Palabras del Presidente Ernesto Zedillo en la conferencia anual de Global Development Network

Muy Distinguido Señor Presidente de la República de Colombia, Doctor Juan Manuel Santos

Muy Apreciado Señor Rector de la Universidad de los Andes, Maestro Carlos Angulo Galvis

Estimados Colegas

Señoras y señores:

Es motivo de gran satisfacción que hoy se inicie, en la gran y querida Ciudad de Bogotá, la Décima Segunda Conferencia Anual sobre Desarrollo Global de nuestra organización, el  Global Development Network.

Resulta particularmente honroso y estimulante, que el Señor Presidente Santos nos distinga con su presencia y participación en esta sesión de apertura de nuestro evento.

El Presidente Santos, con su carrera -en la academia, en el sector privado y muy señaladamente en el servicio público en tareas cruciales para el progreso de su Nación- es un destacadísimo profesional de las disciplinas sociales que hoy concurren a nuestra conferencia anual.

A nombre de todos los colegas participantes en esta reunión, con afecto, con gran estima a su admirable trayectoria profesional y política y como digno representante que es Usted del pueblo y la Nación Colombiana, le digo Señor Presidente: muchas, muchas gracias por estar con nosotros esta mañana.

Permítaseme extender el aprecio y gratitud de todos los que conformamos la comunidad del GDN a nuestro estupendo anfitrión en esta conferencia, la Universidad de los Andes, cuyos dirigentes, funcionarios y personal de apoyo no han escatimado esfuerzo y detalle alguno para hacer de esta reunión una experiencia que estoy seguro resultará inolvidablemente grata para todos los participantes.

Quiero en particular agradecer al Señor Rector Angulo Galvis y al Decano de la Facultad de Economía, nuestro estimado colega, Alejandro Gaviria, su generosa y dedicada colaboración para el éxito de nuestra conferencia.

Sirva también esta oportunidad para expresar nuestro profundo agradecimiento a todas las instituciones multilaterales, regionales y nacionales, así como a las fundaciones privadas, sin cuyo apoyo financiero y estímulo intelectual el GDN no podría realizar sus actividades, incluyendo la celebración de esta conferencia anual.

Este evento insignia del GDN regresa a Latino América después de nueve años de haberse celebrado, en su tercera edición, en Río de Janeiro, Brasil a fines del 2001.

En esta ocasión nos congrega un tema de la mayor pertinencia: el financiamiento del desarrollo después de la primera gran crisis del Siglo XXI.

Este tema, sin duda importante para todos los países emergentes y en desarrollo, es particularmente decisivo para las naciones latinoamericanas. Mal haríamos los ciudadanos y gobiernos de nuestros países no reflexionar seriamente tanto sobre lo que ha sucedido en estos últimos años como acerca de los desafíos que la situación mundial nos plantea ahora y los que habrá de plantearnos en los años por venir.

Desde luego, debemos apreciar que muy a diferencia de previos episodios de seria perturbación en la economía internacional, la generalidad de nuestras economías sorteó con éxito la crisis, que al desatarse el pánico en septiembre del 2008, estuvo a punto de causar el total colapso del sistema financiero internacional y por ende de la economía global.

El impacto de la recesión mundial, aunque indudablemente adverso, estuvo lejos de ser tan devastador como solía ocurrir en el pasado frente a choques externos de magnitud incluso menor al que se ha vivido ahora.

Por fortuna, estuvo fuera de nuestra penosa tendencia histórica que la economía de Latino América, después de la contracción del 2009, haya podido crecer al 6 por ciento tan pronto como en el 2010.

No debe quedarnos ninguna duda que el daño impuesto por la crisis internacional a nuestras economías hubiese sido inconmensurablemente mayor si nos hubiese tomado con las débiles finanzas públicas del pasado, sin los sistemas bancarios más sólidos que ahora tenemos, sin tasas de cambio flexibles, sin las reservas internacionales que acumulamos durante varios años, y sin bancos centrales –creíble e independientemente- enfocados a combatir la inflación.

En pocas palabras, la resistencia y recuperación de nuestras economías a lo sucedido en el 2008 y 2009 ha probado contundentemente que las reformas emprendidas en años anteriores fueron adecuadas y mucho valieron la pena.

Al mismo tiempo, debemos reconocer que tanto nuestra rápida recuperación del 2010 como el período de varios años con buen crecimiento que tuvimos previo al estallido de la crisis en el 2008, fueron también apoyados, y significativamente, por factores externos.

Admitir que nos han favorecido condiciones tales como la extraordinaria expansión económica de China  con su impacto positivo en los términos de intercambio de la mayoría de nuestros países, así como la abundante liquidez en los mercados internacionales de capital -salvo en los meses que éstos se colapsaron- debiera anular cualquier sentido de complacencia y triunfalismo.

Para el corto plazo, no ignoremos que la recuperación de la economía global enfrenta riesgos significativos. Considérese que sostener el nivel de actividad económica en los Estados Unidos sigue requiriendo de medidas monetarias y fiscales de carácter extraordinario, que en algún momento tendrán que revertirse.  Lo mismo ocurre en la zona del Euro donde la solvencia de varios de sus miembros sigue estando en duda, lo que en ausencia de políticas más coherentes y decididas podría causar otro descalabro mayor en los mercados financieros. Tampoco soslayemos la amenaza de las devaluaciones competitivas y el proteccionismo comercial.

Estos y otros factores podrían afectar negativamente las expectativas moderadamente optimistas que ahora se tienen en los países de nuestra región para el presente y el siguiente año.

Con vistas a un plazo más largo, conviene reflexionar sobre las consecuencias de los indispensables reajustes que habrán de ocurrir en distintos ámbitos. Uno es el reajuste hacia dentro de las economías desarrolladas para recuperar índices razonables de solvencia fiscal. Otro es el reajuste que habrá de suceder entre las economías que han sostenido desequilibrios sustanciales y asimétricos en la cuenta corriente de sus respectivas balanzas de pagos. La corrección parcial en esos desequilibrios ocurrida solo bajo el impulso de  la recesión mundial podría pronto revertirse en ausencia de una adecuada coordinación de políticas macroeconómicas, lo que hasta ahora ha fallado en convenir y llevar a la práctica el G20.

Los latinoamericanos y otros países emergentes debemos mantenernos alertas y dispuestos a actuar con oportunidad, flexibilidad y ambición para no quedar en el lado perdedor de los profundos reajustes que seguirán ocurriendo en la economía global en los años por venir.

Para América Latina, el mayor riesgo es que la política económica de nuestros países se base hacia futuro en una lectura equivocada de lo que han sido nuestras debilidades y nuestras fortalezas tanto durante los años de auge como los de crisis de la economía global.

En ausencia de un nuevo impulso a las reformas estructurales pendientes, ahora que lo previsible para el mediano plazo es una economía mundial más bien anémica, quedaría al desnudo que la generalidad de las economías latinoamericanas aún no tienen los atributos para crecer a tasas que nos permitan converger en un plazo razonable con las economías más avanzadas.

Por eso es muy significativo y alentador que el gobierno del Presidente Santos haya iniciado su tarea con un claro compromiso de profundizar las reformas que reafirmen el paso de Colombia hacia un desarrollo más dinámico e incluyente.

De ahí también, señor Presidente, que mucho nos honrará escuchar su mensaje de apertura de la Décima Segunda Conferencia Anual sobre Desarrollo Global de nuestra organización.
Muchas gracias.

Palabras de Ernesto Zedillo Ponce de León en la Sesión de Apertura de la Décimo Segunda Conferencia Anual sobre Desarrollo  Global del GDN.

Bogota, Colombia.

13 de enero del 2011