Cómo el cambio climático empeora la pobreza y la desigualdad

En las próximas décadas, el cambio climático y las catástrofes naturales pueden destruir gran parte de los progresos en el empeño por sacar a los hogares de la pobreza logrados en las décadas anteriores. Según una estimación, en los próximos 10 años el cambio climático podría sumir en la pobreza a 100 millones de personas en todo el mundo. Además, se espera que, para finales de siglo, como resultado del cambio climático y las catástrofes naturales provocadas por este, aumente drásticamente la relación del PIB per cápita entre los países más ricos y los países pobres en América Latina y el Caribe.

Según se explica en el reciente informe del BID La crisis de la desigualdad, a fin de contrarrestar estas peligrosas tendencias, es necesario que la región haga un esfuerzo concertado para diseñar políticas que fomenten la sostenibilidad y el crecimiento inclusivo.

Existen tres razones por las que los shocks climáticos y las catástrofes naturales agravan la desigualdad. En primer lugar, los países, regiones y personas más pobres tienden a estar más expuestos a los impactos del cambio climático y las catástrofes naturales que sus homólogos más ricos. En segundo lugar, son ellos quienes pierden una mayor parte de su riqueza cuando los shocks climáticos golpean. Y, en tercer lugar, dichas poblaciones disponen de menos recursos para hacer frente a los impactos negativos de los shocks climáticos.

Gráfico 1. PIB per cápita y temperatura inicial de los países de América Latina

Fuente: Cálculos del personal del BID basados en Burke et al. (2015).

En América Latina y el Caribe, las regiones con pobreza extrema del oeste de Bolivia y del centro y el sur de Perú son las más vulnerables a las fuertes lluvias e inundaciones. Además, en todos los países de América Latina, la temperatura está correlacionada negativamente con el PIB per cápita, de modo que los países más pobres están más expuestos a las altas temperaturas (Gráfico 1). También hay patrones similares al interior de los países. Por ejemplo, los estados brasileños con mayor temperatura tienen menor PIB per cápita, lo que sugiere que los estados pobres están más expuestos a los impactos del aumento de la temperatura. (Gráfico 2).

Gráfico 2. PIB per cápita y temperatura inicial de los estados brasileños

Fuente: Cálculos del personal del BID basados en datos de reconstrucción reunidos por Willmott y Matsuura (2018) de la Universidad de Delaware y por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) (2010).

Cuando se producen los shocks climáticos, los pobres suelen perder una mayor parte de su riqueza. Por ejemplo, el Huracán Mitch eliminó el 18% de los activos del quintil más pobre de Honduras, frente a solo el 3% del quintil más rico. Estas pérdidas dispares de riqueza se traducen en reducciones desiguales del consumo.

Los pobres tienen menos posibilidades de hacer frente a los impactos negativos de los shocks climáticos y a recuperarse de sus efectos. Son ellos quienes cuentan con menos recursos financieros no solo debido a que sus redes sociales -o sistemas de apoyo- también suelen ser pobres sino a que además tienen menos acceso al ahorro formal, al crédito y a los seguros. Las remesas también pueden ser una fuente para aliviar la presión financiera – o estabilizar el consumo – pero los pobres también están en desventaja en ese aspecto. Un estudio realizado en Jamaica reveló que las familias que residen en viviendas mejor construidas, un indicador de riqueza, eran más propensas a estabilizar el consumo mediante las remesas tras las tormentas tropicales. Además, mientras que las familias más ricas pueden ajustar su presupuesto, por ejemplo, retrasando sus compras de lujo, las familias pobres ya están dedicando una parte importante de su presupuesto a satisfacer sus necesidades básicas.

Estos tres factores forman una espiral de reacciones adversas en la que los pobres son más propensos a sufrir shocks climáticos y a perder una mayor parte de su riqueza a causa de ellos. Y así, obligados a vivir en la pobreza, se encuentran ahora en una peor situación, con menos recursos para hacer frente al próximo shock climático.

Afortunadamente, los países están en capacidad de romper este ciclo mediante la aplicación de políticas de desarrollo inclusivo que sean coherentes con los objetivos de estabilización climática y gestión del riesgo de desastres y, al mismo tiempo, mediante la reducción de la desigualdad. El primer paso en este sentido es mejorar las redes de seguridad social y promulgar políticas que mejoren la capacidad de los pobres para hacer frente a los impactos negativos de los shocks climáticos. Algunos ejemplos de dichas políticas son lograr mejoras en los seguros y productos financieros formales, brindar acceso a la asistencia sanitaria y mejorar los servicios de infraestructura.

Además, cuando se producen catástrofes naturales, los gobiernos también deben prestar asistencia a los más necesitados. Si no reciben una asistencia rápida tras una catástrofe, los hogares pobres pueden verse obligados a vender bienes productivos, a retirar a sus hijos de la escuela o a retrasar la búsqueda de atención médica a fin de satisfacer sus necesidades inmediatas, poniendo en riesgo sus perspectivas a largo plazo. Los gobiernos pueden destinar rápidamente los recursos a los más vulnerables empleando fondos preautorizados para este fin mediante los mecanismos de transferencias de efectivo existentes.

También debe tenerse en cuenta la desigualdad en el diseño de políticas de adaptación y mitigación del cambio climático. Por ejemplo, es probable que utilizar los cálculos tradicionales de coste-beneficio para seleccionar inversiones para la adaptación al cambio climático favorezca a los ricos a expensas de los pobres. Esto se debe a que los pobres suelen vivir en barrios marginales que resultan más costosos de proteger contra el cambio climático, al tiempo que poseen menos riqueza que se beneficiaría de dicha protección. Tales discrepancias solo podrán resolverse de manera justa si se tiene explícitamente en cuenta la desigualdad y se da participación a los pobres en la toma de decisiones. Las políticas de mitigación del cambio climático, como la eliminación de subsidios para el uso de combustibles fósiles, también pueden hacerse de forma equitativa. Por ejemplo, República Dominicana y México hacen transferencias de efectivo para compensar a los hogares pobres por el aumento en el precio de la energía.

Un cambio climático no mitigado amenaza con tener efectos desastrosos tanto para el crecimiento económico como para la desigualdad en América Latina y el Caribe. Pero si se toman medidas cuanto antes y se tienen en cuenta la pobreza y la desigualdad en el diseño de políticas públicas, la región puede conservar los logros sociales del pasado reciente y seguir avanzando hacia sus objetivos de desarrollo.

 

Publicado originalmente en Ideas que Cuentan, el blog del Departamento de Investigación del BID.