Feminización de la Pobreza en Argentina

Por Martin González-Rozada*

Numerosa evidencia empírica sugiere que las mujeres a menudo se ven afectadas de manera desproporcionada por la pobreza aunque con una variación considerable entre países y entre tipos de hogares. Las diferencias en la tasa de pobreza entre hombres y mujeres son mayores durante los años reproductivos, cuando el cuidado y las responsabilidades domésticas, -que son socialmente asignados, en su gran mayoría, a las mujeres- se superponen y entran en conflicto con sus actividades productivas. Esta tensión es a menudo más pronunciada en los países más pobres y en los grupos de menores ingresos de la sociedad. Este post muestra evidencia de este fenómeno, conocido como feminización de la pobreza, para Argentina.

La medición usual de la pobreza por línea toma al hogar como unidad de análisis. Las personas generalmente se clasifican como pobres o no pobres de acuerdo con el estado de pobreza de los hogares en los que viven. Este enfoque de medición de la pobreza asume que los recursos son compartidos por igual y que las necesidades son las mismas para todos los miembros de una casa y esto enmascara las diferencias en la pobreza entre los individuos dentro del mismo hogar. En ausencia de datos de pobreza donde la unidad de análisis sea el individuo, las percepciones (ver acá) sobre las diferencias en pobreza por sexo y edad rara vez son respaldadas por la evidencia.

Una primera aproximación, común en la literatura, para analizar la dimensión de género de la pobreza es la diferencia entre hogares encabezados por mujeres y hombres. Sin embargo, el concepto de jefe de hogar a menudo no está bien definido y puede incluso ser engañoso si se utiliza como una proxy para las mujeres en general. Por ejemplo, se agrupan en una sola categoría a hogares encabezados por mujeres en situaciones contrapuestas: mujeres viudas o que están solas a cargo de sus hijos que se encuentran en situación vulnerable, hogares unipersonales de mujeres sin hijos de clases más acomodadas. A pesar de estas limitaciones, los datos existentes pueden proporcionar información significativa, aunque incompleta, sobre las diferencias de sexo y edad en la pobreza si el análisis explora las diferencias por composición del hogar y durante el ciclo de vida.

La Tabla 1 muestra que en el primer semestre de 2018 el 37% de las personas de la población urbana cubierta por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), vivían en hogares donde se identifica a una mujer como la jefa de hogar. Sin embargo, esas personas representaban casi 41% en los hogares que se encontraban debajo de la línea de pobreza. El porcentaje de personas debajo de la línea de pobreza en hogares con jefa mujer era de casi 30% mientras que en los hogares donde se identifica a un hombre como jefe ese porcentaje era de alrededor de 26%. Aunque esto muestra que la tasa de pobreza es más alta entre los hogares dirigidos por una mujer que entre los hogares encabezados por hombres, no podemos decir mucho más.

Tabla 1

Nota: elaboración propia sobre la EPH del primer semestre de 2018.

Para complementar la información de la Tabla 1 hay que indagar acerca de las características de estos hogares. La Figura 1 muestra que el porcentaje de mujeres y hombres que viven en hogares pobres disminuye a medida que los niños alcanzan la edad adulta. A partir de los 20 años y hasta los 45 años, la incidencia de la pobreza de las mujeres es más alta que la de los hombres. En particular, en el rango de edad de 35 a 39, cuando en general las mujeres alcanzan el pico de fecundidad (ver evidencia  aquí), hay una diferencia de 7 puntos porcentuales entre el porcentaje de hombres y mujeres viviendo en hogares pobres. Entre los 25 y los 39 años hay, en promedio, 118 mujeres, por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres.

 

Figura 1: Porcentaje de individuos debajo de la línea de pobreza por rango de edad, según sexo

Nota: elaboración propia sobre la EPH del primer semestre de 2018.

 

*Profesor del Departamento de Economía de la Universidad Torcuato di Tella