No cabe sino felicitar a Gabriel Boric por su triunfo. Las manifestaciones públicas dan cuenta de entusiasmo con su mensaje cercano y más equilibrado de la segunda vuelta. La prensa internacional también ha dado muestras de beneplácito con su llegada al poder, que refleja un cambio generacional sin precedentes.
Pero quienes no han recibido con entusiasmo al nuevo Presidente son los mercados. Los movimientos del dólar y de la bolsa dejan ver inquietud sobre el devenir económico del país y, aunque no han sido demasiado violentos, no pasan desapercibidos. Como dirían en el boxeo, un jab comenzando el primer round, que no hace gran daño, pero avisa. Posiblemente, la holgura del triunfo levanta dudas en inversionistas locales y extranjeros sobre cuán duradera sea la moderación de la segunda vuelta o sobre cómo evolucionará la discusión constitucional.
Estos ruidos no deben ser desestimados. Aunque los precios de los activos son volátiles, contienen información relevante sobre las percepciones económicas futuras. La integración comercial y financiera en el mundo es muy profunda, y no lo era así hace décadas, cuando el capital vivía enclaustrado en los países. En la actualidad, el apetito por inversión es muy sensible a las señales, por lo que no es sorprendente que la epidermis de los inversionistas esté especialmente delicada.
El nuevo gobierno tiene como eje de su plan económico implementar fuertes programas sociales y subir mucho los impuestos, todo ello consolidando las cuentas fiscales y sin trabar la economía. Conjugar estos objetivos será muy difícil, y los vilipendiados mercados estarán mirando la factibilidad y coherencia de las acciones para lograrlo. Los nombramientos de autoridades son muy importantes, pero no suficientes. Así como la política y los corazones se mueven por el lenguaje, los mercados reaccionan a las decisiones concretas y son más bien escépticos a las buenas intenciones.
En este camino, lleno de dificultades, la peor tentación será subirse al carro de aquellos que ven en los mercados un permanente complot conspirativo. La visión conspirativa conduce, más temprano que tarde, a una pelea fratricida con los mismos mercados, con nula probabilidad de éxito. Argentina y la familia K han sido generosas en regalarnos innumerables ejemplos de negacionismo.
Un destacado analista político manifestó acertadamente que el Presidente Boric necesitará un oído abierto a los murmullos de la calle. Para gobernar bien y mantener el equilibrio, deberá mantener el otro oído igualmente abierto a los murmullos del mercado.