Krugman para Populistas: Sobre las Raíces del Bienestar Económico

Paul Krugman no sólo ha escrito artículos muy influyentes, sino que también ha escrito importantes libros de divulgación económica. Entre ellos, quiero rescatar hoy The Age of Diminished Expectations (MIT Press, 1994). En particular, es importante que aquellos que citan a Krugman para justificar la estimulación de la demanda como motor del crecimiento económico, entiendan que el motor del mismo es la productividad de los factores, y que por lo tanto, será imposible alcanzar un nivel de vida más alto distorsionando la asignación eficiente de los factores productivos.

En dicho libro, Krugman arguye que las raíces del bienestar económico son tres: (i) la productividad con la que una sociedad combina los factores de producción (y su crecimiento a lo largo del tiempo), (ii) la distribución personal del ingreso, y (iii) el desempleo (y en este caso yo diría, mucho más generalmente, dado (ii), cómo se distribuyen los riesgos en una sociedad y qué seguros posee para suavizarlos).

En cualquier caso, estoy de acuerdo con la tesis principal de Krugman: la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país de mejorar la calidad de vida de sus habitantes a lo largo del tiempo depende casi exclusivamente de su capacidad de incrementar su producto por trabajador. Como señala Krugman, en los Estados Unidos los veteranos de la Segunda Guerra Mundial volvieron a una economía que duplicó su productividad en los siguientes 25 años; como resultado, alcanzaron niveles de vida que sus padres nunca imaginaron. Por el contrario, los veteranos de la Guerra de Vietnam regresaron a una economía que aumentó su productividad en menos de un 10 por ciento en 15 años, y en consecuencia vivieron, en el mejor de los casos, como sus padres.

A pesar de que la abrumadora importancia de la productividad debería ser obvia, no todos la comprenden; peor aún, algunos piensan que la productividad es importante por motivos erróneos. Por ello, siguiendo el razonamiento de Krugman, resulta interesante pensar cómo se relacionan la productividad y el nivel de vida.

¿Cómo podría una sociedad aumentar su consumo per cápita? Habría sólo cinco maneras de hacerlo: (a) aumentar la productividad, de forma tal que cada trabajador produzca más; (b) volcar una mayor proporción de la población hacia el trabajo; (c) colocar una fracción menor del producto como inversión para el futuro y destinar en mayor medida la capacidad productiva a la producción de bienes para el consumo corriente; (d) importar más sin vender más al exterior; (e) exportar a mejores precios para, de esa forma, importar más sin necesidad de recurrir al endeudamiento.

Claramente, (c) no aumenta el consumo en el largo plazo: se podría consumir más por un tiempo al invertir menos, pero ello con seguridad reduciría la capacidad de consumir en el futuro. Asimismo, (d) también resulta una opción de corto plazo solamente, ya que eventualmente la deuda contraída debe ser pagada. La opción (b) podría funcionar por un tiempo si una fracción considerable de la población no está empleada, pero el empleo no puede aumentar al 105 por ciento de la población adulta. En cuanto a (e), el problema pasa por cómo persuadir a los compradores foráneos a que paguen más por los bienes que se exportan. En general, la forma de lograrlo es mejorando estos bienes, que no es más que un aumento de la productividad bajo otro nombre.

De este modo vemos que la única forma de alcanzar mejoras sostenidas y de largo plazo en el nivel de vida es aumentando la productividad. Como nota Krugman, el consumo real per cápita en los Estados Unidos es hoy en día cuatro veces mayor al de principios del siglo pasado; lo mismo ocurre con la productividad. Entonces, tal cual lo muestra el análisis que hemos realizado, las mejoras de largo plazo en el nivel de vida de una sociedad dependen casi exclusivamente del crecimiento de la productividad.

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Krugman, tal como lo refleja el título de su libro, era pesimista en cuanto al futuro de Estados Unidos precisamente porque veía que ni la agenda política ni el debate público estaban enfocados en incrementar la productividad de los factores de producción. Es importante destacar que a principios de los años noventa existía cierto consenso en el mundo académico sobre la productividad en Estados Unidos, el cual establecía que los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial se caracterizaron por el dominio tecnológico americano a lo largo de un amplio espectro de industrias, y que, desde fines de los años sesenta, ese dominio se fue evaporando, y en algunos casos hasta llegó a desaparecer completamente (Nelson y Wright, 1992). Sin embargo, a partir de 1995 la economía americana resurgió, dando lugar a un nuevo consenso que establece que el desarrollo y despliegue de la tecnología informática  han sido la base del resurgimiento americano (Jorgenson et al., 2005).

Referencias

Jorgenson, D., M. Ho y K. Stiroh (2005). Productivity. The MIT Press, vol 3.

Krugman, P. R. (1994). The age of diminished expectations: US economic policy in the 1990s. MIT press.

Nelson, R. y G. Wright (1992). “The Rise and Fall of American Technological Leadership: The Postwar Era in Historical Perspective”. Journal of Economic Literature, vol. 30, nro. 4, pp. 1931-64.