Un buen arquero no sólo agrega valor cuando ataja, sino que también cuando el pateador contrario sabe que lo tiene estudiado. Claudio Bravo tenía totalmente estudiado a Messi. Y más que estudiado, porque entrenaron juntos penales por varios años en el Barcelona, lo que obviamente influyó en la victoria, aunque fuera el argentino quien falló su tiro. En el proceso del Presupuesto Público en el Parlamento nos hace falta lo mismo. Un arquero que juegue en La Liga -con su equipo de Estudios- para que apoye en todo lo bueno, pero, al mismo tiempo, ataje tanto los goles del Ejecutivo como los autogoles potenciales del mismo Congreso.
Me explico. En nuestra larga y angosta patria el gobierno de turno siempre tiene un enorme poder en el proceso presupuestario. Enorme. Incluso, dentro del Ejecutivo el poder del Ministerio de Hacienda para patear penales es muy fuerte. Eso se exacerba si, además, el ministro de Hacienda no tiene una contraparte económica dura en el segundo piso de La Moneda. Es cierto que ese poder tiene algunas grandes ventajas que deberíamos cuidar -pues facilita el equilibrio fiscal-, pero también tiene puntos en contra que debemos mitigar. El costo es que hay veces donde le pasan goles al país, porque las premuras políticas o el hecho de que el arquero no conoce tus cifras generan incentivos perversos. Y ocurre que hoy el Congreso no puede cotejar independientemente y con rapidez las cifras que presenta el gobierno, situación que también aplica para cuando el propio Legislativo ajusta leyes.
Esto no es algo menor y tampoco es nuevo. Los supuestos de recaudación de la reforma tributaria fueron una caja negra, la que el tiempo demostró que no se darían, incluso mantenido el escenario.
También es evidente que en la campaña anterior y en los primeros meses del actual gobierno se prometieron implícitamente gastos que eran, al menos, dos veces el potencial de la reforma tributaria. Se hablaba públicamente de un menú con langosta, cuando en el mejor de los casos la reforma podía pagar pollo con arroz. El pollo no es nada de malo, pero la gente se enoja cuando las expectativas de comer langosta no se cumplen. Yo hubiera esperado un poco más de cuidado en no sobreprometer, en especial porque era totalmente innecesario hacerlo, dada la popularidad de la candidata en 2013 y el que los miembros de la campaña ya tenían vasta experiencia pública.
Pero cuando todo el mecanismo de autocontrol falla, deberíamos también haber tenido una institucionalidad independiente en el Congreso que verifique cifras presupuestarias y rebata con Hacienda en tiempo real. También que revise las propuestas del mismo Congreso, que ayude a los parlamentarios a no ignorar ciertas verdades aritméticas que están escondidas en las cifras. Es cierto que los parlamentarios son también soberanos de ignorar los informes que realizan los técnicos, pero cuando hay cifras y estudios públicos eso se hace mucho más difícil. Pensemos en cómo las terribles cifras en el Sename han hecho imposible negar la realidad.
En el proceso presupuestario necesitamos más apoyo de alguien independiente que nos recuerde incómodamente que la langosta es más cara. Tampoco se trata de una idea “neoliberal”, pues incluso los soviéticos miraban seriamente sus restricciones de presupuesto, al menos antes de colapsar.
Por eso, con un grupo de colegas -Andrea Repetto , Eduardo Engel, Claudio Agostini y Francisca Sara- lanzamos en marzo la propuesta de Espacio Público para que el Congreso tenga una oficina especializada para presupuesto y productividad de las leyes.
Una oficina con acceso a datos para rebatir, con capacidad de realizar análisis de frontera. La idea no es idealizar a los técnicos que habría en esa oficina técnica del Parlamento, pues las decisiones son políticas. Pero sí los técnicos deben mostrar las consecuencias de las alternativas, sin hacer recomendaciones. Eso ayudaría a que los parlamentarios se hagan responsables de las implicancias de sus propias ideas y votaciones, y que entiendan bien los efectos de lo que empujan, rechazan y aprueban. Si bien se viene hablando desde 2003 de esto, seguimos al debe.
Por eso, fue reconfortante ver que en el lanzamiento de nuestro documento -en el ex Congreso Nacional- hubo políticos de todos los colores que coincidieron en la importancia de esta institucionalidad como una prioridad para el país.
En las últimas semanas, el presidente del Senado, Ricardo Lagos Weber, ha reiterado públicamente que necesitamos esta institucionalidad. Sus declaraciones nos llaman a la acción. ¿O vamos a dejar que nos pateen nuevamente el Presupuesto sin arquero?
No. Por favor, Rodrigo, lea el capítulo 2 «Vernon Smith Meets Messi in the Laboratory» del libro de Ignacio Palacios Huerta, «Beautiful Game Theory/ How Soccer Can Help Economics». Su lectura deja en claro que su punto de partida para la propuesta que se plantea en el post es equivocado –tan errado como el penal que Messi perdió el 26 de junio pero no porque Bravo lo atajó sino porque el tiro se fue a las tribunas (el chileno que más ganó fue el que se quedó con el balón).
En cuanto a la propuesta, ojalá sea rechazada. Lo que menos necesita Chile son nuevas comisiones y órganos para hacer el trabajo que las miles de comisiones y órganos existentes no hacen a pesar de su altísimo costo fiscal (apuesto a que más del 50% de los sueldos y honorarios de estas comisiones y órganos debieran ser calificados como transferencias sin prestación de servicios). Peor, desde el 11 de marzo de 2014, este costo fiscal ya ha aumentado demasiado.