Dos acontecimientos han sido muy relevantes este verano para los consumidores chilenos: el debut de la «portabilidad numérica» y la licitación de la cartera de los nuevos afiliados de las AFP. ¿Qué tienen en común ambas cosas? Mucho. ¿Cuáles son las lecciones que dejan? Enormes.Los empresarios -en todo tiempo y en todo lugar- tienen la bondad de crear nuevas cosas y en el fondo hacer progresar al mundo. Pero tienen el vicio, ya detectado por Adam Smith, de que prefieren no competir.
Frente a las altas comisiones de las AFP, muchos -inspirados en la desconfianza del mercado y en la ideologización estatista alzaron las banderas de una «AFP estatal». Afortunadamente, y gracias a una rara conjunción de astros en la reforma previsional de Bachelet, primó la licitación. El resultado lo acabamos de ver nuevamente: esta vez, una comisión a mitad de precio. ¿Acaso habría cobrado menos una AFP estatal?
Por cierto, las antiguas administradoras hacían aterradoras profecías, diciendo que quien cobrara barato no se preocuparía de la rentabilidad. Craso error: a dos años del inicio de este mecanismo, la AFP que ganó la primera licitación ha tenido una rentabilidad superior al de la industria, cobrando mucho menos.
De la portabilidad numérica también los operadores históricos dijeron muchas cosas: que se rompería la «relación con el cliente», que ello implicaría el alza de las tarifas, etcétera, etcétera. A un mes de su inicio, todas las señales muestran justo lo contrario. Las lecciones de ambas cosas son más profundas. Como a los empresarios no se les puede dejar solos, hay dos enfoques para abordar el problema: intervenir desde el Estado o buscar introducir más competencia. Por cierto que en determinado momento ambas son necesarias, pero hay que elegir hacia dónde poner el timón.
Este gobierno ha generado algunas buenas noticias. Permitir el cabotaje aéreo, por ejemplo, reducirá los pasajes, pese a lo que puedan decir los actuales operadores. Qué cree usted que pasará cuando los remedios se vendan en los supermercados? Correcto. Bajarán sus precios. Y eso no va a significar, como dice el distinguido cuerpo farmacéutico, que la gente va a empezar a tomárselos en forma irresponsable. Quien quiera hacerlo, ya lo puede hacer. Sólo son burdas amenazas para mantener protegido su mercado.
Este gobierno tiene la oportunidad de avanzar en muchas otras áreas. Por ejemplo en las isapres, donde es imposible comparar los planes. O en los créditos hipotecarios, donde existen muchas trabas para cambiarse de banco. O en los buses interubanos, donde no pueden entrar nuevas empresas porque las actuales tienen bloqueados los terminales. Etcétera, etcétera, etcétera.
Pero el Gobierno también ha cometido errores. Cometió uno al cambiar el proyecto de licitaciones pesqueras que había impulsado el ex ministro Fontaine, para reemplazarlo por una «licitación», que permitirá mantener «la captura del mercado» que tienen las actuales industrias.
Captura que también seguirán gozando los notarios. Un mercado protegido, ineficiente y donde existen evidentes indicios de tráfico de influencia en las nominaciones. La solución no es el actual proyecto que dejará todo igual. La solución es más radical: liberalizarlo completamente. Que todo quien quiera ser notario pueda abrir una notaría (existiendo sólo altos estándares para obtener la licencia) ¿Qué cree usted que pasaría con los precios? Cómo mejoraría la atención? Por cierto, los notarios -al ritmo de sus máquinas de escribir- se han encargado de decirnos que cualquier cambio será negativo. Tal como lo decían los distintos gremios en la Edad Media.
En fin. Frente a las ganancias anormales en distintos rubros, siempre los participantes de la industria harán todo el lobby posible para mantener todo igual.
Desde afuera de la industria muchos se alzarán pidiendo más regulación, más intervencionismo y más «Estado». En algunos casos,es la única solución. Pero suele ser inefectiva y peligrosa. Mejor es la alternativa de volver a recordar las bondades de la competencia. E idear nuevas «portabilidades numéricas» y nuevas «licitaciones de cartera». El resultado será mucho más efectivo. Y eso también es Estado.
Emulando el «libertad, libertad, mis amigos», de Ruben Darío, es posible decir «competencia, competencia, mis amigos». Duela a quien le duela.
LOS EMPRESARIOS TIENEN LA BONDAD DE CREAR NUEVAS COSAS Y HACER PROGRESAR AL MUNDO. PERO TIENEN EL VICIO DE QUE PREFIEREN NO COMPETIR.