La riesgosa apuesta alemana

Publicado en La Segunda el lunes 18 de Junio de 2012

No es claro lo que las elecciones griegas de ayer domingo pueden significar para la mantención de Grecia en el euro. En principio, el triunfo conservador presagia que las autoridades van a intentar mantenerse dentro de la zona de la moneda única.

Sin embargo, más allá de la vocación pro-europea que pueden tener estas nuevas autoridades, finalmente deberán hacer ejercicios de simple matemática: qué es preferible para Grecia, ¿una fuerte recesión seguida de una potencial fuerte recuperación posterior o una larga y penosa recesión en la que las fuentes de mayor competitividad serán reducciones salariales y desempleo?

El hecho que esta pregunta no tenga una repuesta obvia significa que sigue siendo posible una salida de Grecia de la zona euro, y mientras esa posibilidad no sea cero, debiéramos seguir apreciando una salida de depósitos desde Grecia con sus efectos de contagio sobre el resto del sur europeo, en especial España.

En dicho país, los depósitos han venido cayendo porque los inversionistas anticipaban la necesidad de que el gobierno pudiera requerir una ayuda europea. Una vez anunciado el paquete de ayuda a España, la duda es si eso es suficiente o si, en una situación de mayor stress financiero, finalmente no habrá suficiente ayuda para España.

Y si llegara a materializarse algún problema mayor en España, hay pocas dudas que eso desencadenaría una ola de quiebras bancarias partiendo por Italia pero podría llegar incluso al centro de la zona Euro partiendo por Francia pero llegando  posiblemente a la propia Alemania.

Los alemanes saben que hay más de € 2 trillones en depósitos bancarios en Italia, España y Grecia. Esto equivale a aproximadamente un 75% del PIB alemán y a un 63% del PIB combinado de esos tres países.

Es una cifra que asusta. Pero es claro que probablemente empezando con la crisis chilena de 1982-83, pasando por la crisis escandinava de principios de los años noventa, las crisis en el sudeste asiático y finalmente la propia crisis subprime, los costos fiscales de manejar crisis bancarias se han reducido sustancialmente. Hoy sabemos mejor qué hacer y qué no hacer para salvar un sistema bancario.

Eso no obsta, evidentemente, a que los alemanes no estén preocupados. La Canciller Merkel ha señalado que “la fuerza de Alemania no es infinita” y tiene razón, pero lo que el gobierno alemán no logra asumir tres cosas. Uno: Alemania tiene una responsabilidad no menor en la situación actual de la zona euro. No solo Alemania fue el primer país en violar los límites del Tratado de Maastricht, sino que ha sido protagonista en el diseño de un sistema monetario objetivamente cojo y una regulación financiera europea cuyas fallas son la razón primaria de la crisis actual. Dos: es la economía más sólida y grande de la zona euro lo que le brinda a ella una potencia de acción que otros países no tienen. Tres: no por no hacer nada el costo para Alemania va a ser menor.

Este último punto es crítico que se entienda. El gobierno alemán tiene aparentemente la ilusión de que si no hace nada, si mira para el lado, podrá evitar pagar una parte importante de la cuenta de la crisis financiera. Ese es un error mayor que le puede costar muy caro.

En una corrida bancaria mientras más tardía la acción de política económica dedicada a dar confianza a los mercados, más fuerte es la corrida misma, más cae la valoración de los activos financieros y más probable se hace que los bancos sanos dejen de serlo, por lo que finalmente más cara será la factura que, inevitablemente deberá pagar el Gobierno. Dada la gran integración financiera existente en Europa, una crisis en un lugar tiene altísimas probabilidades de extenderse al resto de los países, ciertamente incluyendo a Alemania.

El problema es que la Canciller alemana, enfrenta elecciones el próximo año y hasta ahora todos los gobiernos que empezaron la crisis han perdido siendo Francia la última que, en las legislativas de este fin de semana, consagró la derrota de Sarkozy. La doctrina de Merkel es que la solución es austeridad y al pueblo alemán se le ha vendido la idea de Alemania es víctima de la exhuberancia de los países del sur cuyo costo tendrán que soportar ellos y que hay que minimizar la implicancia de Alemania en un salvataje al sistema financiero.

La Canciller está fallando en guiar a los votantes alemanes a entender, en primer lugar, que Alemania sí es responsable por la situación de la zona euro, segundo que Alemania – más Francia y los Estados miembros del norte de la eurozona – tendrá que pagar una factura de todos modos y, finalmente, que cuanto más la decisión se aplaza, más cara será la cuenta.

Europa se encuentra en el centro de un círculo vicioso sólo puede ser detenido por una acción decisiva para detener el pánico que hoy está siendo detenida por Alemania. Los mercados no esperarán un año a las próximas elecciones alemanas y las acciones decisivas que saquen a Europa de esta situación dramática no deben ser medidas por el votante mediano alemán, porque él o ella probablemente no entiende la mecánica perversa que opera en una crisis financiera.

Cuando las medidas de política que se necesitan no tienen sentido para el público en general, es buen momento para que los líderes actúen y expliquen. En su lugar, asistimos a diario a un espectáculo del tipo “espera y ve”. Así no es como se destruye un círculo vicioso ni como se reconstruye a Europa.