En una nota hace unos meses escribí acerca de los determinantes del tipo de cambio real (TCR) en el corto plazo (ver aquí). En esta ocasión voy a escribir sobre el tipo de cambio real de largo plazo y de lo que se conoce en la literatura como el efecto de Harrod-Balassa-Samuelson (HBS). Esto es particularmente pertinente para la Argentina en donde se argumenta que uno de los pilares del modelo de desarrollo de la primera década del siglo XXI ha sido el tipo de cambio real competitivo. Varias veces la presidente Cristina Fernández de Kirchner reiteró el compromiso del Gobierno de mantener un tipo de cambio competitivo para «que sea un negocio producir y exportar».
La teoría desarrollada por HBS sostiene que en el largo plazo el TCR está determinado por la productividad relativa entre dos países. Esto es el argumento desarrollista dado vuelta: la productividad (el nivel de desarrollo) determina los precios relativos entre países. Más aún, esta teoría implica que todo intento de controlar el tipo de cambio real a través de política monetaria (flotación administrada en el discurso de CFK al abrir el congreso) o de la administración de la demanda es fútil en el largo plazo.
La teoría está basada en dos supuestos fundamentales.
El primero es que en el largo plazo se producen tanto bienes transables como no transables. Esto implica que el valor de la productividad marginal de cualquier factor de producción tiene que igualarse entre la producción de bienes transables y no transables. En símbolos, PMt = pn x PMn, donde PM es la productividad marginal de un factor de producción en cada uno de los sectores y pn es el precio relativo de los bienes no transables en términos de los transables (en la nota anterior vimos que el TCR está determinado por el precio de los bienes no transables en términos de los comerciables internacionalmente). Si esta igualdad no se cumple, uno de los dos bienes no se produciría. De aquí se desprende que el precio relativo de los bienes no transables es simplemente el cociente de las productividades marginales de largo plazo entre el sector T y el sector N. Por lo tanto, la única manera de manipular el TCR en el largo plazo desde el sector público es con políticas que afecten la productividad.
El segundo pilar de la teoría de HBS es el supuesto de rendimientos constantes a escala. Esto equivale a decir que dada cualquier tecnología para producir algún bien en una unidad productiva siempre es posible construir otra unidad productiva igual. Bajo este supuesto no es difícil demostrar que el cociente de productividades marginales (PMt/PMn) es independiente del tamaño relativo de los sectores N y T y, por ende, el precio relativo de los bienes N también lo es (pn = PMt/PMn). Por ejemplo, si un incremento en la riqueza lleva a un aumento de la demanda de bienes N, el sector T se achica y el N se agranda sin que cambie ni la productividad relativa entre los sectores ni el precio relativo. En una economia con capital y trabajo la expansión del sector N requiere llevar trabajadoras y capital a dicho sector, lo cual puede demandar bastante tiempo.
La lógica del párrafo anterior implica que no puede haber factores de producción fijos. Es por esta última observación que en el corto plazo la teoría de HBS no se aplica. Si el stock de capital esta fijo, el trabajo presenta rendimientos decrecientes a escala y estamos en el caso de la entrada anterior en el que la oferta de bienes N tiene pendiente positiva y la demanda agregada importa para determinar el TCR.
Evidencia empírica
La teoría de HBS sobre la determinación del TCR de largo plazo puede aplicarse a cualquier par de economías entre las que haya variación entre las productividad relativas de los sectores N y T. Esto puede referirse a distintas regiones dentro de un país (en este caso es más evidente que lo monetario es efectivamente un velo), a distintos países o a un mismo país a través del tiempo. En general, la implementaciones empíricas de este efecto toman la forma de testear la hipótesis que el precio relativo pn debe ser más alto (el TCR más apreciado) en economías cuya productividad es más alta.
Esta simplificación está basada en dos observaciones. La primera es que hay más diferencias entre economías ricas y pobres en la productividad de los bienes T que en la productividad de los bienes N (un corte de tiempo cuesta más o menos la misma cantidad de recursos—tiempo del estilista, tijera, silla y espejo—en economías ricas y pobres). La segunda es que si la productividad total de los factores cambia en los dos sectores en la misma proporción va a subir pn si el sector N es más intensivo en mano de obra que el sector T (ver pag. 106 en mis notas de clase).
Dada la importancia del TCR en la economía, la precisión de las predicciones de esta teoría y la disponibilidad de datos, no es sorprendente que la teoría de HBS sobre el TCR de largo plazo haya sido testeada en diversos contextos por un gran número de investigadores. La gran mayoría de estos estudios confirma las predicciones de la teoría (una reseña de esta literatura puede encontrarse en Wikipedia y referencias en ese artículo). La confirmación de las predicciones de esta teoría no debería sorprender a lectores que hayan viajado a regiones del mundo con distintos niveles de desarrollo.
En lo que sigue les voy a mostrar evidencia de los tigres asiáticos. Es frecuente escuchar en el medio local que una de las claves que explican el éxito del desarrollo exportador de dichos países fue el haber mantenido un TCR competitivo y estable. El siguiente gráfico muestra la relación entre el precio relativo de los bienes servicios y el ingreso de Japón, Corea y Taiwan relativo a EEUU para 50 años (los datos son de las Penn World Table 6.1). Cada punto representa el precio relativo de los servicios y el ingreso per cápita para un año dado. El gráfico confirma la predicción de la teoría de HBS mostrando una clara correlación positiva entre el precio relativo de los servicios y el ingreso per cápita relativo a EEUU (que mayormente se explica por diferencias en la productividad total de los factores).
Como conclusión podemos decir que es errado pensar que el mantenimiento de un TCR es vital para el desarrollo económico de largo plazo. El TCR es una variable que ningún gobierno puede controlar en el largo plazo y que simplemente refleja la productividad relativa de los sectores productores de bienes transables y no transables. Como bien sabemos el desarrollo depende de mejorar la eficiencia de la economia aumentando su productividad.
En una próxima nota voy a escribir una tercer entada para cerrar la serie del tipo de cambio real acerca de la enfermedad holandesa.
Andy, a mi este modelo me parece razonable. Aun creo que HO es el modelo más importante en la teoría del comercio internacional. Sin embargo, en las últimas décadas, en parte buscando explicar el comercio entre países industrializados, con similares dotaciones de factores, la teoría del comercio internacional ha utilizado modelos donde no prevalece la competencia perfecta y donde hay economías de escala en la producción de bienes. Si ese fuese el caso, al menos en algunos sectores, ¿se mantendría tu argumento en este post?
Muy interesante Andy. Concuerdo contigo en la dificultad de querer utilizar el TCR, en el largo plazo no es posible.
Sería bueno conocer tu punto de vista acerca de las discusiones sobre el déficit en EEUU, los niveles de endeudamiento permitidos por su legislación, la fortaleza del dólar, sus niveles de productividad y las perspectivas sobre la tasa de interés. (Christina Romer at NY Times)
Hay recientemente algun artículo en Clarín sobre la recomposición «anticipada» de cartera de los agentes respecto a las elecciones de octubre. Cómo ves ambos temas?
Un excelente post. Espero que no tardes mucho en escribir ese tercer post sobre el TCR y la enfermedad holandesa.
[…] de este resultado poderosísimo es que este precio relativo es independiente de la demanda. En esta vieja entrada en FE hay evidencia empírica apoyando la validez de la […]