Más allá del disparate inflacionario de los últimos meses (largos, ya) y de las preocupaciones más o menos fundadas sobre la consistencia fiscal y cambiaria del esquema macroeconómico contemporáneo, un nuevo frente de problemas parece emerger por el lado de las importaciones. Candidatos opositores, de los “serios” (y algunos economistas poco entrenados) proclaman su pánico ante el déficit comercial con Brasil y la caída abrupta de los excedentes comerciales. El superávit comercial, atribuido a la soja por quienes enfatizan la oportunidad de volver a una argentina agro-exportadora, languidece ciertamente. Las importaciones, que surgen en parte por la bonanza económica y su asociada apreciación cambiara, superaban a las de la convertibilidad ya en 2006, incluso desde 2003 si uno mira su relación con el PBI. Como respuesta, los paladines gubernamentales restringen importaciones sin ton ni son e imponen reglas de importación (no automáticas) con exigencias de contrapartidas exportadoras, mientras que se enarbola el derecho soberano a la protección de la producción local contra la amenaza importadora.
No quiero discutir ahora los beneficios o dificultades que se asocian a la protección comercial. Más allá del consenso (ideológico, según mi opinión) que genera estar de manera taxativa tanto a favor como en contra, este tema requiere incursionar en territorios plagados por la ambigüedad y múltiples condiciones para que el resultado sea de un tipo o de otro. Quiero, en cambio, dar un panorama del comportamiento importador de los últimos años y esbozar un nuevo foco, no económico esta vez, sino metodológico.
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Las exportaciones crecen menos que las importaciones. Desde 2002 hasta el 2009, las exportaciones crecieron 117% y las importaciones 331%. Si nos frenamos en 2008, pre-crisis global, esta tendencia aparece de manera aún más clara: entre 2002-2008, las exportaciones crecieron 173% mientras que las importaciones lo hicieron al 539%, todo esto según el INDEC.
El contraste entre las exportaciones e importaciones va más allá de su evolución. Las exportaciones son bastante “primarias” (57% en 2008 si sumamos las puramente primarias con sus elaboraciones industriales) y, por ende, menos diferenciadas (36% de las exportaciones involucran productos diferenciados de acuerdo al criterio de Rauch, revisado en 2007) y contienen bajos niveles tecnológicos; tan sólo el 30% son de contenido medio-alto o alto, siguiendo las pautas desarrolladas por la OECD (Hatzichronoglou, 1997). Las importaciones, en cambio, incluyen en su mayoría manufacturas industriales, gran parte de ellas productos diferenciados (67% en promedio) y de alta relevancia en cuanto a su tecnología incorporada (70% de las importaciones son de contenido medio-alto y alto). Esto sugiere una especialización que explota la abundancia de sus recursos agrarios. Este patrón se acentúa lentamente desde 2002.
Pero veamos mejor de qué hablamos cuando hablamos de importaciones. En la tabla que viene se descomponen las importaciones en bienes de consumo, bienes de capital, insumos y combustibles, y se puede comparar cómo ha evolucionado tal composición entre las puntas 2002-2008. A priori, el panorama no es tan desalentador. En primer lugar, Argentina importa más insumos que bienes de consumo. Si consideramos a los combustibles como insumos, esta diferencia es aún mayor. En segundo lugar, la categoría de mayor crecimiento es la de los bienes de capital; tales importaciones, potencialmente una buena noticia, constituyen cambios en stocks, no tanto en flujos, con lo que su evolución no debería sostenerse en el tiempo desinflando, quizás, las importaciones por venir.
2002 | 2008 | Crecimiento | |
Insumos | 60% | 43% | 436% |
Combustibles | 7% | 9% | 792% |
Bienes de Capital | 18% | 35% | 1377% |
Bienes de Consumo | 15% | 12% | 500% |
El hecho de que hayan crecido tanto las importaciones de bienes intermedios y de capital no debería ser, en principio, algo demasiado inquietante. De hecho, la literatura reciente reconoce la importancia de las importaciones de estos bienes para aumentar la productividad de las empresas y, por ende, su despliegue exportador (ver, por ejemplo, Goldberg, Khandelwal, Pavnick and Topalova, 2011). Más aún, los resultados preliminares de una investigación incipiente que estoy llevando a cabo con Alejandro Vicondoa sugieren que las importaciones de nuevas variedades preceden al éxito exportador a nivel de la firma; esto se ve incluso luego de la devaluación de 2002. Las empresas que en 2004 fueron exitosas en incursiones exportadoras aumentaron sus importaciones ya en 2003. El contexto de tipo de cambio alto, baja inversión y debilidad financiera de esos años le agregan fuerza a la idea de que las empresas importan para exportar o para aprovechar un mercado domestico más protegido y en crecimiento.
El fenómeno de exportar para importar (o substituir importaciones) ha ido amplificándose en estos años y puede explicar porqué las importaciones superan desde 2003 al máximo alcanzado en los años 90 (1998) cuando la apreciación real no amenazaba a la competitividad de muchas empresas o sectores productivos. Uno puede imaginarse entonces una secuencia post-devaluación en la que las importaciones, aún siendo más caras, modifican la función de producción de tal manera que se potencia el impulso competitivo generado por la política cambiaria.
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Ya vimos entonces que se importa mucho del rubro industrial. Miremos la industria como un todo. Básicamente se exporta menos de lo que se importa y esto crece en el tiempo. Esta característica persistente de la economía argentina se emerge en toda discusión sobre el comercio industrial (y por ende del desarrollo nacional), y se plasma en casi cualquier publicación oficial como no oficial sobre el tema.
El saldo comercial (definido como las exportaciones menos las importaciones del mismo bien) es claramente negativo en importantes sectores como el de autos, químicos, y productos electrónicos. Todos estos sectores requieren innovaciones constantes y alto dominio de la tecnología de punta para su éxito global. Argentina también es un importador neto de textiles y productos de papel. Excedentes surgen en sectores que elaboran recursos naturales: alimentos elaborados (incluyendo aceites y leche), vinos, o productos que le agregan cierto valor al petróleo. Tienta concluir que lo nuestro es la tierra y sus elaboraciones industriales.
Cambiemos ahora el foco, dejemos el sector y miremos a las firmas que lo componen. Estas firmas son heterogéneas en su productividad y posibilidad de generar calidad a estándares internacionales. Además varían en su capacidad de cumplir compromisos con clientes extranjeros, de establecer vínculos con redes de distribuidores en distintos países y de adaptar sus productos a gustos que van cambiando con la geografía. Por lo tanto, exportar es una actividad tan exigente que obliga a las firmas que sostienen una presencia sostenida en los mercados internacionales a ser “suficientemente buenas”. Algunas lo son y otras no. Más aún, las firmas dentro de un gran rubro producen bienes que difieren el uno del otro. Puesto así, ajustar el foco a la firma permite ver que Argentina es competitiva en muchas actividades (variedades) industriales. De hecho, llevando esta lógica al extremo y rozando la tautología, Argentina es competitiva en aquellas variedades que se exportan consistentemente. La cuestión es si estas empresas son muchas o no.
Una forma alternativa de mirar cuán competitivo es entonces un sector y de estudiar su evolución comercial es identificar si contiene a firmas exportadoras exitosas y estudiar su expansión a lo largo del tiempo. En un futuro post daré cuenta de estas firmas y las pondré en perspectiva tanto temporal como en función de su importancia sobre el total el sector. Ahora quiero hacer otro ejercicio. En Argentina, más de 15000 empresas exportaron manufacturas entre 2002 y 2008. En 2008, por ejemplo, algo más de 11000 empresas fueron exportadoras. Estas alcanzaron 170 mercados e involucraron casi 3800 variedades industriales a 6 dígitos; esto es un nivel de agregación alto que corresponde a cosas como medicamentos basados en la penicilina, jabón de tocador, motores neumáticos, vino espumoso, unidades de memoria, por ejemplo. Además emplean más de 1.200.000 trabajadores. La mayoría de estas empresas importan insumos y maquinaria. Algunas de ellas importan también el mismo bien que producen tal cual lo hacen algunas empresas automotrices. De esta manera, un sector industrial está compuesto por exportadores que importan, además de aquellas empresas que se confinan al mercado local. Miremos ahora al saldo comercial por firma e identifiquemos cuántas empresas del sector industrial tienen saldo comercial positivo. Estas son el 75% de los exportadores. Entonces, un sector deficitario, como la industria a grandes rasgos, resulta estar constituido por empresas con excedentes comerciales.
Esta perspectiva es más generosa en su evaluación de la competitividad industrial. Esto no invalida el análisis sectorial sino que lo complementa y lo enriquece agregando información sobre el tipo de inserción internacional que Argentina ha desarrollado en los últimos años.
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¿En qué quedamos con las importaciones? Su mayor parte, y de manera creciente, incluye insumos y bienes intermedios. Estos forman parte de una función que, más allá de incorporar más importaciones, describe una producción de bienes manufactureros de creciente inserción internacional. Esto coincide con incipiente evidencia de que las empresas importan para exportar (o para competir domésticamente), y permite explicar que las importaciones superen a las de los años 90, mismo bajo un tipo de cambio alto e incluso en años con un PBI similar. Esta conclusión no implica la ausencia de problemas en este frente, ni permite un optimismo desmesurado sobre la competitividad de la industria nacional. Tan sólo, matiza la preocupación sobre las importaciones y nos sugiere inquietarnos por problemas de gravedad más inmediata.
Referencias
Goldberg P., A. Khandelwal, Nina Pavnick and P. Topalova (2011) “Imported Intermediate Inputs and Domestic Product Growth: Evidence from India”, Quarterly Journal of Economics forthcoming.
Hatzichronoglou, Thomas. 1997. Revision of the High-Technology Sector and Product Classification. OECD Science, Technology and Industry Working Papers, 1997/2, OECD Publishing. doi: 10.1787/134337307632.
Rauch, James E. «Networks Versus Markets in International Trade,» Journal of International Economics 48(1) (June 1999): 7-35. Updated on 2007
Facundo,
Fascinante análisis de la balanza comercial, como siempre digo en los post que hago, no soy economista y me interesa pensar en el futuro por ello trato de informarme y aprender lo máximo. Le saque mucho provecho a tu post.
Como comentario habro una pregunta que seguro me podras contestar, ¿La diferencia con el 90′ al actual esta encarado por el tipo de importaciones? esta pregunta mas que nada es porque no se que tipo de cosas se importaban, lo único que se es que en la gran época de las importaciones, muchos argentinos por una falta de conocimiento no invertían sino que se despilfarraban los pesos en el exterior.
Hoy según muchos análisis económicos opositores al «modelo» se esta planteando que estamos en una convertibilidad (por eso que el peso esta ganando por culpa de la inflación) todos análisis que escapan de mi conocimiento. Ahora yo digo, con el analisis que acabas de hacer creo que la sociedad esta tratando un poquito de cambiar, ya no despilfarra en el exterior sino que se están comprando insumos y bienes intermedios para aumentar la capacidad instalada, cosa que antes en los 90′ nuca paso. quizás si el 1 a 1 hubiese durado solo 2 o 3 años (como me dijo mi profesor) hoy seria otro cantar.
Ahora una pregunta mas, ¿Si seguimos así, perdiendo competitividad por la inflación vamos a volver a los 90? o mejor seguir creciendo?
Gracias.
Rodrigo.
Hola Facundo. Gracias por el post. Veo que existen datos muy interesantes a nivel de firma o planta sobre comercio que posibilitan nuevos análisis muy interesantes. Por supuesto, uno no puede no preguntarse qué pasaría con estas conclusiones si los costos de transacción bajasen, y las firmas se subdividiesen en unidades aun más especializadas. Con esto quiero decir que las firmas también son endógenas, y que hay razones para que estén más o menos integradas, las cuales no deberían cambiar nuestra percepción del comercio internacional.
En cualquier caso estoy de acuerdo con vos. Es increíble que aun existan mercantilistas en este mundo. Sería bueno que se asigne como lectura en la escuela a Adam Smith, quien escribió muy bien sobre las causas de la riqueza de las naciones, varios siglos atrás. Además, escribió cosas muy interesantes sobre el comportamiento humano, que aun hoy vale la pena leerlas.
Con esto no quiero decir que un gobierno no pueda preocuparse por el crecimiento de las importaciones. Pero debería hacerlo por buenas razones. Por supuesto, en la medida en que ello refleje una trayectoria no sostenible en el tiempo del tipo de cambio que el gobierno eligió, es un motivo real de preocupación. Sin embargo, en ese caso, dudo que la respuesta correcta sea limitar las mismas con mecanismos administrativos (o incluso tributarios).
No estoy muy seguro, sin embargo, si vos al final decís que dado que estas importaciones van a aumentar las exportaciones, entonces no hay motivo de preocupación pues te parece que la trayectoria actual es sostenible. O si decís que dado que son solo bienes de consumo, entonces desde el punto de vista de la política industrial, no son un problema.
Gracias por los comentarios. Contribuyen a que me aclare, aunque no lo logre del todo. Mi punto es que hay una función de producción en la que las importaciones pueden ser complementarias con las exportaciones. Esto explica parte de la gran “apertura” comercial medida en términos de la suma de las exportaciones e importaciones sobre el PBI. También debe contribuir al crecimiento de las importaciones el hecho, que no confirmo pero intuyo, de que la producción industrial tiene un peso mayor sobre el PBI que en los 90 y eso se expresa en su peso sobre las exportaciones haya aumento también. Hace un tiempo vi que Argentina es el único (o uno de los pocos) país (países) de América Latina en que la especialización no se “primarizó”. Ejemplos incluyen Brasil, Chile, Perú, Paraguay… Este contraste, no sé si bueno o malo, no se tiene muy en cuenta y requiere mayor comprensión sobre sus implicancias.
Es cierto, como plantea Sebastián y sospecha Rodrigo G, que la apreciación real puede amenazar a la estructura productiva y, por ende, complicar este tipo de inserción internacional. No creo, sin embargo, que el peligro sea inminente aunque no tengo datos más recientes sobre la composición de las importaciones.
Sobre las implicaciones en términos de política industrial, mi opinión es que más que dificultar las importaciones habría que favorecer que se produzcan más variedades, tanto por empresas ya existentes como aquellas por nacer.
Facundo, tu intuición sobre el peso industrial en el PBI es correcto, en los últimos años aumentó algo, aunque sigue muy detrás de los servicios. Quería hacer una observación que no se lee mucho en los blogs y los medios, y que la mencionaste en tu comentario. Respecto la primarización de las exportaciones, hay que tener cuidado con los datos «crudos». Dentro de las MOI se incluye «Oro no monetario» que, en gran parte, es extracción de oro mineral sin procesamiento. O sea, se toma la extracción y exportación de mineral sin procesar como un bien industrial. Si uno sumara estos productos al rubro de Productos Primarios, veríamos que las exportaciones no resistieron la tendencia a la primarización.
Nuestro ex ministro nos alerta sobre el déficit del sector autos:
«En nuestro país se producen aproximadamente 700.000 autos, con una participación de componentes nacionales que apenas es del 30%. De allí que la balanza comercial de ese sector sea deficitaria en seis mil millones de dólares, es decir casi nueve mil dólares por cada unidad fabricada. Podemos y debemos tener una política industrial, pero para llevarla a cabo es preciso observar qué está ocurriendo en el mundo, planificarla en consecuencia y ejecutarla de manera seria. No parece que un asiento en una asamblea pueda reemplazar eso.»
Trato de llegar a esos seis mil millones de dólares y quedo lejos. Mismo si soy generoso con la definición de “autos” no llego ni a mil seiscientos millones en 2008 (US$ 1570 millones). Como no tengo datos de 2010, difícil de conseguir para un investigador, le doy el beneficio de la duda y supongo que algo extraordinario pasó en ese año. Igual el punto no es tanto sobre el valor del déficit. El tema es que el déficit que él menciona debe haber surgido de restarle a las exportaciones de “autos” las importaciones de “autos”. Entonces no surge de los componentes tal cual expresa preocupado. Veamos cual sería el déficit si a las exportaciones de autos le restamos las importaciones de insumos y bienes de capital. Tomo a las empresas automotrices que exportan y le resto todo aquello que importan que no sea un bien final (otro auto). El déficit del “sector” pasa a superávit, más de mil cuatrocientos millones (US$ 1467 millones) Además de ver qué pasa en el mundo deberíamos saber qué pasa en Argentina y comunicarlo mejor. El problema igual no es tanto de Lousteau, al fin y al cabo estamos hablando de un consultor con proyección política. Todas estas cosas deberían ser mejor explicadas por el Estado y sus políticas deberían ser más fácilmente evaluadas permitiendo además que la comunidad académica acceda a más y mejores datos.