¿Es posible reducir los altos niveles de deuda en Europa? Irlanda lo hizo una vez

La crisis de deuda en la llamada Europa periférica ha generada un fuerte debate sobre el papel del ajuste fiscal para restablecer la solvencia fiscal y el crecimiento.

Hay dos posiciones claramente encontradas. Por un lado están los “fiscalistas” que enfatizan la necesidad de una mejora importante e inmediata en las cuentas fiscales. El argumento es que una fuerte reducción en el déficit fiscal es indispensable para restaurar la solvencia, el crédito y restablecer el crecimiento.

La principal debilidad de este enfoque es que en una economía en recesión y en la cual no es posible utilizar la política monetaria y/o cambiaria para estimular el crecimiento, una política fiscal contractiva seguramente exacerba el problema del estancamiento y el desempleo y por ende empeora las cuentas fiscales aún más. Se entra en un círculo vicioso del cual es difícil salir.

El segundo enfoque enfatiza la necesidad de restablecer el crecimiento como condición necesaria para garantizar la solvencia fiscal de largo plazo. Esta visión es particularmente importante en Europa debido a que los países de la periferia sufren altas tasas de desempleo, bajas tasas de crecimiento (que en muchos casos son negativas) y en general también problemas de competitividad que afectan sus cuentas externas y la creación de nuevos empleos.

Este segundo enfoque por ende prioriza la implementación de políticas expansivas que ayuden al crecimiento y a la solvencia fiscal de largo plazo, y está dispuesto a tolerar que los déficits continúen en el corto plazo como un mal necesario. Por supuesto que para que sea viable es necesario que el país tenga acceso a financiamiento para solventar los déficits.

¿Es viable esta estrategia? ¿Es posible para los países del Sur reducir ratios de deuda mayores a 100% del producto? El éxito irlandés en la década del ‘90 demuestra que sí.

Irlanda redujo su deuda pública de 110% del PBI en 1987 a 63.7% en diez años, llegando al mínimo de 24.7% en 2006. ¿Cómo lo hizo?: principalmente con crecimiento nominal y en menor medida, a través de la moderación del gasto público.

La economía irlandesa fue testigo de una gran aceleración económica en la década de 1990, sobre todo impulsada por el dinamismo de las exportaciones, que llegaron a crecer 25% en volumen en un año. Durante la segunda mitad de los ’90 el producto nominal creció a tasas mayores al 15% y entre el 8% y 10% en términos reales.

Por otro lado, también se acomodaron las cuentas fiscales, ayudadas tanto por el enorme aumento del nivel del producto interno como por el mayor crecimiento de los ingresos nominales respecto al gasto público. En este contexto, el déficit fiscal se redujo en más de 10 puntos como porcentaje del producto y el gasto, que en los ’80 equivalía al 50% del PBI, pasó a representar alrededor del 30% a fines de los ’90.

Si bien la inflación es otra opción para financiar una expansión del gasto público y licuar la deuda en el tiempo mediante el impuesto inflacionario, en Irlanda contribuyó sólo marginalmente. Las variaciones anuales del nivel de precios en los ‘90 se situaron en promedio alrededor del 3%. Recién en el año 2000 trepó a 5.2% pero nunca se disparó.

La lección de política económica es clara. Para restablecer la solvencia fiscal en países que tienen abultados niveles de deuda pública y problemas de competitividad, lo que habría que buscar es establecer condiciones que generen las bases de crecimiento de largo plazo. Austeridad sin competitividad o condiciones atractivas para la inversión no funcionan.