Las niñas madres

El rampante fenómeno del embarazo adolescente en Colombia amenaza con convertirse en el mecanismo más preocupante de perpetuación de la pobreza. La proporción de mujeres adolescentes  (niñas entre los 15 y 19 años de edad) embarazadas o que ya han sido madres pasó de 12.8% en 1995 a 21% en 2010. El fenómeno es más crítico entre las jóvenes más pobres, en particular, en 2010 30 de 100 adolescentes del quintil más pobre reportan estar embarazadas o ser madres mientras que esta proporción es de 9% en el quintil más rico. El 60% de los embarazos o nacimientos en el grupo de las adolescentes más pobre corresponde a eventos no deseados mientras que esta fracción es 70% en segundo grupo (datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud).  En la región andina la tasa de embarazo adolescente oscila entre 12.5% y 23% y el porcentaje de nacidos vivos cuya madre es adolescente es de 18% (la tasa más alta en el mundo). Entre los países de la región, sólo Venezuela nos supera con una tasa de 23%. En Bolivia esta proporción es cerca de 18%, Chile 15%, Ecuador 15% y Perú 12% (datos del Fondo de Población de Naciones Unidas).

Estas tendencias son preocupantes porque los hijos de madres adolescentes están en más alto riesgo de mortalidad y morbilidad infantil. En particular, un bebé de una madre menor de 19 años tiene 60% más probabilidades de morir antes de cumplir un año que un bebé nacido de una madre mayor de 19 años. Además cerca de una de cada tres muertes maternas durante el alumbramiento es una adolescente. Diversos estudios (Gaviria, 2000; Barrera e Higuera, 2004; Flórez et al, 2004), han resaltado el embarazo adolescente está asociado con consecuencias negativas sobre la madre adolescente como menor nivel de escolaridad, una probabilidad menor en 19 por ciento de participar en el mercado laboral, un mayor número de hijos y una probabilidad mayor de casarse más de una vez (Núñez y Cuesta, 2006).

La literatura internacional ha encontrado que las causas del fenómeno de embarazo adolescente están asociadas a la iniciación más temprana de la actividad sexual, la falta o dificultad de acceso de las jóvenes a conocimiento y métodos anticonceptivos, desconocimiento de los hechos respecto a sexualidad, embarazo y maternidad, la falta de oportunidades económicas y sociales, la violencia intrafamiliar, y la carencia de ciertas habilidades socio emocionales lo cual está asociado a otros comportamientos riesgosos como drogas y licor, entre otras. El diagnóstico específico en Colombia es difícil debido a la falta de datos apropiados para tal ejercicio.

Los estudios más recientes en Colombia documentan que algunas de las causas están asociadas a las condiciones de vulnerabilidad de las mujeres más pobres: nivel de pobreza, composición de sus hogares, violencia doméstica, etc. y a la cantidad, calidad y tipo de educación sexual que reciben. Por ejemplo, Galindo (2011) concluye que la educación sexual que abarca temas de biología, anatomía y reproducción como tal puede incluso tener un efecto adverso sobre la probabilidad de primera relación en la adolescencia, edad a la primer relación sexual, y por ende, sobre la probabilidad de embarazo adolescente, mientras que la educación que abarca los temas de pareja, crianza y autoconocimiento de la mujer tienen un efecto positivo que reduce el riesgo de iniciación sexual temprana y la probabilidad de embarazo adolescente. El cambio social medido como la aceptabilidad de que los jóvenes entre los 12 y 14 años inicien su vida sexual parece sólo tener un efecto sobre las más ricas y no sobre las adolescentes más vulnerables. A propósito de esto último, este fin de semana leí con horror en El Tiempo sobre el juego de ‘carrusel sexual’ de nuestros jóvenes. Ubicados en una ronda, los jóvenes van tomando turnos en cada una de las niñas participantes; el que eyacule primero debe salir de la fila de turnos. Quedé perpleja. La joven adolescente que relataba la historia, además, está embarazada y no sabe cuál de esos muchachos podría ser el padre de su bebé. Se ve que hay un problema de fondo con la formación de valores, criterio y habilidades socioemocionales de nuestros jóvenes. Probablemente no debemos esperar hasta que lleguen a la adolescencia para atenderlos y seguramente no sólo ellos sino también sus padres deberían ser objeto de una política con miras a reducir el riesgo del embarazo adolescente.

En general, la literatura ha identificado que los programas de prevención de embarazo adolescente (y enfermedades de transmisión sexual) más efectivos en países en desarrollo se han enfocado en tres áreas: 1) educación y apoyo a las adolescentes para aumentar su habilidad de posponer su iniciación sexual, 2) mejoramiento de la información y acceso a servicios de planeación familiar, y 3) mejoramiento de las expectativas y posibilidades de vida de las adolescentes en riesgo ofreciendo alternativas diferentes a embarazo y maternidad temprana (Asociación Americana de Obstetras  y Ginecólogos, 2007). Ejemplos específicos incluyen los programas de educación sobre sexualidad y vida de familia en colegios y el marco comunitario con énfasis en la importancia de posponer la iniciación sexual y/o aumentar la información y uso sobre contracepción; la distribución de métodos anticonceptivos a los jóvenes a través de colegios, centros de salud y clínicas (que, dicho sea de paso, no se ha encontrado que esté asociado con un aumento significativo de la actividad sexual de los jóvenes);  y programas de empleo y servicio comunitario para adolescentes, programas con mentores y tutoría para fortalecer las habilidades socioemocionales y la capacidad de negociación de las jóvenes, y otros programas educativos para promover mejores opciones de vida.

En el 2012 se oficializó en Colombia el documento CONPES # 147 sobre la prevención del embarazo adolescente, iniciativa liderada por la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer. Los ejes fundamentales de la propuesta giran en torno a la promoción del desarrollo humano y los proyectos de vida de niños, niñas y adolescentes entre los 6 y 19 años de edad, la consolidación de la oferta de servicios en salud sexual y reproductiva, y la educación y formación de competencias en derechos sexuales y reproductivos. Todo en un marco de fortalecimiento inter sectorial dada la naturaleza de la iniciativa que convoca a varias instituciones del Estado incluidas Ministerios de Educación, Salud, Cultura, Comunicaciones y Defensa, ICBF, SENA y Colombia Joven. El diseño e implementación de las estrategias específicas según estos tres grandes lineamientos están a cargo de las diferentes instituciones, y en últimas, de los territorios mismos. Como en muchos casos, el reto estará en la implementación efectiva.

Además de las estrategias sugeridas por el CONPES 147, el Departamento para la Prosperidad Social también ha sugerido la posibilidad de agregar a la estrategia una modalidad de Familias en Acción para la prevención del embarazo adolescente. En este caso, se incluiría un subsidio de tamaño aún no definido con una condicionalidad asociada a la utilización de ciertos servicios atados a la prevención del embarazo adolescente como los servicios de salud sexual y reproductiva.  Alguna evidencia disponible indica que el subsidio educativo (de Familias en Acción) no tiene ningún efecto sobre la probabilidad de embarazo adolescentes de las jóvenes que fueron beneficiarias durante su niñez mientras que los el programa Subsidios Educativos en Bogotá sí reducen el embarazo en la adolescencia de las beneficiarias del subsidio. Según los autores (Cortés et al., 2011) esto se debe a que Familias en Acción sólo condiciona la entrega del subsidio a la asistencia mientras que los subsidios del distrito incluían desempeño académico como parte de la condicionalidad. Pero estos resultados se deben a la permanencia y buen desempeño de las niñas en el sistema educativo. En este caso, la efectividad del subsidio Familias en Acción para la prevención del embarazo adolescente depende de manera crucial del entendimiento de las causas del problema y el buen diseño de la condicionalidad. El problema no parece estar asociado con restricciones presupuestales de corto plazo ni exclusivamente al acceso a servicios de salud en el corto plazo, sino con carencias fundamentales que tienen impactos de mediano y largo plazo. Idealmente, la condicionalidad debe incluir asistencia a servicios de salud pero también a algunos de los programas de promoción de habilidades socio emocionales, educación sexual y reproductiva y programas de tutoría para la promoción de mejores opciones de vida. Y definitivamente debemos pensar en que esto se haga más tarde que temprano y que los padres sean partícipes principales de este proceso de prevención.

En todo caso, las intenciones son buenas y esperamos que la implementación de estos lineamientos sí redunde de manera efectiva en mejores capacidades, conocimiento y acceso a servicios de los jóvenes adolescentes de este país.

 

Asociación Americana de Obstétras y Ginecólogos (2007) Strategies for Adolescent Pregnancy Prevention. The American College of Obstetricians and Gynecologists, Washington D.C.

Barrera, F. e Higuera, L. (2004). “Embarazo y fecundidad adolescente”. Fedesarrollo, Documentos de Trabajo, No. 24.

Cortés, D., Gallego, J., Latorre, C. y Maldonado, D. (2011)“On the design of education Conditional Cash Transfer programs and noneducation outcomes: The case of teenage pregnancy”. Facultad de Economía, Universidaddel Rosario.

Flórez, C. E., Vargas, E., Henao, J., González, C., Soto, V., Kassem, D.,  (2004), “Fecundidad adolescente en Colombia: incidencia, tendencias y determinantes. Un enfoque de historia de vida”, Documento CEDE, Universidad de Los Andes.

Galindo, C. (2012) “Análisis del embarazo y la maternidad durante la adolescencia: Diferencias a nivel socioeconómico”, Revista Desarrollo y Sociedad No. 69/133.

Gaviria, A. (2000). “Decisiones: sexo y embarazo entre las jóvenes colombianas”. Coyuntura Social, No. 23, Noviembre.

Núñez, J. y L. Cuesta (2006), “Efectos de algunos factores demográficos sobre el bienestar de las madres y sus hijos en Colombia”, Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 2005, Profamilia.