Derechos de Propiedad Intelectual: ¿Son estos una buena idea?

En colaboración con Gustavo Torrens (Washington University in St. Louis)

Varias entradas anteriores en este blog han enfatizado la importancia de los derechos de propiedad para un buen desempeño económico. Para el lector interesado recomendamos el excelente resumen de Besley y Ghatak en el Handbook of Development Economics (el cual cita como parte de la evidencia empírica importante en el área este articulo con Ernesto Schargrodsky reseñado en este blog acá). Creemos que tanto la literatura teórica como la empírica al respecto, así como la experiencia histórica, son bastante concluyentes de que, en general, derechos de propiedad bien definidos y estables son una condición necesaria para el desarrollo económico. Sin embargo, existe un área importante para la cual aumentar los derechos de propiedad probablemente no sea una buena idea: los derechos de propiedad intelectual.

La idea tradicional sobre los derechos de propiedad intelectual es que sin una patente o copyright que otorgue al innovador o autor un monopolio sobre su idea, no existirían incentivos para que los innovadores incurran en los costos de desarrollo de las mismas. Por supuesto que este monopolio genera costos a la sociedad en términos de su bienestar, pues una vez que la innovación está disponible, los consumidores se beneficiarían si todos los individuos pudiesen utilizar la nueva idea. Pero el punto crucial, de acuerdo al enfoque tradicional, es que la innovación no existiría en primer lugar si los potenciales innovadores no supieran que van a poder lucrar en forma exclusiva con su innovación. Es decir, las patentes y copyrights son un mal necesario que las sociedades deben pagar si desean que haya innovaciones. La contracara empírica de este enfoque intenta calcular la duración óptima de las patentes y copyrights. Y aquí tenemos quienes consideran que las leyes actuales son apenas suficientes para cubrir los gastos de investigación y desarrollo y quienes piensan que algunos agentes están obteniendo ganancias excesivas producto de sus patentes.

Más recientemente, dos queridos colegas, Michele Boldrin y David Levine (ver por ejemplo, Boldrin y Levine, 2004, 2005, 2008, 2011), han desafiado por completo este enfoque tradicional. A continuación trataremos de resumir sus principales argumentos. Pero antes,, vale la pena hacer una aclaración. La cuestión relevante reside en definir si los creadores de una idea deben tener derecho a controlar el uso que los compradores hagan de la misma. Es decir, no se trata del derecho de un creador a vender copias de su idea, sino sobre el derecho a controlar el uso de todas las copias de la idea.

En el plano teórico, David y Michele argumentan que el enfoque tradicional presupone que las patentes y copyrights son la única forma de retribuir a los innovadores, cuando en realidad existen muchas otras alternativas tales como: rentas competitivas, ventajas de ser el primero, ventas colaterales, efectos de reputación, premios y subsidios públicos, transacciones utilizando la ventaja informativa generada por la innovación y comercialización de la propia innovación. Por ejemplo, los potenciales competidores de un innovador podrían tardar en copiar la innovación o en instalar la capacidad productiva necesaria o verse obligados a pagar costos de entrada, otorgando así rentas competitivas al innovador. De hecho, Michele y David muestran que el enfoque tradicional schumpeteriano puede entenderse como un caso extremo de un modelo marshalliano en el que las rentas no se disipan instantánea sino paulatinamente. Y más aún, no hay nada que nos haga pensar que estas rentas competitivas no son suficientes para cubrir el costo de oportunidad de los innovadores.

El otro punto teórico importante que enfatizan Michele y David es que las innovaciones suelen ser insumos claves de nuevas innovaciones. Es decir, el monopolio sobre una idea impone un costo extra al desarrollo de otras nuevas ideas. Más técnicamente, en equilibrio general no es claro que va a haber más innovación en un mundo plagado de monopolios (donde cada monopolista debe pagar los derechos de uso de las patentes de los otros monopolistas) que en un mundo sin patentes y donde la competencia está generalizada. De hecho, David y Michele muestran en un modelo de equilibrio general que la probabilidad de innovar tiende a cero a medida que nos acercamos a la monopolización completa de todas las innovaciones.

En el plano empírico, Michele y David documentan los siguientes hechos:

1) La existencia extendida y sostenida de innovaciones en presencia de imitadores y competencia, pero sin patentes o copyrights.

2) La falta de evidencia que justifique que el monopolio creado por los derechos de propiedad intelectual ayude a incrementar la tasa de innovación de forma significativa.

3) La existencia de un grupo pequeño y costoso, pero importante, de innovaciones que no fueron realizadas en un régimen de competencia y requirieron subsidios públicos para ser desarrolladas.

También estudian muchos ejemplos históricos que corroboran que las patentes y copyrights han impuesto costos sobre otras innovaciones, retrasando las mismas e, incluso en algunos casos, fomentado actividades rentísticas de parte de emprendedores y autores. Por ejemplo, conjeturan que la patente del motor a vapor de Watt y Boulton probablemente haya retrasado la revolución industrial dos décadas. Que el sistema de patentes de Inglaterra y Francia forzó a la industria química a trasladarse a Alemania y Suiza donde el sistema de patentes no existía o era mucho más débil. Que inicialmente la industria del software se desarrolló sin la existencia de copyrights y, que la proliferación de patentes que surgió luego de que se permitiera patentar el software muy probablemente haya contribuido a disminuir la velocidad de innovación de esta industria.

Finalmente, muestran que en las últimas décadas las industrias que más han contribuido al incremento de la productividad total de los factores en las economías desarrolladas (por ejemplo, distribución y venta minorista, seguros, finanzas, tecnologías de la información) se caracterizan por un muy bajo grado de protección de los derechos de propiedad intelectual.

Por lo tanto, si bien más investigación empírica es necesaria en esta área, si seguimos la lógica de los argumentos expuestos, podemos preguntarnos: ¿Cuál es entonces la recomendación de política? Michele y David argumentan que debemos abolir gradualmente el sistema de derechos de propiedad intelectual. La idea es que hacerlo de forma gradual permitiría ajustar otras instituciones que tienen que adaptarse y a la vez ayudaría a reducir las barreras políticas a la reforma. ¿Cuáles son estas barreras políticas? Esencialmente, los típicos problemas de acción colectiva. Por una lado, un pequeño grupo de monopolistas bien organizados que perderían muchísimo dinero si se abolieran sus derechos de propiedad intelectual. Por el otro, un gran número de consumidores, cada uno de los cuales sólo ganaría una pequeña suma con la reforma.

Referencias

Boldrin, M. y D. K. Levine [2004], “2003 Lawrence Klein Lecture: The Case Against Intellectual Monopoly”, International Economic Review 45: 327-350.

Boldrin, M. y D. K. Levine (2005), “The Economics of Ideas and Intellectual Property”, Proceedings of the National Academy of Sciences 102: 1252-56.

Boldrin, M y D.K. Levine [2008], “Against Intellectual Monopoly”, available online at http://www.dklevine.com/general/intellectual/against.htm.

Boldrin, M. y D. K. Levine [2011], “What’s Intellectual Property Good for?”, available online at

http://www.dklevine.com.