Ximena Peña, profesora de la Facultad de Economía y amiga entrañable, murió el 23 de enero. Hoy queremos hacer un homenaje a su legado. Ximena abordó diversos temas en su investigación. Estudió desde los mercados laborales en Colombia hasta los impactos de la titulación colectiva en los hogares afros. Su gran pasión, sin embargo, fue la desigualdad de género y sus diferentes implicaciones para las mujeres y sus familias. Con investigación rigurosa y despojada de las pasiones del activismo extremo, demostró porque las mujeres en Colombia aún enfrentan condiciones desiguales y propuso políticas y acciones concretas para reducir estas brechas de género. Los próximos párrafos describen sus principales contribuciones.
La obsesión y labor de Ximena durante sus últimos años fue impulsar cambios concretos para mejorar las condiciones de las mujeres, en especial las mujeres de bajos ingresos. Tras años de investigación estaba convencida que sólo una redistribución de las cargas de la mujer y el hombre en el hogar mejoraría sus condiciones. Es evidente que las mujeres ahora somos más educadas, trabajamos más y ganamos más, pero estamos atrapadas en un ciclo de una triple jornada de trabajo, crianza y oficios del hogar. Nuestras horas de trabajo, remunerado y no remunerado, superan con creces las de los hombres. Esto lleva a mujeres agotadas y en algunos casos con deterioros graves de salud. Por eso, dedicó su energía, pasión y tiempo de investigación en los últimos años a un proyecto para donar lavadoras a mujeres de bajos ingresos y medir de manera rigurosa su impacto. Con esto, cambio vidas y mostró como intervenciones innovadoras, basadas en evidencia y puestas en marcha con amor y pasión son más efectivas que discursos polarizantes.
Ximena fue una mujer y una amiga excepcional. Apoyó a sus estudiantes y con esto cambio muchas vidas. Ahora ellos no dudan en reconocer la gran influencia que tuvo el consejo oportuno, la disposición a escuchar y las palabras apropiadas en el momento necesario. Fue generosa con sus amigos y sus colegas. Pese a su dura enfermedad, siempre ofrecía una mano amiga, un abrazo sincero, una sonrisa arrolladora y un mensaje certero endulzado por un humor negro inigualable. Todos la vamos a extrañar. No hay duda alguna. Tampoco hay duda alguna que Ximena dejó sembradas cientos de semillas y que su legado lo vemos hoy y lo veremos durante años por venir. Buen viaje amiga.
Ana María Ibáñez
Profesora Titular, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
Las mujeres y el mercado laboral: participación y brechas salariales
En “El Aumento de la Participación Laboral Femenina en Colombia: ¿Estado Civil, Hijos o Educación?” (2013), Ximena documentó, junto con Diego Amador y Raquel Bernal, los patrones de evolución de la participación femenina en Colombia, y las principales fuerzas detrás de esos patrones. Encontraron que la proporción de mujeres en edad de trabajar que efectivamente participaban de la fuerza laboral (trabajando o buscando un empleo) pasó de 47% en 1984 a 65% en 2006. Esta impresionante evolución en tiempos recientes, según los resultados del artículo obedeció principalmente al incremento de la disposición a trabajar de mujeres casadas (o en unión libre) con bajos niveles de educación, y de manera más marcada para aquellas con hijos. Aunque los cambios en la proporción de mujeres que estaban en esta condición son modestos, las actitudes de este grupo frente al trabajo cambiaron de manera muy marcada, especialmente en la década de los 90. Las ramificaciones de estos hallazgos son amplias. Más allá de mostrar la concentración del incremento de participación en ciertos grupos de mujeres, tienen implicaciones de política pública. Hablan, por ejemplo, de un desplazamiento en el cuidado de los hijos de este tipo de familiar, que pasó a ser ejercido por cuidadores diferentes a sus madres, con profundas implicaciones para el diseño óptimo de los servicios públicos de cuidado infantil. Ilustran también que ciertos grupos de mujeres (en particular aquellas con baja educación, casadas, con hijos) son cada vez más susceptibles de acceder a la seguridad social de manera directa en lugar de como beneficiarias de sus compañeros.
Marcela Eslava
Profesora Titular, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
Para comprender mejor las inequidades en el mercado laboral y, en particular, las inequidades que enfrentan las mujeres, Ximena estudió junto con Alejandro Badel la brecha salarial entre hombres y mujeres en Colombia en “Descomponiendo la brecha salarial de género con ajuste de sesgo de selección: el caso Colombiano”. En este estudio, Ximena y su coautor se preguntan por las características y razones de la existencia de una brecha salarial entre hombres y mujeres (de aproximadamente 14% en promedio) a pesar de que las características laborales observadas de las mujeres colombianas mejoraron significativamente durante las últimas décadas. Los resultados del estudio indican, primero, que la brecha salarial es particularmente importante para las mujeres de salarios muy bajos (una diferencia de hasta 40% con respecto al salario de hombres comparables) y para aquellas de salarios muy bajos altos (hasta 45%), y muy baja en la parte media de la distribución. Segundo, que si todas las mujeres trabajaran, la brecha salarial sería casi 50% más alta. Tercero, que gran parte de la brecha salarial por género se debe a que el mercado laboral remunera peor los atributos de las mujeres que los de los hombres (como la educación) y no a la diferencia en las características laborales entre hombres y mujeres.
Los autores proceden a especular que la alta brecha en la cola inferior de la distribución puede estar relacionada con el mercado laboral informal mientras que en la parte media de la distribución, el salario mínimo legal comprime la distribución. De otra parte, el techo de cristal en la parte superior de la distribución podría atribuirse a la dificultad que enfrentan las mujeres altamente calificadas de lograr un balance entre la vida personal y laboral por lo cual deciden sacrificar ascensos en la escalera laboral. Es posible, también, que la discriminación por género sea por parte de las firmas y no una elección de la trabajadora. En últimas, estas hipótesis explican el trabajo posterior de Ximena que se enfocó en entender las desigualdades en la asignación de tiempos en hogar y en los hijos entre hombres y mujeres, y a estudiar las políticas públicas que favorecerían una distribución más equitativa de cargas y, por tanto, una penalidad inferior para la mujer en el mercado laboral. De ahí su discusión hasta su última semana de vida con respecto a la extensión de la licencia de maternidad en Colombia de 14 a 18 semanas sin haber modificado la licencia otorgada al padre, o la posibilidad de que sea compartida entre padre y madre. Esto me recuerda el tuit (de un hombre) cuando Ximena falleció: “la mejor manera de honrar la vida […] de Ximena Peña es seguir trabajando para que tengamos mejores hombres”. Y tiene razón. Su lucha permanente fue por acercar las oportunidades de hombres y mujeres, y reducir los estereotipos desde el principio de la vida. Su batalla a favor de las mujeres no alienaba a los no feministas porque entendía que la idea es acercar las oportunidades, derechos y obligaciones de hombres y mujeres, y no pelear por total igualdad de resultados porque evidentemente no somos iguales.
Raquel Bernal
Profesora Titular, Facultad de Economía Universidad de los Andes
Una de las preguntas más relevantes en la literatura de género tiene ver con la brecha en ingresos que se genera a partir de la discriminación de las mujeres en el mercado laboral, y esa es precisamente la que retoma Ximena en el artículo, “La persistente brecha salarial/de ingresos por género en Colombia, 1994-2006”. En co-autoría con Hugo Ñopo y Alejandro Hoyos, los autores indagan sobre las causas de esta brecha, esta vez utilizando una metodología que permite superar los problemas derivados de las comparaciones de poblaciones con diferencias significativas en las características típicas de empleo y socio-demográficas. Así, mediante el emparejamiento de hombres y mujeres en circunstancias equivalentes, los autores muestran como la brecha salarial es mayor a la sugerida por estudios anteriores y es persistente a lo largo del tiempo en la población de 18 a 65 años, en las principales ciudades de Colombia. Igualmente, los resultados evidencian su más grande incidencia en las colas de la distribución, viéndose afectadas las mujeres en situación más vulnerable, y aquellas que, aunque posicionadas en la mejor parte de la distribución, no logran tener un ingreso similar a sus pares (efecto techo de cristal). Así, las recomendaciones de política pública advierten por ejemplo, sobre la dificultad de regular ciertos oficios, en donde el otorgamiento de mayores beneficios en el mercado formal puede fácilmente tener consecuencias negativas que vuelvan aún más precarios los arreglos para las mujeres en situación más vulnerable.
Mónica Pachón
Decana, Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario
Tuve el privilegio de seguir de cerca, como profesora de Liliana, en el trabajo en el cual Ximena como mentora encaminó a Liliana por los temas que la apasionaban: la desigualdad salarial de las mujeres. Su estudio calcula la penalidad en términos de ingresos salariales que impone el mercado laboral para las mujeres con hijos en Colombia. En este caso ellas calculan un diferencial salarial de 17,6% entre mujeres con hijos y sin hijos, una vez se tienen en cuenta características individuales y autoselección en la participación del mercado laboral este diferencial es de 9,4%. Un cálculo adicional donde se tiene en cuenta la edad de los hijos hace que este diferencial sea de 18,4% para aquellas madres con hijos menores de cinco años. Ante esta evidencia, ellas refuerzan la necesidad de tener varias líneas de política que ayuden a mejorar esta situación, entre ellas: una normatividad que reduzca al máximo los costos en los que incurre el empleador de una mujer con hijos; un apoyo adicional extendiendo horarios de cuidado de los niños en centros de atención; y por último, una división más igualitaria de las cargas del cuidado y crianza entre hombres y mujeres. Estas recomendaciones muestran que el trabajo de Ximena trataba de abordar un amplio espectro de soluciones, enfocadas en diferentes actores, para lograr un solo objetivo: el de generar mayor igual en condiciones de trabajo para mujeres madres, mujeres no madres y hombre.
Adriana Camacho
Profesora Asociada, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
En “Mujer y Movilidad Social”, Ximena y sus coautores hacen un diagnóstico de la situación de la mujer en Colombia e identifican un conjunto de recomendaciones de política que buscan generar una efectiva igualdad de oportunidades. Tanto el diagnóstico como las recomendaciones son exhaustivas y abordan muchas de las dimensiones del bienestar. Quisiera entonces rescatar un punto que a mi modo de ver es la contribución central. El Estado y el sector privado pueden diseñar múltiples programas y políticas, todos con las mejores intenciones de reducción de la desigualdad. Pero si las responsabilidades al interior del hogar no se re-negocian y no hay un verdadero cambio cultural, a las mujeres se les impondrá “la triple jornada” (trabajo más crianza más oficios del hogar) y eso en últimas terminará afectando la igualdad en el mercado laboral y seguirá perpetuando los estereotipos culturales del supuesto rol de la mujer en el hogar (cualquiera que sea su composición). Un buen componente entonces de las políticas e intervenciones que buscan la igualdad de oportunidades debe apuntarle a reducir la desigualdad al interior del hogar. El artículo deja dos ideas concretas, de muchas, para cambiar los comportamientos en el hogar, recogiendo la idea provocadora en la que pensaba Ximena y sus coautores: “la equidad de género se hace con el marido…no contra el marido”. Primero, evaluar las licencias de maternidad ciegas al género y promover que los papás participen de estas licencias. En Colombia la licencia de maternidad se amplió a 18 semanas pero esta sigue siendo un beneficio exclusivo de la mujer. Involucrar a los hombres, no solo balancearía los roles en el hogar sino que tendría impactos en el ámbito laboral, entre otros. Segundo, evaluar la introducción de “lavadoras” en los hogares más pobres e incentivar que sea el hombre el que las maneje. Este fue de hecho, el proyecto bandera de Ximena, el que comenzó a implementar en los últimos años de su vida, y el cual tenemos la tarea de continuar. La apuesta aquí, además de generar más tiempo libre para las mujeres, que podrían dedicar a los hijos, a estudiar, entre otros, es una intervención que le apunta a la transformación de los roles sociales. El documento cierra con un llamado de atención para “incorporar la cultura de la evaluación”, en estos temas llenos de programas con buenas intenciones pero con poca evidencia empírica en términos de su efectividad. Este es sin duda, uno de los legados de Ximena.
María Alejandra Vélez
Profesora Asociada, Facultad de Administración, Universidad de los Andes
La migración y el conflicto: ¿contribuyen a mejorar las condiciones de la mujer?
En su paper “Adjusting the Labour Supply to Mitigate Violent Shocks: Evidence from Rural Colombia”, Ximena logró unir su pasión investigativa relacionada con el uso del tiempo y los resultados en el mercado laboral de la mujer con un tema igual de relevante para el país: el impacto del conflicto armado en Colombia. En este trabajo, realizado junto con Manuel Fernández y Ana María Ibáñez, Ximena nos permitió entender los impactos causales que el conflicto ha tenido en las mujeres en este ámbito en particular. Aunque en el país se habían llevado a cabo investigaciones acerca de cómo la violencia afectaba la educación, la salud, las decisiones de las empresas, la inversión extranjera y el crecimiento económico, entre otros, ningún otro estudio había tratado el impacto diferenciado de acuerdo al género a profundidad. Ximena y sus coautores encontraron que el conflicto ha impactado de manera distinta los resultados laborales de hombres y mujeres en el sector rural en Colombia. Encontraron que, a causa del conflicto, los hombres de hogares rurales en el país han sustituido el tiempo dedicado a sus propios predios por actividades no agrícolas. Por otro lado, el conflicto ha inducido a las mujeres a reducir el tiempo dedicado al ocio y a aumentar el tiempo dedicado a las labores del hogar y el cuidado de los niños. Estos cambios en el uso del tiempo sugieren que el mercado laboral en este sector se ha visto seriamente afectado y ha generado una caída de la producción agrícola. Además, la reacción de los hogares ha implicado que el conflicto en el sector rural ha aumentado las inequidades de género pre-existentes.
La evidencia encontrada en esta investigación es relevante para Colombia en un momento en el que estamos comenzando a construir el camino hacia un país en paz. El estudio dejó claro que los cambios en el mercado laboral pueden haber generado una disminución en la producción agrícola y que programas que ayuden a incrementarla de nuevo (tales como créditos, innovaciones tecnológicas o mecanismos de protección frente a riesgos) son necesarios en estas zonas. La evidencia encontrada por Ximena y sus co-autores permite concluir que sería beneficioso también programas sociales que ayuden a distribuir la carga del hogar entre hombres y mujeres como por ejemplo aumentar la cobertura de educación pre-escolar de calidad en estas zonas al igual que la cobertura educativa en básica y media a través de escuelas que tengan en cuenta la necesidad de programas flexibles y relevantes para su población.
Catherine Rodríguez
Investigadora Asociada, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
Mucho se ha criticado a la economía por ignorar las especificidades propias de las dinámicas y las características de las mujeres. El capítulo “Mujeres rurales jóvenes y migración en Colombia”[1] nos muestra algo diferente. El análisis económico no tiene por qué ser un instrumento de reproducción de condiciones sociales, culturales o económicas. Muy por el contrario, la economía puede ser una herramienta poderosa para ayudarnos a pensar el cambio social, un cambio social incluyente para que la gente tenga opciones y elija la vida que consideran digna de ser vivida. Por esto, creo yo, Ximena trabajó en economía y también por su capacidad de ver más allá. Alguna vez le pregunté a Ximena cuál era la gracia de que los economistas volvieran sobre preguntas que las demás ciencias sociales habían explorado largamente y sobre las cuales teníamos análisis profundos y rigurosos. Este capítulo, escrito con María Alejandra Arias y Ana María Ibáñez, ilustra la respuesta que me dio en ese momento: los economistas y, en este caso, las economistas, nos dan la magnitud, nos ayudan a medir, a entender con mayor precisión pero sobre todo a descomponer las preguntas y las respuestas.
Eso es lo que hacen Ximena y sus co-autoras: pensar la exclusión como resultado de condiciones estructurales, reproducidas por el sistema social y económico. El capítulo explora los efectos de la decisión de migrar de mujeres rurales jóvenes, quienes ahora cuentan con mayores niveles de educación y mayor acceso a tecnología y tienen expectativas de vida diferentes a sus madres y abuelas, como estrategia para enfrentar la pobreza y el rígido sistema de género existente en las áreas rurales; decisión detrás del proceso de desfeminización del campo en Colombia. Las autoras miden el efecto de la migración sobre aspectos del empoderamiento femenino como son el estado civil, el número de hijos, el uso de métodos anticonceptivos modernos y el poder de decisión de las mujeres al interior del hogar. Encuentran que estas mujeres tienen mayor probabilidad de vivir en pareja, menor probabilidad de tener hijos pero cuando los tienen, el número es mayor y tienen mayor probabilidad de utilizar métodos anticonceptivos modernos que mujeres rurales no migrantes. Los efectos sobre el poder de negociación son más ambiguos pues parecen depender de si migran casadas o no y del tipo de decisión al que se enfrentan. En conclusión, la estrategia de migrar para mejorar su situación y ampliar sus perspectivas de vida no siempre tiene los resultados que las mujeres rurales jóvenes esperan.
Jimena Hurtado
Profesora Asociada, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
Participación política y género
Ximena, junto con Mónica Pachón y Mónica Wills, estudió la brecha en la participación política de hombres y mujeres. Encuentran que mujeres empleadas y con un mayor ingreso tienen mayor participación política. Su artículo sugiere que hay una relación entre la independencia económica y la independencia política de las mujeres. Aún quedan preguntas, ¿son las mujeres más activas en política las que buscan su independencia económica o son las mujeres independientes económicamente las que llegan a tener mayor participación política? A los economistas nos queda la tarea de resolver estas preguntas.
Conocí a Ximena hace más de 22 años, aunque entramos juntas a la universidad, ella siempre estuvo un paso adelante mío. Trabajó antes que yo, se fue a hacer el doctorado antes que yo, empezó a trabajar en la Universidad de Los Andes antes que yo, y se casó y fue mamá antes que yo. Ximena era la encargada de darme la bienvenida a cada etapa de mi vida, Ximena me contaba cómo funcionaban los engranajes y “el detrás del telón” de cada una de mis nuevas situaciones. Ximena me enseñó mucho como economista y aún más como persona. Una de las personas más alegres, fuertes y solidarias que he conocido. Ximena nos creó memorias excepcionales a todos los que tuvimos el placer de conocerla. Voy a extrañar a Xime como colega, pero aún más como amiga y guía
Paula Jaramillo
Profesora Asociada, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
[1]«En busca de nuevas perspectivas» con María Alejandra Arias y Ana María Ibáñez. La revolución silenciosa. Mujeres rurales jóvenes y sistemas de género en América Latina editado por Raúl Asensio y Carolina Trivelli, Instituto de Estudios Peruanos, pp 243 – 276. 2014.
Extraordinaria labor, su legado debe continuar como reconocimiento a su investigación y trabajo por las mujeres.
¡Digno de imitar.!