La alerta del Sename

Las dramáticas noticias desde el Sename no paran. Esta semana, las cifras de una auditoría recordaron el descalabro: 36% de los menores en sus centros no asiste al colegio, 55% tiene problemas de salud mental y 42% presenta consumo problemático de alcohol y drogas. En un país que ha logrado inmensos avances en materia de políticas sociales, ¿cómo se llegó a esto?

La edificación de la extensa red de protección social con la que cuenta hoy Chile fue un esfuerzo titánico. Desde los primeros impulsos realizados décadas atrás, la construcción fue constante. A la fecha, las cifras oficiales hablan de 333 programas, distribuidos en 13 ministerios, con un presupuesto anual de más de $7.000.000 de millones. La fuerte reducción de la pobreza, el aumento en la cobertura escolar y el apoyo económico a los más vulnerables son algunos reconocidos logros en este campo. Así, Chile se hizo cargo de urgentes y evidentes problemas. Sin embargo, quizás por el apuro y tamaño de los atrasos, el énfasis estuvo en remediar, más que en anticipar, las necesidades sociales. Hubiese sido mejor prevenir que curar, pero no había tiempo.

Y quizás lo mismo explica otra característica de las iniciativas del Estado en el ámbito social: en el papel, sus programas lucen integrales, pero en la práctica, las acciones son simples, demasiado simples. Dos factores han contribuido a esto. Si el éxito de un programa se mide por el número de beneficiarios (ejemplos sobran), ¿por qué no optar por lo fácil y asegurar acceso, incluso sacrificando calidad? Ahí, el poco atractivo de intervenciones multidimensionales complejas. Y si, además, el problema por resolver no es masivo, ¿por qué no aplazar su resolución y esquivar cualquier alerta? (Es increíble que las horrorosas estadísticas que arrojó la auditoría no fuesen pieza clave en el diseño de acciones de mejora en el Sename no el año pasado, sino desde siempre).

La nefasta situación del servicio en cuestión pone en tela de juicio nuestro éxito en materias sociales. Revela un problema profundo en la calidad de las políticas públicas, originado en la intersección del relajo en la focalización y la conveniencia política de esquivar problemáticas tan complejas como poco masivas.

Pero, como siempre, la tragedia ofrece oportunidades. Por ejemplo, cuando la inteligencia de datos nos permite anticipar patrones de consumo y decisiones de las personas, ¿no será posible utilizar la información del Estado para generar alertas tempranas gatilladas ante el primer atisbo de riesgos de vulnerabilidad en la niñez? Y ante la ausencia de monitoreo y evaluación continua, ¿por qué no una mejora sustancial de la institucionalidad de los programas sociales?

Lo del Sename no es fortuito. Es una potente señal de alerta. Chile necesita mejores políticas sociales si quiere alcanzar el desarrollo. No hay margen para esquivar esa realidad.

Tags: