El último informe del INDEC sobre la evolución de la pobreza y la indigencia reportó una reducción significativa de ambos indicadores para el segundo semestre del 2017. La pobreza se situó en 25,7% de las personas durante el segundo semestre de 2017, 4,6 puntos porcentuales por debajo de la tasa de igual periodo de 2016. Mientras que, el índice de indigencia se ubicó en 4,8 % de las personas en el segundo semestre de 2017, 1,3 puntos porcentuales por debajo del igual semestre en 2016. Estos indicadores alcanzaron su nivel más bajo desde que asumió el gobierno del Presidente Macri, el cual, según estimaciones de investigadores independientes, heredó una tasa de pobreza de 30,1%.
La recuperación de las estadísticas públicas ha dado lugar a una discusión fructífera en base a evidencia confiable, como corresponde a una sociedad abierta y democrática. Sin embargo, ningún proceso de recuperación de estadísticas está exento de que surjan discusiones de carácter metodológico. De esto último precisamente es lo que voy a tratar en los breves párrafos que siguen.
Para empezar, voy a hacer un breve repaso de cómo se mide la pobreza en nuestro país. La metodología usada en Argentina (y en la mayoría de los países de la región) se basa en una línea de pobreza, que consiste en un umbral de ingresos de los hogares que divide a los pobres de aquellos que no lo son. Dado que no todos tenemos las mismas necesidades, la línea no es un monto fijo, sino que surge de una canasta básica que contiene una parte alimentaria y una parte no alimentaria. La canasta básica alimentaria varía en función de la edad y el género de los miembros del hogar, entre otras cosas, y se determina a través de estudios nutricionales. Una vez establecidos los componentes de esta canasta, se los valoriza utilizando los precios relevados por el Índice de Precios al Consumidor (IPC) para cada periodo de medición. Esta canasta luego se utiliza para medir la tasa de indigencia. La línea de pobreza, por su parte, requiere agregar a la canasta alimentaria una serie de bienes y servicios que los expertos consideran que una familia debe poder acceder para llevar una vida digna. En Argentina, para determinar la misma, se estima cuánto mayor debe ser el gasto total de una familia representativa en relación a su gasto en alimentos. A esta nueva canasta se la denomina canasta básica total y es utilizada como línea de pobreza – es decir, el umbral que separa a los hogares pobres de los no pobres.
Una vez aclarada la metodología, podemos ver que, para una línea de pobreza dada, la tasa de pobreza bajará si mejoran los ingresos de las familias de bajos recursos. La brecha de ingresos (medida como el cociente entre el ingreso per cápita promedio del 10% que más gana y el 10% que menos gana) se redujo de 19 en el cuarto trimestre 2016 a 17 en el cuarto trimestre 2017. De hecho, las familias que dejaron de ser pobres en promedio más que duplicaron sus ingresos en el mismo periodo. Aproximadamente 35% de las familias que salieron de la pobreza en ese periodo vieron sus ingresos potenciados por integrantes que pasaron a ocupar un empleo, beneficiados por la creación de 433 mil nuevos puestos de trabajo en el último año.
Un punto importante que no debe pasarse por alto al momento de observar la evolución de la pobreza (y la mayoría de los indicadores económicos) es el punto de comparación que se toma como referencia. Existen factores estacionales: por ejemplo, en el primer semestre del año el desempleo tiende a ser mayor al del segundo semestre, o los ajustes tarifarios tienden a concentrarse en el primer semestre. Para evitar malinterpretaciones asociadas a estos factores que varían a lo largo del año, las comparaciones deben hacerse de manera interanual. Esto implica que para evaluar de manera fehaciente esta última medición de pobreza del segundo semestre de 2017, debemos compararla con la medición correspondiente del segundo semestre de 2016. Asimismo, la próxima medición de la pobreza corresponderá al primer semestre de 2018 no debemos comprarla con el resultado recientemente publicado sino con el guarismo correspondiente al primer semestre de 2017, que arrojó una tasa de pobreza de 28.7%.
La recuperación del INDEC trajo aparejada, naturalmente, cambios metodológicos para reconstruir la medición de la pobreza que directamente se había abandonado. Con el fin de posibilitar la comparabilidad con series anteriores, el primer paso fue recuperar las proyecciones demográficas de la Encuesta Permanente de Hogares que se utilizaban hasta el 2013. Este cambio en las proyecciones implicó que la composición poblacional de la muestra de la EPH aumentara su edad en promedio, de acuerdo con las características poblacionales de la Argentina. No obstante, la reconstrucción de los ponderadores demográficos poco tiene que ver con la caída de la pobreza observado. La actualización en los ponderadores se realizó en el segundo trimestre de 2016 y no se ha modificado desde entonces, por lo que toda la caída de la pobreza que se registra desde ese periodo se ha consumado bajo una misma estructura poblacional. Podemos incluso abstraernos de estos factores de ponderación (que son necesarios para combinar en un indicador los resultados de individuos de diferentes edades) y considerar la evolución de la tasa de pobreza por grupo etario. La caída de la pobreza de 2016 a 2017 se dio en todos los grupos etarios de la población, y de manera más marcada en el grupo de niños entre 0 y 14 años de edad. Desde el segundo trimestre 2016, los niños de 0-14 pasaron a tener una tasa de pobreza de 47,2% a una tasa de 39,7% en el segundo semestre 2017. Los jóvenes y adultos (entre 15 y 29 años), por su parte, pasaron de una tasa de pobreza de 38,6% a 31,1%, los adultos de 30-64 redujeron su pobreza de 27,5% a 21,1%, y los adultos mayores de 65 años de 7,8% a 6,3% para el mismo periodo.
La discontinuación por parte del INDEC de la publicación de los índices de pobreza en el periodo 2013-2015 implicó también que en su reconstrucción se realizaran otros ajustes metodológicos que indefectiblemente afectan la comparabilidad de cualquier serie histórica de pobreza. Sin embargo, estudios recientes de investigadores de diversas universidades (ver por ejemplo este: https://dev.focoeconomico.org/2018/04/18/la-evolucion-de-la-indigencia-y-la-pobreza-en-argentina-en-los-ultimos-15-anos/) demuestran que, aun aislando los efectos de estos cambios metodológicos, los resultados cualitativos son los mismos: la pobreza tuvo una fuerte caída desde el primer semestre 2015. Por ejemplo, análisis recientes muestran que, si se hubiese mantenido la canasta básica anterior a la actualización de 2016, con el ajuste pertinente por inflación, la pobreza en el primer semestre 2015 hubiese sido de 29,8% en lugar de 30,1%. A su vez, si no se realiza el ajuste de ponderadores demográficos discutido, la tasa de pobreza para el primer semestre 2015 hubiese registrado un valor de 29%. Si a estos dos efectos se le suma los cambios en el tratamiento de la no respuesta en la muestra, usando criterios similares a los utilizados por el INDEC antes de la intervención (hasta el 2006), encontramos que la pobreza para el primer semestre de 2015 da 30,1%. Esto demuestra que los cambios metodológicos tuvieron efectos relativamente pequeños que no afectan la conclusión principal: la pobreza se redujo de manera significativa entre 2015 y 2017 (y entre 2016 y 2017).
Por último, otro punto que ha sido mencionado en discusiones recientes es el efecto de la actualización de las tarifas de los servicios sobre la canasta de pobreza. En cada periodo, el INDEC utiliza datos de precios provenientes del índice de precios al consumidor (IPC) para actualizar la canasta básica por los cambios en los precios relativos entre los alimentos y el resto de los bienes y servicios. La evolución de las tarifas es incorporada en la canasta básica total a partir de esta relación, actualizada constantemente, entre la canasta básica alimentaria y la canasta básica total, con lo que esa crítica también es infundada.
Entonces, si bien la última medición de la indigencia y la pobreza mostró un avance importante en materia social, su evolución sigue siendo la principal preocupación del gobierno. Es por ello que debemos seguir trabajando para que la economía crezca año tras año y así poder continuar mejorando la situación socioeconómica del país.
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Publicado originalmente en El Economista el Martes 17 de abril de 2018.
Nota del editor: Sebastian Galiani es Secretario de Política Económica, Ministerio de Hacienda.
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