer a cuento, como una invitación a una reflexión más profunda. El primero es el debate que se ha dado en torno a la reforma del sistema de salud que viene impulsando el Ministro Alejandro Gaviria. La reforma del sistema es necesaria –en eso hay pleno acuerdo– y llena de complejidades. El equipo del Ministerio, liderado por Alejandro, ha procesado información en tiempo récord y ha lanzado propuestas, algunas claramente acertadas y otras arriesgadas, que ha entregado al debate público con transparencia y con el ánimo de impulsar una discusión constructiva que permita realizar ajustes – ejemplo de esto son las entradas de Alejandro Gaviria en su blog personal, hoy convertido en un espacio de pedagogía de la reforma por el Ministro. Uno puede estar o no de acuerdo con las medidas que se proponen para cambiar el sistema, pero no hay duda que el objetivo de la reforma es el acceso a salud de calidad para todos los colombianos. El Ministro no defiende otros intereses y cualquiera que lo conozca un poco, sabe esto. Sin embargo, la reforma propuesta ha enfrentado un ataque muy fuerte por parte de la izquierda colombiana, representada por los líderes del Polo Democrático, que ven al Ministro como un representante de la oligarquía. Hasta ahora no se conoce el detalle de la propuesta alternativa de reforma del Polo. Lo visible es el ataque personal al Ministro – curiosamente a un Ministro que debería ser mucho más de la entraña de la izquierda colombiana que otros, por ser un estudioso de temas sociales, y un hombre independiente y comprometido.

El segundo ejemplo tiene origen en la entrada de Marc Hofstetter republicada aquí hace unas semanas. A Marc le preocupan los subsidios que fluyen hacia los quejosos introduciendo distorsiones en los mercados a un alto costo futuro para los propios quejosos. Su entrada es una crítica a la debilidad de un gobierno que cede ante presiones de grupos con intereses particulares y responde con mala política; no contra la política social y mucho menos contra los pobres, o contra las víctimas del conflicto armado. Y sin embargo, los participantes en el debate público se despelucaron, no porque el gobierno malgaste, por ejemplo, subsidiando el precio del café con cargo a los impuestos de los colombianos, sino por la “falta de empatía”  de Marc con los problemas sociales, la desigualdad y la pobreza, típica de un profesor Uniandino, educado en el exterior, “arribista” e “iletrado”. Una muestra del tono de la reacción es esta entrada en El Blog de Notas de la Silla Vacía, de Jaime Corredor, un profesor de la Universidad Nacional (y de Uniandes?) que en el afán de atacar a Marc, desperdició la ocasión de discutir a fondo temas importantes como las implicaciones de la educación de élite para una sociedad más equitativa o, en las palabras de mi amigo Juan Camilo Cárdenas, siempre constructivo, “de recorrer un montón de conocimiento acumulado sobre el rol de la empatía en el funcionamiento de la sociedad, que habría podido trabajar para explicar por qué la identidad de grupo al interior de una clase genera el aislamiento hacia otra clase”. Los calificativos personales ocuparon todo el espacio de conversación. Nadie oyó lo que quería decir Marc. Nadie oyó lo que hay de fondo en las reacciones de los que se sintieron ofendidos por sus opiniones.

Mi ánimo no es defender la reforma de salud de Gaviria, ni las posturas de Marc Hofstetter sobre la política de subsidios del gobierno Santos, sino llamar la atención sobre lo peligrosa que es una sociedad que es incapaz de entrar en diálogo –a quienes lean esta entrada se les van a ocurrir otros mil ejemplos de la actualidad colombiana–. Hoy el debate está planteado en términos de “buenos” y “malos”. El sentimiento moral lo abarca todo y “los buenos” lanzan calificativos a “los malos” y se sienten seguramente mejores personas por hacerlo. Algunos “buenos”, además, hablan con dios de su lado, lo que encima los hace peligrosos, como este. ¿Cómo salimos del círculo de imbecilidad de los prejuicios, para tratar de oirnos?

“Narrow minds devoid of imagination. Intolerance, theories cut off from reality, empty terminology, usurped ideals, inflexible systems. Those are the things that really frighten me. What I absolutely fear and loathe.” Haruki Murakami en Kafka en la Orilla.

Seguramente me van a linchar por cerrar con una cita en inglés – pero resume bien el sentimiento con el que leo la prensa y otros medios en estos días. No encontré una buena traducción al castellano a tiempo para publicar esta columna. Si me la mandan, la cambio.