Alberto Chong y Daniel Velásquez[1]
Está ampliamente documentado que el mercado laboral remunera menos a las mujeres que a los hombres y que, en general, se encuentran menos integradas en el mercado laboral (Blau y Kahn, 2017). Estas diferencias se mantienen incluso luego de comparar hombres y mujeres con el mismo nivel educativo, edad, ascendencia étnica, entre otros. Por ejemplo, en el panel A de figura 1 se muestra la brecha de género en el empleo, para el caso peruano, según la Encuesta Nacional de Hogares. En el panel B se muestra la brecha de género en el salario por hora.[2] Estas figuras muestran dos tendencias opuestas en el tiempo.
Para el caso del empleo, la diferencia en el empleo entre hombres y mujeres era de 19.7 puntos porcentuales. Sin embargo, hacia el 2011 ésta diferencia se redujo a 18.1 puntos porcentuales. Respecto al salario por hora, hacia el año 2004, las mujeres ganaban casi 20% menos que los hombres. Contrario a la brecha en el empleo, la brecha en el salario aumentó a 27.8%. Curiosamente, ambas brechas se mantuvieron casi constantes hasta el año 2008, año en el que empezaron a desplazarse. Coincidentemente, a fines del 2007 e inicios del 2008, el gobierno peruano empezó una agresiva liberalización económica.
Pero antes de describir dicha liberalización, vale la pena repasar el contexto en el que se encontraba el Perú. Durante los años 2000, el Perú se encontraba en medio de un entorno internacional bastante favorable. El precio de los commodities estaba al alza y por consiguiente las exportaciones también. Por ejemplo, del año 2000 al 2010, las exportaciones crecieron de US$ 8,677 millones a US$ 41,052 millones. Así, con los vientos en popa, el gobierno peruano empezó a negociar varios tratados de libre comercio (TLC) con países alrededor del mundo.
La idea de estos tratados es la de abrir nuevos mercados internacionales y fomentar la integración económica a través de una reducción de los aranceles exclusivamente con el país con el que se está negociando el tratado. Sin embargo, en el año 2007, el gobierno peruano redujo de manera inesperada los aranceles unilaterales, es decir, los aranceles que paga todo país que importa sus productos al Perú. Los empresarios y agentes económicos fueron tomados por sorpresa por esta reforma, pues al tener menores aranceles unilaterales, el país empeoró su posición en las negociaciones de los TLC.
Así, en el año 2007, el gobierno redujo drásticamente los aranceles de más de 4,200 productos. Esto causó que el arancel promedio se reduzca de 10.34% en el año 2004, a 2.96% en 2011 (ver el panel A de la figura 2). Asimismo, los aranceles de cada sector cayeron en magnitudes heterogéneas y en momentos distintos (ver el panel B de la figura 2). ¿Habrá tenido esta reforma algo que ver con la brecha de género del empleo y del salario? Chong y Velásquez (2019) exploran esta posibilidad utilizando esta reforma como un experimento natural.
Existen varias razones por las que una liberalización de esta índole podría tener un impacto sobre la brecha de género. Gaddis y Pieters (2017) explican que son tres los canales a través de los cuales la liberalización puede impactar a la brecha de género. Una primera razón es la competencia. Si las empresas enfrentan una mayor competencia debido a la presencia de empresas internacionales, entonces el espacio que tienen para aplicar alguna política discriminatoria en el mercado laboral también se reduce (Becker, 1971). Una segunda razón es que, al abrirse nuevos mercados, la liberalización podría fomentar mejoras tecnológicas gracias a la importación de nuevos y mejores insumos. Estas mejores tecnológicas suelen estar asociadas a ocupaciones que demandan el uso de habilidades socioemocionales y cognitivas, y más bien reducen la necesidad de habilidades físicas. (Juhn, Ujhelyi and Villegas-Sanchez, 2014). La tercera razón es que, si el país tiene ventajas comparativas en industrias que usan una fuerza laboral mayormente femenina, al liberalizarse la economía se podría beneficiar o perjudicar dichas industrias (Do, Levchenko y Raddatz, 2016)
Para conocer qué distritos fueron más afectados por la liberalización y así evaluar su impacto sobre la brecha de género, Chong y Velasquez (2019) utilizan la composición del empleo masculino y femenino previa a la reforma. Para entender la metodología basta con pensar en un par de ejemplos. Imaginemos que la mayoría de hombres en un distrito se encuentra empleada por la industria minera. Si los aranceles de esta industria caen radicalmente, entonces los hombres de dicho distrito estarán particularmente expuestos a la liberalización relativo a otros distritos donde el empleo masculino estaba concentrado en otras industrias.
De manera similar, si la mayoría de mujeres de un distrito se encuentra empleada por la industria textil, y los aranceles de esta industria caen, entonces las mujeres de este distrito estarán más expuestas a la liberalización. Así, Chong y Velásquez (2019) comparan la brecha de género en aquellos distritos en donde el empleo masculino (o femenino) estuvo más expuesto a la liberalización, respecto a los distritos que no.[3] En otras palabras, la estimación es una generalización del modelo de diferencias-en-diferencias.
Los resultados se muestran en la tabla 1. En todas las especificaciones se controlan por efectos fijos de año, efectos fijos de distrito, tendencias (no-lineales) interactuadas con las condiciones iniciales de cada distrito en 1993 (e.g. empleo, demografía, etc.). Asimismo, se clusterizan los errores estándar a nivel de distrito. También se controla por otros factores que podrían estar correlacionados con la exposición a la liberalización (e.g. exposición a la inversión directa extranjera, exposición a las exportaciones, exposición a las importaciones, etc.) así como efectos fijos de región-año y controles individuales (i.e. lengua materna, experiencia potencial, años de educación, si el jefe de hogar es mujer, y número de integrantes del hogar).
La tabla 1 muestra que una reducción de la “protección arancelaria” del empleo masculino de 1 punto porcentual, aumenta la probabilidad de que las mujeres estén empleadas en 1.40 puntos porcentuales. En cambio, esa misma reducción aumenta la probabilidad de que los hombres estén empleados en 0.56 puntos porcentuales. Esto implica que reducir la “protección arancelaria” del empleo masculino reduce la brecha en 0.84 puntos porcentuales. En cambio, reducir “la protección arancelaria” del empleo femenino disminuye la probabilidad de que las mujeres estén empleadas en 1 punto porcentual. Esa misma reducción disminuye la probabilidad de que los hombres estén empelados en 0.35 puntos porcentuales (aunque no es significativo). Esto implica que reducir la “protección arancelaria” del empleo femenino amplia la brecha en 0.65 puntos porcentuales. Finalmente, con respecto al salario por hora, no parece haber mayores cambios en la brecha de género. Reducir la “protección arancelaria” del empleo masculino no tiene un impacto sobre la brecha (-0.0160+0.0180 = 0.20%). En cambio, reducir la “protección arancelaria” al empleo femenino podría aumentar la brecha en el salario en 0.51% (0.0068-0.0017=0.51%).
En conclusión, a nivel nacional es indudable que una reducción arancelaria puede tener efectos muy positivos en la economía. Sin embargo, dependiendo de qué tipo de industrias terminan más afectadas por la liberalización, la brecha de género podría verse afectada. En general, parece que reducir la protección arancelaría al empleo masculino disminuye la brecha de género, mientras que reducir la protección arancelaria al empleo femenino, aumenta la brecha. Interesantemente, en cuanto al salario, si reducir los aranceles no tiene efecto significativo sobre la brecha en industrias masculinas pero aumenta la brecha en las femeninas, uno esperaría que una reducción generalizada de los aranceles aumente la brecha salarial.
Figura 1 – La brecha de género |
Panel A: Brecha de género en el empleo |
Panel B: Brecha de género en el salario por hora |
Figura 2 – Liberalización económica |
Panel A: Arancel promedio |
Panel B: Arancel promedio por sector
Tabla 1 – El efecto de la liberalización del comercio en el empleo y el salario
Bibliografía
Becker, G. S. (1971). The Economics of Discrimination. University of Chicago Press Economics Books 9780226041162. University of Chicago Press.
Chong, A. and Velásquez, D. (2019). » Trade Liberalization, Skill Premium, and the Gender Gap». Manuscript, Andrew Young School of Policy Studies, Georgia State University.
Do, Q.-T., Levchenko, A. A., and Raddatz, C. (2016). “Comparative advantage, inter-national trade, and fertility”. In: Journal of Development Economics 119.C, pp. 48–66
Francine D. Blau & Lawrence M. Kahn, 2017. «The Gender Wage Gap: Extent, Trends, and Explanations,» In: Journal of Economic Literature, vol 55(3), pp 789-865.
Gaddis, I. and Pieters, J. (2017). “The Gendered Labor Market Impacts of Trade Liberalization: Evidence from Brazil”. In: Journal of Human Resources 52.2, pp. 457–490
Juhn, C., Ujhelyi, G., and Villegas-Sanchez, C. (2014). “Men, women, and machines: How trade impacts gender inequality”. In: Journal of Development Economics 106.C, pp. 179–193.
[1] Georgia State University y Universidad del Pacífico, respectivamente.
[2] Para calcular ambas brechas se ha controlado por una serie de variables: lengua materna, experiencia potencial, número de integrantes en el hogar, años de educación, estado civil y el sexo del jefe de hogar.
donde los sobre-índices “M” y “F” se refiere a masculino y femenino, respectivamente. “L” se refiere al número de empleados, “i” a la industria, “d” al distrito, y “t” al año.