Guerras y conflictos armados: ¿un atajo para desarrollar la capacidad estatal?

Por Marcela Eslava y Maurico Cárdenas

Por extraño que suene el título de este post, hay todo un cuerpo de literatura en sociología, ciencia política y, más recientemente, en economía, que habla de las guerras como una fuente de incentivos para fortalecer al Estado (Tilly, 1990; Stubbs, 1999; Desch, 1996; Besley y Persson, 2008, 2009). La idea es simple y plausible: las guerras son momentos únicos de unidad nacional, en los  que emerge consenso sobre la necesidad de fortalecer las instituciones que soportan al Estado con el objetivo de enfrentar el conflicto. Ese consenso permite afianzar el sistema impositivo, para recaudar los recursos que luego se invertirán en fortalecer la capacidad estatal, tanto en lo militar como en otras dimensiones.

Varios autores han apuntado a episodios históricos que respaldan esta visión, entre ellos la emergencia y consolidación de los sistemas impositivos modernos en Europa y los Estados Unidos. La economía, con los trabajos pioneros de Besley y Persson (2008, 2009), ha aportado dos elementos. Primero, una caracterización de la capacidad del Estado en términos de una dimensión fiscal (capacidad para recolectar impuestos) y una dimensión legal (capacidad para proveer seguridad legal).  Segundo, evidencia estadística que muestra una relación sistemática y positiva entre  el número de años en que un país ha estado en guerra y su capacidad estatal en estas dos dimensiones.

Se suele pensar en esta visión casi como una caracterización histórica, pero puesta en términos de “lecciones de política” para el mundo contemporáneo sus implicaciones resultan inquietantes: las guerras serían un atajo para fortalecer instituciones que, otros han argumentado, conducen al desarrollo económico. Particularmente inquietantes son estas “enseñanzas” para quienes, como los colombianos, hemos sufrido las consecuencias de un conflicto violento desde que tenemos memoria. La literatura esgrime lo que parecería una buena respuesta para esta última inquietud. Se argumenta que, mientras las guerras con otros países tendrían el efecto virtuoso de crear consenso para fortalecer al Estado, los conflictos internos implicarían una división interna depredadora de la capacidad estatal (Centeno, 1997 y 2002; López-Alves, 2000; Besley y Persson, 2008). Pero la lógica del argumento inicial (que un fuerte conflicto puede generar unidad para lucharlo fortaleciendo al Estado) parecería también poderse aplicar a los conflictos internos. De hecho, muchos en Colombia argumentan que éste ha sido el caso con el Estado colombiano en los últimos años: el conflicto interno habría alcanzado tal magnitud que la población se habría unido en torno al Estado para rechazar las fuerzas armadas ilegales, lo que habría permitido el fortalecimiento militar del Estado, seguido por su fortalecimiento en otras áreas. En últimas, pues, queda abierta la inquietud de si involucrarse en conflictos armados (externos o internos) acaba siendo virtuoso en términos del fortalecimiento del Estado, como la mencionada hipótesis y alguna evidencia tanto casual como estadística sugieren.

En un reciente artículo (Cárdenas, Eslava y Ramírez, 2011), re-evaluamos la relación empírica entre la ocurrencia de conflictos armados y la capacidad estatal.  El trabajo contribuye dos elementos al debate. Por un lado, proponemos una explicación alternativa para el hallazgo de una correlación positiva entre la ocurrencia de guerras entre países y la capacidad estatal. Por otro, profundizamos al respecto del impacto de conflictos sobre la capacidad estatal, aprovechando la evidencia que el conflicto interno colombiano ha producido.

En cuanto al primero de esos elementos, argumentamos que la relación positiva que se ha encontrado entre la presencia de guerras y la capacidad estatal no es evidencia de que sean las primeras las que llevan a mejorar la segunda. De hecho, proponemos, la causalidad probablemente se da en la dirección contraria: son los estados más fuertes los que se involucran en conflictos armados. A la vuelta de unas décadas esos estados más fuertes continúan siendo  más capaces, pero no necesariamente por efecto de las guerras que lucharon, sino porque tenían mejores instituciones desde un comienzo. Nuestra hipótesis resulta soportada por los datos: una vez descontamos el efecto de la capacidad estatal inicial (la que el país tenía antes de embarcarse en esos conflictos), y el hecho de que hay persistencia en la capacidad estatal, no encontramos ninguna evidencia de que la ocurrencia de guerras y mejore la capacidad estatal.

Nuestros datos también rechazan la hipótesis de que los conflictos internos que  alcanzan una magnitud suficiente logran incluso fortalecer la capacidad del Estado.Como Besley y Persson (2008), encontramos que la ocurrencia de un conflicto interno conlleva una disminución significativa de la capacidad estatal. Aún más, el efecto negativo se fortalece, en lugar de reversarse, cuando el conflicto se vuelve más severo.

Más interesante aún resulta observar cómo diversas manifestaciones del conflicto tienen efectos diferenciales sobre diversas dimensiones de la capacidad estatal. En el caso colombiano, la evidencia que encontramos muestra que los eventos que hacen sentir a los civiles blanco directo del conflicto (secuestros y desplazamiento forzado) afectan de manera más intensa la capacidad de los gobiernos locales para recaudar impuestos. El resultado sugiere una pérdida de confianza de los individuos en un aparato estatal incapaz de ofrecerles seguridad, que mina su disposición a tributar. Por otra parte, los ataques de guerrilla y paramilitares a estaciones militares, infraestructura y pueblos, tienen un impacto negativo sobre el gasto en infraestructura por parte de los gobiernos locales. Estos son eventos de impacto menos focalizado y menos concentrado en la población civil que los secuestros o el desplazamiento, que ocurren por lo general en zonas donde la influencia de los grupos ilegales es considerable. Es posible que el efecto negativo sobre el gasto público sea reflejo de una captura del Estado por parte de grupos ilegales en estas regiones. También puede simplemente reflejar la imposibilidad de que el Estado se concentre en su papel de proveedor de bienes y servicios públicos.

Para tranquilidad de quienes nos inquietamos con la idea de que el conflicto armado puede ser visto como una forma de fortalecer el Estado, nuestros hallazgos señalan a claros efectos depredadores de los conflictos internos, y la ausencia de una relación estadística robusta con las guerras externas.  No sólo, como bien sabemos, tienen estos conflictos unos altos costos en términos de vidas humanas, infraestructura y producción cesante, sino que también minan la disposición de los individuos a invertir en un Estado que no garantiza seguridad y tranquilidad.

Referencias

Besley, T., and Persson, T. (2009). The Origins of State Capacity: Property Rights, Taxation, and Politics. American Economic Review , 99 (4), 1218-44.

Besley, T., and Persson, T. (2008). Wars and State Capacity. Journal of the European Economic Association , 6 (2-3), 522-30.

Cárdenas, M., Eslava, M. and Ramírez, S. (2011). External wars, internal conflict and state capacity: Panel data evidence. Working paper Brookings Institution.

Centeno, M. A. (1997). Blood and Debt: War and Taxation in Nineteenth-Century Latin America. American Journal of Sociology , 102 (6), 1565-605.

Centeno, M. A. (2002). Blood and Debt: War and the Nation-State in Latin America. University Park: Pennsylvania State University Press.

Desch, M. (1996). War and Strong States, Peace and Weak States? International Organization , 50 (2), 237-68.

López-Alves, F. (2000). State Formation and Democracy in Latin America 1810-1900. Durham: Duke University Press.

Stubbs, R. (1999). War and Economic Development: Expert-Oriented Industrialization in East and South East Asia. Comparative Politics , 31 (3), 337-55.

Tilly, C. (1990). Coercion, Capital and European States, AD 990-1990. Cambridge, MA: Blackwell.