Comportamiento político y social en zonas con y sin presencia de grupos armados

Por Ana Arjona y Sarah Moore[1]

En varios países de América Latina operan grupos armados no estatales tales como narcotraficantes, milicias, pandillas, guerrillas o paramilitares. ¿Cuáles son las diferencias entre las comunidades donde han estado presentes estos grupos y las comunidades donde no han hecho presencia?

Los estudios sobre el impacto del crimen organizado y los conflictos armados suelen centrarse en las personas y comunidades que han sido víctimas de violencia, por obvias razones. Sin embargo, los grupos armados impactan a las sociedades donde operan de muchas otras maneras. Como una de nosotras lo señaló en una entrada anterior hace diez años, la “violencia” de estas organizaciones no es necesariamente una buena proxy de su “presencia”. Cuando nos enfocamos únicamente en las víctimas o en los lugares donde se han registrado niveles altos de violencia podemos estar ignorando a las personas y comunidades que han sido impactadas por otros aspectos de la presencia de estas organizaciones.

En esta entrada presentamos algunos de los resultados de una encuesta que llevamos a cabo recientemente en Colombia en comunidades que han vivido bajo la presencia de grupos armados, independientemente de los niveles de violencia registrados en ellas. También aplicamos la encuesta en comunidades donde nunca han operado grupos armados para comprar varios aspectos de la vida individual y colectiva en los dos tipos de comunidades. En esta entrada nos enfocamos en las diferencias en el comportamiento político y social.

Las diferencias que encontramos pueden deberse a la presencia de los grupos armados. Sin embargo, también es posible que dichas diferencias existieran antes de la llegada de estas organizaciones y, más bien, ayuden a explicar por qué éstas decidieron hacer presencia en unos lugares y no en otros. Nuestro objetivo en esta entrada es puramente descriptivo: no buscamos establecer ningún vínculo causal. Se trata, más bien, de una primera comparación para establecer las diferencias entre la Colombia asediada por los actores armados y el resto del país.

Aunque Colombia es un caso atípico en la región debido a que ha sufrido un conflicto armado de más de cinco décadas así como la presencia de organizaciones puramente criminales, las dinámicas que se viven en los territorios locales donde operan guerrillas, paramilitares, milicias o ciertos grupos de crimen organizado tienen muchas similitudes, como lo sugiere una literatura cada vez más extensa sobre grupos armados no estatales en la región. Si bien hay diferencias importantes entre los diferentes países, e incluso entre organizaciones y regiones al interior de los países, varios patrones de violencia, corrupción y gobernanza armada son similares. Por esta razón, los resultados de nuestro análisis son relevantes no solo para Colombia sino también para otros países de la región.

La encuesta en Colombia

Esta encuesta es parte de un proyecto que busca estudiar el impacto de la presencia de grupos armados no estatales en la vida social y política de individuos y comunidades.  El estudio se enfoca en una muestra aleatoria de comunidades (veredas, pueblos y barrios) que vivieron bajo la presencia de grupos armados en Colombia en algún momento desde 1970. El proyecto ha tenido tres rondas de recolección de información: en 2012, en 2016 y en 2021-2022. La encuesta que usamos en esta entrada forma parte de la tercera etapa y fue llevada a cabo a finales de 2021 y a comienzos de 2022 por Ana Arjona y Sarah Moore con el objetivo de recoger información sobre individuos y comunidades cuatro años después de la firma del acuerdo de paz. La encuesta fue financiada por el proyecto Drugs and (Dis)Order (GCRF , Reino Unido) y el Buffett Institute de la Universidad de Northwestern.

La encuesta se hizo a 2.645 personas en 64 comunidades (ubicadas en 20 municipios) que han tenido presencia de grupos armados, a las que nos referiremos como “comunidades o zonas con conflicto”, y en 44 comunidades (ubicadas en 22 municipios) que, a pesar de tener atributos similares en términos de ruralidad, presencia estatal y composición étnica, nunca vivieron bajo la presencia de dichas organizaciones. Nos referiremos a estas comunidades como “comunidades o zonas sin conflicto”. El Mapa 1 muestra la ubicación de los municipios con conflicto (color rojo) y sin conflicto (color azul) donde se llevaron a cabo las encuestas.

Mapa 1. Muestra de comunidades con y sin presencia de grupos armados

La Figura 1 muestra que mientras cerca de la mitad de las comunidades con conflicto vivió bajo la presencia de un solo grupo armado, la otra mitad tuvo que convivir con dos, tres y hasta cuatro organizaciones armadas a lo largo del tiempo. Estos grupos incluyen guerrillas, paramilitares y grupos criminales (BACRIM). Cabe esperar que por esta y otras razones haya una gran variación en las experiencias que vivieron las personas en las diferentes comunidades con conflicto. Aunque aquí nos centramos en las diferencias entre las comunidades que han estado expuestas a la presencia de grupos armados y las que no, es esencial también investigar los efectos heterogéneos que puede tener la presencia de dichas organizaciones, como lo hemos argumentado antes.

Figura 1: Número de grupos armados presentes por comunidad

Comportamiento político

Varias preguntas de la encuesta se centraron en las preferencias, actitudes y comportamiento de los y las encuestadas en el ámbito político.

En cuanto a la participación política formal, mientras que el 85% de los encuestados en las zonas con conflicto reportaron estar registrados para votar, sólo el 78% lo hizo en zonas con conflicto. Además, casi el 11% de los encuestados en zonas con conflicto no respondió esta pregunta, en comparación con el 2% en comunidades sin conflicto.

También le preguntamos a los encuestados si en las elecciones presidenciales de 2018 votaron, si votaron libremente, si votaron bajo presión o coacción, si votaron por su candidato o partido político preferido y si votaron a cambio de un regalo o dinero (Figura 2). Les hicimos las mismas preguntas sobre las últimas elecciones locales, que tuvieron lugar en 2019 (Figura 3). Las respuestas sugieren que la calidad del proceso democrático es mucho más baja en las zonas con conflicto que en las comunidades que no tuvieron la presencia de actores armados no estatales y apuntan a la importancia de la injerencia de grupos armados en la política local.

Figura 2: Participación política formal en elecciones presidenciales

Figura 3: Participación política formal en elecciones locales

Es importante destacar que, nuevamente, quienes viven en zonas con conflicto son menos propensos a responder estas preguntas que aquellos que viven en comunidades sin conflicto, lo cual puede indicar miedo a compartir sus opiniones sobre temas que pueden ser sensibles en sus comunidades.

Las preguntas sobre formas de participación informal arrojan resultados similares: es menos probable que los encuestados en las comunidades con conflicto reporten haber firmado peticiones, participado en manifestaciones o huelgas, escrito o contactado a un político, reportado un problema a una autoridad local o ser voluntarios en una campaña política.

En cuanto a su deseo y habilidad de participar políticamente, las personas en zonas con y sin conflicto contestaron de manera muy similar. Al preguntarles qué tan de acuerdo están con la siguiente afirmación: “Cree que puede contribuir a la política local si así lo desea”, los encuestados dieron respuestas similares. Del mismo modo, cuando se les preguntó qué tan importante consideran que es participar como forma de ayudar a cambiar las cosas en su comunidad, las respuestas fueron muy parecidas.

Pasando al apoyo a la democracia, los residentes de ambos tipos de comunidades muestran también niveles similares de apoyo a que la gente pueda expresar pacíficamente su oposición a las políticas del gobierno y a que los gobiernen sean elegidos por voto popular. Sin embargo, aquellos que viven en zonas con conflicto son significativamente menos propensos a estar de acuerdo con la idea de que en ciertas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático. Este resultado es consistente con otra investigación en curso donde encontramos que las personas que han vivido en zonas en conflicto no exhiben, como suele esperarse, un menor apoyo al estado de derecho que quienes solo han vivido en zonas sin conflicto.

En cuanto a su nivel de satisfacción con la democracia en el país, los encuestados en zonas con y sin conflicto reportaron niveles similares. Del mismo modo, cuando les pedimos evaluar qué tan democráticas son sus comunidades, no hubo diferencias significativas entre los dos tipos de comunidad. Sin embargo, quienes viven en zonas con conflicto califican a sus municipios como ligeramente menos democráticos que quienes viven en zonas sin conflicto (Figura 4).

Figura 4: Actitudes respecto a la democracia del país

Tejido social

La encuesta sugiere que el tejido social de las zonas con conflicto no es más débil que el de las zonas sin conflicto. Tampoco encontramos que aquellos que han sido expuestos a grupos armados muestren niveles más altos de pro-socialidad hacia los miembros de su grupo, como lo han sugerido varios estudios sobre varias guerras civiles recientemente. De hecho, los niveles de confianza en familiares, amigos, miembros de la comunidad, personas en el municipio e incluso extraños no son significativamente diferentes en los dos tipos de comunidades (Figura 5).

Figura 5: Confianza

Los niveles de cohesión social son también similares en comunidades con y sin conflicto. La encuesta preguntó a los encuestados qué tan de acuerdo están con las siguientes afirmaciones: «Esta es una comunidad unida» y «En esta comunidad la gente está dispuesta a ayudar a sus vecinos». Las respuestas en ambos tipos de lugares fueron similares.

Del mismo modo, los encuestados dieron respuestas parecidas cuando se les preguntó si creían que podrían encontrar fácilmente a alguien en su comunidad para ayudarlos si necesitaran apoyo económico.

Sí hubo diferencias en las disputas entre vecinos sobre linderos, contratos, problemas familiares y robos, y hurtos o lesiones personales: son mucho más comunes en zonas con conflicto. Las diferencias son estadísticamente significativas (Figura 6).

Figura 6: Prevalencia de disputas en la comunidad

 

Conclusión   

Es común que las discusiones tanto académicas como sobre políticas públicas se basan en supuestos sobre la manera en que la guerra y el crimen organizado impactan a la sociedad. Algunos de esos supuestos pueden ser erróneos y llevarnos a conclusiones equivocadas.

Los datos que presentamos aquí sobre algunos comportamientos políticos y sociales muestran algunos patrones inesperados. De un lado, las comunidades que han vivido bajo la presencia de actores armados reportan niveles de participación política menores que comunidades similares sin ninguna historia de presencia de actores armados. Este resultado puede no ser sorprendente para muchos, aunque es inconsistente con varios estudios que encuentran un efecto positivo de la violencia—mas no de la presencia de grupos armados—sobre la participación política.

De otro lado, las comunidades con conflicto muestran niveles similares (e incluso mayores) de apoyo a la democracia que las comunidades sin conflicto. Los dos tipos de comunidad también muestran niveles similares de satisfacción con la democracia en el país. No parece ser cierto, por lo tanto, que las comunidades impactadas por los grupos armados tengan un déficit democrático como suele pensarse.

Finalmente, contrario a lo que muchos creen sobre sobre el tejido social de las comunidades que han sido impactadas por la violencia, los datos sugieren que las comunidades con presencia de grupos armados no están en una peor situación que comunidades similares que no han tenido presencia de dichas organizaciones. Tampoco encontramos que la presencia de grupos armados aumente la confianza interpersonal en miembros de la comunidad o la cooperación social, como lo sugiere la literatura que ha encontrado efectos positivos de la violencia en comportamientos prosociales. De nuevo, es posible que la violencia y la presencia de grupos armados tengan efectos diferentes. Puede ser también que los efectos sean heterogéneos y sea necesario teorizar mecanismos más sutiles y validarlos empíricamente.

Otro resultado sumamente interesante de nuestro trabajo es el alto nivel de no-respuesta en ciertas comunidades de conflicto, aún para preguntas que no parecieran ser sensibles. Si la exposición a ciertas dinámicas de la guerra o del crimen organizado influencian de manera sistemática cómo las personas responden encuestas, es fundamental entenderlo y considerarlo tanto al recoger información como al analizarla (y esto nos ha llevado a comenzar un nuevo proyecto sobre el tema).

Queda aún mucho por estudiar para entender los complejos legados que deja la presencia de grupos armados no estatales y, por ende, para identificar los retos y las oportunidades de las zonas que han vivido diversas dinámicas de guerra y crimen organizado en América Latina. Esta es una agenda de investigación necesaria dado el número cada vez mayor de poblaciones expuestas a la presencia y las actividades de diversos actores armados.

 

[1] PhD Candidate, Political Science, Northwestern University