Publicado por La Tercera, suplemento Reportajes, 08 de Mayo de 2011
Las políticas económicas seguidas por el gobierno de Cristina Fernández desafían muchas de las convicciones más profundas que tenemos la mayoría de los economistas. Remoción del presidente del Banco Central cuando se niega a traspasar seis billones de dólares en reservas al gobierno, expropiación de los fondos de pensiones con objeto de allegar más de cuatro billones de dólares cada año a las arcas fiscales, hostigamiento de medios opositores y de empresas extranjeras, fijación de precios, adulteración de cifras de inflación y crecimiento, y mucho más.
Los textos elementales de economía, y también los más avanzados, sugieren que un escenario dominado por políticas como las anteriores llevará a poco crecimiento y bajo bienestar. Nada de eso ha sucedido con nuestros vecinos allende los Andes, que vienen creciendo como avión desde el 2003. Ya el 2005 habían sobrepasado los niveles de producción alcanzados antes de la crisis del 2001, y durante el período 2005-2010 crecieron a tasas anuales promedio en torno al 7%.
Todo parece indicar, entonces, que estamos en presencia de un milagro económico, un país que crece rápido, con políticas que no se asocian con el desarrollo o el crecimiento económico, sino todo lo contrario.
Desgraciadamente, no es así. Los efectos de corto plazo de las políticas transandinas, analizadas una a una, no son grandes. Pero los efectos negativos se acumulan y, con el tiempo, su efecto llega a ser importante.
No tener datos oficiales confiables de inflación imposibilita contratos indexados en pesos, lo cual encarece la provisión de ciertos bienes y servicios (por ejemplo, viviendas). Las distorsiones que esto crea seguramente cuestan unas décimas de producto cada año, no más.
Expropiar los ahorros previsionales llevará a tasas de ahorro menores, con una fuga de capitales importante, pero mientras sigan altos los precios internacionales de la soya y otras exportaciones, bastará con gravar esos ingresos y no se notará mayormente. Nuevamente, algunas décimas de producto perdidas y no mucho más.
Que el gobierno ejerza presión sobre inversionistas extranjeros para que vendan sus empresas a empresarios locales de su confianza, que se persiga judicialmente a gerentes de empresas extranjeras, de seguro reduce la inversión extranjera, pero los efectos toman años en manifestarse con fuerza, por lo cual, por el momento, sólo unas décimas adicionales de menor producción.
Que el gobierno haya decidido mantener artificialmente bajos los precios de la energía, remunerando de manera apropiada sólo las nuevas inversiones, ha llevado a que las inversiones más recientes sean en tecnologías menos eficientes, como la térmica, pero donde las inversiones que pueden ser expropiadas son menores. En el corto plazo, el precio promedio de la energía se mantiene bajo, debido a precios artificialmente bajos para inversiones antiguas, mientras que en el largo plazo cae la productividad y, eventualmente, el precio de la energía será mucho más alto de lo que hubiese sido con políticas apropiadas. Por el momento, ni siquiera unas décimas de producto perdido.
Que se haya producido un notable deterioro del nivel profesional en el sector público, donde operadores políticos o intelectuales poco sofisticados -aún recuerdo al regulador del sector eléctrico que argumentó que la competencia en dicho sector no es posible, porque todos los electrones son iguales- han reemplazado a profesionales con calificaciones técnicas, probablemente conlleva un deterioro importante del desarrollo y crecimiento. Pero casi nadie se percata.
Si tomamos el efecto combinado de las políticas anteriores, estamos hablando, seguramente, de un par de puntos del producto perdidos cada año luego de un período inicial en que ni siquiera esto es obvio. Nada dramático ni notorio mientras duren los precios altos de las exportaciones argentinas. Y como las políticas seguidas han permitido a la Presidenta Fernández beneficiar, al menos en el corto plazo, a grupos importantes de electores, lo más probable es que la Señora K sea reelegida con una sólida mayoría.
Cabe preguntarse por qué los electores no dan suficiente peso a los costos de mediano y largo plazo de las políticas de gobierno. Puede ser que sean cortoplacistas, pero, a mi juicio, el factor clave, especialmente en países ricos en recursos naturales, es otro. Los votantes se equivocan sistemáticamente al asignar la responsabilidad de los vaivenes de la economía. Cuando la economía crece, dan más mérito al gobierno del que realmente tiene, cuando hay recesiones, culpan al gobierno más de lo que corresponde. En este contexto, y dados las enormes fluctuaciones de precios de las exportaciones de la mayoría de los países en América Latina, se tiene un escenario propicio para políticas populistas.
Al final, sin embargo, el efecto cumulativo de políticas que no promueven el crecimiento se hace patente. Hace 25 años, el poder adquisitivo promedio de los argentinos más que duplicaba aquel de los chilenos, hoy son prácticamente iguales. Al paso que vamos, en algunas décadas habremos dejado atrás a nuestros vecinos, si no en el fútbol, al menos en materia de crecimiento y desarrollo.
Muy interesante el aporte. Quisiera agregar además, que las políticas anti-crecimiento de los últimos 5 años han logrado cierto grado de «aceptación» social por el desprestigio en el que ha caído la profesión luego de los errores de diagnóstico cometidos por una mayoría de colegas a lo largo de la crisis de 1998-2001. Se diagnosticó que la recesión de fines de la Convertibilidad se originaba en problemas relacionados a la solvencia fiscal, cuando en realidad de lo que se trataba era de un problema de solvencia externa. Las dificultades en el frente fiscal se vinculaban a la caída en el nivel del producto, originada en los problemas de solvencia externa y de competitividad que enfrentaban las empresas.
Dicho sea de paso, se está repitiendo ese error de diagnóstico en el caso de Grecia y otros países de la Europa mediterránea, lo que posiblemente tenga el mismo tipo de consecuencias a futuro.
Eduardo cuándo sería el largo plazo? Pregunto, porque 8 años de crecimiento continuo (con la crisis en el medio) no parece poco tiempo.
Y tampoco se vislumbra en los próximos años algún tipo de recesión.
La economía ortodoxa siempre se vale del largo plazo para realizar sus críticas, sin establecer con precisión qué es el largo plazo.
Por otro lado, si dejamos por un momento el plano teórico, vemos que en la realidad lo que importa es el corto-mediano plazo. Obviamente ningún partido político (heterodoxo u ortodoxo) gana una elección hablando del largo plazo.
Saludos.
Eduardo, concuerdo bastante con lo que dices. Por un lado, se van creando una serie de distorsiones en la economía que la alejan de un funcionamiento eficiente, y que, progresivamente, irán afectando su performance. Quizás ya lo están haciendo, solo que por otros motivos (precio alto de los bienes exportables y políticas de estimulo al consumo) la economía está creciendo a tasas altas, ocultando los efectos de las distorsiones mencionadas –aunque no en todo los casos. Por ejemplo, la inversión directa extranjera ya es muy baja hoy en el país.
Entonces, la economía crece a pesar de muchas de estas políticas distorsivas, pero, en el corto plazo, también crece por ellas –por ejemplo, utilizar el ahorro de los jubilados para estimular el consumo. Aunque, claramente, esta aceleración del crecimiento no es sostenible en el tiempo.
Por otra parte, creo que Argentina no tuvo un crecimiento tan espectacular como quiere hacernos creer el Gobierno. Hay que tener en cuenta que entre 1998 y 2002, el PBI había caído un 20%. Si se considera esta baja, el crecimiento del producto potencial durante la gestión de los Kirchner no fue nada del otro mundo. Por ejemplo, el crecimiento anual promedio verdadero del período 1999-2010 fue de aproximadamente un 3%.
Una distorsión que me preocupa muchísimo a mi es el desapego a vivir dentro del marco de la ley.
También agrego que las trabas al comercio harán sentir sus efectos más temprano que tarde.
Un punto muy importante que haces, y con el que tiendo a estar de acuerdo, es el problema de atribución. En momentos de precios muy altos de los bienes exportables, se puede crecer a tasas altas (en el corto plazo, incluso estimuladas por políticas populistas). En momentos de vacas flacas, para crecer un poco más, hay que adoptar políticas, por ponerlo de alguna forma sucinta, más “pro mercado”. Muchísima gente no tiene claro el contrafactual de cada momento histórico, y por tanto incurren en este problema de atribución. Ahora bien, ¿Por qué en Chile vienen haciendo las cosas mejor? ¿Qué hace que esto no ocurra, o sea menos pronunciado, dado que también enfrentan ciclos pronunciados en los precios de los bienes exportables?
No veo el sentido del último párrafo, más bien me parece que atenta contra el argumento central de la nota. Es cierto que se ven diferencias significativas en las tasas de crecimiento de Argentina y Chile en los últimos 25 años, pero la las políticas que predominaron en ese período en Argentina son muy distintas de las políticas supuestamente anti-crecimiento de los últimos 5, que no son precisamente las que explican la divergencia.
Eduardo, creo que no hay que dejar de sorprenderse con el crecimiento de los últimos años. No lo llamaría milagro pero si fuerte período de crecimiento (y para nada le estoy atribuyendo este crecimiento al gobierno y sus supuestas políticas pseudo progresistas).
Como vos decís, hace 25 años el PBI per capita era aproximadamente un 250% superior al chileno, el cual para 2010 se redujo a un 160%. Pero no hay que olvidarse que en el 2002 esta cifra ascendía a 128%.
Por ultimo, Sebastián, es verdad que entre 1998 y 2002 se redujo un 20%, pero luego de 2003 a 2010 creció más de un 50%.
Es cierto lo que señala Engel, pero hay algo que se nos está pasando por alto y es que no tenemos una teoría para explicar esto que precisamente estamos viviendo en Argentina.
Es decir, una situación en el que se introduce una cantidad importante de restricciones y sin embargo, se esté creciendo como se crece actualmente. No tengo dudas que estás restricciones a las importaciones van a tener su efecto en en el mediano plazo en la productividad de la economía, pero se me viene a la cabeza los años 60 en Argentina. Se creció y se creció muy bien, donde la brecha entre el output per worker entre Argentina y USA, se mantuvo constante. Sin embargo, la cantidad de restricciones presentes en la economía eran considerables.
Me gustaría ver un modelo que premitiera explicar este tipo de situaciones. Creo no lo tenemos todavía. Si alguien conoce alguno, comente por favor.
economist.comHablando del milagro económico, aquí hay una lista de los países más vulnerable a sobrecalentamiento económico, por «The Economist». Argentina es numero uno!
http://www.economist.com/node/18895150?story_id=18895150&CFID=173052931&CFTOKEN=76541139
Claro gastarse todo el PBI en aviones norteamericanos de combate es una buena politica economica, por favor les falta mucho todabia para compararse con Argentina.
Me pareció muy bueno el post.
Yo creo que el cortoplacismo es un factor clave para explicar el porqué del respaldo a estas políticas.
Creo también que la posibilidad de preocuparse por el «mediano y largo plazo» es un lujo que sólo una parte de la sociedad se puede dar, pero algo que los políticos deben hacer.
Creo que el cortoplacismo y la pobreza son dos realidades que se potencian, y que pueden dar lugar a un «círculo vicioso» o «equilibrio subóptimo». Este es un tema que siempre me interesó. Entiendo que este no es la cuestión central del post pero aprovecho para preguntar si alguien conoce bibliografía al respecto.
Saludos.
Santiago.
[…] considerablemente (tal cual lo anticipaba Eduardo Engel en su primera entrada en Foco Económico: El milagro económico argentino). Nos hemos consumido la infraestructura acumulada durante la década del 90. Esta inversión, […]