«En Europa la combinación de recesión, mercados financieros fragmentados, desapalancamiento de empresas y familias, débil solvencia fiscal y reformas a medio camino, amenazan con dar origen a un período prolongado de crecimiento débil…»
Las reuniones de la semana pasada del G-20, del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) con los ministros de Hacienda y presidentes de bancos centrales de los países miembros contaron con la información de los dos informes recientemente presentados por el FMI: la edición de primavera del informe sobre Perspectivas de la Economía Mundial y el informe de Estabilidad Financiera Global (WEO y GFSR, respectivamente, por sus siglas en inglés).
Estos informes tienen un mensaje central claro. El WEO se centra en la mejora en las perspectivas globales a raíz de las acciones del Banco Central Europeo y del avance en los ajustes de las economías periféricas de Europa, ya que logró evitarse una contracción fiscal de mayor magnitud en Estados Unidos.
Sumando a eso perspectivas de un crecimiento más estable en China y las nuevas políticas expansivas en Japón, se llega a este escenario central.
Por su parte el GFSR también nos dice que actualmente los riesgos de corto plazo se han reducido. Sin embargo menciona que se necesita monitorear nuevos riesgos que han aparecido y que pueden afectar la evolución en el mediano plazo.
En cuanto a las proyecciones, el WEO estima para este año un crecimiento de la economía mundial levemente superior al alcanzado el 2012 (3,3 versus 3,2%) y dos décimas menos que el proyectado en su informe de enero pasado. Para el año 2014 mantiene su proyección de enero, esto es un crecimiento de la economía mundial del 4,5%.
Este crecimiento sería a distintas velocidades. Estaría liderado por los países emergentes y en desarrollo, seguidos por Estados Unidos y Japón, y más atrás la Zona Euro. Para China, el FMI proyecta que crecería un 8% este año y un 8,2% el próximo.
Obviamente ambos informes identifican varias fuentes de riesgo. En el corto plazo, el WEO identifica como riesgos las repercusiones de la crisis en Chipre, la evolución política en Italia y las vulnerabilidades de los países periféricos de Europa.
En el mediano plazo, los principales riesgos son un potencial estancamiento prolongado de los países periféricos que impida a estos países perseverar en la consolidación fiscal gradual y en las reformas financieras y estructurales pro-crecimiento; un deterioro de la solvencia fiscal en Estados Unidos y Japón, si no se acometen reformas necesarias para reducir en el mediano plazo sus déficit estructurales.
Por su parte, el principal mensaje del GFSR es que los riesgos de corto plazo a la estabilidad financiera global se han reducido. Sin embargo, en la Zona Euro, el crédito se sigue contrayendo y la recesión sigue debilitando a sus sistemas financieros. Los riesgos de mediano plazo que visualiza el GFSR están en controlar los riesgos derivados de los efectos colaterales de la abundante liquidez que han creado los bancos centrales de los países avanzados para controlar la crisis y apuntalar la recuperación.
En particular, los riesgos que están asumiendo los fondos de pensiones y compañías de seguros de los países avanzados en busca de retornos, y el alza en el apalancamiento de las empresas de países emergentes aprovechando las bajas tasas de interés de los países avanzados.
La forma de controlar los riesgos asociados a la crisis europea es combinando ajustes fiscales más graduales con avances en los cambios institucionales orientados a fortalecer la Unión Monetaria Europea (a través de acelerar la puesta en marcha de la Unión Bancaria), para así mejorar las perspectivas de crecimiento, y monitorear y controlar aquellos relacionados a la situación financiera.
La forma de controlar los riesgos asociados a la abundante liquidez internacional es con una atenta regulación y supervisión de las empresas financieras y empresas, especialmente en el mundo emergente.
De otra parte, como siempre pasa con las proyecciones y especialmente en una situación como la actual en que enfrentamos un delicado balance, las cifras económicas de las últimas semanas aumentan los riesgos a la baja del escenario base del FMI.
Así, los renovados signos de debilidad en la economía de Estados Unidos, el deterioro de la situación europea (particularmente el desempleo) y la prolongación de su recesión, y el crecimiento menor al esperado en China el primer trimestre de este año (lo que reabrió las preocupaciones sobre su capacidad para seguir creciendo en torno al 8% en el contexto actual), no han sido buenas noticias para las perspectivas de la economía mundial.
En particular, en Europa la combinación de recesión, mercados financieros fragmentados, desapalancamiento de empresas y familias, débil solvencia fiscal y reformas a medio camino, amenazan con dar origen a un período prolongado de crecimiento débil.
Pero también hemos tenido buenas noticias.
Los mercados de deuda soberana de los países periféricos de Europa han seguido mejorando, el BCE muestra una creciente preocupación por la fragmentación de los mercados de financieros al interior de la Zona Euro y da a entender que está trabajando en buscar una solución a este problema, explorando opciones que van más allá de una baja de tasas.
En Japón, su banco central comienza a aplicar un programa de relajo cuantitativo más allá del que esperaban los mercados, contribuyendo en el proceso a lograr una importante depreciación del yen, lo que debiera fortalecer su recuperación.
Además, en China el crecimiento del primer trimestre, aunque más bajo de lo esperado, estuvo liderado por el consumo y la actividad de servicios, compensando, en parte, el menor dinamismo de las exportaciones y de la inversión. Es justamente este cambio en la composición del crecimiento lo que buscan sus nuevas autoridades para poder lograr un crecimiento más balanceado y más sostenible, al mismo tiempo que aumentando la participación del consumo en el PIB.
Con todo, en la discusión en Washington de la semana pasada hubo mucha preocupación sobre la recuperación de la economía mundial, incluyendo un llamado a que el BCE haga más para reactivar las economías y para reducir la fragmentación de los mercados financieros en Europa.
El FMI hizo un llamado también a que los países avanzados que no tienen problemas inmediatos en sus mercados de deuda, ajusten sus programas fiscales para contener sus efectos en la actividad económica y de esta forma contribuir a la recuperación de la economía global.
El FMI pidió además que Europa complemente la creación de una autoridad de supervisión bancaria única con la creación de un fondo común de resolución de crisis bancaria y un seguro de depósitos también común para así fortalecer la estabilidad financiera.
En conclusión, la buena noticia es que los riesgos negativos al crecimiento y a la estabilidad financiera global se han reducido en los últimos meses, pero una noticia no tan buena es que el proceso de ajuste de los países europeos será largo y lleno de obstáculos.
Además, persiste el riesgo de que en Europa el bajo crecimiento y un desempleo alto y persistente terminen creando una fatiga de ajuste que ponga en peligro la continuidad de las reformas cuando éstas están aún a medio camino.