Retos macro-financieros en América Latina

Los latinoamericanos nos identificamos con el tango Argentino porque pasamos fácilmente de la euforia a la depresión y viceversa. A comienzos de los noventa pensábamos que las reformas nos iban a permitir crecer a tasas asiáticas. A finales de esa década llegaron los “blues” cuando, después de la crisis rusa, los flujos de capitales se retrajeron de la región y caímos en recesión o crisis. Ahora hablamos otra vez de la década de América Latina. Como preguntarían Reinhardt y Rogoff: “es esta vez diferente”?

Nos impulsa un fuerte viento de cola gracias a la vigorosa demanda  asiática por productos básicos y a la alta liquidez internacional que no encuentra rentabilidad ni oportunidades en los países ricos. Soy relativamente optimista en cuanto a la posibilidad de tener unas dos décadas con precios altos de commodities y unos años más de altos flujos de capitales, a no ser que una serie de defaults europeos causen una nueva crisis financiera y la economía global vuelva a caer en picada, como sucedió a finales del 2008. Pero aún un escenario global optimista enfrenta a nuestras autoridades con retos macro-financieros importantes, además de los retos micro que planteó Mauricio Cárdenas en su articulo en este blog.

Para comenzar, esta el fantasma de la enfermedad holandesa. El boom de precios de los commodities y las fuertes presiones de apreciación cambiaria pueden conducir a volver a concentrar nuestras exportaciones en unos pocos productos básicos, lo que seria muy nocivo a largo plazo.  Las presiones de apreciación cambiaria provienen tanto de la cuenta corriente como de la de capital y se acentúan en la medida en que el dólar continúe depreciándose y China y los asiáticos se resistan a la apreciación de sus monedas. Lo mas probable es que China permita una cierta apreciación gradual, porque esta enfrentando presiones inflacionarias fuertes y por la necesidad de ir “rebalanceando” su economía para que su crecimiento dependa algo menos de la dinámica de sus exportaciones y algo mas del de la demanda domestica. Pero es utópico pensar que va a permitir una apreciación fuerte o súbita. En Washington comienzan a entender que eso no ocurrirá y que, aun si ocurriera, no contribuiría mayor cosa a cerrar el déficit en cuenta corriente gringo. La eventual reducción de exportaciones chinas a los EEUU seria sustituida en buena medida por productos de otros países en desarrollo, y no por producción local Americana, y, de otra parte, la apreciación del renminbi conduciría a una reducción de las importaciones chinas, como muestran varios trabajos recientes. Este resultado peculiar se debe a que las exportaciones chinas mas sensibles al tipo de cambio corresponden a productos procesados, y que, por tanto, su reducción trae aparejada una casi proporcional de las  importaciones, y, en menor medida, al efecto ingreso de la revaluación, factores que sumados pesan más que el impacto directo del abaratamiento de las importaciones.

Es, además, probable, aunque no seguro, que sigamos inundados por flujos de inversión extranjera directa (en buena parte atraída por el alto precio de los commodities) y por flujos financieros en busca de mayor rentabilidad que la que encuentran en los países industrializados. No se ve una recuperación vigorosa en cierne en el mundo desarrollado, ni una elevación de sus tipos de interés, que cambie la dirección de estos flujos en el corto plazo.

Que hacer? Una superávit fiscal primario mas alto (una política fiscal fuertemente contra cíclica) llevaría a tener una tasa real de equilibrio menos apreciada. Esta parecería ser una tarea de primer orden, pero, aparte de Chile, no veo las condiciones de economía política que la hagan probable en otros países. En el periodo 2003-2008 los demás países nos gastamos la mayor parte de los ingresos fiscales excepcionales asociados con el boom de crecimiento y de los altos precios de commodities. Por qué seria ahora diferente?

Los bancos centrales pueden intervenir más en el mercado cambiario, controlando la entrada de capitales de corto plazo -sobre todo ahora que el Fondo le ha dado la bendición oficial a este tipo de instrumentos- y acumulando reservas internacionales. Algunos colegas piensan que este tipo de medidas no afectan la tasa real de cambio. Otros pensamos que sí y hay alguna evidencia en trabajos de Eduardo Levy-Yeyati y Federico Sturzenegger de que si lo logran, aunque su efecto seria menor que el de un mayor superávit fiscal. Otra opción que ayudaría es la de reducir aranceles y pseudo-aranceles, algo que probablemente sucederá en el margen, pero difícilmente en forma masiva.   También ayudaría moderar las  burbujas de precios de activos y los booms de crédito que comienzan a observarse en  varios países de la región. La urgencia de adoptar políticas prudenciales contra cíclicas es manifiesta, a tiempo que seguimos buscando profundizar en forma sana el acceso a los servicios financieros, tanto por razones macro como de estabilidad financiera.

La combinación de estas políticas mitigaría en algo, pero no totalmente, las presiones a la apreciación del tipo de cambio real. Por tanto, si se quieren moderar los riesgos de enfermedad holandesa habría que hacer todo esto y además propiciar un rápido aumento de productividad tanto en el resto del sector transable, como en el de no transables (el cual, como mostro el informe reciente del BID es el principal responsable de nuestra baja PTF). Esto exige reducir drásticamente los costos de hacer negocios, aumentar los niveles de competencia interna y mejorar la infraestructura publica y las habilidades de la fuerza de trabajo. Aquí volvemos a los temas de Mauricio. El tema de infraestructura me parece crucial, además del de educación. El problema es como superar los problemas institucionales y de corrupción que campean en algunos  sectores de la infraestructura tanto en Argentina, como en Colombia y en otros países de la región.