Protesta social, violencia y dinámicas de grupo

Las protestas de la semana pasada tuvieron un saldo de muertes tanto en Bogotá como en Soacha de al menos 13 personas. Todos civiles y con heridas por arma de fuego. La discusión en la esfera pública se ha centrado en el abuso policial, el uso desmedido de la fuerza contra los ciudadanos y en la quema de los CAIs en diferentes puntos de la ciudad. Frente a esto, la Alcaldía de Bogotá ha llamado a reformar la policía y realizó un acto de perdón y reconciliación que buscaba reconocer los errores cometidos. Por su parte, el gobierno nacional ha descartado la posibilidad de reformar la policía, ha denunciado la infiltración de las protestas ciudadana y ha hecho énfasis en los disturbios y los daños materiales que resultaron de las mismas.

En ese escenario muy poco se ha hablado de los procesos grupales que se generan de la mano de la polarización política y social y cómo estos están operando en la violencia que hemos visto en los últimos días. Por supuesto, el uso de la violencia por parte de la policía -una fuerza Estatal- no es, ni debe ser equiparable al uso de violencia por parte de los ciudadanos. Están sujetos a estándares diferentes por su investidura de servidores públicos y por su entrenamiento. Sin embargo, lo anterior no niega que tanto policías como protestantes son individuos que actúan y toman decisiones en contexto y de acuerdo a la lectura de la situación que tienen en frente. Por lo tanto, se hace necesaria una perspectiva micro que nos permita entender las interacciones de los policías y los ciudadanos que derivan en violencia.

Hacer daño, lesionar o matar a otro ser humano son actos que requieren procesos cognitivos específicos que en psicología social se conocen como desconexión moral (1). La desconexión moral es el mecanismo por el cual un individuo reajusta sus estándares morales para hacer daño o para explicar un daño hecho. Este reajuste puede darse con respecto a la conducta misma, a la agencia del individuo, a las consecuencias potenciales de la conducta o sobre cómo se percibe a las víctimas (2). El entrenamiento de la policía facilita la desconexión moral en tanto que este requiere que los miembros de la policía infrinjan daño a otro cuando la circunstancia lo requiere. Idealmente, el entrenamiento también logra que cada agente evalúe de manera correcta cada circunstancia.

A su vez, las protestas de esta semana tienen como contexto inmediato las protestas de noviembre del 2019. Tanto en esas protestas como en las de esta semana, las acciones de la policía sugieren que esta ve a los ciudadanos como una amenaza, como un grupo unificado que está contra el propio grupo. Cuando esta percepción se combina con una alta carga cognitiva se dan las condiciones optimas para la desconexión moral y un actuar en un escenario de “ellos” versus “nosotros” (3). Idealmente, el entrenamiento policial debe lograr que los agentes manejen estos sesgos cognitivos en su proceso de toma de decisión. La evidencia indica que esto se puede lograr (a) promoviendo la empatía por el grupo percibido como “el otro”, (b) creando conciencia de los propios sesgos y reacciones bajo estrés, (c) modificando los esquemas morales en la evaluación de situaciones de riesgo y (d) aprendiendo a reconocer el proceso de desconexión moral cuando este está sucediendo (4) sobre todo en contextos de protesta social (5). Esto muestra una posibilidad de intervención en el entrenamiento de la policía que se hace necesaria para prevenir futuros actos de violencia policial.

La movilización ciudadana también tiene como contexto las protestas de noviembre pasado, en las cuales se expresaron muchos descontentos en la ciudadanía sin un cierre claro. El nivel de confianza en la policía es muy bajo y existe una sensación de injusticia e impunidad de los actos violentos de la policía contra los ciudadanos. La evidencia en psicología social sugiere que existen tres factores necesarios para que la protesta social emerja, los cuales se cumplen en el escenario actual: (a) una sensación de descontento en los ciudadanos por algo que sienten se les está haciendo o se les está negando; (b) el descontento se refiere a un grupo de referencia, a un “nosotros”; (c) este descontento se orienta hacia un “ellos”, un grupo diferente que nos hace daño, que en este escenario es la policía (6). Una vez la dinámica de “ellos” versus “nosotros” se establece, los sesgos cognitivos del razonamiento grupal se activan. Por ejemplo, se hace fácil ver a todos los policías como abusivos o violentos. La posibilidad de evaluar a alguien como un individuo disminuye y se tiende a percibirlo como un miembro ya sea “de ellos” o “de los míos”. La tolerancia a posiciones diferentes dentro de mi propio grupo también disminuye. Son estos procesos grupales de ellos versus nosotros, y no el descontento, lo que genera una protesta violenta. El desescalamiento de estos procesos grupales, el cuestionamiento abierto de la polarización y la generación de espacios para la discusión de puntos de vista diversos sobre el malestar ciudadano son fundamentales para tramitar los descontentos y evitar erupciones de violencia por parte de los protestantes.

Finalmente, es fundamental tomar en cuenta el contexto del COVID en este escenario. La policía lleva varios meses implementando restricciones al día a día de las personas con el fin de fiscalizar las medidas sanitarias. Si las intervención y acciones de la policía para regular a los ciudadanos es percibida como autoritaria o si el uso de la fuerza es indiscriminada o excesiva, la probabilidad de protestas ciudadanas que deriven en violencia aumenta (7). Por lo tanto, se hace necesario promover una respuesta al COVID que enfatiza la responsabilidad del ciudadano en el cuidado y la prevención de la enfermedad, siendo ellos quienes deben cuidarse y cuidar a su comunidad. La aproximación policiva al manejo del virus sólo incrementa la posibilidad de brotes de violencia en el futuro. Esto debe tomarse en cuenta para el manejo de la pandemia a mediano plazo.

 

Referencias

 

  1. Bandura, A. (1999). Moral Disengagement in the Perpetration of Inhumanities. Personality and Social Psychology Review, 3(3), 193–209. https://doi.org/10.1207/s15327957pspr0303_3
  2. Bandura, A., Barbaranelli, C., Caprara, G. V., & Pastorelli, C. (1996). Mechanisms of moral disengagement in the exercise of moral agency. Journal of Personality and Social Psychology, 71(2), 364–374. https://doi.org/10.1037/0022-3514.71.2.364
  3. Soares, M., Barbosa, M., Matos, R. (2018) Police officers’ perspectives on State (police) violence: a sociomoral and psychological driven study on disengagement. Journal of social and political psychology 6(1).
  4. Katsarov, J., Christen, M. (2018) Promoting the moral sensitivity of police and military personnel. In NECESSE Royal Norwegian Naval Academy monographic series, 3(1), p.114-120.
  5. Soares, M., Barbosa, M., Matos, R., Mendez, S.M. (2018) Public protest and police violence: Moral disengagement and its role in police repression of public demonstrations in Portugal. Peace and conflicto: Journal of Peace and Psychology, 24(1), p. 27-35.
  6. Reicher S. D., Stott C. (2011). Mad Mobs and Englishmen. London: Constable & Robinson.
  7. Reicher, S., Stott, C. (2020) Policing the coronavirus outbreak: processes and prospects for collective disorders. Policing: A journal of policy and practice. March issue, p. 1-5.