Algunos Lindos Recuerdos de Adolfo Canitrot

El martes falleció Adolfo Canitrot, una gran persona, excelente economista, a quien yo quise mucho. Siempre tenía las palabras justas para decir, incluso cuando tenía que ser severo. Lo conocí en el Instituto Torcuato Di Tella allá por el año 1992. Pero nuestra relación comenzó durante el año 1993 cuando, ya terminando mi maestría en economía, me invitaron a quedarme en el Instituto como asistente de investigación y docencia. El primer curso que me asignaron fue uno de macro abierta que dictaba Canitrot. Adolfo seguía el libro de Rudi Dornbusch y recuerdo haber aprendido mucho preparando los tutoriales, y luego de asistir a sus clases teóricas, charlando de economía argentina con él. Era un gran profesor. Muchas veces nos quedábamos hasta tarde en su oficina discutiendo sobre la macroeconomía Argentina. Otras veces, nos reuníamos en la oficina de Pablo Gerchunoff, quien también participaba de estas tertulias. La cuestión externa, allá por 1993-1994 era central en la sostenibilidad del programa de convertibilidad, y por tanto, nos entusiasmaba mucho hablar sobre estas cuestiones. Pablo y yo estábamos haciendo un trabajo sobre ese tema para Juan Llach, quien, si no recuerdo mal, era vice-ministro de economía.  

Mi primer trabajo de consultoría fue como asistente de investigación de Adolfo en un proyecto del PNUD, que él dirigía, cuyo  objetivo era elaborar un libro blanco sobre el empleo. Corría el año 1994 y el desempleo había trepado al 12%, antes de dispararse al 18% durante la crisis del tequila. La verdad no hice mucho en ese proyecto pues la tarea de Adolfo era la de resumir los capítulos del libro y proveer una síntesis. Claramente, él estaba disconforme con el análisis que había recibido e hizo un gran esfuerzo  por darle un marco analítico a su capítulo. Quizás por ello, luego escribí junto a Stephen Nickell un trabajo sobre desempleo en Argentina, que en su momento creo que no gustó. Sin embargo, viéndolo a la distancia, considero que el artículo era válido. (Como nota al margen, cuánto hemos empeorado. Hoy sería inimaginable que el gobierno peronista actual le encargue la dirección del libro blanco sobre el empleo a un economista del principal partido de oposición).

Adolfo era una persona sabia y hablar con él, para un joven como yo, siempre era una fuente de aprendizaje e inspiración. Tenía una excelente formación analítica, y había además logrado entender las especificidades estructurales de la economía Argentina, y su sistema político. Esto lo hacía un analista agudo de la realidad nacional. Escribió varios trabajos importantes, pero hoy quiero destacar “La Experiencia Populista de Redistribución de Ingresos” y “Orden Social y Monetarismo”. En estos trabajos Adolfo combina el análisis económico y político de una forma que a mí siempre me pareció correcta.

Adolfo tuvo un rol muy importante en mi decisión de regresar a Argentina al finalizar mi doctorado. Me ofreció un puesto de investigador en el Instituto lo cual me motivó mucho. Inmediatamente, Federico Sturzenegger también me ofreció sumarme a la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, y finalmente acepté una posición conjunta (sin ir al mercado de trabajo en los Estados Unidos). Mientras hacía el doctorado, Adolfo una vez se encontró con mi madre, y muy generosamente le habló muy bien de mí. Yo no me animaría a repetir sus palabras, aunque las recuerdo con mucho cariño, sin creérmelas, por supuesto. Sin embargo, esto viene al caso, pues su conclusión era que yo no regresaría al país. Según Adolfo terminaría haciendo mi carrera en una universidad en Estados Unidos. El hizo lo posible para que volviese al país, y se lo agradezco muchísimo. Por unos cuantos años desarrollé mi carrera académica desde Argentina. Los últimos años han sido muy malos para la actividad académica en el país, tanto es así que ya ni las estadísticas básicas son confiables. Sin embargo, nunca me fui del todo (como este blog atestigua). Aún paso tres meses en la universidad de San Andrés, donde dicto un curso y tengo alumnos trabajando conmigo. Hoy, pensando en Adolfo (y también en otros amigos de aquellos tiempos que aún están en Argentina como Juan V. Sourrouille, Daniel Heymann, Pablo Gerchunoff, Ernesto Schardgrodksy y Federico Weinschelbaum entre otros) me pregunto cuándo será el momento de volver a pasar más tiempo en Argentina, donde hay tanto por hacer.

Recuerdo que durante el verano del tequila fui unos días a Pinamar con mi novia. Pasaba todos los días en la playa hablando con Adolfo de economía y política, pasión que compartíamos. También recuerdo con mucho cariño a su esposa, Elida, una mujer encantadora, que lo cuidaba muchísimo, y que le daba charla a Paula para que no me deje durante esos días –algo que, con mucha menos ayuda, igual no hizo hasta el día de hoy. Recuerdo que ambos vinieron a nuestro casamiento y los recuerdo muy contentos. Creo que la última vez que lo vi fue unos días antes de la caída del Presidente De La Rúa. Nos vimos en La Biela. Tomamos un café y hablamos de política y economía. Él estaba desencantado con la marcha de las cosas, y yo no podía disentir, pero lamentablemente, yo estaba aún más desencantado con el radicalismo opositor y el frepaso chachista. No le gustaron mucho mis opiniones así que finalmente terminamos hablando de la vida… Después supe a través de otro amigo común, Diego Petrecolla, que su salud había desmejorado. Lo sentí mucho. Lamentablemente, hoy leo esta triste noticia.

Con estos recuerdos, acongojado, escribo: Querido Adolfo, que en paz descanses (RIP).