Reforma tributaria

Publicado por La Tercera, 3 de agosto de 2012

El gobierno ha estado negociando con distintos parlamentarios el tenor de una reforma tributaria que pretende recaude al menos unos US$ 700 millones adicionales y que simultáneamente aumente la eficiencia y justicia del sistema de impuestos. La oposición considera que la recaudación adicional es absolutamente insuficiente y está, en general, dispuesta a aprobar aquellas disposiciones del proyecto que aumentan impuestos, pero no aquellas que los disminuyen.

Desde el punto de vista técnico, lo que corresponde hacer es determinar un nivel y una asignación óptima del gasto fiscal, para luego recaudar los impuestos que financien ese gasto con el mínimo de ineficiencia y con la mayor justicia posible. Es decir, es el gasto el que debe definir el monto total de los impuestos, y ese gasto fiscal debe, en cada uno de sus usos, generar -en el margen- beneficios similares e iguales a los que se dejan de producir en el sector privado por los mayores tributos pagados. Estimaciones realizadas sobre la materia sugieren que en Chile, en el mejor de todos los casos, el nivel actual del gasto público -que en muy pocos años se incrementó en más de cuatro puntos del PIB-, cumple aproximadamente con ese requisito, por lo que no es en absoluto conveniente cambiarlo.

El sistema tributario es funcional a nuestro nivel de desarrollo, dado que favorece el ahorro y la reinversión de utilidades. Una proporción elevada de los ingresos tributarios provienen del IVA, un impuesto indirecto relativamente eficiente. Otro impuesto importante es el llamado impuesto sobre la renta. Este es, en realidad, un impuesto que también tiende a gravar el consumo de las personas y que en la literatura se conoce como un impuesto al gasto progresivo. Es un impuesto justo, dado que -al contrario del impuesto sobre la renta que grava lo que aportamos a la sociedad, es decir, al trabajo y ahorro- somete a tributación lo que extraemos de la sociedad, que es lo que consumimos.

A nivel de las empresas, existe actualmente un impuesto de categoría (hoy de 18,5%), que se transforma en un crédito que rebaja la tributación sobre la renta o el gasto -póngale el nombre que prefiera- a nivel de las personas. Mientras esto se mantenga así (que entiendo es la intención del gobierno), un aumento moderado de la tasa del impuesto de categoría no debiera tener mayores consecuencias para la inversión. En cambio, la eliminación del mecanismo del FUT, como proponen algunos opositores, sería un desastre.

La teoría de las decisiones públicas explica perfectamente las presiones políticas por aumentos excesivos del gasto fiscal. Por eso, Eduardo Frei, en su última candidatura, clamaba por “más Estado”, y la oposición -y no pocos oficialistas- lo desean ahora también. Conscientes de que de ningún modo es conveniente elevar el actual nivel del gasto público (o de tributación) en relación al PIB, es nuestra obligación oponernos públicamente a iniciativas que lo permitan. Con el mismo objetivo, también Milton Friedman, en su rol de predicador a favor de buenas políticas económicas, sostenía que “estaba a favor de reducir los impuestos bajo todas las circunstancias, con cualquier excusa y en todo momento”.