Esta semana murió Alexander Galetovic, entrañable amigo y coautor durante casi 30 años. Conocí a Alex en Princeton a comienzos de 1992, cuando fui a dar un seminario y varios profesores, entre ellos Ben Bernanke, me hablaron un alumno estrella del doctorado que venía de Chile. La tesis de Alex fue sobre el rol de la intermediación financiera en el desarrollo económico y dio origen a una publicación en la principal revista académica en macroeconomía.
Al año siguiente, en México, en la conferencia anual de economistas de América Latina, Alex me contó que terminaba su tesis al año siguiente, que regresaba a Chile y que le gustaría trabajar en el Centro de Economía Aplicada (CEA), un grupo de economistas que habíamos formado recientemente en Ingeniería Industrial en la Universidad de Chile. A pesar de las rigideces burocráticas de la universidad, pudimos hacerle una oferta rápidamente y se incorporó al CEA antes de terminar su tesis.
La década siguiente Alex trabajó en el CEA, dejando la macro para dedicarse a diversos temas en microeconomía, tanto en docencia como en investigación. Junto a Barat Anand, de la Escuela de Negocios de Harvard, desarrollaron una línea de investigación para entender mejor los distintos tipos de financiamiento para la investigación y desarrollo (I+D), entre ellos el capital de riesgo. Varias publicaciones, una en el Harvard Business Review, atestiguan la originalidad y relevancia de estos trabajos.
En 1994, luego de que John Nash, el economista de la película “Una mente brillante”, ganara el Nobel de Economía por su trabajo en teoría de juegos, junto a Alex y Ronald Fischer propusimos al director de Ingeniería Industrial, Máximo Bosch, hacer un breve curso para ejecutivos sobre teoría de juegos. Los contenidos que le presentamos a Bosch incluían aplicaciones a licitaciones o subastas (en economía son sinónimos). Bosch estaba asesorando al MOP en temas de gestión y al tanto de los desafíos que planteaba el programa de concesiones de infraestructura que recién comenzaba, en particular, el diseño de las licitaciones. Nos puso en contacto con el equipo a cargo en el MOP y así partió el trabajo en concesiones que realizamos junto a Alex y Ronnie durante casi tres décadas y que dio origen a más de 30 publicaciones, algunas en las mejores revistas de la profesión. Las consecuencias de política económica de este trabajo las resumimos en el libro “Economía de las asociaciones público-privadas: Una guía básica”, publicado en 2014. Una versión más condensada, que incorpora desarrollos recientes, la publicamos en un capítulo de un libro editado en 2021 por Edward Glaeser y James Poterba.
De la década de los 90, también, es un trabajo muy citado y original de Alex sobre golpes de Estado en gobiernos autocráticos. Junto a Ricardo Sanhueza plantearon un modelo de golpes de Estado en autocracias y mostraron que la evidencia, a nivel mundial, era consistente con las predicciones del modelo.
Junto a José Zalaquett y otros, Alex fue coeditor de la revista Perspectivas en Política, Economía y Gestión a fines de los años 90. Alex era un editor dedicado y prolijo, que mejoraba la forma y el fondo de los artículos que tuvo a su cargo. Varios autores que lo tuvieron como editor recordaban esta semana la experiencia, agradecidos. Estas mismas cualidades se vieron reflejadas años más tarde cuando Alex lideró, al alero del Centro de Estudios Públicos, un notable proyecto que llevó al libro “Santiago: dónde estamos y hacia dónde vamos”, un hito para entender mejor y valorar más la capital de Chile.
Luego del CEA, Alex trabajó en el Centro de Estudios Públicos, la Universidad de los Andes y, desde hace algunos años, en la Universidad Adolfo Ibáñez. Partiendo a mediados de los 2000, Alex comenzó a visitar regularmente la Universidad de Stanford, donde realizó investigaciones junto a Stephen Haber y otros académicos y dictó cursos en el Departamento de Economía. Más recientemente fue investigador asociado de la prestigiosa Hoover Institution donde, junto a Haber, lideraba un ambicioso proyecto para repensar el desarrollo económico. Hace pocas semanas tuvieron la primera conferencia convocada para este proyecto.
A comienzos del primer gobierno de Piñera, Alex se fue a trabajar al gobierno con ilusión y entusiasmo. Como sucede frecuentemente con académicos que incursionan en la política, tuvo dificultades aceptando los códigos e incentivos de la política y se retiró un tanto desilusionado. Solo con la pandemia volvió a participar con entusiasmo en la discusión pública, liderando una serie de iniciativas para facilitar la asistencia a clases previniendo los contagios por covid-19 antes de que hubiera vacunas.
Durante casi 30 años nos reunimos regularmente a trabajar con Ronald Fischer y Alex. Hubo largos períodos en que bloqueamos un día de la semana para trabajar en la casa de alguno, con almuerzos muy conversados. Las opiniones eran diversas, la diversidad nos enriqueció. También aprovechamos las largas estadías de Alex en Stanford para reunirnos semanas completas allá abusando de la hospitalidad de su mujer, Bárbara, y la década que yo fui profesor en Yale para trabajar semanas completas en New Haven.
Alex en general era reservado, pero no escatimaba detalles cuando hablaba de sus hijos, Bárbara, Matías, Lucas y Josefina. Lo diversos que resultaron atestigua lo bien que lo hicieron Alex y su mujer contribuyendo a que cada uno encontrara su pasión. Las veces que lo vi más contento y orgulloso fue cuando contaba historias sobre cada uno de ellos.
Alexander Galetovic supo abordar temas diversos, con rigor y creatividad, evitando las respuestas fáciles. Tomaba un tema complejo, lo desmenuzaba y luego lo reconstruía iluminando su esencia. Ha muerto prematuramente, dejando un legado que perdurará y crecerá en el tiempo.