En lo que sigue, intentaré entregar elementos conceptuales que no son nuevos, algunos tienen más de cien años, pero que sirven para entender lo que estamos viviendo hoy, sabiendo que la mayoría son ignorados incluso por los tomadores de decisiones. En este espacio necesariamente breve, añadiré, entre líneas, siete propuestas para salir de la crisis. A ver si el desafío de la encriptación motiva la lectura.
Como lo veníamos sosteniendo en los hoy extintos informes nacionales de desarrollo humano del PNUD, la subjetividad en Chile está herida. Actualmente esta herida suena más o menos así. El modelo chileno instaurado por la dictadura promovió la anomia (Durkheim) y dislocó los equilibrios entre reciprocidad, redistribución e intercambio que han existido por milenios en las sociedades humanas (Polanyi). Desmontando las regulaciones que asfixiaban la economía, destruyó también las organizaciones sociales, profesionales y comunitarias, creando individuos sin proyectos comunes. Para corregir un modelo de reparto capturado por grupos con poder, instaló un sistema de capitalización. Para resolver los problemas de salud y educación, promovió las soluciones privadas y la competencia de mercado. No resolvió los problemas públicos, los privatizó. Al establecer el intercambio como regulador de todos los ámbitos de la vida social, asfixió la solidaridad y el altruismo, confinándolos a la caridad y la focalización.
Al reducir lo valioso a lo que los ciudadanos quieren comprar, perdimos de vista lo esencial para la vida humana. La lógica economicista y la “Nueva Gestión Pública” limitan la posibilidad de crear lo que los anglosajones llaman “valores públicos” (Moore, Bozeman) como cohesión social, confianza, igualdad de oportunidades y no discriminación, entre otros, y capacidades esenciales (Sen, Nussbaum) como vínculos significativos (amor, amistad, respeto, seguridad humana). Cuando todo se analiza con la lógica costo-beneficio, lo que no se puede comprar queda fuera de la toma de decisiones y nada garantiza su ocurrencia. No es el papel del mercado proveer cohesión e igualdad de oportunidades, es la esencia de la política.
Esta narrativa es complementada por el relato del abuso, que fue minando la confianza en los otros y en las instituciones. Demasiados para enumerarlos, pero con el común denominador de la impunidad, porque las normas que rigen para la elite son distintas a las severas leyes que castigan al ciudadano sin poder (North: segunda condición de un orden abierto. La primera es control civil democrático del uso de la fuerza). El robo de unos pocos llevó a la demonización del lucro, el móvil del progreso capitalista, porque la prensa obediente (o responsable, según el punto de vista) ya no pudo contener las redes sociales: desde las privatizaciones hasta las recientes colusiones sancionadas con debilidad; desde las utilidades de las AFP, producto de la baja competencia, a las colusiones político-empresariales ejemplificadas en la Ley de Pesca. No hay términos medios en 140 caracteres, solo crucifixiones.
Una economía débil basada en bajos salarios y la explotación de recursos naturales, donde la productividad está estancada hace décadas (Palma). Mientras, la clase política discute bajar la jornada laboral, que ya es la más baja del continente, pero no dice nada sobre subir sostenida y decididamente el sueldo mínimo (que tendría un efecto similar en costos), en circunstancias que son los sueldos bajos -unidos al alto endeudamiento para satisfacer aspiraciones de consumo- el origen del problema de la desigualdad, mientras las formas populistas de abordarla, hasta ahora, solo la agravan.
Una política caracterizada por el clientelismo -que llena el Estado de incompetentes (e insulta el segundo principio de la justicia de Rawls) y desvía recursos desde donde serían tan necesarios– y por los acuerdos a puertas cerradas, que dan una sensación de crisis de representatividad, que desprestigia la democracia y da cabida a los peores extremismos.
Una elite política que no quiere que nadie más delibere ni decida nada, que se aferra con dientes y uñas al poder, e intenta asfixiar a los jóvenes al punto que los obliga a fundar nuevos partidos, en tanto que los viejos partidos se quedan sin jóvenes y sin ideales. Así, el ciudadano se siente excluido y no representado. Da la impresión de que la clase política solo quiere asegurarse que nada de fondo cambie: desde una puesta en escena para conversar la Constitución –que queda en el aire– a los períodos de cuatro años sin reelección, y un TPP que amarrará nuestras políticas públicas para siempre.
Esta política no ha dado muestras de saber cómo responder al estallido social. Cuando la rabia ha estallado antes, solo se ha esperado que el temporal amaine o se han producido acomodos suaves, que agravan la enfermedad. La incompetencia por responder al fondo del problema va minando aún más la confianza y hace que la rabia explote cada vez con mayor fuerza.
Lo que es más complejo ahora: la economía no está en crisis, pero marca el paso (por lo que la promesa de mejores oportunidades individuales se suspende) y los recursos públicos (que podrían haber dado margen de maniobra para atender algunas demandas) se encuentran agotados por malas decisiones de asignación de recursos (como la gratuidad vía voucher en educación superior) y errores de predicción sistemáticos que han incrementado fuertemente la deuda pública pese a la regla fiscal.
Ningún país ha transitado a un orden abierto (North) y el desarrollo pleno sin una esfera pública fuerte, un acuerdo social genuino –no del oscuro peso de la noche (Portales)– y un proyecto de largo plazo compartido que oriente la subjetividad, provea inclusión y justifique la paciencia. Estamos a la espera de un relato que convoque a todos, que haya escuchado, interpretado y dado sentido a lo que está pasando, y convierta la crisis en oportunidad. En los tiempos actuales, esta democracia protegida solo puede ser reemplazada con más y mejor democracia. Y esto solo es posible en el marco de la legalidad vigente, y con el liderazgo del Presidente electo, para que la posibilidad del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de esta tierra (Lincoln, para no citar a nadie local que puede generar anticuerpos).