Bob Lucas: investigador, docente, mentor, amigo.

Esta entrada en Foco Económico es un muro de recuerdos en homenaje a Robert E Lucas Jr., Bob. En ellas van a leer anécdotas que ilustran su pensamiento, su método para dar clase, su generosidad como mentor y el toque mágico de su amistad.

Escriben Fernando Álvarez, Juan Pablo Nicolini, Iván Werning, Andy Neumeyer, Paco Buera, Pedro Teles, Rody Manuelli, Constantino Hevia, Alexander Monge-Naranjo, Manuel Amador, Carlos Vegh, Marco Bassetto,Michelle Boldrin, Stephanie Schmitt-Grohé, Guillermo Calvo, Esteban Rossi-Hansberg, Danilo Guaitoli y Alberto Bisin, Tano Santos, Martín Uribe, Hanno Lustig, Pablo Werning, Andy Atkeson, María Cristina De Nardi y Natalia Ramondo.

Invitamos a los lectores a compartir alguna anécdota personal en los comentarios.

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Este lunes recibimos la tristísima noticia del fallecimiento de Robert Lucas.  En mi opinión, y creo que en la de una gran mayoría de economistas académicos, Bob es el macroeconomista más importante de los últimos cincuenta años, definiendo el campo ampliamente. Bob tiene muchísimas contribuciones. Claramente el desarrollo de las ideas sobre expectativas racionales, en su trabajo con Ed Prescott sobre equilibrio dinámico en una industria. Aun más importante, en su famoso «Expectations and Neutrality” de 1972. Ese trabajo es increíblemente moderno, o puesto de otro modo, cambió la manera de pensar sobre modelos económicos agregados, por lo que ahora nos parece moderno! Las contribuciones de ese trabajo son varias: un equilibrio monetario en el contexto de expectativas racionales donde los precios no revelan completamente toda la información, y donde los shocks monetarios causan fluctuaciones de corto plazo, i.e. una curva de Phillips, pero que no se puede explotar con una política monetaria sistemática. La originalidad de cómo se plantea el equilibrio, la elegancia, y la claridad de este trabajo marcaron un antes y después. La idea substantiva es la confusión, en el corto plazo, entre shocks monetarios y reales que general la Curva de Phillips. Nadie mejor para describir el impacto de ese paper que Ed Prescott, que fue su estudiante y coautor, otro revolucionario macroeconomista que lamentablemente hemos perdido recientemente, que escribió lo siguiente en su propia Nobel lecture:

…»Particularly noteworthy is Lucas’s role in the macroeconomic revolution. In the very late 1960s and early 1970s he revolutionized macroeconomics by taking the position that neoclassical economics should be used to study business cycles. Others had dreamed of doing it, but Lucas actually figured out ways to do it. In his paper “Expectations and the Neutrality of Money” (1972), he creates and analyzes a dynamic stochastic neoclassical model economy that displays the Phillips curve, which is a key equation in the system-of equations macro models. I can think of no paper in economics as important as this one.»

También recuerdo a Tom Sargent, otro gigante, comentar su reacción cuando vio este trabajo: le dijo a Neil Wallace, “Tiremos lo que hemos hecho, tenemos que empezar de nuevo”. V.V. Chari, escribió un ensayo sobre Bob con un titulo fantástico: “Robert E Lucas Jr: Architect of Modern Macroeconomics”. Bob Hall en otro ensayo sobre Bob escribió en 1998: “Over the last thirty years, the theory and practice of economic dynamics have undergone an extraordinary transformation. Robert Lucas has been and continues to be the leader of this transformation”. Varios otros gigantes de nuestra profesión han escrito evaluaciones similares.

Para cualquier otro científico, revolucionar un área seria suficiente para una carrera. Como sabemos, esto solo fue el principio. Bob escribió muchísimos otros papers que fueron seminal, y que cambiaron áreas completas dentro de macro.  Más o menos cronológicamente, recordemos los siguientes. “Equilibrium Search Unemployment” con Ed Prescott, de 1974, es avanzadísimo para su era.  Es el primer ejemplo de un modelo donde hay reasignación entre muchas industrias, un equilibrio estocástico donde además se determinan los salarios en cada sector, y los flujos netos de cada sector a cada uno otro y a desempleo. De esa misma época es su famosa “Lucas critique”:  un framework que nos explica los límites de cómo pensar, o mejor dicho como no pensar, en los efectos de políticas económicas. En 1978, Bob publicó su “Asset Prices in an Exchange Economy”. Este trabajo explica cómo pensar en un modelo de equilibrio sin fricciones el valor de los activos financieros. El 78 no fue un mal año para Bob, también publico su famosísimo paper sobre el tamaño de la firmas, basado en la idea de “span of control” en su “On the Size Distributions of Business Firms”. En 1980 publica “Equilibrium in a Pure currency Economy”, este es un modelo monetario basado en shocks idiosincráticos, otro adelantado para su tiempo -una década antes que otro gran paper el «Aiyagary model” de Rao Aiyagari. En el 82 Bob escribió “Interest Rates and Currency Prices in a Two country World”, que destila la lógica de la determinación de precios y tipos de cambio con flexible prices y sin fricciones en ningún mercado, que se ha convertido en el benchmark para entender las desviaciones que observamos. En el 83 Bob publica, junto con Nancy Stokey, “Optimal Fiscal and Monetary Policy in an Economy without Capital”. Este paper es fundamental,  introduce Ramsey taxation en models macroeconómicos dinámicos. En 1987, nuevamente con Stokey, publica su “cash-credit” paper, otro clásico en economía monetaria, en términos de modelización de la demanda de dinero. Más adelante Bob escribe otro trabajo relacionado, pero complementario en “Liquidity  and Interest Rates”.  En 1988 Bob escribe un paper importantisimo: “ On the Mechanics of Economic Development”. Luego de abocarse a los típicos tópicos de «corto plazo”, en este paper Bob cambia de interés, y escribe un trabajo fundamental sobre crecimiento económico, que tiene un impacto enorme en la profesión. Este paper se complementa con otro clásico en el tema pocos años después, «Making a Miracle”. En 1992 y 1995 Bob vira nuevamente de tema, y escribe con Andy Atkeson dos trabajos muy importantes en la dinámica eficiente con información privada, basados en el trabajo fundacional de Ed Green. En los 2000’s Bob continuó su interés en las fuentes de productividad y externalidades que en su trabajo anterior de crecimiento había modelado de una manera mecánica, para lo que junto a Esteban Rossi-Hansberg estudió el efecto de aglomeraciones en la productividad. Más adelante, junto con Ben Moll y Paco Buera, continuó con el mismo tema, las fuentes de productividad, pero focalizándose en la transmisión de conocimiento.  No quiero dejar pasar un paper de Bob que es uno de mis favoritos: “Menu cost and Phillips Curves” en 2006. En este paper Bob and Mike analizan los efectos de shocks monetarios de modelar explícitamente los costos de cambiar precios, para mi otro clásico.

Espero que esta lista de clásicos de una idea de la variedad de los tópicos en los que Bob ha contribuido de una manera fundamental. Me gustaría además remarcar alguna de las características de sus trabajos. Primero, Bob es posiblemente quien escribe mejor en economía. Sus trabajos son un placer para leer. Segundo, sus modelos son elegantes, y relativamente simples. Son simples, en el sentido de no tener elementos extras, y a la vez sofisticados en el sentido que Bob no tomaba atajos conceptuales. Tercero, sus trabajos tienen siempre un punto sustantivo. Esto es aun más claro cuando vemos sus trabajos en totalidad. En mi opinión, nuestra área se divide antes y después de sus contribuciones.

Brevemente, me gustaría recalcar algunos de los rasgos de la personalidad de Bob. Uno muy importante era su generosidad con su tiempo y con sus ideas. Eso lo saben todos sus estudiantes, coautores, y visitantes. Otra característica era que Bob era muy curioso intelectualmente y muy tolerante de diversas ideas. Para ser claro, a la vez no tenía mucha tolerancia de aquellos que pensaba que no eran serios intelectualmente! Bob era un intelectual en el mejor sentido de la palabra. Además de ser un gran economista, era una persona muy culta, sabia muchísimo de historia y literatura. Por último, me gustaría decir que a nivel personal Bob fue para mi un colega excelente, un amigo muy cercano, y un mentor inigualable; su ausencia es muy difícil de llevar.

Fernando Álvarez

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Since last Monday, all macroeconomist became orphans.  Much more qualified people than me have explained in detail his contributions. My preferred one is

http://www.tomsargent.com/research/Learning_from_Lucas.pdf

I was privileged enough to be his student in the 80s and, later on, his friend. We took several trips together, with Nancy and with Anabella. His classes were absolutely fascinating. As most academic economist, I spent over twenty years in school. That means a very large number of teachers.  Bob clearly stands as the best.

Bob would start by explaining the topic of the day and, most importantly, why. Then he will explain and solve the model, go over the derivations, explaining in detail what he was doing and what he was trying to achieve. Then, after very neatly filling a blackboard with equations (the technology was the chalk, and blackboards were actually black), he would draw a perfectly drawn rectangle over some of the equations (3 or 4?)  and would erase all the other one. And that is when the magic started. He would move away from the blackboard and start explaining the economics behind the math, and how, looking at the right data, showed us how to put clarity into the now only apparent chaos of reality.  Your initial confusion will slowly, through his talking, become orderly thoughts. Many times, in class, I took a look at the watch. But in Bob’s classes, the feeling was: Oh crap, there is only 20 minutes left!

Once the quarter was over, you looked at the world in a different way. And a strong nostalgia feeling would invade you: you had to with till next year to be able to sit in his classes again. I took all the classes he taught while I was a graduate student. And I also took his class when privilege called me again to visit the Department at Chicago in 2005.

After that visit, we became friends and as I mentioned, we took a few trips together.  After a few minutes of marveling about the landscape, he started discussing the ways the old societies that inhabited the place (the Incas in Machu Pichu, the diaguitas in North-West Argentina or the medieval villagers in deep Catalunia) lived and why.  I never stopped learning from him.

Bob, the greatest teacher,  we will miss you forever.  It was a privilege to be your student. At the risk of appear as self-referential, I attach a picture to this post. I call it “ The reason I know one thing or two”.

Juanpa Nicolini

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Con mucho pesar, se nos fue un verdadero ídolo. Después de todo lo que vivió e hizo, me queda una sensación de gran vacío, pero también mucho para celebrar y recordar.

Desde lejos, antes de conocerlo, resaltaría tres cualidades que siempre admiré en la obra de Lucas. Primero, sus papers desbordan de creatividad, con suma elegancia en su formalidad. Aunque no buscan hacer teoría por la teoría pura y tienen motivaciones muy prácticas, logran trascender y dejar una lección amplia y perdurable. Segundo, ecuaciones aparte, Lucas escribe como los dioses: sus introducciones y conclusiones son legendarias. Es un placer leer sus papers. No tiene par. Tercero, siempre admiré su eclecticismo: a pesar de hacerse la fama por sus papers monetarios en los 70s, no se quedó ahí y abordó una variedad de temas a partir de los 80s como la teoría de la imposición óptima, el crecimiento económico, la economía urbana, la desigualdad y el comercio internacional (siempre volviendo a picotear temas monetarios).

Por estas razones, Lucas era un ídolo para mí (y creo que para muchos) mucho antes de hacer mi PhD, y nunca dejó de serlo. Yo trataba de leer y releer todo lo que había escrito, aunque entendiera solo una fracción. Los ídolos locales de turno Fernando Alvarez, Juanpa Nicolini, Rody Manuelli y otros traían una sucursal de Chicago (note al pie: recuerdo a Rody comparar con gran admiración a Lucas y Michael Jordan, que en esa época volaba arriba de los demás jugadores). Yo solo quería estudiar en la “escuela de Lucas” y tuve la suerte de irme a estudiar a Chicago. Allí fue una experiencia increíble conocer a Lucas en persona. Pero no solo por confirmar, o poder admirar de cerca, lo que ya sabía de él. También me aguardaban algunas sorpresas.

Esos años en Chicago aprendí muchísimo de Lucas. Presiento que él tal vez no supo cuánto me influyó—aunque formó parte de mi comité de tesis, no lo consultaba tanto en esa época (creo que aún me intimidaba un poco, y ya estaba muy ocupado molestando a Fernando Alvarez y trabajando para Gary Becker). Sin embargo lo que aprendí de primera mano de Lucas en el aula y en los seminarios me sigue inspirando.

En el aula Bob siempre venía con la intención de explicar un solo paper o un solo modelo, es decir, una sola idea, pero en profundidad, a su estilo, notas y tiza en mano.  Bob llegaba y se entregaba de lleno. A veces se confundía o se perdía en sus argumentos. Esto es infinitamente más riesgoso pero más interesante que lo que se acostumbra hoy: ir volando a mil por hora con slides, resumiendo 10 papers, etc. Algunas veces eran métodos y otras veces temas sustanciales. Recuerdo ver contratos óptimos y el modelo de Mirrlees de imposición óptima no lineal (dos temas que usé luego en mi propia investigación). 

En los seminarios esa humildad característica también se entrevía: Bob no interrumpía demasiado al que presentaba, no estaba ahí para hacer de abogado del diablo (al menos en mi época). En cambio, salía con preguntas para entender, a veces revelando confusión de su parte, y cuando aprendía algo de la respuesta, sonreía agradecido. ¡Esto era lo opuesto a la mayoría de las interacciones que yo veía en los seminarios en Chicago! Ante mis ojos el capo de los capos, Lucas, era el más humilde y uno de los pocos que venía a aprender algo.

Tanto en el aula como en los seminarios era inspirador ver al ídolo mostrar muchos momentos brillantes, pero sin esconder los traspiés ¿El ídolo es humano? Claro que sí, como todos los ídolos. Pero el punto va más allá de eso. Con la transparencia de su propio ejemplo, Bob me dió una lección importante como investigador: buscar desafíos, cometer errores, incluso en público, buscar aprender sin egos del prójimo. Bob nos ponía al desnudo su propio proceso, nos confesaba sin esconder nada que pensar en Economía es un oficio difícil, donde las idea se va mejorando con paciencia y perseverancia. Esa lección, su actitud de humildad, sus ganas de aprender, y sobre todo aquella sonrisa son cosas que siempre voy a recordar. ¡Gracias Bob!

Ivan Werning

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La primera vez que me encontré con Robert E. Lucas Jr. fue como estudiante, probablemente en la clase de Guillermo Calvo, leyendo su artículo “Some International Evidence on Output -Inflation Tradeoffs” en el que muestra, ya en 1973!, que la Phillips Curve para Argentina es vertical. Su interpretación es que nadie le presta atención a los cambios de precios nominales porque los interpretan simplemente como ruido monetario. En consecuencia, si veo que el precio de mi producto sube, pienso que eso es puro ruido y no cambio la producción. Su interés por Argentina perduró por muchos años. Visitó la Universidad Di Tella varias veces, recorrió la Patagonia y el noroeste. La ultima vez que nos visitó fue para el bicentenario de la independencia en Tucumán.

Conocí a Bob en 1996 en una conferencia de macroeconomía en Northwestern. Un día, después de la conferencia, él y Nancy invitaron a todos los participantes a tomar cerveza en su casa. En esa ocasión Andy Atkeson, que tenía confianza con ellos, me lleva al escritorio y me muestra una medalla dorada con la efigie de Alfred Nobel. Bob entra en la habitación, me muero de vergüenza, y nos pregunta, honesta y humildemente, “What do you do with this thing?” Imagínense la reacción de un casi recién recibido a esa pregunta. Congelamiento inmediato, seguido de un comentario por parte de Bob en la línea d: es algo que uno le deja a sus hijos, que otra cosa se puede hacer con esto. Está anécdota se une a las frases celebres de Bob recopiladas por Alberto Bisin y Danilo Guaitoli.

Años mas tarde, Bob el profesor y mentor. 

En el invierno boreal de 2003, visite la Universidad de Chicago. Tome una clase de Desarrollo Económico que él enseñaba. Constantino Hevia y Paco Buera también estaban en la clase. En esa época, Bob trataba de entender la conexión entre comercio y desarrollo. Nos mostró unos datos y se pasó el curso compartiendo los modelos que había hecho para capturar este vínculo. Ninguno lo convencia, explicaba porque, y seguía al próximo intento.  Años mas tarde las ideas maduraron y escribió modelos de comercio y desarrollo con Fernando Álvarez y modelos en los que el comercio internacional es un canal para la transmisión de ideas a los que se agregó Paco Buera. Esta anécdota se relaciona con otro consejo/frase célebre. “When you prepare a course, you have to learn something, it has to be useful for your research.” De hecho, Paco empezó a charlar sobre estos temas relacionados al flujo de ideas entre países con Fernando y con Bob luego de una conversación acerca del curso que Paco enseñaba en esa época en Northwestern, basado en el de Bob.

Durante ese invierno, mi oficina estaba al lado de la de Fernando Álvarez. Todas las tardes a la misma hora Bob y Nancy nos golpeaban la puerta e íbamos a tomar un café. El tema de conversación era siempre el mismo. Entender el trabajo presentado en el seminario de la semana. Cada semana, cinco conversaciones tratando de entender la presentación del seminario y sus implicancias. Esto también me recuerda otra anécdota y frase célebre. En una conferencia Boyan Jovanovic presenta un modelo, raro. Le pregunto a Bob que se lleva de la presentación de Boyan. Me dice: “I don’t know, it’s a beautiful model. Have it in your mind,  it will be useful one day.”  

Hay infinidad de historias para contar después de décadas de amistad. Todas reflejan la sed de conocimiento, el placer de transmitirlo y la generosidad en compartir.

Andy Neumeyer

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Anteayer, Bob Lucas pasó a ser parte de la Divina Trinidad de la Macroeconomía.  Me lo imagino en algún panteón lejano conversando con Keynes y Friedman. Estos tres nombres resumen la historia y los grandes debates intelectuales de la macroeconomía en el siglo XX. El resto de los mortales revolotea alrededor.  No habla mal del resto. Es que, al lado de gigantes, todo luce pequeño, como visto desde un avión.

Me permito compartir algunos recuerdos personales.  Durante mis años como estudiante en Chicago (1983-1987), tuve la enorme fortuna de tomar tres cursos con Lucas.  Lucas llegaba a la clase de camisa y corbata y con uno de esos portafolios grandes de aquella época.   Lo ponía sobre una mesa al lado del pizarrón y sacaba un enorme cenicero (había también unas notas de clase que no miraba mucho).   Fumaba un cigarrillo tras otro.  Cuando terminaba la clase, vaciaba el cenicero en una papelera y lo volvía a poner en el portafolio.

Fue el mejor profesor que he tenido en mi vida.  Las clases eran brillantes (para mí al menos, a otros compañeros no les gustaba tanto su estilo).   Sus trabajos siempre fueron muy técnicos, pero en las clases nada más complicado que un modelo de dos períodos.  Y no usaba casi incertidumbre.  Nos decía, por ejemplo, que leyéramos Lucas-Stokey sin la incertidumbre, que no se necesitaba para entender la esencia del paper.

Con mi gran amigo, Ernesto Talvi, nos devorábamos nuestras notas de clase y todos los comentarios que hacía Lucas, casi como hablando solo.  ¡No nos quedaba espacio en los márgenes!  Un día Lucas nos presenta la teoría cuantitativa y, al terminar, caminando hacia el pizarrón murmura “y, en realidad, la teoría cuantitativa es 90 por ciento de lo que sabemos en teoría monetaria”.   De la fila tres para atrás, uno hubiera perdido esta “joyita”.

Muchas veces Lucas respondía “I don’t know” a ciertas preguntas.  Algunos estudiantes se molestaban.  Yo estaba fascinado, pues me parecía increíble que un genio no supiera algo y lo confesara abiertamente.  Lucas tenía esa humildad del científico que solo sabe que no sabe nada (o poco).

El destino quiso que, en octubre de 1995, estaba yo en Chicago de profesor visitante enseñando un curso de macro abierta.   ¡Y Lucas recibe el Premio Nobel!   Esa noche festejé cenando con Bob, Nancy Stokey y el seminar speaker.  Yo no lo podía creer.  Al mediodía, caminando con Bob rumbo al faculty club para almorzar con colegas, Bob me pregunta si yo sabía exactamente qué edad tenía Arrow cuando había recibido el Nobel.  ¡Hasta los genios tienen su corazoncito!  Sin internet, claro, lo pude averiguar solo después del almuerzo y Arrow le había “ganado” a Bob por varios años.

Termino con una anécdota divertida.  Para el “prelim” de Macro (el “qualifying exam”) el año que lo tomamos con Ernesto, iban tres cursos:  Lucas, Hansen, y Townsend.  Townsend siempre fue un gran investigador pero su curso era casi imposible de seguir pues era material nuevo y cometía muchos errores y se confundía.  Tengo en mi memoria “objective functions” con interminables sumatorias para capturar diferentes fuentes de incertidumbre.  Con Ernesto, reconstruíamos sus clases con gran esfuerzo.  Y éramos los  únicos que lo hacían, así que estábamos deseando que hubiera varias preguntas de Townsend.  Lucas era el chair del prelim por lo que él armaría el examen.   Llega el día del examen y, para nuestra sorpresa y shock, no hay una sola pregunta de Townsend.  Esa noche nos encontramos con Lucas en una reunión (creo que en lo de Alito Harberger) y Lucas me pregunta cómo nos fue.  “Creo que bien“, le digo, “pero nos sorprendió que no hubiera preguntas del Prof. Townsend“.  Y Lucas dice “ah, si, ¿ustedes entienden qué hace Townsend?”.  “Porque se fue hace como 3 semanas a Tailandia, me dejó preguntas pero, como no entendí nada, no las incluí.”  “Uy, profesor, nosotros contábamos con esas preguntas pues éramos los únicos que seguimos el curso” le digo y Lucas, matándose de risa, dice “sorry”.

Carlos Vegh

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A short note, written only a few days after he left us, is not the most appropriate place to try saying something about Bob Lucas the great scholar. This will have to be done, in due time, in other circumstances. The only academic thing I can think of right now is that he is probably traveling to one of his islands where, under a tree in his orchard, he will inquire if a well-argued critique can make miracles happen so that capital, human and not, may finally start flowing from rich to poor countries. And in doing so, Bob will once again mingle his best research and his very human sides, as he always did when alive among us.

Which is a somewhat light way to say: the thing that most impressed me about Bob Lucas – apart from his profound sense of intellectual honesty – was his ability to represent new and sometimes complicated concepts through a narrative, a story, or a metaphor that made everything looking obvious; even when, in retrospect, it was not. In this sense, Bob was both the first and the best among the post-modern economists. Profoundly conscious of the limits of our mathematical techniques and of our capacity to measure, estimate and represent through quantitative models the intricacies of economic reality, he mastered the art of building stylized models around a cogent and capturing allegory that would immediately convey to the reader the underlying economic intuition. Which is why, in our minds, he will always smile from a beautiful island.

Such remarkable ability did not characterize only his writings – which we all agree being of a quality superior to almost everyone else’s in Economics – but also his remarks in seminars and the style with which he presented his own work. Among the many occasions that come to mind, let me recall a couple. First was his presentation of the “Mechanics” paper at the inaugural Lionel W. McKenzie Lecture at the University of Rochester, in late spring of 1986: so brilliant and full of stories that he almost convinced me knowledge externalities were the missing key to understand the process of innovation and growth! But maybe it was just the uncontrolled excitement at the thought that a couple of months later I would have become his junior colleague at Chicago, who knows?

Second, and on the opposite extreme in some sense, was a remark he made at one of the first Northwestern Macro Conferences. During the presentation of a paper in which the authors had made abundant use of the CIA constraint, an endless discussion ensued about the fact that the constraint had not been “micro founded” or “justified”. After quite a few fruitless exchanges between the presenter and a group of colleagues in the audience, the debate was going nowhere. At which point – from the upper corner of the classroom – Bob’s voice was heard “He has not justified the &$%# Cobb-Douglas production function either. Let’s move on!”. The seminar resumed after a cathartic laughing of the whole audience, speaker and debaters included.

There was a deep epistemological point in that remark, which I am afraid we often forget when building our models. In the same way that, during the last decade or so, the conduct of monetary and fiscal policy seems to have totally forgotten the deep and enduring lessons contained in both the allegory of the islands and in his critique of econometric policy evaluation. Hopefully his departure may provide all of us with a moment to recall the amiable friend and great scholar but also his teaching.

Michele Boldrin

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Leí sobre Robert Lucas por primera vez cuando era estudiante de la Licenciatura de Economía. El texto trataba de las expectativas racionales y el papel de Bob como figura central del grupo de economistas que revolucionaron la macroeconomía. En ese momento, no comprendí el impacto que tendría en mi formación profesional. La influencia de Bob se encuentra en diversas áreas, en la profundidad y elegancia del análisis, y también en el estilo y la manera con la que investigaba. Les digo a mis estudiantes que la mano de Bob está presente en todas partes.

Tuve la dicha de encontrarme muchas veces con él: por primera vez en el mercado laboral para economistas recién graduados de doctorado, luego en varias conferencias y seminarios, y en sus visitas regulares al Banco de la Reserva Federal de Minneapolis junto con Nancy Stokey. Estar cerca de Bob era impresionante, siempre a la espera de que dijera algo sorprendente e interesante. Sus comentarios eran siempre de buen humor y con las palabras precisas, sin extras, como en sus artículos. Además, mostraba una generosidad y humildad incomparables, especialmente con economistas jóvenes y principiantes. Al comienzo de mi carrera, le pedí ayuda en varias ocasiones y su respuesta fue siempre, sin titubear: “por supuesto, encantado de hacerlo.”

Quedé impresionado al leer acerca de Robert Lucas durante mis años de estudiante universitario. Hoy, después de comprender la enormidad de sus contribuciones y la calidad de su persona, mi admiración es mucho mayor. Robert Lucas es irremplazable; es el modelo a seguir para todos los economistas.

Manuel Amador

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When I started at Chicago in September 1989, before the beginning of classes, there was an orientation day for the incoming cohort, with presentations by students, staff, and faculty.  Bob was the faculty presenting.  He applied what I later noticed was a pattern in his teaching style, one point per presentation. That day, he talked about how one could write an original research paper. He suggested one possibility. See if a set of tools that works for a  different question could also work for yours. At that moment, I thought he would give an example from his own work, such as rational expectations, which Muth applied to specific markets, and Bob applied to understanding  dynamic stochastic general equilibrium, changing forever the way we conduct macroeconomic analysis. Instead, he spent the class explaining how his colleague Gary Becker applied the concept of offer curves in international trade to understand discrimination. What a stretch from today, when often if A has to discuss B at a conference, then A ends up discussing a paper by, you guessed it, A.

Martin Uribe

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Bob was my hero from my undegraduate studies. When I had to choose among graduate programs, Andrea Buraschi contacted me and told me «Bob Lucas asked me to call you.» With that, the decision was done.

Over the years, I had the privilege to be take Bob’s courses, to be his TA, to have him on my thesis committee, and to have him as a lifelong mentor and friend with whom I shared many pleasant occasions. He was a big asset during all the Chicago years of my career even after I graduated.

I was always impressed by the incredible clarity of Bob’s papers. He often dealt with very difficult problems and yet he was able to make them accessible to any decently trained economist. The same clarity shone through our precious conversations, whether they were about my research, his, or somebody else’s.

Marco Bassetto

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Bob Lucas es un gigante de la macroeconomía. Fue un pionero en la construcción de modelos macroeconómicos sistemáticos y claros, incorporando los actores centrales de las sociedades: individuos con preferencias, expectativas, y limitaciones. Fue brillante, pero a la vez tuvo una perseverancia impresionante para continuar explorando sistemáticamente una gran cantidad de preguntas centrales de la economía. En el camino nos fue dejando “parques de diversiones” para que generaciones de macroeconomistas continuemos pensando en los problemas centrales de nuestro tiempo. Fue un escritor fenomenal, a mi gusto el mejor. Es oportuno recordar el programa de investigación en sus propias palabras:

“Our task as I see it (to restate my introduction somewhat more bluntly and operationally) is to write a FORTRAN program that will accept specific economic policy rules as ‘inputs’ and will generate as ‘output’ statistics describing the operating characteristics of times series we care about, which are predicted to result from these policies. […] It must be taken for granted, it seems clear, that simply attempting various policies that may be proposed on actual economies and watching the outcome must not be taken as a serious solution method: Social experiments on the grand scale may be instructive and admirable, but they are best admired at a distance. The idea, if the marginal social product of economics is positive, must be to gain some confidence that the component parts of the program are in some sense reliable prior to running it at the expense of our neighbors.” Methods and Problems in Business Cycle Theory [and asset pricing, economic development, the theory of firm, public finance, international trade, urban economics…!], Journal of Money, Credit, and Banking, vol. 12, no. 4 (November 1980).

Paco Buera

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In the spring of 1986, Sergio Rebelo, then a student at Rochester, organized an RBC conference at Catolica. Bob King, of course, was there. In a meeting with students, he talked about how reading Understanding Business Cycles was a religious experience. I remember that vividly. Actually, that is all I remember. A few months later at Chicago, attending the classes of Bob Lucas, I understood what he meant. At the end of one of those lectures, where Bob had gone through a simple cash-in-advance model and how that matched the long run data on money and prices, I remember turning to Juanpa Nicolini, expecting to see the same experience of everything coming together.

Listening to Bob teaching, presenting his work, summing up the paper at the end of a seminar, or just talking over beers, always had that effect, as if truth was being revealed.

I think this sums up Bob’s life as an economist: Trying to find Truth. And truth had be beautiful and elegant, and precise.

Juanpa’s message after he heard of Bob’s death was: What a privilege we had, Pedro….!!

What a privilege we all had in having Bob with us!

Pedro Teles

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Mi primer recuerdo de Bob Lucas fue como estudiante de primer el año de doctorado, en la secuencia de macroeconomía (que empezaba con Bob, continuaba con Sargent y terminaba con Woodford). Bob era un profesor extraordinario, de una claridad increíble, que hacía fácil lo que no lo era. Quizás por ello, por creer que entendíamos algo que Bob simplemente había explicado con insólita transparencia,  en el midterm de ese primer año la clase se presentó con una preparación que, por decirlo de forma delicada, no era la óptima y los resultados dejaron mucho que desear. La reprimenda de Bob fue una que nos dejó a todos en estado de shock y supuso un antes y un después en nuestros estudios. Cuando se lo comenté años después, ya de profesor, todavía lo recordaba y con mirada pícara dijo “well … it clearly worked!” No fui estudiante suyo, pero en las muchas horas que pasé en la oficina de Jose Scheinkman mientras trabajaba en mi tesis, Bob pasaba con frecuencia para charlar con Jose … el nivel de aquellas conversaciones, el respeto que se tenían, la profundidad de las ideas y esa elegancia con la que pensaba y escribía (como el gran amante de literatura que era) dejó en mi una impresión permanente.

Tano Santos

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In my first year at Chicago, Robert Lucas taught macro. After the final exam, students had to pick up their exam in person in his office. He told me that I and one other student, Jorge Canales, had solved the question in a different way than him and the rest of the class. But that he thinks that our approach could also be correct. He asked me to walk him through my solution and then he said «I had not thought of this solution strategy, but I agree it is correct.»   This left a deep impression on me, one of the most dominant minds in macroeconomics  took the time to have a student walk him through an alternative solution to an exam question.

Stephanie Schmitt-Grohé

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For people of my generation Bob Lucas was like a flash of bright light in macroeconomics that left a durable mark in the field. “Before,” macro literature engaged in a promising search for microfoundations which included the Phillips Curve. However, there was a large hiatus between macro and micro, which, among other things, made it difficult, if not impossible, to analyze phenomena geared to expectations of future policy decisions: the bread-and-water of relevant macro experiments. For example, unlike (Finite-Horizon) General Equilibrium, there was no solid theoretical basis to incorporate Rational Expectations, RE, in the conventional macro/monetary theory of those days. The available theory, associated with Adaptive Expectations, AE, implied that RE causes major macro disequilibrium, landing the economy into hyper-inflation or deflation. Few economists took this result as realistic, which gave rise to an AE literature tiptoeing around RE to avoid such implausibly sounding results. Thus, imagine the intensity of the flash when Bob circulated his macro gems—reinforced by Tom Sargent and Neil Wallace 1973 Econometrica paper—showing that the steady state is a sensible equilibrium concept under RE!!

I can already sense the volume of scholars that will spend a large amount of “ink” evaluating and clarifying Bob’s contribution to macro and other fields, like economic growth. But I hope future generations will not miss the fact that Bob was a true leader. He put a major amount of nerve on RE but was immensely generous with those like me that followed on his footsteps—and even those that didn’t. This is reflected in the tenor of Bob’s many papers and books.

In conclusion: Bob has left us, but many of us will never leave him!!

Guillermo Calvo

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La muerte de Bob Lucas me llena de tristeza. Como con una figura paterna, un padre intelectual, le dio dirección a mi trabajo académico. Un standard de calidad, de claridad, al que aspirar. Pero no etéreo, abstracto, sino real y amigable. Un mentor, un modelo, que a la vez era una amigo querido. ¡Qué gran suerte haber ido ese día en 1999 a ofrecerle mis servicios como asistente de investigación! Me preguntó si sabía programar en Matlab, le dije que no, pero que podía aprender. Creo que le gustó mi respuesta.

Tomé todas sus clases en Chicago. Era un buen profesor, aunque quizás un mejor escritor. Mi relación con él empezó en una de sus clases. Mi educación en México había sido buena, sabía bastante cuando llegue a Chicago, pero tenía también ese rasgo cultural que compartimos tantos latinoamericanos: la reverencia a la autoridad. Mi instinto era oír, aprender de estos gigantes de la economía, no contradecirlos o cuestionarlos. El resultado era demasiada timidez. Por fin, avalentonado, levanto la mano y hago una pregunta. El latigazo no se hace esperar, “parece que acabas de entrar a la clase”, me responde Lucas. Expliqué mejor la pregunta y recibí una respuesta apropiada. Después de la clase se me acerca Bob, y me pide disculpas, “no entendí tu pregunta, lo siento”. Mejor, pero aún no me daba mucha bola. Después de la clase muchos nos acercábamos a hacerle más preguntas, a veces se quedaba discutiendo con algunos. Conmigo, nunca. Preguntaba, me contestaba, y listo, al siguiente. ¿Por qué? ¿Era mi pregunta menos interesante, más boba? No me parecía. Por fin lo vi. Yo aceptaba la respuesta, no la cuestionaba. La primera vez que lo hice, me quedé discutiendo con Bob un tiempo largo. ¡Qué gran placer! Esta era la forma de aprender.

Cuando empecé a trabajar con él había ganado confianza; quizás demasiada. Cada vez que trataba de hacer algún argumento largo e impreciso, él tenía el antídoto perfecto. Me paraba, y señalando al pizarrón en su oficina, me decía: “Show me.” O, en otras palabras, si no puedes hacer tu argumento preciso, no me lo cuentes. Una lección en el rigor necesario de la actividad académica. Pero también una invitación a que un estudiante le explicara algo nuevo. La humildad necesaria para poner siempre al argumento, arriba del rango.

Rigor, pero sin tecnicismos innecesarios. Trabajamos juntos en una teoría de la estructura interna de las ciudades. Cuando teníamos un obstáculo técnico, algo que no podíamos demostrar, nuestra reacción era opuesta. Yo me iba a casa, trabajaba frenéticamente en resolver el problema, y cuando tenía éxito, llegaba al día siguiente armado con muchas páginas de álgebra y derivaciones. Muy orgulloso, afirmaba que había resuelto el problema. Pero antes de poder empezar a discutir mi solución, Bob me enseñaba que una reformulación del modelo eliminaba el problema por completo. Mi respuesta era técnica, la de el económica. La experiencia de trabajar con uno de los grandes  maestros en la construcción de modelos económicos. Abstracciones utilizando el sentido común, pero siempre basadas en las decisiones individuales de los agentes.

Gracias Bob.

Esteban Rossi-Hansberg

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De Bob aprendí mucho sin haber sido su alumno. La elegancia y la profundidad de sus papers tuvieron un impacto brutal en mi educación . Su capacidad para reducir los modelos a los mínimos elementos necesarios para entender los mecanismos y para poder desarrollar el efecto de políticas no es fácil de igualar.  Creo que, en eso, soy uno del montón. Sus trabajos fueron fundamentales para varias generaciones de economistas donde el rol de los supuestos sobre aspectos fundamentales es esencial. Sus comentarios en seminarios eran esclarecedores y, a veces, feroces (lo cual experimenté en carne propria). Aprendí de esos comentarios.

Es mucho lo que se puede decir de la obra de Bob. Seguro otros pueden hacerlo mejor que yo. Para no repetir, prefiero contar algunas historias de mis interacciones directas con Bob.

Conocí a Bob cuando yo era un estudiante graduado en Minnesota, y RA en el Federal Reserve Bank de Minneapolis. Bob, Nancy y Ed Prescott estaban trabajando en su libro “Recursive Methods of Economic Dynamics” y Bob y Nancy venian los sabados temprano al banco para reunirse con Ed y, a instancias de Ed, yo participaba (con bastante miedo de meter la pata). En esa época yo estaba tratando de entender algunos cuestiones muy parecidas a ciertos problemas que ellos estudiaban para uno de sus capítulos. “Trabajar” con Bob (y Nancy y Ed) fue una experiencia. Ed con una creatividad matemática asombrosa y Bob con una intuición económica fenomenal. Entre los dos (y Nancy) me “llevaban” a buscar soluciones (a veces a mis problemas y las mas a los de ellos). Me sugerian caminos a seguir “hasta el proximo sábado.”  Ahí entendí —como le dije a Ivan Werning alguna vez— la diferencia entre Michael Jordan y el resto de la NBA (Lebron o  Kobi no existian). Bob fue tremendamente generoso con sus ideas. No tenía que serlo. Le salia naturalmente.

Algunos años después, compartí varios Thanksgiving con Bob y Nancy (y Larry Jones). Ahí descubrí el otro lado de Bob. Cálido con todos (incluyendo mis hijos que eran chicos). Nada de superestrella. Bob y Nancy tenian (o tienen) una casa en Door County y hasta una vez invitaron a mi familia (incluyendo a mi madre que no habla una palabra de inglés) a pasar un día con ellos. Tanto Bob como Nancy hicieron un esfuerzo para comunicarse con mi madre, otra muestra de la clase de persona que son.

Rody Manuelli

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We had the privilege of seeing what it means to be an economist as a student in Lucas’ (and Becker’s) classes, when we started our PhD at Chicago (both from Bocconi) in Fall 1988. Here’s a few things we remember of Bob Lucas. Him showing up the first Friday we had a TGIF to have a beer with us students. Him smoking in class… Him beginning every time by writing on the blackboard the outline of that day’s lecture, and then proceeding to show everything point by point, in logical order, with all the steps, derivations and explanations. An exceptional teacher! And that’s when we experienced what we now consider his most enduring contribution, a methodological one: how to write down a model (preferences, technologies, maximization, equilibrium…) and using it consistently to try to understand the underlying logic of a macroeconomic problem. Whether it was a simple log-linear example, or (later) a more general dynamic programming problem. Whether it was about business cycles, growth, or optimal fiscal policy.

Last thing we remember: how scared Danilo was when he first presented his work in the Money Workshop (in itself a potential ordeal, as anybody who attended Chicago seminars know), especially for having Lucas right before him; and how relieved when he seemed to have passed decently his judgment (something like taking again the Core examination…). To this day, whatever Danilo does decently when teaching, he attributes it in large part to the influence that his classes had on him back then. In a sense, we are all students of Bob Lucas. Alberto did Micro – had a similar scaring (and scarring) experience  – but with Gary Becker. In fact, in this sad day of remembering Bob Lucas … we would like to send a thought also to Gary Becker [the two are permanently joined in our memories].

In the end Bob Lucas was not the advisor of either of us, but certainly one of the main inspirations when we started working on whatever we worked. He is a personal hero of ours… he changed our perspective on all things economics every time we spoke.

Alberto claims he can remember every exact word he said in his presence. A few of those words which characterize him in our mind:

«Why would I want a glass … I’m having a beer!» (1988) (to a waiter)

«What’s wrong with linear approximations, we went to the moon with linear approximations» (~1990)

«Let’s not get ourselves bullied too much by data» (~2010)

And the last sad one in the elevator at NYU: «Alberto, can you take me to Nancy?»

As a testament to Bob Lucas extreme creativity, originality, and fantasy we would like to note that:

Anybody can have a theorem named after themselves (well, ok: only the very best, in fact) … but who can have a tree, a critique, and a bunch of islands?

PS: as a testimony of former students’ devotion, for the last 30 years Alberto has always kept a large plant in his apartment named “Bob”… a real Lucas’ tree!

Danilo Guaitoli and Alberto Bisin

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Tuve la enorme suerte de ser alumno de Bob Lucas en su curso de desarrollo económico que enseñaba en el doctorado de la Universidad de Chicago en 2003. En clase nos enseñó un paper en el que estaba trabajando junto con Fernando Álvarez. En un momento frenó y nos dijo algo así como “hasta acá llegué”. Ser testigo de la forma en que pensaba los problemas, las trabas con las que se encontraba o dudas que tenía fue enormemente enriquecedor. Alguna vez, en clase, Bob cometió algún error de álgebra. Haciendo un chiste con mis compañeros dijimos: si Lucas comete un error de álgebra, todavía tenemos chances. Por supuesto, no teníamos ninguna chance.

Cuando estaba pensando en mi propuesta de tesis fui a charlar con Bob a su oficina. Yo estaba muy nervioso. The man himself  estaba ahí, en su escritorio, escuchando las cosas que yo tenía para decir. En ese momento estaba trabajando en un paper sobre Sudden Stops en flujos de capital a países emergentes y cuál podría ser la política monetaria y fiscal óptima en esas situaciones. Bob me interrumpió inmediatamente cuando empecé con algunos detalles técnicos. Claro, eso no era lo importante. Lo importante era entender por qué algunos países sufren Sudden Stops y otros no. Yo, siguiendo a la literatura, había tomado un camino de forma reducida. Es decir, básicamente suponer que existen los Sudden Stops. Bob quería entender por qué, qué había de distinto en países como Argentina en relación a otros países. Todavía lo sigo pensando.

Bob es, probablemente, el economista que más admiro en mi carrera profesional. Su capacidad de síntesis, de pensar profundamente un problema, reducirlo a su mínima expresión y usar herramientas técnicas para analizarlo fue y sigue siendo asombroso. Además, leer un paper de Bob es una experiencia literaria. Podríamos decir que Bob fue un economista que también era escritor. O quizás mejor, un escritor que también era economista.

Constantino Hevia

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Bob Lucas se nos fue. Como todo lo que atañe a Bob Lucas, su muerte me ha puesto a meditar muchísimo. Aparte de un profundo dolor, la partida de Bob Lucas me ha puesto a evaluar mi propia vida, mi trabajo, mis intereses y mi accionar cotidiano,  desde el momento que tuve la suerte y el privilegio de haberlo tenido como profesor.  Aún me parece mágico el primer día que lo conocí, allá en 1993, dado lo amable que él fue y lo ridículamente nervioso que yo estaba.  Desde entonces, hasta la última vez que lo ví en persona, hace algunos años cuando me vino a ver presentar en el Chicago Fed, mis encuentros con Bob siempre han sido puntos altos en mi trabajo como economista. Y es que Bob siempre fuera extremadamente generoso conmigo. Empezando con mis primeros seminarios en Chicago y siguiendo todos estos años en las conferencias en que coincidíamos, por alguna razón, Bob siempre iba a mis presentaciones y me esperaba para darme su honesta opinión. Hoy puedo apreciar lo ilógicamente  afortunado que he sido. Aunque se lo expresé varias veces, me frustra no poder volver a agradecerle.

Obviamente, como todos los que vivimos y respiramos economía, el trabajo que nos deja Bob Lucas es y se mantendrá siempre una inspiración, una guía y un patrón. En mi caso, siempre vi su increíble creatividad, su curiosidad intelectual, su profundidad conceptual y la inverosímil elegancia de sus modelos y su escritura como el norte a seguir, el molde imposible de alcanzar, pero que deberíamos buscar todos los economistas. Admito que ese es el patrón con que yo me juzgo y juzgo a mis colegas en la profesión. Pero, aparte de sus contribuciones como scholar, siempre admiré profundamente su simplicidad, sobriedad y las prioridades con que guiaba su día a día. En mis últimos años del doctorado, decidí ir a vivir a Lakeview, y por esas cosas de la vida, terminé viviendo a una cuadra y media de Bob y Nancy. Cotidiamente los encontraba caminando por el barrio, haciendo sus compras como mortales cualquiera, sin que el mundo alrededor tuviese que enterarse de la envergadura de su intelecto, mostrándonos a todos la claridad con que se escogen las prioridades de una vida bien vivida.

Bob nos deja una gigantesco legado, un ejemplo de humanidad con disciplina, generosidad con carácter y temple, perseverancia con creatividad y buen gusto,  insight con elegancia. Viéndolo bien creo que no, Bob no nos ha dejado. Nunca nos dejará.

Alexander Monge-Naranjo

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As far as Bob was concerned, economics is a contact sport. Bob clearly got a kick out of the social aspect of being an economist. He loved spending time with his colleagues. He would knock on doors around lunchtime to gather his colleagues for lunch, and he would do the same thing in the afternoon for coffee. When he was around, he would always sign up for the seminar dinner. He was interested in talking about ideas, but he was also really interested in people. He would ask you about your family, your friends, and your hometown.

Bob had a great way of sharing advice, almost like your father would. When I told Bob I was nervous about becoming a father, he told me to read “The Blank Slate”, Pinker’s book, which essentially tells you to focus on making your kids happy but not worry too much about outcomes. I thought that was a beautiful message, and it stayed with me. When I complained about the cost of getting a nanny, he looked at me sternly and said :” Well, Hanno, you’re not going to pay the nanny minimum wage, are you? She’ll be taking care of your kid.” Another piece of great advice.

Bob always seemed especially eager to talk to younger people. His interests were broad. Any topic would do. He was a good listener. He would always quiz my wife who worked at Yahoo about online search advertising because he was intrigued by it and he was trying to understand this new technology.

When he disagreed with you, he would push back, but he was always mindful of who he was, of his stature in the profession, and who he was talking to. So, when he would disagree with me, a first-year assistant professor who was typically way out of his depth, he would often catch himself in the middle of a sentence, he would go back and rephrase whatever he was going to say, just to soften it a bit. And he’d smile gently. He would not always do that with people who were more senior in the profession. In any case, empathy came naturally to Bob.

What struck me about him, when he was developing an argument, was the remarkable way he would use his hands to highlight a point he was making. He would hold them up a little bit, palms facing up, hands stretched pointing outwards, almost like a priest. He would do it in seminars as well. There are lots of pictures which show him doing just that. I have never seen anyone else do that quite that effectively. And he would smile as if to say: “Don’t you get it? It’s obvious.” But he was always completely genuine. He was just himself. I think people immediately noticed that about him, and that’s probably why people always seemed to like him.

Even though he was an extraordinary economist, and he obviously understood this, he did not seem to think much of it. He seemed to approach being an economist the way a skilled craftsman thinks about his craft. Bob also had strong priors. I don’t think he typically walked into the seminar room expecting that he would change his model of the world when leaving the seminar. That might explain why he was such a beautifully clear thinker.

I consider myself very lucky to have been able to spend some time with Bob in my formative years as an economist.  What a privilege. He set the bar very high for the rest of us, in more ways than one.

Hanno Lustig

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De mi paso por la Universidad de Chicago retengo el recuerdo de varios seres excepcionales. El excepcional matemático Alberto Calderon fue en mi opinión el más eximio representante de la ciencia argentina. En casa de Alberto Calderon también solía encontrarme con el escritor, luego premio Nobel, Saul Bellow que no bien arribado me advirtió en un castellano impecable que no esperara estaciones intermedias en Chicago. “Chicago: nueve meses de invierno y tres……de infierno”. Muy pocos me han dejado una impresión más indeleble de su grandeza humana e intelectual y una carga de lecciones de vida que Robert Lucas.

Yo solía atender muchas consultas de matemáticas de los alumnos que cursaban la maestría o el doctorado en el departamento de economía. Esas sesiones tenían lugar mayormente en la cafetería, en las aulas silenciosas o en los “stacks” de “la Regenstein”, la magnífica biblioteca de la universidad. A veces podía contestar las dudas a satisfacción pero no podía develar el significado del contenido debajo de esas formulaciones matemáticas. Recuerdo que les pedía a mis “clientes”, a modo de moneda de cambio, que me aclararan las dudas referidas a ese trasfondo misterioso (“dismal”). Sometidos a las presiones de los “quarters” vertiginosos, a los temibles “core y qualifying exams” me dedicaban apenas unos pocos minutos que me dejaban más insatisfecho y más confundido. Claramente el tiempo de esos estudiantes era valiosísimo. Eso me indujo a preguntarme cuánto valía mi tiempo, el tiempo de un autodidacta que, fruto de circunstancias excepcionales, había aterrizado en la Universidad de Chicago.

Decidí hacer uso de ese tiempo tan devaluado para sacarme por las mías las dudas que me habían generado esas sesiones de consulta. Recurrí a algunas lecturas y a concurrir como oyente a dos cursos del departamento de economía: uno de micro, Econ 101, y otro de macro a cargo de Lucas. Sus clases, más allá del contenido, que me seguía eludiendo, eran notables. No era un expositor carismático pero iba encaminando la clase, con notable solvencia socrática, en la dirección que se habría fijado para transmitir ideas importantes y fundamentales. Fumaba sin cesar de principio a fin. A modo de apuntes había repartido una versión preliminar de varios capítulos del libro que estaba escribiendo con Prescott y Stockey. Un resultado que parecía cierto me generaba insatisfacción y me concentré en él. Pude construir un contraejemplo.

Al final de una de sus clases se lo mencione a Lucas. Me ofrecí a explicárselo. “No puedo abusar de su tiempo que es muy valioso”, me contestó. Yo sabía íntimamente que mi tiempo era muy poco valioso. Terminamos reunidos en su oficina y desarrollé el contraejemplo, que dependía de ciertas construcciones medio sutiles de topología diferencial, lo mejor que pude en su pizarra. Lucas me dijo que nunca había visto esa matemática. Me ofrecí a explicársela. “De ninguna manera, dijo, no puedo abusar de su tiempo que es extremadamente valioso”. Mi tiempo no era nada valioso así que empleé bastante en armarle una carpeta con una selección de fotocopias de capítulos y secciones extraídas de varios libros a las que complemente con notas que redacte cuando entendía que facilitaba la comprensión. “Cuando haya estudiado todo lo que usted me trae lo contacto y le agradezco la ayuda y el tiempo que invirtió por mi” me dijo. 

Pasaron unas semanas. Una noche cuando cenaba con mi familia suena el teléfono. Era Lucas. “I did my homework. Creo haberlo entendido. Si puede pasar por mi oficina retomamos el contraejemplo que usted propuso, pero como su tiempo es muy valioso tratare de arreglarme solo” Mi tiempo era infinitamente menos valioso que las horas que transcurrieron en un mano a mano con Lucas frente a su pizarra. “Como puedo compensarlo por esto?”, me preguntó. Le mencioné la historia de como mi curiosidad y como mi ignorancia habían generado la situación fortuita que culminó en este intercambio. “Estoy siempre disponible para ayudarlo con cualquier duda. Golpeé la puerta de mi oficina y entré sin más”. Lo hice cuando lo necesité pero con gran frugalidad y solamente “after doing my homework” cómo me había enseñado la persona más modesta en su grandeza que conocí.

Pablo Werning

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Few people outside academics can understand what it means to live science. For most of us,
science is a collection of results or conclusions that pop out of the heads of genius somehow
fully formed, arriving in the same way that the Lord handed Moses the Ten Commandments or
Athena sprung from the head of Zeus. I had the great good fortune to work for a time with Bob
and to see that is not how it is. He lived his life thinking day and night about deep questions and
looking to put forward new ways of looking at the world with a very human engagement with
science as a journey. For each step forward, there was a step back, or sideways. But Bob’s
uncanny instincts allowed him to see through the dark to a new light that many have described
so eloquently here. Seeing him at work this way changed my life.

Two experiences with Bob that stuck with me.

One evening, he and I walked to the parking lot outside the department to each drive home.
Every time we talked, I was intimidated and anxious about being able to keep up. That evening
was no different as I was supposed to try to derive some result that evening at home. With his
wry sense of humor, Bob remarked “today I saw my barber, my dentist, and my shrink. I think
my head was well taken care of today”. He was as human as all of us.
In the early 1990’s, the Econ Department had a weekly lunch in a side room in the Faculty Club.
At one of these lunches, I was seated across from Ted Schultz, the giant who did so much to
build Chicago, and next to us were Gary Becker and Bob Lucas across the table from each other.
Gary and Bob were engaged in some heated debate on some topic of economics that I can no
longer recall. Ted, a Nobel winner before these two, had been on both Gary and Bob’s
dissertation committees and was about 90 at the time. Ted had finished his lunch and was
about to turn to his dessert, but he had no coffee. So he waved his hand between Gary and Bob
and said, “Will the two of you be quiet and one of you go get me a cup of coffee?” And sure
enough, one of them did!

Chicago was a special place. Bob was a special man.

Andy Atkeson

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Dear Bob,

During my first two years at the U of C, I was utterly terrified, exhilarated, and excited in equal measure. Catching up with classes, very much including yours, was an enormous challenge for me. Then, gradually,  remedying some of my ignorance and becoming your second-year TA, the terror passed and the exhilaration and excitement remained.

Those years changed the way I look at the world and the questions that I ask myself. I do not know what my life would have been if I did not go to grad school at the U of C and met you, but I am infinitely grateful that I did.
 
You were a major force in improving my life. To start, in your first-year class, when you embodied what everyone is talking about regarding your research and the way it revolutionized economics. After that, I started getting to know you not just by listening in class, but also by talking with you about your problem sets and economics in general. I remember the intimidating attention with which you were listening to what I had to say. You really give a gift to someone every time you listen to them like that. You would listen, and then get down to the core of the point.
Over time, you, Nancy, Marco, and I, also started to get together socially and I also had the privilege to get to know you as a friend. While I have always been intimidated by your intellect and your way of looking at things and coming to the core of the question, I then discovered what a great person you are. Your sometimes loop-sided smile, your laugh, the twinkle in your eyes, your happiness. They are contagious and a joy to all of us having the privilege of spending good times with you. You are a deeply warm, kind, and truly respectful person.
I miss you, but I know that you are still here and everywhere, still intact. Instead of being in just one physical place, you are in all of our minds, still present. Still very much listening and getting to the core of things, still being there for all of us who love you, remember you, and miss you. Always available as an example, an inspiration, and a source of strength and joy. Thank you for being so much, to so many of us, Bob.

Mariacristina De Nardi

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Remembering Bob. This has been a sad week, but it made me look back and remember all my
interactions with Bob in the last 20 years …and as others said, what a privilege, how lucky I feel.
In those 20 years, he went from being “Professor Lucas” to being Bob. The giant, the teacher,
the mentor, the friend. Like many Latin Americans, I went to Chicago mostly because of him. He
taught me in the first year. What an insightful class! Simple, yet deep concepts. He was not
afraid of making mistakes on the blackboard, to even looking confused –once he had to scratch the
whole class and start over the next one. My first direct interaction with him was when he called
me to his office after the midterm–I think he called each of us. He wanted to meet me because
“you did very well in the midterm”. Hell, I was proud! Later, I took his Growth and Trade class.
He started showing a picture of the evolution of GDP per capita and population since around
the industrial revolution. He stared at it, still marveling at it, muttering “What happened in the
last 250 years, this extraordinary growth?” And then, he started linking growth with trade and
openness. At that time, with Fernando (Alvarez) they were starting to develop their general-
equilibrium version of the Eaton-Kortum model of trade. He told us how much he loved that
paper, and how elegant it was, but he was still trying to “understand” it. Needless to say, this was a
key class for me since EK became the backbone of all my research –and trade my field. After
this class, Bob became my advisor (he wasn’t Bob yet). I saw him regularly, every two weeks. He
cared deeply, wondering (if I didn’t see him) why it took me more than 2 weeks to go back (was
I stuck? Did I have a personal problem?). I find myself telling my students what I learned from
him in those meetings: “Natalia, always start with a story; that is what economics is about”;
“Natalia, you have to nail down the technicalities, but nobody cares that you show them; go to
the simple economic intuitions.” And in the latest email, he wrote to me a couple of years ago:
“Always remember, generality is poison to economic intuition.”
During my career, I have been in different departments. Bob (he was Bob by then) came to visit
me every time, to “check to see how you are doing”, to meet my husband, my daughter –and
even my parents! He was always supportive, encouraging, and a good listener. At conferences, I
knew that if he was there, he would come to see my presentation —I looked forward to those
moments, to see what he had to say, if he liked it.
Bob was funny, curious, humble, and with an unmatched intellectual honesty. He leaves us with
so much: he showed us how to be better researchers, teachers, and persons. Thank you, Bob.

Natalia Ramondo

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Bob’s research opened so many roads in economic thinking: rational expectations, business cycles, monetary policy, asset pricing, firm heterogeneity, and lastly, knowledge diffusion.   It is hard for me to think of any of my own work that has not been influenced by his many contributions. He was also a great person, humble, generous, and insightful. I remember that I was a bit intimidated the first time I met him when I was in the job market. Everything seemed so orderly in his office, the pens and pencils so carefully aligned, that I feared anything I could say would break this perfect order. Later I realized that my fears were totally unjustified, as he was a very deep thinker but at the same time very curious and considerate of the work and ideas of others. 

Hugo Hopenhayn