Apagón educativo

La reproducción intergeneracional de la pobreza

En el reciente artículo La Educación y la Distribución del Ingreso de los Niños, Pablo Neumeyer y Julián Kozlowski retoman el debate sobre la educación en la Argentina, especialmente a partir de la constatación de los malos resultados de los países latinoamericanos en las evaluaciones educacionales internacionales, como PISA. A partir de datos de la Encuesta Permanente de Hogares, los autores muestran que los sectores sociales de menores recursos han aumentado, en los últimos años su participación en la distribución del ingreso, no así los años de educación escolar que se mantienen estables o con muy leves incrementos. En resumen, “[…] dos tercios de los niños argentinos crecen en hogares de bajos ingresos. Otra característica de estos hogares es el bajo nivel educativo de los mayores en el hogar que apenas excede la educación primaria.”

Como el artículo mostraba datos posteriores al año 2010, nos vimos tentados en efectuar una recorrida por la evidencia yendo un poco más atrás en el tiempo (hasta el año 2003[1]) y completándola con cuestiones afines. Como telón de fondo, dos temas merecen ser tenidos en cuenta: primero, si la educación escolar acompañó (en términos de cobertura) el crecimiento de la economía. Segundo si los datos reflejan, efectos posibles de las medidas de política educativa tomadas durante el período considerado.

En principio, podemos confirmar que desde 2003, es apenas perceptible el incremento de los años de escolarización entre 2003-2011 para el 20% de la población de menores ingresos entre 25 y 65 años (de 8,5 a 8,8 años), confirmando la hipótesis del artículo también para los años anteriores.

Años de educación
Por quintiles de ingreso equivalente. Población de 25 a 65 años

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Fuente: SEDLAC (CEDLAS y Banco Mundial)

Es interesante destacar que, paradojalmente, el quintil 1 es el segundo que menos crece en años de educación, después del quintil 5. En este caso es lógico porque presumiblemente ya estemos cercanos al el techo de escolarización para este sector de altos ingresos. Al contrario, el 20% más pobre es el que mayor potencial de crecimiento educativo tiene y, sin embargo, se halla prácticamente estancado desde 2003: un argumento a favor del aumento de los problemas en la trasmisión intergeneracional de la cultura.

Pero desmenuzando la evidencia por intervalos etarios observamos que entre 2003 y 2011 los años de escolarización para la población de 10 a 20 años y de 21 a 30 años se mantienen estables con levísimas diferencias Está claro que, según los datos del INDEC, en la Argentina post 2003 no se verifica una expansión altamente significativa de la escolarización, especialmente en los sectores más empobrecidos. Nótese que para la población de 10 a 20 años, que el tenue crecimiento de los años de escolarización del 20% más pobre (quintil 1) ni siquiera alcanza los valores de 2003 del quintil inmediato superior (quintil 2), cosa que sí ocurre con el quintil 4 respecto del sector de mayores ingresos (quintil 5); es decir, se nota un aumento relativo en los años de escolarización más importante para los sectores de mayores ingresos que para los más pobres.

EPHC

Años de educación Por grupo etario y quintiles de ingreso equivalente

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Fuente: SEDLAC (CEDLAS y Banco Mundial)

En cuanto a las tasas netas de escolarización para el nivel primario, la Argentina ya había conseguido altísimos niveles de escolarización desde muchos años atrás y esto se mantuvo desde 2003 aunque en los quintiles 2 y 3 cae asombrosamente de 2003 a 2010, recuperándose en 2011.

Las tasas de escolarización secundaria crecen fuertemente del 2003 al 2011, especialmente desde 2010, coincidentemente con la implementación de la Asignación Universal por Hijo y para los quintiles de menores ingresos. Esto es consistente con el crecimiento de la matrícula de secundaria operada en la Argentina sobre todo desde los años ochenta del siglo XX y el resultado suena alentador: la tasa de escolarización del quintil 1 para 2011 es superior a la del quintil 3 para 2003.

Tasas netas de escolarización: educación secundaria
Proporción de jóvenes en edad de educación primaria asistiendo a escuelas secundarias
Por quintiles de ingreso equivalenteárea

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Fuente: SEDLAC (CEDLAS y Banco Mundial)

Es verdad que estos datos podrían contener ciertas discrepancias y hasta inconsistencias respecto de los años de escolarización para la población de 10-20 años que se observaban en los primeros cuadros y con los datos de matrícula proporcionados por el Ministerio de Educación de la Nación: los años venideros habrán de equilibrar la balanza.

Apagón educativo

Está claro, desde la literatura académica internacional hasta la experiencia de los actores políticos argentinos que el persistente y muy bajo piso educativo promedio de la población, medida por el máximo nivel educativo alcanzado y/o por años de escolarización cursados constituye un mecanismo de reproducción de la pobreza. La frase podría ser de nuestra autoría pero es una paráfrasis de la postura de Artemio López quien, en varios post de su blog Ramble Tamble, viene mostrando relevante evidencia respecto de lo que denomina -y a nosotros nos parece un excelente título- “apagón educativo”.

Artemio muestra, con datos del Censo 2010, el corolario lamentable de las series de datos que acabamos de exponer. De los 30.950.000 habitantes mayores de 15 años casi el 10% tiene el nivel primario incompleto “el máximo nivel de privación observado”. Respecto de la educación media, y en sus palabras,

“[…] los datos oficiales muestran que sobre 30.950.000 habitantes, 17.115.000 residentes tienen como máximo nivel educativo alcanzado el de secundaria incompleta, privación extensa y muy profunda que garantiza a futuro, de no alterarse generacionalmente esta frecuencia (y no está sucediendo), un tipo de inserción laboral y nivel ingresos con un perfil muy precario.” (el subrayado es nuestro)

No es poca cosa. Se trata de un 40% de la población argentina que, coincidimos con Artemio, la gran mayoría pertenece a los sectores sociales de menores ingresos y está presa de la reproducción intergeneracional de la pobreza. El aumento de jóvenes en este segmento que, además, tampoco trabajan ni buscan trabajo ni ayudan en las tareas domésticas (los famosos “ni-ni”) terminan siendo el sector con el destino, para ellos y para sus hijos, de mayor vulnerabilidad y exclusión

La Asignación Universal por Hijo, en tanto política social, parece haber contribuido a mejorar situaciones pero su impacto en la educación no es (ni tiene por qué ser) automático: resulta evidente que la política educativa está lamentablemente en deuda para convertir el crecimiento económico y la política social en logros educacionales.

A este panorama debemos agregarle nuestro propio enfoque de la cuestión. A los problemas de exclusión educativa hay que sumarle las cuestiones vinculadas a la calidad. Pero además, un nuevo fantasma recorre la educación argentina, muy especialmente desde el 2003: el fantasma de su privatización. Como hemos mostrado en trabajos académicos y de divulgación, todo el crecimiento de la matrícula primaria y buena parte del crecimiento de la matrícula del nivel inicial y del nivel medio post 2003 se explican por la inscripción de los chicos en escuelas privadas.

El sistema educativo argentino está cambiando radicalmente, perdiendo su tradicional paisaje sarmientino. La participación del sector privado de la educación subió en una proporción inédita en la historia de la escuela argentina y este nuevo escenario necesita de nuevos análisis y, probablemente, nuevas miradas políticas.

Pero ese es otro tema que, tal vez, merezca un artículo aparte.

Los autores desean agradecer a P. Neumeyer, J. Kozlowski, G. Cruces, M. Tetaz y al CEDLAS por la ayuda en la obtención y procesamiento de datos.

[1] Esta decisión no obedece a un criterio de periodización macropolítica. Si bien la EPH se aplicó en su modalidad original desde 1973 hasta 2003, la incorporación progresiva de nuevos conglomerados urbanos operada a la lo largo del período, sumado a los cambios metodológicos introducidos a partir de 2003 con la nueva modalidad continua, suponen algunos reparos en la comparación de las series temporales, los que merecerían un tratamiento especial. A los efectos de asegurar el rigor de la información analizada, optamos por considerar el período iniciado en 2003, cuya homogeneidad metodológica garantiza la comparabilidad. Asimismo, hacemos notar que los cambios operados en el INDEC a partir de 2006 bien pueden influir, desgraciadamente, en la validez de la información proporcionada.