Los déficits gemelos en energía

El discurso de reincorporación a sus funciones de CFK sirvió para blanquear una parte importante de los motivos de la presión sobre las empresas petroleras en la Argentina. La noticia no fue una gran novedad: ya se intuía y comentaba que la denuncia de discriminación indebida de precios en el mercado de gas-oil ocultaba un enojo más profundo asociado al problema de inversiones y de giro de utilidades al exterior, que devela desde hace rato al gobierno nacional. Aún cuando ello sea así, conviene separar los tantos y no mezclar motivaciones y decisiones que son conceptualmente diferentes. Una cosa es el caso del mercado del gas-oil y otra bien distinta la referencia de CFK a que el déficit comercial externo de la Argentina se alimenta del desbalance energético, que a su vez se explica por la caída de la producción, que a su vez se explica por la caída de la inversión en el upstream hidrocarburífero. Luego, como si fueran cosas que no tienen nada que ver, CFK dijo que los precios de la energía en la Argentina tienen que responder a los costos domésticos, repitiendo la doctrina instalada en el discurso oficial desde 2004 de que la Argentina no acepta que sus precios domésticos estén dictados por los precios internacionales. Aquí es, en mi opinión, donde radica el principal problema que tiene la Argentina en materia de política energética. Es que la Argentina ya está pagando precios internacionales de la energía en las cuantiosas importaciones que tiene y eso va a ir creciendo en el tiempo. Es decir que el objetivo de aislarse de los precios internacionales, un lujo que pueden darse países exportadores netos de petróleo, ya se acabó para la Argentina. Hay una parte del discurso que hace un ruido terrible en su contrastación con la realidad.

Revertir la actual posición de la Argentina es complicado porque ahora sabemos (cosa que no sabíamos en 2003) que se requiere un cambio tecnológico hacia la producción no convencional de hidrocarburos y una discontinuidad mayor en materia de inversiones (ver Navajas, 2011a). Esto no va a poder lograrse con la “tecnología” de mostrar permanentemente los dientes queriendo controlar los costos, precios, importaciones, el giro de dividendos y además presionando para que las utilidades se reinviertan a perpetuidad (lo cual además de ser un equívoco serio en materia económica es una invitación a que nadie venga a invertir). El gobierno está frente a una perfecta crisis de identidad energética (ver Navajas, 2011b) y camino a sufrir una disonancia cognitiva cada vez mayor. Ve que el desbalance se agranda y no puede o no quiere aceptar que la raíz del mismo requiere cambiar el paradigma instalado desde 2003.

Una parte de la confusión conceptual sobre este problema está agravada por el tema de los subsidios y la creencia casi generalizada de que el gobierno está cambiando el paradigma energético porque está empezando a reducir los subsidios. Que esto último sea cierto no implica lo anterior. Es que el problema mencionado arriba, referido al creciente desbalance comercial en energía no se resuelve automáticamente con la eliminación de los subsidios, si las señales de precios no se extienden al lado de la oferta y, por el contrario, se lleva adelante una política agresiva como la descripta antes. Es cierto que va a haber menor desequilibrio externo si es que precios más altos ayudan a controlar la demanda en el corto y mediano plazo y hacen “despertar” una demanda genuina por mayor eficiencia energética. Esto último es una buena noticia. Pero aún cuando la demanda de energía se “discipline”, como muestran los datos de las experiencias de Brasil en 2001 y Chile en 2008, esto puede ser cuantitativamente menor frente a la debacle de la oferta convencional de hidrocarburos, especialmente gas natural. Las pocas investigaciones que existen sobre este proceso (ver Barril y Navajas, 2011a) indican un fenómeno muy generalizado a diferentes áreas y empresas que sólo va a poder revertirse con muy buenos resultados en descubrimientos de yacimientos no convencionales. Si en 2004 era la demanda la que explicaba mayormente la anatomía del desbalance energético, desde 2007 el foco de atención se trasladó al lado de la oferta. La Figura 1 muestra la tijera que representa la caída de la producción de gas natural y el aumento de las importaciones netas. Desde mediados de 2007, cuando las importaciones netas de gas natural se hacen positivas, la caída de la producción explica casi totalmente la suba de las importaciones. El gobierno está en camino, pero todavía lejos, de encontrar el antibiótico específico apropiado para manejar el problema de la demanda de energía. Pero luce muy mal en el “remedio” que quiere usar del lado de la oferta.

Producción: linea roja, eje ezquierdo. Importaciones netas: línea azul, eje derecho

Producción e importaciones netas de gas natural. Producción: linea roja, eje ezquierdo. Importaciones netas: línea azul, eje derecho

Los subsidios son la cara del desbalance fiscal con la energía a la cabeza no sólo en la foto sino, mucho peor, en la película. Pero la Argentina tiene un problema de “déficits gemelos” en energía que ahora está mucho más que antes ligado a la caída en la producción doméstica de gas natural. Este va a continuar siendo el motor principal de los subsidios en energía. La ecuación fundamental que ha explicado y va a explicar la evolución de los subsidios en gas natural es que los cargos de importación (promedio) de “equilibrio presupuestario”, es decir de déficit cero, son una función del precio de importación y de la brecha entre demanda y oferta como porcentaje de la demanda Es decir las importaciones respecto a la demanda). Esta ecuación dice que hay cuatro “drivers” en la película de los subsidios: a) precios de importación de energía; b) tipo de cambio; c) demanda y d) oferta. De todos ellos, el más estructural o a largo plazo es el último. Una caída continua de la oferta de gas natural agranda el déficit externo, agrega vulnerabilidad externa y mueve la economía a un tipo de cambio real más alto, aumenta el déficit fiscal directa e indirectamente (porque el déficit en generación eléctrica se afecta por la ausencia de gas o por precios más altos) y requiere mayor eliminación de subsidios, es decir mayores precios y mayor esfuerzo por el lado de la demanda (ver FIEL, 2011).

En la descripción anterior existe la invitación a imaginarse algún espiral o trampa de la que se puede hacer difícil salir. A los economistas nos encanta descubrir estos laberintos. Descifrarlos y exponerlos entre nosotros ayuda a explicar fenómenos pero no sirve mucho si no logramos que los argumentos se escuchen y se entiendan. Esta es la parte más difícil de la historia. El problema es que el gobierno está encerrado en un laberinto en materia de política energética y no reconoce que la salida implica adaptarse a un nuevo contexto y cambiar el paradigma, para motivar un big-bang tecnológico que el país necesita desesperadamente para revertir la caída de la oferta de hidrocarburos.

Referencias

Barril D. y F. Navajas (2011), “What Drove Down Natural Gas Production in Argentina?”, http://mpra.ub.uni-muenchen.de/35726/

FIEL (2011), “Informe de Energía y Economía” Cuarto Trimestre 2011, Diciembre 30.

Navajas F. (2011a), “Energía, enfermedad holandesa y maldición de recursos”, Documento de Trabajo Nº108 FIEL y en prensa Boletin Informativo Techint Nº306, Sept-Dic 2011.

Navajas F. (2011b) “Una crisis de identidad energética”, http://colectivoeconomico.org/2011/07/22/una-crisis-de-identidad-energetica/