Por Juan Camilo Cárdenas y Ximena Cadena
Facultad de Economía – CEDE, Universidad de Los Andes
El capital social de una sociedad, como muchos otros capitales, es para ponerlo a trabajar. La diferencia el capital físico, sin embargo, es que cuando no se usa el capital social, éste no produce retornos, ni mantiene su valor. Por eso autores como Bowles & Gintis (2002) incluso proponen hablar de mecanismos comunitarios –como procesos, y no de capital social como un acervo.
De cualquier manera, en América Latina la “infraestructura” social sobre la que se soportan estos mecanismos desde la comunidad es relativamente débil y de niveles bajos, si comparamos con otras regiones. Paradójicamente, la región también ha mostrado en las épocas recientes que los ciudadanos recurren a mecanismos informales de aseguramiento y apoyo mutuo a través de relaciones de intercambios, préstamos y regalos entre conocidos y por fuera del sistema formal privado o estatal.
¿Qué hacer entonces en una región con niveles tan bajos de participación en organizaciones sociales cívicas, y en donde la resolución de muchos de estos problemas de acción colectiva en la ciudadanía se los dejamos al gobierno local o nacional?
Efectivamente venimos observando manifestaciones de movilización social y política (Yashar, 2005) que tradicionalmente han mostrado procesos de levantamiento de la protesta social (e.g. indígenas, educación, algo en medio ambiente). Sin embargo la base del capital social que debería estar cimentada en las organizaciones cívicas para representar nuestras preocupaciones como trabajadores, como vecinos, como beneficiarios de un ambiente sano, como consumidores, como votantes y tantas otras dimensiones es muy pobre. Segundo, los niveles de confianza inter-personal también muestran niveles relativamente bajos.
América Latina ha tenido tradicionalmente niveles bajos de capital social, y el poco que existe está asociado a la familia y a la afiliación religiosa, principalmente católica. Algunos datos de Klesner (2007) en la gráfica nos muestran las diferencias de algunos países de la región con respecto a otras latitudes.
La Encuesta Mundial de Valores (WVS) nos puede dar algunas pistas más de nuestra región ya que se han venido incluyendo preguntas adicionales a la ya tradicional sobre si se puede confiar en general en los demás o no. Aquí van algunas tablas para preguntas pertinentes a la discusión, incluyendo variaciones a esta pregunta que nos confirman el bajo nivel de confianza en el vecindario. Un ejemplo es el de la confianza hacia quienes conocemos por primera vez.
Cuando ya los conocemos se reduce esta desconfianza, pero algo persiste. En esta siguiente tabla, para los mismos países vemos ahora que aun desconfiamos de un 34% de nuestros conocidos. Esas son las redes permanentes sobre las cuales construimos relaciones de intercambio de favores, negocios, información o regalos. Cuando pasamos al ámbito familiar vemos el gran cambio en la confianza. El 95% de los mas de diez mil encuestados manifiestan niveles de confianza hacia sus familiares. Se nos viene un problema: la transición demográfica de la región nos va a dejar cada vez menos familiares en quien apoyarnos para sustentar este capital social.
Y la última de estas preguntas: la inmensa desconfianza en los extranjeros. ¿Así nos queremos insertar en la tal globalización? Desconfiamos de tres cuartas partes de las personas de otra nacionalidad!.
Los efectos económicos positivos del capital social se han reportado numerosamente en la literatura. Para Colombia ya Polanía (2005) había hecho algunas estimaciones del efecto positivo del capital social horizontal en el ingreso de los hogares urbanos, y cómo se transmite a través de la acumulación de capital humano.
Todas estas preocupaciones nos han llevado en el proyecto de la Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes, ELCA, a recolectar información sobre los aspectos más importantes de la confianza en los demás, el uso de las redes sociales para enfrentar las adversidades, y la participación en organizaciones sociales para sustentar ese mantenimiento de esos procesos comunitarios.
La ELCA es un proyecto ambicioso que el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico CEDE y la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes comenzaron a implementar en 2010 para conocer las dinámicas de los hogares colombianos a la largo de una década. La ELCA encuesta más de 10.000 hogares, cerca de 6.000 hogares urbanos de estratos 1 a 4 en 48 municipios representativos a nivel nacional y de 5 regiones geográficas; y casi 4.800 hogares rurales de pequeños productores en 17 municipios rurales representativos de 4 micro regiones. La ELCA incluye información innovadora sobre niños, salud, educación, mercados laborales, tierras, capital social, choques, producción, acceso a servicios financieros, entre otros. Para más detalle sobre la ELCA se puede ver una entrada reciente de este Blog.
En la primera oleada durante el 2010 se recogieron datos sobre aspectos como la membrecía de los individuos a organizaciones sociales, políticas, o religiosas. Los datos revelan un panorama no muy promisorio para el caso Colombiano. El 85.7% de los individuos en la muestra urbana no pertenece o participa en organización social alguna sea esta religiosa, cultural o política. Para el caso rural este porcentaje es un poco menor (73.78%) pero sigue reflejando la muy baja participación de los hogares en organizaciones de redes sociales donde se construyen los lazos de apoyo, reciprocidad, intercambios, aseguramiento ante el riesgo, intercambio de información y demás mecanismos que le permiten a grupos locales proveer los bienes y servicios públicos que el estado no logra hacer llegar a las comunidades. Del 14.3% urbano que sí reportaron ser miembros de alguna organización, los casos de juntas de acción comunal (3.18%) y las organizaciones religiosas (6.05%) se destacan. Las demás posibilidades (caridad, política, sindical, educativa, étnica, cultural, deportiva, ambiental) cuentan con porcentajes supremamente bajos. En el caso rural el panorama también es similar. Del 26.2% que sí participa el 17.19% lo hace en Juntas de Acción Comunal, 3.75% en organizaciones religiosas y 2.65% en organizaciones educativas.
Estos porcentajes de participación en organizaciones sociales son también bajos para el resto de la región de América Latina como podemos derivar de la WVS. Sin embargo en estos indicadores Colombia muestra niveles menores a países como México, Brasil y Chile. Por ejemplo, el porcentaje de miembros activos o inactivos en sindicatos es del 14.8, 19.2 y 17% respectivamente, mientras que en Colombia (2005) esa fracción fue de un 3.2%. El porcentaje de miembros activos e inactivos de partidos políticos en esos mismos países de referencia era de 19.3, 10.4 y 13.8% respectivamente, mientras que en Colombia era del 6.7%. Mientras el promedio de membrecía en organizaciones ambientales en esos países era de 8.64%, en Colombia apenas era del 4.8%. En donde se aprecia mucha más actividad es en la participación en organizaciones religiosas donde cerca del 50% en promedio reporta ser miembro activo o inactivo de alguna iglesia u organización religiosa, para los mismos países que venimos comparando (Mexico, Argentina, Brazil, Chile, Peru, Uruguay, y Colombia).
Volvamos a los datos de la ELCA. Ya hemos reportado que Colombia muestra niveles preocupantes de participación en las organizaciones cívicas (no religiosas) que prende la alerta sobre las posibilidades de recurrir al capital social como motor de desarrollo como ocurre en otras regiones del mundo. Sin embargo, a pesar de los bajos niveles de participación en organizaciones sociales, los colombianos recurren a familiares y amigos cuando necesitan, por ejemplo, créditos. Y es que este grupo constituye la segunda fuente de financiamiento más importante en el país, después de los bancos e instituciones financieras. Del 51% de los hogares urbanos que tienen algún tipo de crédito, 20% reporta tener créditos con familiares y amigos, y en el estrato 1 llega hasta 27% es más común que los créditos de prestamistas (o agiotistas) cooperativas y fondos de empleados, y que los rápidamente en ascenso créditos de almacenes de cadena. En las zonas rurales su importancia es aún mayor, 31% de los hogares con créditos reportan créditos con familiares y amigos.
La relevancia de los familiares y amigos como fuente alivio se vuelve aún más importante en momentos difíciles. La ELCA indaga sobre la ocurrencia de choques que desestabilizaron al hogar durante los últimos 12 meses y las reacciones o mecanismos que utilizaron para mitigarlos. Las reacciones relacionadas con el aseguramiento informal (pedir ayuda a familiares, amigos o a otras personas de la comunidad y endeudarse con familiares y amigos) fueron las más destacadas frente a eventualidades relacionadas con enfermedad o pérdida de algún miembro del hogar (43% de los hogares afectados en la zona urbana y 28% en la rural) –y los choques de salud fueron los más frecuentes-. Cerca del 60% de los encuestados en las zonas urbanas que tiene un trabajo reportó haberlo conseguido “pidiendo ayuda a familiares, amigos y colegas”. Los colombianos parecen recurrir a sus redes en situaciones de emergencia: cuando necesitan trabajo, financiamiento, o ayuda frente a un evento inesperado, pero han escogido mantener ese recurso más espontaneo e informal de lo que es por definición: no se involucran en organizaciones sociales.
Bogotá, que alguna vez se caracterizó por ser referente nacional en civismo muestra indicadores preocupantes frente al resto de la muestra urbana comparable. Por ejemplo, el 88% de los encuestados urbanos de la capital no pertenece a organización social alguna, siendo incluso un 2.78% menor que el promedio urbano de Colombia.
Otras preguntas de la encuesta ELCA reitera esta pobreza de capital social y de mecanismos de pro-socialidad. Al preguntar a los hogares rurales sobre su uso del tiempo cotidiano, apenas 85! de los mas de 8,300 jefes de hogar o cónyuges mencionaron haber dedicado tiempo a “Ayudar a otros hogares en forma gratuita, o Actividades de servicio social o a la comunidad”.
Otro módulo de la encuesta fue aplicado a cientos de líderes de las comunidades rurales y urbanas de la muestra. Allí confirmamos algunas tendencias de la encuesta a hogares. Los líderes en zonas urbanas reportaron niveles de colaboración entre vecinos mucho menor que en zonas rurales. Mientras que sólo 34% de los líderes urbanos respondieron que los habitantes del barrio “se ayudan mucho” 56% lo hicieron en las veredas rurales. En 13% de las comunidades urbanas los líderes afirmaron que los vecinos “no se ayudan” empujado por Bogotá y la región Pacífica donde la cifra alcanza 19%. Esta dificultad para ayudarse entre vecinos también se refleja en la capacidad para resolver conflictos. Los líderes de Bogotá reportaron que el 20% de los conflictos no penales entre vecinos se resolvían entre las mismas partes mientras que ese promedio urbano para el resto del país fue del 40.6%, y el promedio rural del 64.4%.
Tenemos pues una serie de patrones que invitan a la discusión sobre el papel que cumplen estos mecanismos desde lo comunitario en ausencia o presencia de sistemas desde el estado y el mercado para resolver la provisión de bienes y servicios esenciales para la sociedad. Partha Dasgupta (2007), al referirse a los procesos de desarrollo económico y el surgimiento de las instituciones informales de la confianza y la comunidad, en contraste con las instituciones formales del estado y los mercados, planteaba la siguiente proposición sobre la sustitución entre unas y otras: “Todo esto está en línea con el argumento acerca las instituciones que he venido manejando, es decir, que las relaciones de largo plazo son con frecuencia sustitutos de la confianza en que los funcionarios del gobierno provean los servicios públicos o de la confianza en la habilidad de los mercados formales para funcionar adecuadamente. Tal vez las personas entran en relaciones de largo plazo cuando no pueden confiar en las otras instituciones que podrían servir esos propósitos.”
El problema que Dasgupta no incluye es cuando el capital social y la confianza para sostener esas relaciones de largo plazo son débiles, y además los mercados y los funcionarios públicos no pueden proveer todos los servicios deseados. Allí queda un vacío por ocupar y un problema por resolver.
Referencias.
Bowles, S. and H.Gintis (2002) “Social Capital and Community Governance”. The Economic Journal, 112 (November), F419–F436.
Dasgupta, Partha (2007) “Economics: A Very Short Introduction”. Oxford University Press. Oxford.
Klesner, Joseph L. (2007) “Social Capital and Political Participation in Latin America: Evidence from Argentina, Chile, Mexico, and Peru”. Latin American Research Review, Vol. 42, No. 2, June 2007
Polanía, Sandra (2005). «Capital social e ingreso de los hogares del sector urbano en Colombia,» REVISTA DESARROLLO Y SOCIEDAD, UNIVERSIDAD DE LOS ANDES-CEDE.
Yashar, Deborah J. (2005). «Contesting citizenship in Latin America: The rise of indigenous movements and the postliberal challenge». Cambridge: Cambridge University Press.