Repercusiones electorales de una pandemia

Por Adrián Rubli, ITAM | adrian.rubli@itam.mx

 

La pandemia global por Covid-19 ha tenido consecuencias devastadoras. Las cifras oficiales a enero de 2022 indican 6 millones de decesos en el mundo atribuibles a Covid-19, pero algunas estimaciones aproximan alrededor de 7 millones de muertes adicionales no reportadas. Y, mientras la pandemia amenaza la salud de la población, su impacto en la economía a nivel global todavía no termina de materializarse. Quienes diseñan e implementan las acciones para enfrentar esta crisis, lo hacen entonces ante una tensión evidente entre las consideraciones de salud pública y el desempeño de la economía.

En este contexto, no es sorprendente que las acciones y recomendaciones de nuestros líderes y gobernantes ante esta pandemia hayan sido duramente criticadas y cuestionadas. Pero, abstrayéndonos de personas y acciones particulares, resulta útil preguntarnos si las democracias están capacitadas para reaccionar de manera eficaz a un choque de la magnitud y complejidad de la pandemia por Covid-19, en particular dado que distintos medios han criticado la respuesta de la mayoría de las democracias occidentales, que ha sido menos efectiva que la de la maquinaria autoritaria del estado chino.

Las teorías clásicas señalan que, al ir a las urnas, los votantes premian o castigan a sus gobernantes en respuesta a la situación de la economía, y que también responden a cómo el gobierno maneja varios choques exógenos, como desastres naturales. Los mecanismos democráticos podrían entonces imponer incentivos a quienes gobiernan a responder oportunamente a los retos de esta crisis, dando el peso relevante a las consideraciones económicas y de salud.

Sin embargo, los votantes pueden también reaccionar negativamente a choques externos, incluso cuando estén fuera de las manos de los políticos. Y, para otros contextos, se ha documentado que las personas ponen relativamente más énfasis en variaciones recientes en su bienestar para decidir por quién eligen votar en elecciones democráticas. Entonces, los incentivos impuestos por los mecanismos democráticos podrían no ser suficientes para incentivar la implementación de políticas efectivas ante brotes epidémicos como este.

Dado todo esto, un elemento clave para entender si las democracias imponen incentivos suficientes para la implementación de políticas de contención de brotes epidémicos, es determinar si los votantes reaccionan (y en qué medida) a la exposición epidémica a gran escala. Para intentar proveer evidencia en este sentido, mis colegas Emilio Gutiérrez y Jaakko Meriläinen y yo embarcamos en un proyecto de investigación que ha sido aceptado condicionalmente para su publicación en la revista académica Journal of Politics. En nuestro artículo, buscamos, para el contexto mexicano, medir el impacto que tuvo la pandemia de H1N1 de 2009 en el desempeño electoral de los partidos a los que pertenecían quienes entonces gobernaban a nivel federal.

Estudiar este episodio nos permite relacionar un brote epidémico grande, inesperado y generalizado, con resultados electorales en el corto y el largo plazo, en un contexto en que la respuesta de salud pública fue coordinada e implementada en gran medida por el gobierno federal. El brote inicial de H1N1 ocurrió en México en marzo de 2009, con un gran aumento en el exceso de infecciones respiratorias agudas a fines de abril. Y, el 5 de julio de 2009, muy poco después del llamado “fin” de la primera ola epidémica, se celebraron elecciones federales para elegir representantes en el Congreso (figura 1).

La pregunta que nos hacemos es entonces si el apoyo al partido federal en funciones (PAN) fue diferente en las elecciones legislativas de 2009 en las secciones electorales – la unidad administrativa más pequeña del país – que experimentaron un brote más grande de H1N1 en relación con aquellas donde el brote fue más pequeño. Para conseguirlo, combinamos datos administrativos detallados sobre resultados electorales con información precisa sobre diagnósticos de enfermedades respiratorias en establecimientos de salud a lo largo del país, y estimamos un modelo de diferencias en diferencias, comparando secciones electorales en el tiempo (efectos fijos por sección) y controlando por factores y políticas observables y no observables a nivel local (efectos fijos de municipio-año).

Nuestros resultados revelan una fuerte relación negativa entre la magnitud del brote epidémico local y el porcentaje de votos para el PAN en las elecciones al Congreso de 2009 (figura 2). Mil casos en exceso de enfermedades respiratorias se asocian con una disminución promedio de 0.25% en el porcentaje de los votos por el PAN (figura 2, panel A). Asimismo, un aumento de un punto en el puntaje normalizado de los casos en exceso (z-score) se asocia con una reducción del 0.02% en el porcentaje de votos para el PAN (figura 2, panel B). Además, el impacto negativo persistió al menos hasta las elecciones de 2012: estimamos un efecto de alrededor de −0.10 para el exceso de casos y −0.01 para el z-score en el porcentaje de votos que el PAN obtuvo en la elección de 2012.

La magnitud de estos estimadores es suficientemente grande para sugerir que las reacciones de los votantes a la epidemia de H1N1 pueden haber jugado un papel decisivo en las reñidas contiendas electorales de 2009 y 2012. Por ejemplo, el margen entre los dos principales partidos políticos fue menor al uno por ciento en 18 de las 300 elecciones de mayoría relativa para escaños en el Congreso. Asimismo, existe una gran variación en el número de casos en exceso entre distintas secciones. Por ejemplo, aunque hubo un promedio de 350 casos en exceso en 2009, el 11% de las secciones tuvo más de 1,000 y el 5% más de 2,000.

En análisis secundarios, los resultados indican que tanto el principal opositor del PAN, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), como otros partidos, ganaron votos como consecuencia de la epidemia de H1N1, y que la participación electoral disminuyó. Documentamos además que el efecto negativo en los votos por el PAN varía según la magnitud del pico de la epidemia a nivel local pero que no varía con la fecha del brote local. Interpretamos esta última observación como evidencia indirecta sugiriendo que aplanar la curva epidémica podría aliviar el castigo electoral.

En conjunto, nuestros resultados muestran que los votantes no descartan el impacto local negativo de la epidemia simplemente como mala suerte. Parecen más bien usar la información que observan como un indicador de la efectividad de la respuesta del gobierno, castigándolo en las urnas cuando experimentan una mayor cantidad de casos, todo lo demás constante. En conclusión, al menos en algunos entornos democráticos, los gobiernos tienen fuertes incentivos para contener brotes epidémicos cuando les preocupa su desempeño electoral futuro.

 

 

Referencia:

Gutierrez, E., Meriläinen, J., & Rubli, A. (2022) Electoral Repercussions of a Pandemic: Evidence from the 2009 H1N1 Outbreak. Conditionally accepted at Journal of Politics.